54 "Gasparín"
Capítulo con contenido sexual explicito.
Este capítulo es bien pendejo, pero lo amo :')
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Es tan hermoso. Es eso que siento, no me merezco. Es eso que siento, nadie se merece.
Quieto. Descansando. Durmiendo. Echado en mi cama, enrollado en la sabana y desnudo. Lo único material que adorna su cuerpo es su cadenita. Le saqué los lentes y ya desconozco la ubicación del calcetín gris.
No puedo conciliar el sueño. Siento ansiedad, quiero llorar, quiero gritar y desaparecer. Intento procesar todo esto, pero me cuesta. Me cuesta y lo peor es que no sé porque me siento así. Simplemente me tiene saturado, me tiene aterrado la sola idea de pensar en no tenerlo conmigo. Siento el deber de hacerlo inmensamente feliz, de no cagarla, de comportarme como tal, de demostrarle que lo amo muchísimo. No quiero verlo triste nunca más, no quiero que vuelva a sufrir en su vida.
Y sé que esto es prácticamente imposible ya que le queda demasiado por vivir. Pero aun así lo deseo. Solo quiero velar por su bien.
Estoy sentado en mi silla de escritorio mirando para afuera, la luna. Saco un tabaco y mi encendedor. Resoplo y lo guardo.
"Fumando, los pulmones se te hacen papilla".
El me lo dijo. Un día martes en mi casa. Es la primera persona que me ha dicho algo relacionado con que no fume, ni mis padres alguna vez me lo dijeron. Pero el sí. Y yo solo lo ignoré y prendí el tabaco en frente de él.
Creo que le haré caso. Por esta vez.
Lo miro otra vez, para ver si ese ángel en mi cama es real o solo una fantasía. Su desnuda espalda me deja ver la cándida sensualidad de aquella curva que forma su cintura. Un rebelde rizo que he visto, nunca puede dejarlo en su lugar le tapa la frente y el ojito. Le corre la baba por la comisura y tiene la pierna inquieta por periodos cortos de tiempo. Me desespera un poco.
¿Marca de nacimiento? ¿Una cicatriz? ¿Un fallo en la realidad? ¿Una manchita producida por alguien que apagó su cigarro en esa parte? No lo sé. Y me da miedo, porque la última opción parece ser la acertada.
Esta ahí, si no le pones atención pasa desapercibida, pero está ahí. Tal vez soy muy dramático y estoy pensando de más. Tal vez estoy alucinando o mi mente no logra aceptar la idea de que esa manchita en su espalda baja está ahí.
Acerco mi silla al lado de la cama, bajo un poco la sabana descubriendo su cadera. Y ahí la logro ver. Como si fuera un enemigo. Busqué indicios de si hay otra parecida cerca y para mi sorpresa la hallé. A solo centímetros, en el comienzo de su glúteo izquierdo. Seguí, seguí y seguí y encontré tres camufladas en el doblez de sus rodillas y dos en su pie...
Mierda...
-Ese ya me lo sé -balbuceó Mateo de repente, soltando una risita. Lo miré y pude ver como está dormido. Lo más probable es que este soñando-. Mira... El señor es mi pastor... de faltar -siguió balbuceando. Sonreí.
Mateo habla dormido.
-Me la sé -balbuceó, algo desesperado, acomodándose en la cama.
-Si, te la sabes -susurré y le acaricié el cabello. Esta delirando.
-Papá -murmuró y se volvió a acomodar, dándome la espalda esta vez.
Suspiré y admito, me dio pena.
Cuando me digne a acostarme, Mateo me tomó del brazo y se abrazó a él con fuerza. Y me logré dormir, ya por el cansancio extremo que sentía mi cuerpo.
...
Narra Mateo:
Ah... el colchón de Alexis es tan cómodo, el mío es muy duro.
Tallé mis ojos y levanté la vista. Esta Alexis, despierto, yo encima de él, descaradamente aferrado a su pecho.
Espera... ¡¿Tengo ropa verdad?!
Me toqué el pecho rápidamente y lo sentí. Desnudo, como Dios me trajo al mundo.
Espera... ayer... yo hice el amor con...
Oh Dios... mío...
-Hola oruga -dijo y sonrió. Estoy enrollado en su sabana, como un sushi. Me tapé la cara estrellándola en su pecho y ocultándola-. ¿Como dormiste? -preguntó.
-Bien -dije un tanto nervioso. Esto es... raro.
-¿Quieres tomar desayuno? ¿O prefieres bañarte antes? -preguntó y yo lo miré.
-Quiero bañarme -dije y me di la vuelta cayendo al colchón.
-De acuerdo. ¿Nos bañamos juntos?
-Ya quisieras.
Y aquí estoy en el baño. Lavándome los dientes. No lo puedo mirar. Se está sacando su polera blanca.
-Ya la calenté -dije, ya estoy dentro de la ducha. Dándole la espalda.
-Esta calentita -susurró y se metió. Tragué saliva. ¡¿En qué momento cedí y por qué?!
