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09. Como agua para chocolate

—Nietzsche es un crítico de la educación moral. Piensa en contra de toda la tradición metafísica occidental. Tradición que niega el cambio, el tiempo, el azar, las transformaciones; y, por tanto, la vida. Porque la vida es todo eso. Por lo que, piensa en contra de Sócrates y Platón. A los que define como enemigos de Grecia, de su espíritu verdadero. Además, centrará mucho de su pensamiento en deshacer esta línea filosófica del cuerpo como una prisión del alma. Para Nietzsche, ambos pensadores son enemigos del cuerpo. En esa misma línea, también pensará en contra del cristianismo, ya que sigue con la línea de ser un enemigo del cuerpo. Donde, además, las necesidades del cuerpo se ven como malas. Se ven pecaminosas. Se deben prohibir —Eva sonrió al grupo atento de alumnos que la escuchaban. Llevaba cuatro clases ya. La verdad es que, después de los nervios del primer día, se sentía bastante cómoda. Se sentó en el escritorio, mirándoles con intensidad—. Pero, no solo pensará contra la filosofía antigua de estos pensadores. Nietzsche también se posicionará en contra de la filosofía kantiana y su ética rígida. Llegará a decir que Kant es un idiota. Para él, aunque Kant decía que la ética se explica con la razón, detrás está la idea de Dios. Esto es criticado por Nietzsche, ya que implica «ponerse de rodillas» delante de este. Es un signo de debilidad. Ser débil es no atreverte a construir tu propia vida.

—¿Hay alguien que guste a Nietzsche? —preguntó una de sus alumnas divertida. Eva río. A pesar de la manera en que lo había dicho, tenía parte de razón. Era una buena pregunta. 

—También está a favor de muchos autores, de verdad. Por ejemplo, para su pensamiento es muy importante la tragedia griega. Muestra el conflicto moral donde no hay una verdad absoluta. Donde el bien es difuso. Por ese motivo, le interesará mucho. Y la usará en muchas de sus obras —Eva sonrió animada—. Igual que otro autor que abordaremos más adelante: Schopenhauer. Al que incluso dedicará una de sus obras. Lo considera un maestro. Uno de esos maestros que llevan a un punto de inflexión; su vida cambia tras escucharlo —los alumnos la observaron con atención. A ella le hubiera gustado que alguna de esas miradas reluciera como diciendo que ella era esa maestra, pero quién sabía, aún era pronto. Aún tenía tiempo de que llegará ese clic. Eva retomó la lección—. Pero, como decía, su ideología gira en torno a una idea muy importante: la verdad es construida. Por ejemplo, el concepto de hombre o mujer, es construido. La sociedad nos indica cómo comportarnos según los genitales que nos han sido asignados. Como nuestro cuerpo genera óvulos, hay todo un conjunto de preceptos sociales, que debemos seguir para ser aceptadas en el rol de mujer. Esto es muy importante. Es una diferencia trascendental en el cambio del paradigma existente. Para Platón la verdad era eterna e inmutable, pero Nietzsche nos demuestra que no. Que ya no hay una sola verdad.

—Pero, esta verdad construida, ¿puede aplicar a todos los conceptos, o solo a las normas sociales? —preguntó uno de sus alumnos—. Es decir, un concepto no solo son preceptos sociales, ¿no?

—Todo concepto se forma igualando lo que no es igual. Todos los conceptos nacen de la necesidad de explicarlos. Por tanto, son construidos. Todos, sin excepción. Esto enlaza directamente al educador, que es el encargado de ofrecernos estos conceptos —Eva miró al resto de alumnos—. El educador enseña los conceptos de la forma en que los ha aprendido. Sin embargo, para Nietzsche, se debería cambiar el paradigma. «Nadie puede construirte el puente por el que has de caminar sobre la corriente de la vida, nadie excepto tú». Él está en contra de la idea del educador como un guía. Alguien que dicta a las personas dónde deben ir y cómo deben pensar. La educación nos encorseta en un modelo de cómo debemos ser. Por ejemplo, no nos da vergüenza enseñar las manos, pero sí los genitales. ¿Por qué? Porqué nos lo han enseñado. Nos han enseñado la vergüenza. Nos han enseñado cómo movernos por el mundo. Nos han obligado a ser de una forma, sin dejarnos ser de otra. Sin dejarnos descubrir a nosotros mismos. 

