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03.Choque de reyes

  —El poder soberano es un poder basado en el castigo público, a través de la tortura y la barbarie. En cambio, el poder moderno es un poder normalizado. Basado en la vigilancia, la reclusión de los diferentes y en la normalización. Una gran diferencia entre el poder clásico (soberano) y el poder moderno es la figura del líder. El líder del poder soberano es una figura, alguien conocido y temido. En el poder moderno es desconocido. No sabemos quién nos vigila. Esta línea de pensamientos sobre el poder la iniciará Kafka —le dolía la cabeza, seguramente porque ese no era su tema favorito. Pero quedaban pocas clases para acabar el curso y quería tocar ese tema. Debía hacerlo si quería formar docentes de calidad—. Su obra describe de forma sublime el mundo moderno. ¿Pero qué significa este mundo moderno en el que vivimos? Pues que el poder ya no está centrado en el castigo, sino en la vigilancia. El fenómeno de la vigilancia implica ordenación, clasificación. Nos hace que dejemos de pensar en el poder en términos punitivos. Implica que el poder está en todas partes: en la identidad de género, en la estratificación social, en el ocio, etcétera. Al mismo tiempo que describe, de manera inquietante en su obra, el mundo de la burocracia y el papel del funcionario. Hannah Arendt será otra de esas figuras que profundizarán en el papel del funcionario. Un hombre que únicamente cumple órdenes. No tiene pensamiento y puede ser sustituible sin que el sistema se altere. Esto incide en la educación, pues cada vez más el papel de maestro se ha vuelto como el de un funcionario. Cuando un profesor no viene a clase, es sustituido por otro. La clase no se altera, porque no es el profesor quien marca el aprendizaje, sino el sistema. El profesor se ha vuelto básicamente un funcionario sustituible y prescindible. 

—Entonces, ¿convertir a un educador en un mero funcionario es un error? —preguntó una de sus alumnas más prometedoras—. La educación debería ser estándar y no depender del orador. Todos al final deberíamos tener los mismos aprendizajes sin importar el maestro.

—Eso es un error. ¿Qué relevancia tendría el docente si solo se limitará a repetir un currículum? —le contradijo otra, también prometedora. Casi todos se lo parecían—. El educador debe ser un guía para todos esos conceptos que se deben aprender. Pero la educación debe centrarse en el camino, en el resultado. Un maestro no puede ser un loro funcionario que repita un temario.

—En «El Proceso», que es una obra de Kafka, Joseph K se despierta cuando alguien entra en su habitación. Le dicen que está detenido, pero nadie dice nada más. Joseph pregunta por qué y le responden que cumplen órdenes. Ese es el papel del funcionario. Alguien sin voluntad, alguien sin capacidad de pensar. ¿Es así cómo queremos ser? —todos guardaron silencio—. Durante toda la novela, Joseph intenta buscar una explicación de por qué está detenido. Pero nunca llega a saberlo, pues muere ejecutado. ¿Queremos esto para nuestros alumnos? Que caminen por un mundo sin saber por qué. Y, además, nosotros no seamos capaces de decirles nada, porque tampoco lo sabemos —los alumnos le miraban entusiasmados. Ella no era una profesora imparcial, lo que quizá no fuera del todo correcto, pero sí importante. Ella no adoctrinaba, pero tenía que hacerles despertar. Despertar de esa comodidad que daba el sistema y que nunca les podía llegar a hacerse plantear lo que era. En cierta forma, todos se habían vuelto un poco funcionarios—. El poder, según Kafka, es una mirada total. Es una vida sin secretos. En 1975, Foucault, publicó: «Vigilar y Castigar». Comenzó hablando del poder clásico o soberano, que como he dicho, estaba centrado en el castigo en lugares públicos. A través de la tortura, el suplicio y la muerte. Este poder sirve como ejemplo. En la obra habla de la tortura de Damiens en el siglo XVIII, que duró horas y fue visionada por mucha gente parisina. Foucault nos dice que ese poder ya no existe, la gente se ha civilizado. El poder soberanos nos parece una barbarie. Pasamos al poder disciplinario basado en la vigilancia. Los sitios donde se ejerce ese nuevo poder son: las prisiones, los hospitales, los asilos, los psiquiátricos, e incluso las escuelas. A través del examen y la evaluación continuada, se reinserta o educa a las personas de una sociedad. Sirve para crear cuerpos dóciles, obedientes. Se caracteriza por la discreción, la omnipresencia, el anonimato y la inverificabilidad. Con las personas que salen de la norma social como las prostitutas se les crea un sitio para contenerlas, como por ejemplo, el barrio rojo de Hamburgo. El clásico castiga, el moderno normaliza. Si se mata o tortura a alguien, ya no lo hace un verdugo en una plaza pública, sino un médico en su consulta. La diferéncia se erradica.