Ay... yo enserio lo hice con Alexis. Mi trasero se siente un poco raro... No es como que duela, pero creo que es de tan solo saber que... eso. Y no sé cuál es la razón de que me sienta como si dos días atrás hubiera hecho ejercicio como un boxeador y corrido una maratón.
-¿Esta muy caliente? -preguntó y yo asentí.
-Lo sé, tu cara esta toda roja -dijo y se recargó en mi espalda para alcanzar la llave. Abrió el agua fría y ahí se logró poner a mi gusto.
-Así está bien -dije y bajé la vista...
Mala idea.
Sentí como mis orejas se rostizaron... Esa imagen del agua mojando su cuerpo y el hecho de que esta... desnudo...
Y es tan... atractivo... A mí no me gustan los hombres..., pero... Alexis es mi orientación sexual...
-¿Me dejas lavarte el cabello? -preguntó.
-Mmm... está bien -balbucee.
El agua esta normal... Pero la siento tan caliente. No me daña. Es culpa de Alexis, por estar siendo tan lindo y amable...
Narra Alexis:
Ese cuerpo... me va a enloquecer...
Realmente quiero que nos bañemos, pero ya no puedo aguantar... Estoy a punto de...
No... hay que bañarse...
La espuma y los roces inevitables, la forma en que sus delicados dedos pasan el jabón por mi torso, mientras el está todo rojito. Me encanta.
Tomé su barbilla y elevé su cabeza para seguir masajeando su cabello. Mateo se está limpiando las lagañas.
Ya estamos los dos enjabonados.
-¿Que te gustaría comer? -le pregunté. El me miró.
-Uhm... lo que sea, lo que tú quieras -dijo y se encogió de hombros.
-Quiero comer algo dulce, como panqueques, pero no quiero quemar la casa intentando hacer -dije y él se rió.
-Yo los puedo hacer. No se me da mucho la cocina, pero el punto es que se hacer panqueques -dijo y levantó las cejas y sonrió sin mostrar las dientes. Y yo sonreí.
-De acuerdo -susurré-. ¿Y de almuerzo?
-Lo que tú quieras.
-¿Y de cena? -Mateo achicó los ojos y me miró.
-Podríamos pedir algo.
-¿Y el desayuno de mañana? -pregunté y sonreí. Lo tomé de la muñeca y lo atraje hacia mí. Él se quejó.
-Me voy hoy Alexis Matias Quivera... Eh... ¿Cuál es tu otro apellido? -dijo y se rió.
-Fox -dije y asintió ocultando su risa-. Lo se Mateo, mis nombres ni apellidos no combinan una mierda -dije y él se rió. Yo negué con la cabeza y le tiré el lóbulo de la oreja.
Él se quejó. Yo me reí y le robé un beso.
-¿Y el tuyo? Tu nombre completo -dije y el giró. Abrió la ducha y nos empezamos a enjuagar.
-Jamás lo sabrás -dijo burlón. Pero a los segundos después lo dijo: Mateo Cristopher Alexander Zúñiga Clarke.
Lo odio. ¡Suena hermoso!
Resoplé frustrado. El giró y me miró.
-¿Que? A mi gusta el tuyo -dijo y se volvió a encoger de hombros.
-Me lo voy a cambiar -dije, decidido. El giró su cabeza y rodó los ojos-. Y será hermoso... muy hermoso -seguí, conversando con mi mente interna en voz alta.
-No lo hagas, realmente me gusta -dijo y sonrió. Yo solo hice un gesto de indiferencia. Nos seguimos enjuagando.
En un momento me entro espuma al ojo. Y fue horroroso.
-¡Oye! ¡Voy a tener hermanastros! -exclamó alegremente Mateo de repente. Yo lo miré y fruncí el ceño.
-¿Enserio? No sabía que tu madre tenía pareja... Espera, ¡¿está embarazada?! ¿Son gemelos?
-¡Claro que no Alexis! Es solo que ahora tiene pareja y él tiene dos hijos.
-Ah -dije y me reí.
-Ahhh -dijo Mateo burlón y yo sonreí ampliamente.
-¿Y cómo se llama su pareja? ¿Lo conoces? -pregunté. El bajo la cabeza.
-Ehhh... digamos que si...
Narra Mateo:
-Adivina quién es -dije y me tiré de espaldas en su cama mientras él se pone uno de esos buzos que siempre usa.
-¿Como podría? Debe trabajar con muchas personas Mateo -dijo él y me tiró en la cara una polera. La tomé y la miré.
Esto es demasiado grande y oscuro para mí. Mmm...
Me tapé la cara con ella y tomé aire.
-Es el doctor Alfredo que trabaja en urología -dije velozmente.
No escuché comentario alguno por parte de Alexis.
-Oh... ¿el que te aten...? -me quejé antes de que terminara.
Y el desgraciado se carcajeo.
-¡¿De qué te ríes estúpido?! -le grité furioso, pero el solo se siguió riendo-. ¡Y ten tu fea polera maldito! -dije y se la tiré con fuerza.