—¿Entonces, cree que es mejor que un educador no enseñe nada? ¿No muestre a sus alumnos como moverse por el mundo? —dijo una chica que parecía algo molesta con que pusiera en duda su profesión— ¿Qué enseñaría, entonces? —Eva sonrió. Ella también se lo había planteado bastante.

—Y si un docente nos enseñará los preceptos del mundo, ¿pero no a seguirlos, sino a criticarlos? A verlos desde otra óptica y replantearlos. ¿De qué forma se podría ser si, en vez de aceptar las cosas, las negáramos? —Eva miró el reloj, le quedaba poco tiempo, por lo que decidió zanjar el tema—. Chicos, lo más importante de Nietzsche es que entendamos que niega las verdades eternas. ¿Qué significa? Que todo lo que es, ha llegado a ser; pero todo lo que es, puede dejar de ser lo que es y ser otra cosa. La verdad es construida, pero también puede ser deconstruida. La verdad es enseñada, pero puede desenseñarse, a partir del pensamiento crítico. Como futuros docentes, es vuestra decisión como posicionaros: si como un mero guía del camino, o un crítico de él —el timbre sonó acabando su lección. Eva recogió sus cosas y salió por la puerta. Algunos alumnos se iban a buscar algún café. Le agradó ver que reflexionaban sobre lo que acaban de comentar. Su compañero entraba en ese momento. Ella daba las dos primeras horas, las dos siguientes, estaban a cargo de David. Daba «Teorías de la educación», aunque por la tarde, trabajaba en un colegio de primaria. Ella le saludó con alegría, le gustaba hablar con él.

—¿Les has dado en que pensar? —ella asintió. David rebufó. Era un tipo atractivo. Alto y delgado, fibrado. Estaba moreno, ya que vivía cerca de la playa. Tenía los ojos azules y el pelo revuelto castaño. Era un tipo intelectual, pero divertido—. Entonces se pasarán la clase en las nubes. La mayoría se pasan el rato pensando en tus cuestiones. No es justo salir detrás de ti. 

—No es mi culpa —señaló divertida, emocionada por lo bien que le iba en esa nueva etapa de su vida—. Tu asignatura es una turra —David rió, aunque acabó dándole la razón.

—¿Te apetece un café? —Eva asintió, ella ya no tenía más clases ese día. David dejó sus cosas. Les dijo que regresaría en diez minutos para dar comienzo a la clase. Ambos se fueron a la cafetería del campus. David la invitó. Charlaron sobre sus clases y sobre el trabajo un rato. David le caía bien. Era un tipo interesante, y en otro tiempo, se hubiera lanzado sin dudar a ligotear con él. Es más, David le había invitado a salir varias veces, pero ella le había dado esquinazo. Últimamente estaba como...—. Oye, Eva, me gustaría invitarte a cenar el viernes. No sé si te apetece o tienes otros planes. Pero... creo que lo podríamos pasar bastante bien.

—Verás, David, estaría encantada, pero... —empezó sin saber qué decirle exactamente.

—¿Sales con alguien? —le preguntó directamente. Eva negó—. Mira, sé que me dijiste que vivías con ese amigo tuyo. Pero, si te apetece, tengo una prima recién divorciada, muy guapa. Estará encantada de hacerle compañía. Podríamos salir los cuatro.

—¿Una cita doble? —dijo con picardía. De repente, la idea de salir con David no le parecía tan mala. Es más, era bastante buena. Esas dos semanas, desde el inicio de las clases y todo eso, Tonik se había mostrado un poco frío. Tras su pequeña discusión, casi parecía que evitará mirarla. Ella también había evitado quedarse con él a solas. Aunque, por supuesto, habían mantenido su tradición de ver una serie tras la cena. Esos momentos le dejaban un gusto extraño. Eva esperaba que él se acercará o le dijera algo, pero se mantenía otra vez en ese estado sereno y calmado que siempre le había conocido. Le gastaba bromas, le contaba algún chiste, pero nada más. Ella quería... bueno, no sabía qué quería. Pero quería verle, esa mirada cuando le cogió la nuca, otra vez. Esa chispa de enfado y pasión que le había hecho estremecer—. Creo que aceptaremos. 