—Pero, la sociedad debe ser controlada de alguna forma. Si las personas pudieran hacer lo que quisieran, el mundo sería un completo caos —aseguró un alumno, mirándola con mucha intensidad.

—Si y no. Hemos asociado que el libre albedrío es un caos violento, pero realmente, nunca hemos vivido en él. No podemos saber como sería —el chico hizo una mueca que le sacó una sonrisa a Eva—. La obra de Foucault gira en torno al espacio panóptico. Una torreta central, con los cristales opacos, desde la cual se puede observar todas las celdas de los prisioneros. Rompe la observación clásica de mirar y ser mirado. Ahora, se puede ser mirado sin ser visto. El poder pasar a ser anónimo y constante. El poder panóptico convierte cualquier acto en cuestión de vigilancia. Con la tarjeta de crédito, el banco sabe que compras, dónde lo compras y dónde estás. La publicidad de los sitios web a menudo coincide con nuestros gustos, ¿quién controla esos datos? ¿Quién está en esa torre sin ser visto? El poder es panóptico y constante en nuestra vida. Tanto que nos hemos acostumbrado a él. El poder es una relación, clasificación y ordenación de nuestras vidas. Es más, ¿cuándo hemos dado permiso para que nos vigilen? ¿Por qué nos vigilan en todo caso, si no somos sujetos susceptibles a ser controlados?

—Bueno, cualquier persona puede descarrilarse y ser peligrosa —dijo una de sus alumnas, aunque dudaba en su mirada. Eso le gustó. Que lo que siempre habían creído, se fuera desvaneciendo de sus mentes, dando pasos a nuevos pensamientos. Eva sonrió, sentándose en la mesa—. Es normal que estemos cada vez más controlados en una sociedad que incita al descontrol. Ahora es muy fácil infringir la ley. 

—El panóptico extremo de vigilancia no solamente se encuentra en la cárcel, no es solo infringir la ley, sino también en los hospitales o escuelas. La evaluación continuada no es más que un sometimiento de cuerpos dóciles enmascarado. En ella se analizan valores, actitudes y competencias. Yo misma soy un panóptico que os vigila, mientras soy vigilada —los alumnos se miraron entre ellos algo agobiados por ese delicado tema. Normal que Eva tuviera dolor de cabeza—. Pero, es cierto que la sociedad cada vez está cambiando más. Hoy en día, nos exponemos en el panóptico de forma libre, sin coacción ni prescripción. Ponemos en la red todo tipo de datos e informaciones, sin saber quién lo leerá. Nos dirigimos a la época de la psicopolítica digital —Eva levantó el libro «Psicopolítica» de Byung-Chul Han, para citar—: «Todo dispositivo, toda técnica de dominación, genera objetos de devoción que se introducen con el fin de someter. Materializan y estabilizan el dominio. «Devoto» significa: sumiso. El smartphone es un objeto digital de devoción. (...) El «me gusta» es el amén digital. Cuando hacemos clic en el botón de «me gusta», nos sometemos a un entramado de dominación. El smartphone no es solo un eficiente aparato de vigilancia, sino también un confesionario móvil. Facebook es la iglesia, la sinagoga global de lo digital». Vivimos enganchados y no somos conscientes de ello. Hasta el punto de que, si a alguien le quitas el smartphone, se sentiría igual que si a un drogadicto le quitas las drogas. Nos han sometido al poder del panóptico digital con nuestro consentimiento y no somos conscientes de ello.

—¿Y qué podemos hacer para deshacer este entramado de poder? ¿Cómo podemos salir de él? —Eva se balanceó divertida. 