-¡Jesús! ¡Mateo! Eres un mal agradecido -dijo burlonamente logrando molestarme más.
-Tonto, ni a ti te cabe y quieres que yo me la ponga, ¿qué quieres que haga? ¿Eh? -dije volviéndome a quejar. Me llevé las manos a la cabeza y suspiré frustrado. Hice un puchero, paré y me acerqué a él. Puse mi frente en su espalda.
-Quiero mis panqueques señor alta costura -dijo y soltó una risilla-. Tome, vea si le quedan esos jeans, si no se verá obligado a quedarse desnudo -dijo sínicamente y me pasó unos jeans negros, se agachó para recoger su polera que le tiré-. ¿Como te atreves a despreciar esta belleza? -dijo y se fue al borde de su cama. Se la puso. Yo me corrí por el lado de la puerta de su closet y la abrí.
Cual probador.
Me saqué la toalla de la cadera y me puse los jeans. La verdad me sentiría bien fresco si no fuera porque en efecto; me quedan nadando.
-¿Y si me prestas el buzo del otro día? -dije cerrando la puerta del closet, el me miró.
-No sé dónde están, pero tengo un cinturón -dijo y yo asentí.
Me lo puse e iba a cerrarlo. Pero grande fue mi sorpresa al notar que es inútil. Los hoyos son pocos. ¡Y no me alcanza ninguno!
-No me cierra esta cosa -me quejé. Alexis achicó los ojos y salió de la habitación.
Al señor inteligente se le ocurrió la brillante idea de poner mi ropa de ayer en la lavadora, sin el permiso de su dueño. Así que tengo razones para exigir vestuario adecuado y acorde a mis tallas.
-Cierra los ojos -escuché decir a Alexis. Lo hice y sentí como entró a la pieza.
A los segundos después sentí como directamente me atraía a él y tomaba el jean.
-¿Qué haces? -pregunté al sentir el sonido de unas pinzas. Abrí un ojo...
-Cállate, nunca he puesto una de estas cosas -dijo seriamente y me sobresalté-. Y cierra los ojos, los dos -dijo y lo hice. Llené mis cachetes con aire.
-¡Hey! ¡Controla tus manos pervertido! -exclamé al sentir como me pasaba a tocar el trasero.
Sentí un elástico pasarme por los hombros y deduje lo que es.
-Perfecto. Pareces... el hijo de un mafioso -dijo y abrí los ojos.
Sip. Son suspensores.
-¿Por qué el hijo de un mafioso? -dije extrañado metiéndome adentro de su closet.
-Solo te falta un puro -dijo sentándose en su cama.
-Ya, préstame esto y te dejo en paz, por favor -le dije mostrándole una camisa morada que tiene doblada y salí del closet. Me acerqué a él y junté mis manos en modo de súplica. Me ignoró-. Por favor...
Me sonrió de lado y agarró del cuello. Me sobresalte ante tanta brusquedad de su parte y puse mis manos en su camisa. Busco mis labios, pero corrí la cara.
-Te vez hermoso así, no te pongas nada para arriba -susurró sujetándome de la cintura con ambas manos, y enredando sus piernas en las mías.
-Tengo frío -balbucee. Y tímidamente lo abracé.
Al parecer él se sorprendió de esto. Paro de ser brusco y me tomó suavemente dejándome sentado en su regazo. Me miró frunciendo el ceño y con una sonrisa en su pálido rostro.
-Dame un beso -susurró y yo lo miré.
-No.
Y me dio uno él. Y fue delicioso.
-¿Quieres panqueques o no? -le pregunté separándome.
-Ahora quiero otra cosa -susurró y en un segundo me tuvo debajo de su cuerpo.
Yo solo lo seguí. No me importo el hambre que tengo. Sus besos me alimentaron el apetito y me hicieron olvidarme de él.
¿Quién soy? Ni la menor idea. Siento que estoy fuera de mí. Demasiado cansado para batallar. Demasiado débil para negarme. Simplemente me sometí de lleno a sus caricias. Es una tortura no poder tener fuerzas para alejarlo. Enloquecer con sus chupones en mi cuello.
-Por favor... tengo ha... hambre -suspiré con los ojos llorosos. Él me tomó del cuello y me miró.
-Será rápido... Lo prometo -susurró en mi oído y posteriormente mordió mi oreja. Gemí y removí.
-Quítate la polera... ¿sí? -le pedí y tragué saliva. Mis mejillas arden, no lo puedo mirar.
-No lo debes pedir, debes hacerlo tú mismo, ese es el secreto -susurró y se arrodilló en la cama.
Entendí. Me arrodillé en la cama y tembloroso llevé mis manos al final de esta, la subí temeroso de hacer algo tonto...
Narra Alexis:
¿Qué quiere de mí? ¿Quiere enloquecerme? ¿Quiere que pierda el control?
Definitivamente...