Eva llegó más tarde que otros días, ya que se había parado a hacer la compra. Tonik estaba cocinando distraído. Olía de maravilla y se le hizo la boca agua. Iván se quedaba a comer en el colegio, por lo que solían comer los dos solos. Hablando de filosofía y libros, por supuesto. Tonik cocinaba los días que ella daba clase. Le saludó con alegría y él le preguntó con corrección cómo le había ido la clase. Eva le contó emocionada, mientras él seguía cocinando. Aunque, por supuesto, siempre le lanzaba preguntas interesantes. Llegó hasta la conversación con David, donde Tonik no hizo ninguna reacción, excepto tensar un poco los brazos.

—Así que el viernes, tenemos una cita doble —finalizó satisfecha. Él se giró para mirarla con superioridad.

—¿Qué? Pero a ver... como tengo que decirte que no me interesa encontrar a nadie, enana —dijo divertido y algo molesto a la vez—. Tendrás que anular mi cita. Esta semana tengo a Iván.

—¿Por qué no se lo dejas a Lucía? —preguntó ella con inocencia, aunque con curiosidad. Tonik siempre aceptaba los cambios y planes de su exmujer, pero él jamás lo hacía. Algo que, en verdad, encantaba a Eva, pero no estaba dispuesta a no salirse con la suya—. Este fin de semana debería tocarle a ella, ¿no? Porque en vez de venir a buscarlo el sábado por la mañana y traerlo el domingo, ¿no viene el viernes y lo trae el sábado por la noche? Así podría ir a la comida de Jules y Ariel.

—¿Vas a organizar mi vida? —dijo molesto. Eva vio que se había enfadado de verdad. Por lo que levantó las manos en señal de paz.

—Perdona, no es asunto mío. Pero vaya... creía que te apetecería salir con una mujer dispuesta a... —Tonik se acercó mucho a ella y la observó. Era alto, no tanto como Jesús, pero lo suficiente como para que se sintiera amedrentada. Esa mirada. Dios, esa mirada era la que quería que le echará.

—¿Dispuesta a qué? —dijo con voz grave. A ella esa voz le llegó muy hondo y le hizo latir cosas en las que no quería pensar—: ¿A todo? Mira, quizá tengas razón. Quizá sea divertida esa cita doble —Tonik se fue de la cocina dejándola descolocada. Eva se apoyó en el mármol de la cocina. Su corazón latía desbocado. 

Tonik salió de la cocina demasiado rápido. El cuerpo le ardía. ¿Es que era imbécil? Seguramente. Ella ya estaba buscando planes y citas, y él... estaba... colgado sin remedio. Le gustaba Eva. Joder, le gustaba mucho. Intentaba mantener las distancias, desde la interrupción de su hijo. Y casi, se había sentido aliviado. Iván le había salvado de una situación ridícula. ¿Qué hubiera pasado si la hubiera besado? Nada, o todo. Quién sabía. Pero, seguramente, no lo que esperaba que sucediera. No lo que en el fondo quería. Y lo que podía complicar demasiado todo. Además, justamente ese día le habían llamado del seguro. Para las obras de su piso, tenían mínimo seis meses. Seis. ¿Cómo se lo iba a decir? Bueno, aún le quedaba tiempo para pensarlo. Pero... si se acostaba con ella, y tenían que convivir seis meses más, sería algo más que incómodo. De momento, aprovechó para llamar a Lucía. Su exmujer se lo cogió a la primera y charlaron un rato sobre su vida. A ella le encantaba hablar de su vida como mujer casada, de su faceta de ama de casa y de sus pasatiempos. Finalmente, haciendo acopio de valor, le contó la idea de Eva.

—¿Y ese cambio de última hora? —le preguntó confusa.