—Mi función no es deciros qué hacer al respecto; es haceros conscientes del mundo en el que vivimos. Conscientes de nuestro poder como educadores. Es decisión vuestra someteros o... por el contrario, vivir en rebeldía. O, buscar formas para romper el entramado de poder —Eva les sonrió y dio por finalizada la clase. Quedaban menos de dos semanas para acabar el curso. A ella solo le quedaban cinco clases. Cinco. No se lo creía. Salió pitando para reunirse con Marcus. En dos días, tenía la presentación de su libro y estaba muy ocupada organizándolo todo.

De camino al despacho, le entró una llamada de Tonik. Ahora mismo no tenía tiempo para llamarle, pero le puso un mensaje. Su relación estaba algo... rara esos días. Desde lo ocurrido con Lucía, Eva se había encerrado un poco en sí misma. Había pasado una semana, pero aún no sabía bien qué pensar. Él la había dejado entrar, la había visto desnuda y... sí, quizás eran tonterías. Estaba segura de que Tonik la quería. Pero le molestaba un poco pensarlo. Pensar que, él, pudiera tener dudas al respecto. Eva no se había dado cuenta de cuán importante era él para ella hasta ese momento. Había mantenido una cariñosa distancia, pero empezaba a pensar que Tonik andaba algo mosca. Pero es que, además, de todo ese lío personal, tenía muchísimo trabajo. Se encontraba muy ocupada. La presentación, las últimas clases, el inicio de exámenes. Estaba muy ocupada, sí. Y necesitaba un poco centrarse. 

Tonik dejó el móvil aparte y se rascó la nuca con agobio. Mierda. ¿Cómo la había podido cagar tanto? Eva le aseguraba que no estaba enfadada, pero la notaba distante. No habían dormido juntos desde la noche antes de que se presentará Lucía. De eso hacía ya una semana. Cuando estaban con Iván todo parecía como siempre. Pero, en cuanto estaban solos, ella se ponía a trabajar. Le gustaría sentir que no estaba fracasando todo, pero quizá solo necesitará tiempo. En fin... no sabía como arreglarlo. Y lo peor es que, al hablarlo con Ariel, su hermana se había puesto de parte de Eva. No le había dado tregua. Le habían caído palos por todos los lados. Y luego vino Helena, lo que fue tres veces peor. Porque Helena era como un toro de miura cuando se enfadaba. Sin duda, sus hermanas eran terribles. Pero en algo tenían razón. Él la había cagado. Y él debía arreglarlo. Aunque aún no supiera como. Una llamada entrante le distrajo.

—¿Cómo le va a mi londinense favorita? —Nuria se rió al interfono. Y su tono alegre, relajó un poco a Tonik.

—Aprovechando la pausa de comida para ponerme al día contigo. Ayer Helena me contó una cosa terrible sobre ti —Tonik negó agobiado. Dios mío, ¿es que no le iban a dejar en paz? El aquelarre entero era temible—. Pero prefiero conocer tu versión.

—Se presentó sin que tuviera oportunidad de decir nada. Es más, una vez se mete en medio mi hijo, yo pierdo el control. No quería que él viera nada desagradable entre nosotros —Tonik estaba ya muy cansado del tema—. Pero no pasó nada entre nosotros. Jamás pasaría nada entre ella y yo. No solo porque estoy enamorado de Eva, sino porque no quiero saber nada de Lucía.

—Helena dice que la viste desnuda —joder con su hermana, no se callaba una. Nuria masticaba, pero a diferencia de sus hermanas parecía tranquila. No le iba a caer otra bronca. Al menos eso esperaba, porque esa calma le estaba poniendo nervioso— ¿Fue circunstancial o buscado?

—Joder, fue un error. Entré en el baño, porque estaba nervioso y no pensaba claramente —dijo mustio—. Un error que parece que ha acabado con todo. 

—Pero, ¿qué dices, so tonto? Estás hablando de Eva. Si hubiera acabado contigo, no estarías en su salón, ni te miraría siquiera. Esa mujer es puro fuego, lo sabes. E implacable cuando se enfada —en eso tenía razón. Eva podía arrancarle el corazón. Pero no lo había hecho, solo parecía... distante—. Seguramente se sienta confundida. Y además... Lucía no es cualquier mujer. Es la madre de...