Sonreí y de un tirón me la quité. Lo tomé de las caderas y atraje hacia mí. Fui directo a su cuello, metiendo mi mano entre su húmedo cabello le di mordiditas que le hicieron sacar suspiros. Sentirlo piel con piel me hizo sentir arañitas en la espalda.
Lo tomé de las caderas y en un movimiento rápido bajé un poco los jeans. Haciendo que los suspensores se soltaran bruscamente. Abrazándolo con una mano lo pegué a mí. Con mi mentón en su hombro y con su cabecita oculta en mi cuello, me chupé los dedos índice y corazón de mi otra mano. Con ella bajé por el camino que se hunde en su espalda. Y el solo augurio de saber lo que pasa ahora lo hizo estremecerse.
Al primer dedo simplemente jadeó entrecortadamente. Al segundo sus gemidos lo traicionaron. Cuando saqué el lubricante del velador e impregné su entrada en este se puso a lamentar. A balbucear cosas que me hicieron carcajearme ante tal desesperación.
"Alexis... sé que suena tonto, pero a veces siento que mi padre me ve desde el cielo, ¿qué va a...? Ah... ¿Qué va a pensar?".
Lo recosté boca abajo y tomé sus caderas, le saqué los jeans y mi miembro se arremetió en mi entrepierna. Queriendo desesperadamente salir de esa jaula llamada bóxer. Lo saqué y jadeé.
Mierda, estoy demasiado caliente. Mateo me pone como un loco.
Me puse un condón que se rompió. Resoplé desesperado y tuve que cerrar los ojos. Ya no puedo seguir mirándolo, se ha dado vuelta y se ve demasiado apetecible...
Me voy a relamer ese cuerpo...
Me puse otro condón que al igual que el primero. Terminé rompiéndolo.
-Mierda -rugí y me paré. Compré unos de talla más grande, que si mal no recuerdo están...
Cuando terminó el reto de ponerme un condón abracé a Mateo por su cintura y le mordí los erectos botones que tan sensibles tiene. Compensándolo por haberlo hecho esperar. Se quejó y sollozó.
-Ya basta por favor... Ale... Alexis -suspiró desesperado. Pero lejos de acatar sus suplicas lo giré y elevé sus caderas. Quedó en cuatro.
Le acaricié el cabello suavemente y él se removió.
-Alexis... es que... ¿tiene que ser en esta pose? -preguntó desesperado.
-¿Estas incomodo?
-No... solo que... se me hace muy... como muy morbosa -dijo y tragó saliva avergonzado.
Es tan tierno y dulce. Si está siendo tan manso voy a darle en el gusto.
-Comprendo. Ven aquí -susurré y el giró. Lo tomé de la mano y paré.
Hay algo que en las tardes de los martes cuando venía a mi casa a darme tutorías siempre fantaseé.
Lo abracé y caminé con él a rastras hacia mi escritorio. Retiré con mi mano un cuaderno y tomándolo de la cintura lo senté en el borde de este. Metiéndome entre sus piernas lo besé, buscando su lengua juguetonamente. Lamí su labio superior, rozando sus dientes. Se llevó su manita al abdomen y jadeó.
-Mateo... ¿cada cuánto te tocas? -susurré en su oído.
-¿Que te... importa? -dijo dificultosamente, removiéndose en la mesa. Tomé sus muslos y los apreté, abrí más sus piernas y las deje enredadas en mi cadera. Se agarró de mis brazos y apretó los ojos al sentir como la punta rozaba en su entrada. Jugosa y apretada.
-¿Mmm? -dije y lo tomé del cabello haciendo que me mirara.
-No hago esas cosas -balbuceó vergonzosamente bajando su vista a mi torso. Sonreí de lado y le besé la mejilla.
-¿Entonces soy el único que toca? -dije y él miró hacia un lado ignorándome. Se encogió de hombros y acarició mi hombro.
Mierda...
Puse mis manos en su cintura y él apretó mis codos con ambas manos, quedó angulado perfectamente. Puse la punta y Mateo gimió y contrajo. Me acerqué a su oído y rocé mis labios en su oreja.
-Eres... el único -dijo tímidamente, al momento en que lentamente entró el glande de mi miembro en su interior-. ¡Ahg! Ale... -se quejó y me abrazó por el cuello con desesperación. Me apretó el cabello y yo seguí entrando.
Gruñí y jadeé cerrando los ojos.
Mierda... esta tan apretado y caliente...
Besé su lagrimal izquierdo antes de que una lagrima escapara de él y lo tomé de la barbilla. Jadeó y se estremeció...
-Estoy enamorado de ti Mateo -dije suavemente... y terminé de entrar completamente.
Con una mano en su cintura y la otra en su mejilla lo penetré suavemente. Gemí al sentir como se apretaba ahorcando mi miembro..., pero lejos de querer salirme, lo volví a penetrar lentamente, quedándome y quedándome... Suspiré y apreté los dientes, queriendo aumentar la velocidad.