—Bueno, el domingo tenemos la comida con Jules y Ariel para despedirse antes de la gira y... Si no te va bien lo entiendo —musitó agobiado. Era la primera vez que le pedía algo así, y no se sentía muy bien con ello.

—No, claro que no. Me va estupendamente. No pasa nada. Es más, lo vendré a buscar esta tarde de sorpresa. Seguro que a Iván le hace ilusión —Tonik se alegró por su hijo. Se pondría muy contento—. El sábado por la tarde te lo traeré y que pueda ir a la comida con sus tíos  —Tonik colgó alegre. De verdad que era la primera vez que le pedía algo así a su exmujer, y había salido bien. Aunque no le había dicho que fuera para una cita. No era tan valiente aún, ni por supuesto tan fanfarrón. Pero, la idea de Eva había sido muy buena. Él ya pensaba en pedirle que lo trajera antes, pero no que lo recogiera también. Regresó y se sorprendió de verla en ropa cómoda, con la mesa puesta en la terraza. Su corazón se aceleró, deseando acariciarla. Sin embargo, logró contenerse y moviendo el móvil, señaló:

—A Lucía le va perfecto —dijo con voz grave, sentándose en la mesa. Eva se relamió satisfecha—. Es más, vendrá hoy a buscar a Iván —él se sorprendió al ver que el ánimo de Eva se ensombrecía.

—Jo... pero esta noche, teníamos noche de pijamas —se quejó Eva—. Íbamos a hacer pizza y a dormir juntos —Eva e Iván habían cogido la tradición de dormir, mínimo, una noche juntos a la semana. Algo que su hijo extrañaría cuando se fueran a su hogar otra vez, pero... que, de momento, le dejaba disfrutar. Iván adoraba a Eva, y a Tonik le encantaba que fuera recíproco. Sonriendo de medio lado, señaló:

—Bueno, tendrás que conformarte con el padre, si quieres dormir acompañada —Eva rebufó y replicó sin achantarse.

—Si traes a Petro, me parece bien —Tonik puso los ojos en blanco sin poderlo evitar.

—Solo quieres dormir con Iván por el peluche —musitó. Ella sonrió divertida.

—Me prometiste uno —señaló ella. Tonik se cruzó de brazos, y se echó atrás en la silla para mirarla de esa manera, que sabía que la ponía nerviosa.

—Las recompensas se ganan —Eva le miró con desafío. Luego, se pusieron a comer. 

Por la tarde fue a recoger a su hijo al colegio. Sabía que su madre quería sorprenderle, pero Tonik sabía que a Iván no le gustaban las sorpresas, ni los cambios; por lo que le contó sus planes. Iván se alegró de ir con su madre, aunque le apetecía mucho dormir con Eva. Su padre le consoló. Era la primera vez que su hijo, se mostraba un poco reticente, a irse con su madre. Una pequeña parte de él, se sintió mezquinamente satisfecho. Pero, se acabó sintiendo mal. Cuando llegaron a casa, Iván se puso a hacer los deberes en animada charla. Los tres estaban sentados en la mesa del salón. Eva trabajaba, él también intentaba hacerlo, sin mucho éxito. Finalmente, desistió y les miró con calidez. Hasta que el timbre rompió la quietud. Lucía entró en el piso con una sonrisa perfecta. Iván corrió hasta su madre y fue a prepararse su mochila. Tonik recogió los deberes. Lucía miraba a Eva, con una extrañeza e intensidad, que nunca le había visto antes. Su amiga pareció incómoda, por lo que acabó levantándose.

—¿Te apetece un café, Lucía? —preguntó, Lucía asintió. Eva se perdió en la cocina.

—¿Os va bien? La convivencia, digo —preguntó su exmujer. Tonik se tensó—. Iván parece encantando.

—Se llevan muy bien. Eva ha sido siempre como una tía para él —Lucía volvió a asentir—. Y sí, nos va bien, la convivencia. Eva se adapta muy bien y...

—¿Te gusta? —le preguntó Lucía. Tonik miró a la puerta de la cocina cerrada y a su exmujer nervioso. ¿Es que se veían tan claros sus sentimientos?—. No es asunto mío, pero es un poco joven para ti y...