—Eso no importa, Nuria. Tú mejor que nadie lo sabes. Contigo he sido muy sincero —Tonik y Nuria tenían una relación muy estrecha. Se conocían desde que Helena empezó hacer recuperación y él empezó a preguntarle preocupado. Su amistad es fue estrechando, incluso el aquelarre, llegaron pensar que eran pareja. Algo imposible porque a Nuria le gustaban las mujeres. Pero, entre ellos había una conexión especial. Se contaban muchas cosas. Más de las que había reconocido con nadie—. Lucía fue una etapa de mi vida, pero se acabó. Tengo muchos defectos, pero el peor es que no soy capaz de perdonar. Sobretodo si dañan a mi hijo.

—Eva te quiere, Tonik. Quizá tengas que pedirle disculpas de alguna forma especial. De forma que ella entienda que para ti, ya no hay nadie más —Tonik oyó como llamaban a Nuria y ella habla rápido en inglés —. Tengo que irme, ha entrado una urgencia. Pero nos vemos este sábado. Es la presentación del libro, quizá sea buen momento para prepararle algo especial —Tonik colgó a su amiga sabiendo que tenía razón. Eva se merecía alguna muestra de su cariño. Algo muy especial que les hiciera recuperar la confianza. Pero estaba perdido. Llevaba demasiado tiempo fuera de estas cosas y no podía pedir consejo a... una bombilla se encendió en su mente. Por suerte, tenía una gran familia. Y entre ellos, alguien que creía a pies juntillas en el romanticismo. Jules cogió el teléfono al tercer timbrazo.

—Diga —la voz de su cuñado sonaba clara y profesional. Siempre le daba un poco de corte, pero se entendían bien. No tanto como con Owen, pero... para eso, él era el mejor. 

—Jules, te necesito — él supo que Jules sonreía. Y más cuando su cuñado aceptó. 

Eva acabó comiendo con Marcus. Siempre pensaba que les quedaba poco por acotar, y siempre surgían nuevas cosas que añadir. Agotada, se dirigió para casa. Pero antes de llegar, tomó un pequeño desvío, para pasarse a ver a Jesús. Hacía días que no le veía. Su amigo estaba entusiasmado con la idea de que David viviera con él, de forma más o menos permanente. Le quedaba un año para acabar el instituto y quería ir a la universidad, por lo que iba a hacer bachillerato. Llevaba retraso con ciertos compañeros, debido a estudiar parte en casa y parte viajando. Pero, Eva sabía que era buen estudiante cuando se aplicaba y lo lograría. Sonrió cuando la puerta se la abrió Alejandro. Anna le hacía pedorretas. Sin duda, la relación entre ambos estaba cada vez más consolidada.

—Los tienes en la cocina. Está revisando el estado nutricional de nuestra nevera. Parece que Jules se ha enterado de que esta pequeña diabla, comió ayer tostadas con mermelada de tomate, algo prohibido por no sé qué historia del azúcar —dijo Alejandro poniendo los ojos en blanco—. David está de mi parte, Jesús también, pero está aterrorizado con su hermano. Con lo que él come, no es entendible lo mucho que cuida la dieta de esta pequeñaja.

—Jules es temible como padre sobreprotector. No tienes que darle disgustos —dijo Eva haciéndole monerías a Anna que se rió. Cuando entraron padre e hijo seguían atacando la nevera— ¿Todo esto es para mí? —David le sonrió alegre. Jesús le dio un fuerte abrazo. 

—Esto es la consecuencia de un padre controlador y terrible. Este sábado me va a dar un curso de etiquetado de productos y de cómo hacer inaccesibles ciertos lugares. Él a mi me va a dar lecciones de comida. Si casi todo lo que comen es porquería —Jesús puso los ojos en blanco —. Jules era maniático con el orden y esas cosas, pero con lo de Anna se está volviendo loco.

—Papi loco —repitió Anna con su voz cantarina. Jesús la miró horrorizado.

—No, no. Papi guapo. Tito Owen loco —dijo agobiado. La niña le miró como si supiera de su agobio.

—No, no. Papi loco, tito Owen duapo —Anna se reía divertida. Esa niña era un diablillo de lista. Le encantaba. Eva le dio un fuerte achuchón—. ¿Dónde está Iván? —la pequeña siempre le preguntaba a Eva por su primo. Le adoraba y seguía cada uno de sus pasos. Con la admiración que merecía que fuera el mayor. Y, por supuesto, ya había dado por supuesto que donde estaba Eva, estaría Iván.