-Alexis... Alexis... Ale... Ay... ah... ah... ah... ah... ahg -gimotea, solloza y se queja. Lo penetro lento, pero bien firme.
-Mierda... Mierda... ¡Oh! Mateo me... me encantas, me encantas, me encantas -gemí desesperado. Cerré los ojos y sacudí la cabeza, me estoy sofocando. Escuché un lamentó por parte del él y lo miré.
-¿Duele? -pregunté y me detuve, para darle un respiro.
-Po... co -jadeó y apretó los ojos.
-Oye... ¿Supongo que me darás tutorías el otro semestre verdad? -susurré y sonreí de lado. Me mordí el labio y un sonido salió desde mi garganta.
-S... si tú quieres -dijo y apretó mi antebrazo con fuerza, dejando mi sensible piel roja.
El desayuno esta delicioso...
-Me... ¡Me voy a...! -sollozó y apretó con fuerza.
Tomé su miembro y con mi mano lo envolví por el tronco. Subí y bajé. Gimió y apretó los ojos con fuerza. Tomó mi mano con las dos suyas desesperadamente, pero para ese entonces el orgasmo inundó su cuerpo, su cuerpo tuvo un feroz espasmo que lo llevó incluso a que saliera de su interior. Tensó las piernas y un chillido mezclado con un gemido llenó el vacío en la habitación.
Me dejó su caliente semen en el torso y en mi mano. Lo solté y al hacerlo se desvaneció en el escritorio, respirando agitadamente.
Me masturbé y poco me demoré en que el éxtasis llegara. Me corrí y cayó en su abdomen. Jadeé y pasé saliva por mis labios. Seguido agarrando la toalla nos limpiamos.
-Vamos a comer algo -susurré agarrándolo de las manos y sentándolo nuevamente. Acariciando su mejilla mientras él todavía se recupera.
Un tierno beso en su parpado y una caricia en su cintura lo hicieron soltar un último suspiro.
...
Se concentra, se prepara, se posiciona, toma el sartén y en un par de agitadas me vuelve a sorprender con su profesionalismo al dar vuelta panqueques en el aire.
-Ya, ven a sentarte -digo. Apagó la cocina y dejó el ultimo panqueque en el plato. Sonreí y se sentó a mi lado.
Está en calma, en total silencio, retraído, algo piensa, algo piensa en profundidad.
-¿Que vas a beber? -le pregunté. Me paré.
-Uhm... Leche podría ser -dijo pensante.
-Claro, ¿la quieres fría o caliente? -pregunté y fui a abrir el refrigerador.
-Fría.
Se la serví en un vaso y me dio un "gracias".
Narra Mateo:
No ha parado de alagar mis panqueques. Dice que le gustaron mucho. A mí me alegra que le gusten.
Pienso y pienso. Y vuelvo a pensar. Se me bajan las defensas y el ánimo un poco. Me siento intimidado y carcomido.
¿Alexis de verdad...?
¿Me quiere? ¿Me querrá? ¿Querrá a esta cosa que no le da señales de hacerlo por ser tan tímido? Se debe sentir horrible..., pero simplemente no puedo aguantar cuando me dice cosas lindas, mi mente se perturba y el nudo en mi garganta se forma por sí solo.
"Estoy enamorado de ti Mateo". Recuerdo eso y el calor en mi cuerpo reaparece por arte de magia.
Owen... ese tipo es malo, es cruel, es realmente malo... La forma en que él tocaba y miraba a Alexis, como podían hablar de mil cosas al mismo tiempo y el hecho de que es tan atractivo me bajonea mucho... me asusta y me hierve la sangre el recordar que lo besó. Que besó esos labios fucsias esponjosos. Que lo miró a los ojos, sus bonitos ojos alargados.
No quiero sentirme así aún, humillado, envidioso, desconfiado de la persona que hace solo un rato me dio tanto afecto.
Yo confío en Alexis. Si confío en él, él es sensible y honesto.
Soy muy poco para tanto. Lo sé...
-¿Qué pasa? -me preguntó amablemente. No me atrevo a mirarlo, si lo hago lloraré.
-Nada -balbuceé y me abracé a mí mismo, mirando hacia un lado. Mirando por la ventana de la cocina como un picaflor salta en un carrito de juguete morado de Anaís en el patio. Suspiré rápidamente y me paré-. Iré a buscar mis lentes -digo y voy.
Corrí escaleras arriba y entré a su pieza. Los vislumbré en su velador.
Bajé y volví a la cocina, me senté en mi lugar y me arreglé los suspensores. Tragué saliva y lo miré. Está en su celular, mientras toma un sorbo de café.
Es tan... blanco...
Pienso... más cosas... nunca dejo de pensar...
-Uhm... Alexis -digo tocando su brazo.
-¿Mmm? -murmura él sin despegar la vista de su celular.
Carraspeo mi garganta y tomo un sorbo de leche rápidamente.
-Tu... ¿eres bisexual verdad?
Miró a la mesa, se quedó en seco y levantó su vista, giró y atrapó con sus ojos los míos.