—Lucía, Eva es mi compañera de piso. Una mujer que nos ha acogido en una situación complicada y que ha aceptado que... —empezó algo molesto, por la manera en que le había soltado eso y se estaba metiendo en su vida.

—Te gusta —afirmó Lucía en un susurro. Tonik negó abogiado. Se dio cuenta de que su mirada se volvía a desviar a la cocina—. Vale, vale, es cosa tuya. Pero recuerda que tienes un hijo y...

—Igual que tú —dijo Tonik enfadado. ¿Por qué le decía eso? ¿Por qué sacaba a Iván? No pudo evitar decir—: No veo qué relación ha tenido eso para tu pareja. Lucía, es mi vida y... 

—¿Me lo encasquetas antes para acostarte con esta niñata? —le dijo su mujer enfadada. Se notaba que le molestaba. Tonik no se lo podía creer. La misma mujer que, cuando no le convenía, le soltaba al niño sin preguntarle si le iba bien. La misma que siempre lo anteponía todo antes que a Iván. No creía que pudiera decirle que hacía eso con su hijo. Tonik la miró furioso.

—Eso, como acabo de decir, es asunto mío. Pero no, y no sé por qué tengo que darte explicaciones. Eva es solo mi compañera de piso y te estás comportando como una idiota. Quiero tener a Iván el domingo y ya está, por lo que te he dicho esta mañana. Y como vuelvas a... —Lucía le besó. Él se quedó descolocado ante ese beso. Ella se apartó sorprendida y fue a la habitación de su hijo nerviosa. Tonik no daba crédito. Se pasó las manos por la cabeza agobiado. Eva salió con dos cafés. Extrañada le miró.

—¿Y Lucía? —preguntó. La mirada inocente de Eva le dio ganas de besarla. Le dieron ganas de contarle lo que había pasado. No sabía de qué más. Pero los pasos de su exmujer le tensaron.

—Disculpad, al final tenemos que irnos antes. Me acaba de llamar Luis, que vamos a ir a comprar pizzas —Iván aplaudió emocionado. Le dio un fuerte abrazo a Eva y otro a Tonik, desapareciendo en animada charla con su madre. Tonik se sentía más confundido que nunca. ¿Qué acababa de pasar?

Jesús sonrió a Alejandro como un bobo. Estaban haciendo la compra. Se iba a quedar todo el fin de semana en casa. Como los últimos tres. Ya empezaba a haber señales de su convivencia. Un cepillo de dientes, ropa olvidada, alguno de sus libros. Le encantaba. No podía negarlo. Esa relación le encantaba. Sin embargo, Jesús estaba un poco agobiado. En menos de dos días, se iba a quedar con Anna. Un bebé no era el mejor plan para sus fines de semana románticos. Para sus aventuras y planes. Alejandro le miró con intensidad. Parecía que cada vez le conocía mejor.

—¿Qué te preocupa? —le preguntó, mientras cogía una caja de galletas. Una de sus favoritas, vio.

—Nada, de verdad —su, ahora podía decirlo con todas las letras: «novio», enarcó una ceja. Estaba claro que no le engañaba—. Vale... me preocupa un poco quedarme con Anna.

—Ariel te ha dicho que no tienes que pasarles informes de actividad, ni de alimentación. Con que les llames cada día y les cuentes un poco...

—Pensaba en como afectaría a nuestros... fines de semana—dijo cortándole. Alejandro le miró sorprendido.

—¿Por qué va a afectar? —preguntó Alejandro, abrazándole en público. Algo que aún les sorprendía un poco a ambos Sin poderlo evitar se tensó—. Me encantará cuidar de ambos. Será divertido. Nunca he cuidado de un bebé mucho tiempo y creo que será... en fin, una experiencia —Jesús le besó. Ambos se separaron cuando escucharon voces que se acercaban gritando el nombre de Jesús. Extrañado se giró. Iván le señaló: 

—Mamá, este es mi tito Jesús —Jesús tendió la mano a la mujer rubia que iba con el pequeño. Claramente, su madre, aunque no la presento. Y, no se parecían mucho—. Y este es Alejandro, fue novio de la tita Helena.

