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Buscando a Esteban

—Buenos días. ¿Pasa algo? —preguntó Verónica desde el barandal del primer piso tras oír mi estrepitoso grito.

—Necesito hablar con Esteban urgentemente—comuniqué, observándola con la esperanza de que me daría la información que necesitaba.

—Oh —pronunció, enseriándose automáticamente.

—Vamos a la sala —pidió mi padre.

Con los nervios de punta por no saber por qué hacían del paradero de Esteban un secreto de estado, los tres nos dirigimos hacia la sala.

—¿Qué tan difícil es decirme en dónde está? —me quejé, cruzándome de brazos mientras golpeteaba los dedos contra mi cuerpo como si fueran banquetas.

—Es más complicado de lo que crees —aseguró mi padre.

Rodé los ojos.

—¿Por qué?

—No podemos decirte dónde está. Ambos le prometimos a Esteban no decir nada.

—¿Qué acaso sois unos críos?

—Adela —vociferó—. Sabemos que estás enfadada, pero no voy a tolerar que nos faltes al respeto.

—Vale, lo siento —me disculpe, elevando las manos—. Pero creo que, por lo menos, merezco saber por qué se fue.

—Eso tampoco podemos decírtelo —lamentó Verónica, esbozando una triste sonrisa.

Bufé y desvié la mirada.

—Si tanto te urge comunicarte con él, puedo enviarle una carta o un mensaje de texto — planteó mi padre.

—No, no, no —me rehusé, negando—. Lo que tengo que decirle es muy importante. Necesito hablar con él en persona.

Alterné la mirada entre los dos, esperando algún signo de compasión de su parte. Sin embargo, sus impasibles rostros me indicaban que se quedarían más callados que una tumba.

—Vale. Si ninguno quiere decirme en dónde está, entonces lo buscaré yo misma —decidí, saliendo violentamente en dirección al garaje.

—¡Adela! —me llamó mi padre en vano.

Tomé las llaves del coche, me subí a este y emprendí camino hacia la casa de Ainhoa. Aparte de mis padres, ella era la única que sabía mucho de Esteban y, probablemente, información de dónde localizarlo. Aunque me hubiera distraído un poco durante el trayecto de ayer por la noche, logré dar con la casa luego de perderme en unas cuantas calles. Después de estacionar el coche, subí apresuradamente las escaleras hacia la entrada y toqué el timbre. Una señora que parecía ser la mismísima Ainhoa entrada en años, por lo cual supuse que era su madre, me recibió.

—Buenos días. Disculpad la intromisión, pero necesitaba hablar urgentemente con Ainhoa. Soy Adela, una compañera de la facultad —saludé.

—¡Ah! —pronunció con una amplia sonrisa—. Con que tú eres Adela. Me llamo Mar, mucho gusto —se presentó, tendiéndome la mano.

—Mucho gusto —dije, estrechándosela.

—Pasa, por favor, que está helando afuera—pidió, abriéndome paso al interior de su hogar.

—Gracias.

Luego de que mi anfitriona me ofreciera algo de beber y yo le agradeciera, asegurándole que mi visita sería rápida, ella insistió que pasara a la sala antes de dirigirse al primer piso para informarle a su hija sobre mi apremiante solicitud. Sola en el recibidor, colgué mi abrigo sobre el hermoso perchero de madera de la pared izquierda y avancé lentamente para apreciar la planta baja. La casa de Ainhoa no era nada comparado a la inmensidad de mi mansión, pero no podía negar el buen gusto, y mucho menos lo bien que ganaban los padres de mi compañera. El piso de madera, el techo con molduras estilo victoriano, las paredes color ladrillo enmarcados por finos zócalos blancos, las escaleras pegadas a la pared del lado derecho y los ambientes muy bien separados me hacían sentir en una casa clásica londinense. Por un segundo, me sentí como Elizabeth Bennet visitando la "humilde" morada del señor Darcy.

—Hola —saludó Ainhoa desde el primer escalón del primer piso, sobresaltándome—. Eres a quién menos esperaba ver.

—Y tú a la que menos esperaba visitar.

Rio levemente mientras descendía a mi encuentro.

—En fin, sé que me odias, pero... —proseguí.

—Yo no te odio —interrumpió.

Bufé.

—Por favor, lo dejaste bien claro aquella tarde en los bolos. Parece que no lo recordaras.

—A ver, tengo que admitir que al principio pensé nunca cambiarías y siempre serías la cría engreída y...

—Ahórrate las explicaciones —la detuve, elevando la mano—. No vine aquí a que me recalques mis errores, solo vine para hablarte de Esteban.

—Ah, ya te enteraste —dijo, sosteniendo suavemente el pasamanos.

—¿Enterarme de qué?

—De lo qué pasó con Aarón.

—¿Qué? —pregunté, frunciendo el entrecejo.

Esbozó una sonrisa.

—¿Ahora sí quieres escucharme? Ven, sentémonos.