-No -respondió algo frío. Con el ceño fruncido, bajé mi vista sintiendo la suya aún en mí-. ¿Por qué preguntas eso?
-Tenia curiosidad... El otro día mencionaste a una Gianella... y también esta... Owen, ¿verdad?
-Sí... Gianella fue mi primera novia, por tres meses, pero se cambió de escuela, teníamos quince -dijo y yo lo escuché atentamente.
-Y Owen... ¿dónde vive? -pregunté y acomodé mis lentes.
Noté como frunció el ceño ligeramente. No debe querer hablar de esto..., pero yo de verdad lo necesito.
-Volvió acá, a la ciudad. No lo he visto, pero lo más probable es que este viviendo con su padre en su casa vieja.
Asentí bajando la cabeza.
-¿Cómo...? ¿Cómo lo conociste? -pregunté y comencé a tirar de los suspensores.
Alexis suspiró.
-Hey... ¿por qué preguntas esto? -preguntó, como preocupado.
-Quiero... saber de ti -dije y lo miré por tres segundos.
Contados.
Se removió en su asiento y bloqueó su celular dejándolo en la mesa.
-A ver... Con Boris, Kei y Owen nos conocemos desde pequeños en la escuela, los cuatro siempre fuimos muy amigos -dijo y yo asentí. Tomó aire y siguió-. Y entre Owen y yo... pues pasaban cosas, juegos que con los años fueron evolucionando. Él siempre fue muy amigable conmigo. Ya en la adolescencia éramos simplemente inseparables -dijo y suspiró sonriendo de lado.
-¿Y cuándo fue que se hicieron novios? -pregunté y lo miré. Sintiendo mis mejillas muy calientes.
-En segundo, pero nunca fue una relación muy... sana que digamos -dijo y yo asentí.
-¿Solo tenían... relaciones sexuales? -dijo y el soltó una risilla, me acarició el cabello.
-Sí Mateo. Éramos mejores amigos que... tenían sexo... Y yo lo quería... bueno... lo quiero mucho, pero me ha decepcionado demasiado -dijo y negó con la cabeza.
-Pe-pero... ¿él era bueno contigo?
-Sí..., pero los dos juntos no éramos buenos con nadie. Hubo un momento en que incluso nos estábamos distanciándonos de los chicos... y éramos unos idiotas -dijo y volvió a sonreír de lado.
Sonreí cabizbajo. Alexis habla con el corazón.
-¿Lo extrañas? -balbuceé y chasqueé la lengua.
Hubo un silencio en el que lo sentí respirar hondamente.
-Sí... extraño una parte de él... Éramos muy amigos... hacíamos cuanta estupidez... Amábamos molestar a Kei e ir los cuatro al bosque -dijo y se rió. Seguido me miró-. ¿Ahora te quedas tranquilo? -preguntó y yo asentí.
-Voy a... levantar la mesa -dije y me paré presuroso. Me terminé mi leche y la dejé en el lavaplatos.
-Oye... Mateo, ven aquí -susurró y me tomó del brazo. Tragué saliva y lo miré. Me dejó apoyado en la mesa y se puso frente mío. Con una mano en mi mejilla.
-Alexis -dije en hilo de voz.
-Dime Mateo -dijo amablemente. Sintiendo su penetrante mirada me llené de fuerzas y coraje.
-¿Qué hay de mí?... ¿Yo... de verdad te gusto?
Alexis sonrió sin mostrar los dientes. Me tomó de la barbilla y subió mi vista.
-Mucho, como nunca nadie me ha gustado -susurró y mis ojos se llenaron de lágrimas-. Lo primero que hago al despertar es pensar en ti, cuando me acuesto también... Y cuando no estamos juntos siempre estoy pensando en ti... ¿Cómo habrá amanecido Mateo? ¿Cómo se sentirá hoy? ¿Se habrá puesto zapatos? -dijo y soltamos una risilla. Mientras dos lagrimas salieron de mis ojos, iniciando una competencia por llegar a mis labios-. ¿Sí? Ya no llores... no te quiero ver triste... Hazlo por mí.
Hazlo por Alexis.
Me secó las lágrimas con sus pulgares y yo temblé. Sus manos frías en mi cuello queman.
-Y no te preocupes... porque ya no siento nada por él... Owen es cosa del pasado. Olvídate de él, él tiene su propia vida y manera de ser -susurró y me besó los dos parpados.
Para luego fundirnos en un beso húmedo y sonoro. Mezclado con lágrimas y nuestras lenguas suaves por la leche.
-Así como dices que soy tuyo... prométeme entonces que tú también eres mío -susurré con angustia, botando otra lagrima. Él sonrió.
-No necesito prometerlo, es un hecho.
Amo como me hace reflexionar, como me corrige y pone un alto a esos malditos pensamientos autodestructivos que me hieren.
Y nos volvimos a besar, yo aprieto con ambas manos su cabello y él me tiene firme del cuello. En un beso formado por la desesperación y tristeza, la melancolía y por y el amor.