—Vaya, me alegro de conocerles —ella les dio dos besos con alegría. Se la veía muy simpática y cercana—. Iván habla mucho de la familia de su padre. Les quieres muchísimo.

—Tito Jesús, ¿por qué te estaba besando el novio de la tita Helena? —Iván era muy curioso y preguntón. Pero, era divertido. Además, no es que fuera nada malo. Jesús se agachó y le sonrió.

—Porque le gusta y ahora somos novios, pero no lo digas aún a nadie, ¿vale? —Alejandro asintió con alegría—: ¿Te parece bien?

—Por supuesto. Alejandro mola —el pequeño le chocó el puño y se perdió con su madre pasillo abajo para comprar unas supuestas pizzas. Olvidando por completo lo que habían hablado. Alejandro le dio la mano a Jesús.

—Has oído... molo —dijo con vanidad y diversión—. Seguro que Anna pensará igual. Va a ser muy divertido, te lo aseguro —Jesús le detuvo para besarle de nuevo. Deseando volver a casa para enterrarse en ese hombre que le volvía loco como nunca le había pasado con nadie. 

Eva se miró al espejo. El vestido le iba algo ajustado. Tanta buena comida de Tonik estaba reforzando sus llenas curvas. En fin, no le quedaba mal, solo que se veía un poco más apretado. Algo más sugerente. Sobre todo sus pechos. Pero, dispuesta a no ceder, se soltó el pelo y se miró. Así mejor. Se veía un escote más discreto. Se calzó sus botas planas, de estilo militar, y salió sonriente. Se la veía desenfadada y salvaje. Su estilo más directo. Estaba dispuesta a cazar. Desde que había oído la conversación entre Tonik y Lucía se sentía inquieta. Él no había negado que ella le gustará. Lo que le hacía revolotear mariposas en el estómago. Pero tampoco lo había aceptado, lo que hacía que las inseguridades, la pusieran nerviosa. ¿Quería o no algo con ella? ¿Y cómo se sentía ella al respecto? Lo vio en el salón. Tonik iba en tejanos y camiseta, aún descalzo.

—No puedes ir así —dijo ella. Tonik la miró de arriba abajo y sonrió con descaro.

—Normalmente, las parejas celosas, lo dicen al revés —señaló. Ella odió su tranquilidad y pasotismo. ¿Es que no quería que esa mujer lo devorará con los ojos? Si estaba buenísimo sin pretenderlo, ¿como estaría si lo intentaba un poco?

—Es una cita —musitó, como si fuera obvio que no podía ir así—. Vamos a cogerte algo más de arreglar. El tejano está bien —Tonik rebufó, pero se dejó guiar, divertido por la situación. Ella le metió en su cuarto y abrió su armario sin permiso. Tenía poca ropa de arreglar. Eva acabó encontrado una camiseta negra y una camisa gris—. Esto está bien.

—Esta camisa me va estrecha, es de cuando iba a la universidad. No la puedo cerrar —dijo Tonik algo mosqueado.

—Déjala abierta. Más desenfadado —Eva le tiró la ropa. Él se quitó la camiseta sin esperar a que ella saliera. Eva le miró con ojos como platos. Era atractivo como ningún otro hombre se lo parecía. Esa línea de pelo que se perdía cintura abajo. Sus ojos ardieron de deseo y se mordió el labio. Tonik no se vistió. Ella alzó la mirada cazada y dijo—: ¿No piensas vestirte? —él se echó a reír. Esa risa le congeló el cerebro. Era tan cercana, tan dulce. Le dejó solo. Cuando salió estaba cambiado. Se le veía más confiado. Se había puesto unas botas negras y estaba... en fin... muy atractivo. Ella ya lo sabía.