—Haciendo deberes, espero —Eva se sentó en la mesa de la cocina y charló con Alejandro sobre la presentación del libro y las últimas clases. Anna jugueteaba con una de esas llaves de los niños pequeños. Esas que se pueden mordisquear. Pero Eva, en parte, sabía que esa pequeña diabla escuchaba todo lo que decían. Era cotilla de raíz, como todos los Carjéz—. La verdadera razón de mi visita es para que David me asesore. No tengo idea de que ponerme. Helena me ha pasado varios outfits pensados, pero... esta semana va a tope de clases y... 

—Vamos arriba, podemos mirar inspiración en mi ordenador —dejaron a Jesús con la selección de nevera, bajo la atenta y divertida mirada de Alejandro. Se encerraron en el cuarto de David. Era el antiguo dormitorio de Jules, y aún conservaba un poco de su esencia, aunque David ya le había dado su toque. Sobre todo al tener un pequeño sitio de costura y un par de maniquíes. Durante un par de horas estuvieron mirando looks que podrían completar con su ropa. Eva no se dio cuenta de lo tarde que era, hasta que vio el reloj. Bajó pitando, dispuesta a salir corriendo, cuando se cruzó con Tonik. Esté la sujetó divertido.

—Tienes que ir más lenta, enana. Cuando corres así pareces un dibujo animado —dijo sonriente.

—Se me ha pasado totalmente la hora, lo siento. Quería ver que ponerme para la presentación y no me di cuenta. Ni siquiera te he llamado —musitó agobiada.

—No pasa nada. Me llamó Jesús y me dijo que estabais liados. Así que vinimos a pasar la tarde —Tonik señaló a Iván y Anna que se perseguían por el corredor—: ¿Has encontrado lo que ponerte?

—Claro que sí —dijo con suficiencia y picara diversión—, y como siempre, no dejará indiferente a nadie —Tonik la miró entre divertido y molesto. Algo que a ella le encantó. Le gustaba saber que él podía tener algo de celos. Mimosa se acercó para besarle—. Sobretodo a ti. 

—¿Cuánto tiempo piensas castigarme? —se quejó él con un mohín. Ella ya ni se acordaba de eso, había estado tan liada. Se sentía fatal por como había pasado de él todo el día. Estaba siendo una tonta, si ese hombre le encantaba. Estaba muy enamorada de él y cada día que estaba distante, era un día perdido para disfrutar.

—Todavía ni he empezado —dijo contoneándose seductora. Tonik gruñó, pero ambos bajaron la escalera para encontrarse con Jesús y Alejandro. Esa noche cenaron ahí. Los cuatro adultos disfrutaron de la compañía y risas de los más jóvenes. David habló por los codos. Se le veía feliz y entusiasmado de ayudar a Eva con la presentación. Al día siguiente quedaron para ensayar y probarse los looks definitivos. Iba a ser muy divertido.

Tras la cena, David se llevó a los pequeños al salón para ver una película. Ellos se quedaron charlando en el comedor. Alejandro acariciaba distraído el brazo de Jesús. Era una estampa muy dulce y cálida. A ella le gustó ver a Jesús tan relajado y feliz. Se notaba que ambos se entendían muy bien. Acabaron hablando de la reforma del piso de Tonik. Jesús le mostró los planos a Eva, que miró la ubicación. El dormitorio de Ivá. Era grande y tendría su propio baño, algo que le haría feliz. Igual que el de ellos. Eva vio que solamente había un despacho y, en cambio, Tonik había decidido dejar una habitación vacía. Confusa preguntó.

—¿Por qué no te haces tu propio despacho? —dijo ella señalando la habitación vacía del segundo piso—. Así tendríamos más espacio para libros y...

—Bueno, siempre está bien tener una habitación de sobras —dijo Jesús, que les enseñó los dibujos de alguna de ellas—. En menos de una semana ya podremos empezar a amueblar y pintar. Todo va según lo previsto y...

—Sigo pensando que sería bueno que cada uno tuviera su espacio y...—musitó cabezona.

—He dejado ese cuarto como de invitados. Por si en un futuro... bueno, hubiera otro... familiar —Tonik se removió incómodo y se miró las manos—. Ya sabes qué quiero decir.