Todo muy romántico y tierno, todo, pero... tanto roce y cercanía me cortaron el aliento. El beso se volvió ferviente y sus manos y labios se aventuraron como siempre hacia mis lugares más sensibles. Me abrazó por la espalda baja con una mano pegando nuestros cuerpos. Sus caderas aprisionaron las mías con ferocidad. Y empezó a removerlas simulando embestidas. La fricción de nuestros cuerpos me hizo jadear y sentir hormigueos y tensión en mis muslos.
Desesperación... que me vuelve inútil en sus brazos.
-Vamos a hacerlo otra vez -susurré sintiendo el corazón martillando en mis oídos.
Arrepentido de decirlo un segundo después.
-¿Qué? -dijo burlonamente y me quise separar.
Pero fue en vano.
-N-no... nada, nada... Oye... se hace tarde, mi mamá me encargó aspirar la... la alfombra -mascullé, con los ojos apretados y jadeando.
-No te dejaré irte a esta hora -susurró seriamente sin dejar de columpiarme en sus caderas. Tiene una pierna flexionada en una de las sillas y se remueve cada vez con más fuerza.
Mier... Ay Dios... me voy a... siento como si me fuera a correr...
-Entonces me vas a... ¿me irías a dejar en el auto por favor? -dije suspirando entrecortadamente.
-La bencina subió mucho Mateo... quédate por hoy, no creo que tu madre te diga algo -dijo y abrí los ojos.
Veo borroso, y mis lentes los tengo mal puestos. Gemí y removí apretando su polera.
Bueno... sí insiste...
-Tal vez... tienes razón.
La llamé. Me dijo que no había problema. Subimos a su habitación y ya no sé cómo resumir más.
Simplemente puedo decir que está jadeando como un demonio y que eso, es lo que me hace olvidarme del dolor, puesto que estoy hasta preocupado. Que verlo totalmente desnudo y sudado es una tortura. Y que tenerlo encima mío, entre mis piernas, sintiendo como me golpea la próstata es estar en el paraíso. En el infierno. En la nada.
Es estar quemándome en mi propio firmamento.
Ya no sé cómo calmarlo. Esta con los ojos inyectados en sangre.
Jadea y se marea. Pero sigue. Se tortura solo...
-Mateo... estoy cansado... Móntame -jadeó, saliendo de mi interior. Tragué saliva y se dio la vuelta.
-¿Yo... arriba tuyo? -dije y él asintió cerrando los ojos. Su respiración se empezó a regularizar normalmente.
-Pe... pero -dije desesperado y me agarró de la muñeca
-Ven -dijo al momento en que se recostaba en su cama boca arriba, pero no del todo, poniendo todas sus almohadas en el respaldo. Ya está mucho más calmado.
Ay... qué vergüenza...
Tímida y torpemente me subí a su regazo, sin poder mirarlo.
Ay Dios... me... me encanta... se ve tan lindo desde aquí. Es tan blanco... Yo me lo voy a coger... Ay Dios...
Se incorporó un poquito y aprovechó de darme un beso en mi torso. Tragué saliva y lo miré nervioso. Tomó su pene y lo puso en mi entrada, pero me sobresalté y contraje. Haciendo que se resbalará.
Segundo intento. Gemí y una corriente me recorrió la nuca. Se resbaló por segunda vez.
-Relájate, y ponlo dentro -dijo y se volvió a recostar en sus almohadas.
Tomé aire y me relajé, sujetando firmemente su miembro lo puse en mi entrada y lentamente me fui sentando.
Respirando entrecortadamente, no pude seguir más allá de la cabeza. Lo miré y noté su expresión de lujuria.
-Listo -dije en un hilo de voz.
Alexis capturó mi mirada y un estremecimiento me recorrió desde los pies hasta la cabeza.
"¿Enserio?". Leí su mente.
-Mételo todo. Y muévete -dijo y yo sacudí mi cabeza. Me tapé la cara y suspiré.
No puedo, no puedo, no puedo...
-Vamos -susurró y aguerridamente me tomó de las caderas y elevó las suyas. Entrando de lleno en mí...
Sacándome un quejido.
-Ahora muévete como tú quieras, tu mandas -dijo y deslizó sus manos desde mi cintura hasta mis caderas, hasta mis muslos, que acogió delicadamente.
Mi cuerpo hizo oídos sordos a sus demandas, simplemente no puedo... estoy desfalleciendo lentamente. Esta pose... el sudor, el hecho de estar montado en su regazo se siente demasiado bien pero es demasiado vergonzoso.
Narra Alexis:
Esta vista es preciosa, sus lentes empañándose y desempañándose. Su rostro ruborizado. Su cuerpo desnudo y su cadenita en su piel morena ardiente. Y su olor, su dulce sudor... Esas candentes curvas.
Modestamente exquisito. Es exquisito. Cada centímetro.
Y esa carita afligida, esos ojitos llorosos, esa boquita húmeda. Esos labios son como gomitas de berries.