A pesar del desespero por saber si ella sabía en dónde estaba mi hermanastro, era mucho más prometedor saber lo que Ainhoa tenía por decirme acerca de mi exnovio y Esteban. La seguí hasta la sala y tomamos asiento en sus refinados sillones.

—Creo... que será mejor si empiezo desde el principio. Verás, fui novia de Aarón hace dos años. Nadie lo supo porque él quería mantenerlo en secreto con la excusa de hacerlo una sorpresa, mientras me usaba para obtener un buen puntaje y mantener su beca, sin perder la oportunidad de andar con otras chicas más interesantes. No me justifico, pero era mi primer año en la facultad y ya sabes que tiene el encanto para hacerte sentir la reina del mundo y la astucia para convencerte de que siempre tiene la razón. Terminé con él después de darme cuenta de sus intenciones y, al ya no tenerme a mí para que hiciera todo el trabajo por él, contrató a alguien para que mantuviera sus buenas calificaciones y no perder la beca. Eso le duró hasta este año, cuando sus padres quedaron en la quiebra y ya no pudo pagar nada. Entonces apareciste tú, otra chica que estaba perdidamente embobada por él, pero con mucho dinero.

—¿Qué tiene que ver Esteban en todo esto?

Desvió la mirada y se removió sobre su asiento.

—No debería decírtelo, pero creo que necesitas saberlo —manifestó, encogiendo los labios—. Esteban no sabe que lo sé; lo descubrí por accidente un día que me prestó su móvil. Fue él quien descubrió todo este tema de Aarón y, después del escándalo en la cafetería, presentó las pruebas al rector. Es casi seguro que expulsarán a Aarón y es posible que enfrente problemas legales, a menos que la facultad decida ocultar este fallo en su sistema y solo lo saquen.

—¿Por qué lo hizo?

—Esteban es de esas personas que ven lo peor y lo mejor de cada uno. Fue lo que vio en Aarón y en ti.

>> Para serte sincera, nunca me interesó conocerte. Únicamente supe de ti por opiniones de compañeros de la facultad, pero pensé que, si todos llegaban a la misma conclusión, era casi seguro que lo que decían sobre ti era verdad. Pensé que era imposible que cambiaras, o que algo o alguien te hiciera cambiar. Eso se lo dije a Esteban cuando lo conocí y me preguntó por ti, pero siempre creyó en ti. Te sorprenderá saber que quiso que fuéramos amigas. Intentaba convencerme de que te diera una oportunidad y, de no haber sido por él, ni siquiera hubiera aceptado tu invitación a los bolos esa tarde. Me rogó que intentara decirte la verdad sobre Aarón durante aquella cita en la Trattoria, porque lo creerías viniendo de mí. Aparte de darme cuenta de que estabas utilizándome y que lo que menos querías era ser mi amiga, sino sonsacarme información, noté que estabas tan embobada por él que no escucharías razones, y por eso me fui. Lo supe porque yo también estuve allí. También se lo mencioné a Esteban, y no sé si él te lo habrá dicho o qué habrá hecho para que te enteraras.

Asentí, con la mirada fija sobre la hermosa alfombra de la sala. Todo lo que decía Ainhoa era lógico y encajaba perfectamente con los hechos. Además, no tendría por qué mentirme. La malicia de Aarón me impresionaba tanto como la nobleza de Esteban. Lo que le sucedería a mi exnovio no me provocó ni la más mínima reacción, por más lógico que fuera sentir cierta satisfacción. Mis pensamientos y emociones estaban centralizadas en Esteban, por lo que dicha revelación acentuó mi afecto hacia él y, consecuentemente, mi deseo de encontrarlo lo más pronto posible.

—Pero no has venido a eso... —dedujo la chica.

Redirigí mi mirada hacia su rostro expectante.

—No. Esteban se ha ido esta mañana y nadie sabe a dónde.

—¿Irse? —preguntó, encogiendo la barbilla.

—Necesito encontrarlo. ¿Sabes si dijo algo sobre irse, algún plan o cualquier cosa que me ayude a encontrarlo?

—Lo siento, pero no sé nada. Nunca mencionó nada. Ni siquiera dio indicios de estar preparando un viaje. Me sorprende tanto como a ti.

Asentí y suspiré.

—Entonces no te quito más tu tiempo —dije, poniéndome de pie—. Gracias por contármelo todo.

—Si Esteban pregunta, no digas que yo te lo dije.

Esbocé una sonrisa.

—No lo diré nada —afirmé, negando.

—Te acompaño —ofreció, extendiendo su mano en dirección a la entrada.

Una vez allí, Ainhoa abrió la puerta por mí. Por más prejuiciosa que hubiera sido la chica, fue completamente honesta conmigo, tenido buenas intenciones y, desde un punto de vista más utilitarista, me había dado de manera deliberada valiosa información acerca de Esteban. Así que mi conciencia me reprochó lo mal que me había comportado con ella y lo mucho que me había equivocado respecto a su persona, lo cual me detuvo al abrir la puerta del coche y me hizo dar media vuelta.