—No espero que se me acople nadie más —dijo divertida—. Pero vale, por si hay algún invitado, no tenga que dormir en el sofá —al ver la mirada de apuro de Tonik, que la apartó incómoda, lo entendió—. O no querrás decir que... —Eva pareció darse cuenta en ese momento. Tonik había dejado un cuarto al lado del de Iván. Conectaban por el baño. Ese cuarto era por si...—: ¿Otro hijo?

—Es una posibilidad —musitó nervioso—. Ahora no, hablamos del futuro. Pero... es una posibilidad y quería plantearla.

—¿Serías padre otra vez? —preguntó algo agobiada por tener esa conversación en ese momento, pero deseosa de saber. No podía no saberlo. Tonik la miró muy serio y con intensidad.

—Claro, contigo, por supuesto —musitó muy seguro. Eva sonrió. Ella nunca se había planteado ser madre, al menos no en serio. No tenía una relación con quien se fuera a atrever. Pero ahora todo estaba cambiando y algún día... si le gustaría ser madre. Le gustaría tener a un pequeñajo suyo, hermano de Iván. Hijo de Tonik. Sí. Sí. Le costaba respirar. No de agobio, pensó. Era otra cosa. 

—Entonces, me parece una buena idea. Siempre piensas en todo. Eres insufrible —Tonik pareció destensarse. Siguieron hablando ilusionados del piso y la decoración. A las once se fueron a casa. Iván se caía de sueño, aunque Anna hubiera seguido toda la noche. Mira que era marchosa esa niña. Como sus padres, claro. Ambos regresaron en coches separados. 

Tonik conducía con una confiada sonrisa. Iván ya dormía detrás. Aunque se había hecho el duro en casa de Jesús para presumir delante de su prima, no había tardado ni medio minuto en caer sopa. Había sido una cena fantástica. Tras la conversación con Jules, la ayuda de Jesús y la mirada de ella durante la cena, se sentía más esperanzado. Lucía había sido un traspié en lo que estaban construyendo, pero solo eso. Además, él lo tenía claro. Como nunca lo había tenido en su vida. Su futuro estaba a su lado. En su precioso hogar, con su hijo. Aparcó fuera, ya que ella dejaba el coche en el garaje. Subió con su hijo en brazos, aunque cada vez le pesaba más. Ya no era un niño. Pronto tendría que despertarlo para esas cosas. Pero, de momento, aún iba a aprovecharse. Lo dejó en su cama y cuando se giró, la vio con solo una camiseta de esas anchas. Se había desmaquillado y puesto cómoda. A Tonik se le aceleró las pulsaciones. Así es como más le gustaba. Se acercó con cautela, como si temiera asustarla.

—He decidido que esta noche deberíamos dormir juntos, cariño —él asintió. Incapaz de decir nada. Su garganta cerrada de deseo—. Ven —ella lo guio hasta su cuarto. Tonik se dejó hacer. Dejó que ella le desnudará, le besará, le tentará. Estaba deseoso de poseerla, de reconciliarse con ella. Pero, cuando estuvo tumbado y lo tenía completamente a su merced, Eva cogió a Petra, la atravesó entre los dos y murmuró—. Buenas noches, cielo. Descansa bien —Tonik gruñó de frustración y apartó el peluche, buscando besarla. Eva recibió ese beso con ganas, pero le cogió las manos con fuerza—. No, no. Los niños buenos cumplen sus castigos.

—¿Quién ha dicho que yo sea un niño bueno? —dijo susurrando contra sus labios. Eva se deshizo contra él. Estaba claro que para ella también era un castigo—. Vamos, enana, me has castigado suficiente. Me muero por estar contigo, justamente dentro de ti.

—¿Solo quieres eso de mí? —le replicó entre molesta y divertida. Cariñosa y dulce entre sus manos—. Vaya novio tengo...

—No. De ti lo quiero todo. Tu risa, tu llanto, tu enfado, tu castigo. Me gusta todo de ti —dijo besándole, la cara, el cuello, la nuca—. Te quiero. Quiero...

—He dicho que no —replicó entre mordaz y molesta. Tonik se tensó—. Estás castigado.

—¿Hasta cuando? —gimió contra ella.