Al notar la fragilidad, la obvia vergüenza y pudor que siente decidí no obligarlo a que se mueva. En cambio, decidí que será mucho mejor enseñarle, guiarlo.
Puse mis manos en sus caderas y me removí elevando las caderas. Mateo gimió e involuntariamente, hizo un sinuoso movimiento contrayendo sus músculos. Jadeé y apreté los dientes.
Mierda... me voy a volver loco...
-Eso... en círculos y marcando el ritmo -susurré y jadeé.
Un remezón sacudió mi cuerpo y gemí. Se me flexionaron las piernas violentamente y enterré mis uñas en su cintura.
-¡Oh mierda! -maldije y me removí con fuerza.
Oh mierda... que fue eso... nunca me había pasado algo así...
El vaivén se transformó en uno armonioso y nos sumimos el uno en el otro. Sus gemidos ahogados me hicieron sentir lava en vez de sangre recorrer mis venas. Esa sensación de sus muslos sudados, tan resbalosos y calientes, removiéndose en mi pelvis es simplemente tortuosa.
-Ah... Alexis... se siente muy... muy bien -dijo con dificultad.
Sonreí y me mordí el labio. Tiene sus manos apoyadas en mi abdomen, estoy sentado, pero no del todo.
-Alexis eres tan... blanco...
Sonreí. Lo dijo como con exasperación.
-¿Y está bien? -pregunté y él se sucumbió a sus lamentos de placer.
Mateo echó la cabeza para atrás y se contrajo con fuerza.
-Uf -mascullé y me deleité de sobremanera.
-Es... está bien así... Gasparín -susurró y yo sonreí.
Me senté totalmente y lo abracé. Él se aferró a mi cuello y lancé un bramido. Nuestros cuerpos rozando, su rica liviandad y la dulce agonía que brota de su ser me encantan.
Su olor... su piel... ese rollito que se le hace en la espalda baja cuando arquea esta, ladeándose a un lado me encanta. Tal vez eso es lo que me gusta tanto. Poder tener carne tierna y caliente a mi merced.
Mateo es sombrita para el verano y abrigadito para el invierno.
Pero seamos honestos, la suavidad pronto me aburriría...
Lo agarré por los antebrazos con firmeza, flexioné mis rodillas y él simplemente cayó poniéndose con la espalda apoyada en mis muslos.
Y lo puse a dar saltitos en mi regazo.
-Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, A-le-xis pa-pa-pa-para... por fa-vor -gime desesperado.
Yo me carcajeé alborozado. Por otra parte, una lágrima se deslizó por su afligido semblante. Cedí mi sonrisa pero igual emití una pequeña risilla, mientras disminuía la velocidad, pero sin dejar de agarrarlo con rudeza de la cintura.
-Mateo eres tan suavecito -susurré y le solté un brazo, para poder masturbarlo con mi mano.
Lo hice, jugué con su pene duro e hinchado, al igual que con sus pezones, lo atraje hacia mí y los aprisioné con mis dientes y con mis dedos.
Mordiendo. Pellizcando. Chupando.
Lo que conseguí fueron sollozos ahogados por parte de Mateo. De locura. De placer. De dolor. Ya no lo sé...
-Estas todo rojo...como un tomate -dijo y yo sonreí.
-Que malo -susurré malicioso. Y bajando las rodillas por un segundo le di una fuerte nalgada en el glúteo izquierdo que me dolió hasta a mí.
-¡Ahk! -se quejó y seguido gimió-. Por favor... eso no -balbuceó tímidamente. Sonreí.
Creo que nunca he sido tan feliz en mi vida.
Le sobe y él suspiró. Rocé mis dedos en su cintura provocándole estremecimientos. Por su espalda baja... y bajé y bajé, volví a sobar su glúteo. Llevé mi otra mano a su abdomen y a su miembro. Y la otra siguió bajando... Mateo se paralizó y vaho salió de su boca.
Mi sexo dentro de él, y ahora mi dedo índice. Se congeló y me miró asustado. Eché un chorrito de lubricante, que esparcí por su abdomen y su entrada.
Mi sexo dentro de él, y ahora tres dedos.
Escarbé, masajeé su interior apretado a mas no poder. Y encontré su punto P.
Sollozó y convulsionó, sus piernas se tensaron, arqueó la espalda, un espasmo lo llevó a sobresaltarse y se contrajo mientras su semen explotó bañando su miembro y cayendo un poco en mi torso.
Yo me corrí silenciosamente en su interior, acallando mis gemidos mordiéndome el labio. Pasando a saborear el pincho de uno de mis piercings.
Flaqueó por completo, abrí las piernas y él cayó de mi regazo. Suspirante me saqué el condón y mi pene pudo respirar.
Sentí la sangre en mi boca y me relamí los labios.
Tiemblas Mateo, tu cuerpo esta hinchado de tanto amor. De tanto yo.
Muchas gracias por leer.
💓💓💓
-Dolly
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