Salieron del apartamento sonrojados y sin mirarse. Ambos parecían dos adolescentes bobos. Eva condujo y llegaron al sitio de la cita un poco tarde. Como era costumbre. Seguramente, el problema es que los demás eran demasiado puntuales. David ya esperaba con una impresionante mujer rubia, alta, bronceada y con dos buenos pechos. De esos que hacían que los hombres la mirarán dos veces. A pesar de su atractivo físico, en conversación era más bien sosa. Se notaba a la legua que estaba acabada de divorciar. Además de que se había operado y se enorgullecía de ello. Sabía que eran una arma e intentaba usarlos sin éxito. David se mostraba atento y guiaba la conversación. Era interesante oírle hablar, pero las constantes interrupciones de la mujer, les estaban poniendo nerviosos a los tres. 

—Entonces, ¿eres profesor como Eva? —dijo Tonik bebiendo vino. El gesto con que sus labios se posaron en la copa, a Eva le encendió el cuerpo. ¿Lo había hecho a propósito?

—Sí, del mismo departamento. Aunque mi asignatura es soporífera. Y más, si te toca tras esta bestia. Los alumnos la adoran.

—Puedo imaginar porqué —dijo Tonik con dulzura. La mirada que le dedicó fue intensa—. Eva es maravillosa —ella se sonrojó—. A mí me encanta cuando me habla de filosofía. Me pierdo con esos conceptos tan complicados, pero es una delicia perderse en ella —a Eva le subieron las pulsaciones a dos mil por hora. Sonriendo divertido, indicó—: En la filosofía, digo.

—Debe ser muy interesante —dijo la acompañante de David. Marta había dicho que se llamaba. Eva no lo recordaba bien, ni le interesaba. Ella seguía pensando en lo que Tonik acababa de decir, y lo mejor, en cómo lo había dicho—. Yo a penas pude estudiar. Mis padres, ya ves... querían que me casará cuanto antes. Que aprendiera a ser una buena mujer... ¿Tienes un hijo, verdad, Tonik? —dijo reclamando su atención.

—Sí, tiene siete años. Se llama Iván —Tonik sonrió de esa manera especial que tenía cuando hablaba de su hijo. A Eva se le aceleró el pulso, incluso más que antes. Le encantaba ese Tonik—. Le gustan mucho los dinosaurios. 

—¿Por eso tienes esos tatuajes? —preguntó la mujer señalando alguno de los dinosaurios de su brazo derecho. Lo acaricio sin disimulo. Tonik asintió divertido, al notar la tensión de Eva.

—Sí, las zapatillas de ballet son por mi hermana, la famosa bailarina Helena Carjéz. Los libros, por mi otra adorada hermana, Ariel. Es toda una listilla. También tengo cosas de Harry Potter, Star Wars, Pokémon. En fin... soy todo un friki —señaló algo avergonzado.

—Qué va, los tatuajes son muy sexis —dijo la irritante mujer. Era muy descarada y cuando se apoyó para mostrar su escote, Eva retorció las manos—. ¿Tienes alguno que sea solo para ti? Ya sabes... íntimo —Eva se estremeció ante el tono, pero ella también deseaba saber.

—Sí, alguno hay —dijo indiferente. Miró a Eva con picardía y le guiño un ojo. ¿Cómo se había dado cuenta de que ella también deseaba verlos? Ese hombre era... bueno, era demasiado. Le aceleraba con una sola mirada. Se sentía una imbécil. Ella solía ser la cazadora directa, no una presa dócil.

La conversación siguió en torno a las clases, los trabajos y los gustos de cada uno. Eva y David conectaban bien, pero ella notaba que Tonik, no estaba cómodo. Las miradas lascivas de Marta, además de los comentarios subidos de tono, le molestaron un poco. Se notaba que ella tenía claro lo que le apetecía, pero Eva se dio cuenta de que a Tonik, no. Y le gustó saberlo. No hubiera soportado que él le siguiera el juego. Por lo que por debajo de la mesa, le dio la mano. Tonik se la apretó con fuerza y dejó la suya sobre el muslo de ella. Cuando David se distrajo, Eva le susurró:

—Si quieres, nos vamos a casa —Tonik sonrió de medio lado. De esa forma que a ella le encantaba. De esa forma que ella sentía, que solo le sonreía a ella. 