—Hasta que decida si es suficiente o debería... tomar mi venganza —Eva sonrió maquiavélica y Tonik se rindió. Frustrado se dejó caer entre las almohadas. Ella le abrazó y él no pudo evitar estrecharla. Podía vivir sin sexo, pero no sin ella. Necesitaba tenerla cerca de él—. Ya te dije que no estoy enfadada. Pero sigo... rara. Me siento extraña al pensar que ella estuvo aquí. En lo que podría haber pasado.

—No pasará jamás. Ella no me interesa, Eva. Aunque sea la madre de mi hijo, olvidas que no la amo. No podría estar con alguien a quien no quiero. No intentaría nada como lo que crees —Eva escondió el rostro en su hombro—. Pero, te entiendo. Entiendo lo que debes sentir. Por eso, tienes el tiempo que necesites para decidir si ya me has castigado suficiente. O si prefieres seguir torturándome hasta mi desfallecimiento.

—Eres un dramático —Tonik rio en su oreja. Soplándole en el pelo. Con delicadeza, le susurró:

—¿Sabes qué le dice una impresora a otra? —Eva esperó—. ¿Esa hoja es tuya o es impresión mía

Eva se levantó temprano, pero Tonik ya no estaba en la cama. Quedaban dos días para la presentación y se iba a pasar la mañana ultimando detalles. Salió al pasillo y olisqueó el delicioso aroma que llegaba por el pasillo. Parecía que el patrón de las toritas hacía decidido visitarles. Eva fue a la cocina decidida. La noche anterior había sido perfecta para pasar página a lo sucedido. Tonik tenía razón, él no amaba a Lucía y si no quisiera estar con Eva, ya se lo hubiera dicho. Él no era cualquier hombre. Él jamás iba a hacerle daño. Lo abrazó por la espalda. Él sonrió con ternura y calidez.

—Acabo de pensar que el patrón de las tortitas es muy sexy —le dijo ella contra la oreja. Él se estremeció —. ¿Eso está bien?

—Depende. ¿Debo preocuparme? —Tonik se giró entre sus brazos y le apretó la cara—: ¿O es un cuelgue pasajero?

—Es pasajero. Mi corazón está ocupado por un tío mucho más sexy y ardiente. Todo un bombón. De licor. Los que me gustan.

—Vaya, qué suerte tiene ese tipo —dijo Tonik divertido. Sin ninguna dificultad, la alzó para ponerla sobre la encimera. La besó con avidez y Eva se abrió para recibir ese beso. Necesitaba tanto sentirle, besarle, tentarle, jugar con él. La noche anterior le había castigado, pero también se había castigado a sí misma por no disfrutarle. Porque debía reconocer que se moría de ganas. Le mordió el labio y él gruñó frustrado —. Vuelves a castigarme, enana. 

  —Voy a levantarte el castigo —le susurró. Tonik la apretó con fuerza y con un hábil movimiento, trazó círculos en su zona más íntima. Eva se retorcía contra sus manos—. Por favor —le susurró suplicante. Tonik sonreía como un zorro astuto. Ahora, estaba claro que le castigaba a ella. Aunque, sin dudar, la penetró. No dio más de dos acometidas, antes de que los pasos de Iván les hicieran separarse y ponerse rectos como un palo. Vaya pillada y en el peor momento.

—Papi, mami —les gritó Iván desde el comedor—. Algo le pasa a Orión. Rápido.

A los dos se les acabó el buen humor y se preocuparon. Salieron corriendo de la cocina, para ir a atender a su pequeño y lo que fuera que le hubiera pasado a su conejo. A Eva casi le dio un salto al corazón cuando vio a la pequeña bola algodonosa color marrón con la tripa blanca tirada patas arriba, con los ojos semiblancos. Se arrodilló completamente aturdida. Pero, el conejo, que parecía haber traspasado hacía un segundo, se alzó como si nada. Tonik se echó a reír sin parar ante las caras de sustos de ambos. 

  —¿Se puede saber de qué te ríes? —le espetó molesta—. Parecía que le había pasado algo. ¿Estás seguro de que eso es normal?

—Orión duerme así. El primer día también me dio un susto de muerte. Pero es su forma de dormir profunda. Muchos conejos lo hacen —dijo tranquilo. Nebula comía heno y la miraba como si fuera tonta. Eva no pudo evitar sonreír algo más relajada. Iván parecía haber recuperado el color y se echó a reír por lo bobos que habían sido—. Venga, vamos, a desayunar todos.

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