—Lamento lo de los bolos y por cómo te traté —me disculpé.

—No pasa nada, me alegra saber que Esteban tenía razón.

No dedicamos una incómoda pero sincera sonrisa.

—Mándale saludos de mi parte cuando lo encuentres —pidió Ainhoa.

—Espero que puedas decírselo en persona, porque no pienso regresar sin él.

Regresé velozmente a casa, donde mi padre y su nueva esposa se preparaban para su luna de miel. Me las apañé para tranquilizarlos, asegurándoles que entendía que Esteban no quería ser encontrado. Tras despedirme de ambos con toda la dulzura del mundo, desearles un buen viaje y verlos desaparecer por el portón, subí rápidamente a mi habitación, saqué mi maleta del armario y le marqué a Nick mientras organizaba mis cosas.

—Hola, Nick.

—¿Pañuelos o té?

—Ninguno. Necesito que me prestes tu tarjeta de crédito.

—Madre mía. ¿Qué ha pasado?

—Esteban se ha ido a solo Dios sabe dónde, y mi padre y Verónica le prometieron que no dirían nada. Iré a Barcelona y necesito tu tarjeta para que mi padre no se entere de que estaré buscándolo. No quiero molestarlo durante su viaje. La mía es una extensión y puede revisar la cuenta de gastos. Te lo pagaré todo cuando regrese.

—¿Barcelona?

—Que su inesperada partida tenga que ver o no con su pasado, es el único lugar en donde puedo obtener más información sobre él. Además, puede ser que esté allí.

—¿Cuándo piensas viajar?

—Enseguida, en el primer vuelo que encuentre.

—Vale. Déjame buscar el vuelo más próximo, te mandaré la información y nos vemos en el aeropuerto.

Detuve mi mano en el aire, la cual sostenía una blusa.

—¿Piensas venir conmigo? —cuestioné, frunciendo el ceño.

—¿Cómo crees que me perdería toda la diversión? Quiero ver en qué termina todo esto. Y ya me hacían falta unas buenas vacaciones.

Sonreí ampliamente.

—Gracias, Nick.

—Ahorrémonos los besos y abrazos. Nos vemos en un rato —se despidió antes de colgar.

Con las maletas hechas, me precipité hacia la planta baja y le pedí a Cecilia que mandara a llamar al chofer para llevarme al aeropuerto.

—Si mi padre regresa y no estoy, o si llamara preguntando por mí, decidle que me marque al móvil —solicité, esperando al chofer—. Si regresa Esteban, no le digáis nada; solo marcadme para informarme.

—Perfecto, señorita. Que tenga un buen viaje.

—Gracias.

Luego de encontrarme con Nick en en mostrador, correr como si no hubiera un mañana, empujar unas cuantas personas y disculparnos cada cinco segundos para poder alcanzar el vuelo, por fin estábamos en la plácida área ejecutiva. Mientras el avión despegaba, puse a mi amigo al tanto de todo lo que me había contado Ainhoa.

—Vale. ¿Por qué crees que se haya ido? —preguntó.

—No tengo ni la más mínima idea. Nada de esto tiene sentido.

—Si yo me fuera de esa manera, es porque sin duda escondo algo —infirió—. Si tu papá y Verónica saben lo que sucede y les pidió que no te dijeran nada, eso solo significa que está escondiendo algo muy importante de ti. Tal vez esté buscando o escapando de algo o alguien. O tal vez quiera resolver algo.

—Suena lógico, pero cualquier cosa es lógica porque no sabemos absolutamente nada.

—Creí que lo conocías lo suficiente para saberlo, o deducir algo.

—Claro que lo conozco —aseguré con obviedad.

—Tal vez creías conocerlo, o quiso que conocieras lo que él quería.

Nick, como siempre, tenía razón. Sabía lo que había pasado con el padre de Esteban y lo conocía bastante bien a grandes rasgos, pero no parecían ser nada más que pequeños destellos frente al gran panorama que representaba su misterioso pasado. No sabía si se debía a cierta falta de curiosidad de mi parte o si simplemente me había preocupado más en hablar de mí, pero él sabía mucho más de mí que yo de él. Además, no sería la primera vez que alguien fingía ser alguien que no era para perjudicarme.

—¿No crees que te está ocultando esto por alguna razón? —prosiguió mi amigo—. Puede ser un secreto o algo que te lastime.

—O puede ser que no quiera que me decepcione de él.

—Sé que sientes algo por él, pero me da la impresión de que quieres encontrarlo no solo para decirle que lo amas o hablar con él. Tú no te tomarías la molestia de hacer un viaje a escondidas de tu padre para encontrar a alguien.

—Necesito respuestas, y solo él puede dármelas porque, si fue capaz de ocultarme lo que pasó con Aarón, ¿qué más me ha estado escondiendo?

—No sabes si te ha escondido más cosas, así que mejor dejémonos de dramas y dediquémonos a encontrarlo. Puede ser algo insignificante y ya estamos sacando conclusiones.

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