—Por eso me gusta estar fuera del mercado, ¿ahora lo entiendes, enana? —le susurró en el oído, poniéndole la carne de gallina. Eva le miró con intensidad a los ojos, y él desvió la mirada a sus labios. David pareció darse cuenta del gesto entre ambos y señaló:

—¿Cuánto hace que os conocéis?

—Doce años —dijo Tonik de memoria, apartando la mirada a regañadientes—. Ariel me la presentó. Ambas iban a clase juntas. Pero, podría decirse que hasta hace un par de semanas, no nos hemos conocido más íntimamente —ese tono a ella le erizó todo el vello del cuerpo.

Tonik se pasó el resto de la cena acariciando su muslo distraído y lanzando comentarios que a ella le pusieron la carne de gallina. No eran picantes, ni inapropiados. Eran simplemente, bueno, comentarios. Pero, era la manera de acariciar su nombre o lo que decía, que se estremecía por dentro. Deseaba tanto que él la mirará de esa forma. Como si ella fuera lo único en ese lugar. En ese mundo. A la hora de pagar, David parecía haber perdido todo el interés en ella. Pero, vaya, ella también. Miraba a Tonik de otra forma. Deseaba sentirle de otra forma. Estaba que se derretía. Sentía su cuerpo ardiendo. Condujo silenciosa de regreso a casa. Él la miraba sonriente.

—Te veo muy pensativa. ¿Lamentas que no haya ido bien? —Eva negó—: Entonces, ¿en qué piensas? —ella volvió a negar en silencio. Tonik se bajó del coche. Ambos subieron en el ascensor, pero poco antes de llegar a su piso, Tonik se le acercó— ¿Estás enfadada conmigo por algo? —Eva negó incapaz de hablar, tras dos minutos de silencio, volvió a preguntar—: ¿Que te pasa?

—No me pasa nada, Tonik. 

—Aunque no me lo digas, sé que te pasa algo, enana —él se acercó con voz grave. Eva se sintió derretir ante su mote. Ese hombre le gustaba mucho. Dios nunca le había gustado tanto alguien—¿Te sientes atraída por mí, es eso? —Eva asintió incapaz de decir nada. Tonik le apretó contra él—. No sabes cuántas ganas tenía de saber eso —sin pararse ni un segundo, Tonik la besó. Muy profundo. Muy intenso. Muy seguro. Ese beso, a ella le electrizó todo el cuerpo. Con una furiosa necesidad le pasó las manos por la nuca, apretándolo contra ella. Nunca había necesitado sentir a nadie tan cerca—. Vamos a casa.

El sonido de la palabra «casa» en sus labios a ella la derritió por dentro. Nunca había estado con nadie que supiera tantas cosas de ella, pero Tonik las sabía todas. Sabía la verdad. Y eso era nuevo. Y excitante. Eva le dio la mano segura y entraron en el piso. Nada más cerrar la puerta, Tonik volvío a besarla. Seguro. La besaba de una forma en que no la había besado nadie más. Profundo, lento, suave. Eva no podía pensar. No pensaba en nada más que en la imperiosa necesidad de que él la hiciera suya. Como no lo había hecho nadie. Tonik la llevó a su cuarto, entre besos y caricias. Movimientos que le hicieron despertar cosas que nunca había sentido. Nunca antes. A Eva le gustaba el sexo, pero ella era quién mandaba en él. Ella buscaba su placer. Nunca se había dejado llevar, acariciar, tentar y seducir de esa forma. Nunca nadie la dejaba sin palabras como Tonik. Cuando la tumbó y la desnudó, ella se sintió diferente. No la pantera cazahombres de siempre. Se sentía tierna, delicada y frágil. Se sentía una mujer normal, no fingiendo ningún personaje. Simplemente era ella misma. Tonik la tocó, con suavidad, con una experticia desconocida para ella. Podía decir lo que quisiera, pero estaba claro que tenía muy claro cómo hacerlo. El orgasmo le llegó antes de que ni siquiera pensará en él. Cuando, en medio de ese neblinoso placer, él la besó penetrándola, Eva sintió una calidez que no había sentido nunca antes. Tonik le hizo algo que ningún hombre le había hecho antes. Le hizo el amor, y Eva supo que nunca nada podría volver a ser igual en su vida.

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