
53 "Soy real"
Capítulo con contenido sexual explicito.
Se que doy mucho cringe cuando escribo estas cosas, pero entiendan que soy fiel a mi estilo de la torpeza :')
No me quise despedir al final de este capítulo, por eso; muchas gracias por leer, los y las amo ❣❣❣
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Mamá estaba a punto de entrar a pabellón. Sonará raro, pero estaba a minutos de ponerle una pierna a un señor.
Literalmente.
La hermosa luna no se ve, está siendo tapada por nubes grises y espesas. Tiene mucha pinta de que lloverá.
Miré al frente. Me alegra mucho saber que no pasaré la noche solo. Con Alexis nos escabullimos del baile, sin antes despedirnos de los chicos obviamente. El coordinador Carlos estaba bailando por lo tanto no se dio cuenta de que había dejado mi labor al estar tan ensimismado en coquetearle a la profesora de artes. Estaban todos bailando una canción lenta muy hermosa. El típico vals que es tradición en estos eventos. Habían sacado las luces de neón y estaba alumbrado normalmente.
En general el baile había terminado, ya no quedaban bocadillos ni bebidas. Ya no quedaba nadie realmente divirtiéndose, aparte de los chicos, solamente logré divisar a un grupo de chicos en las gradas conversando.
Recuerdo haber visto a Boris y Keila bailando abrazados, a Mikaela haciendo una especie de ronda con Lucy, a Angelita bailando con su primo. Y a Isaac y Anabelle también bailando...
-Hacen bonita pareja -comenté rompiendo el silencio que hay en el auto.
-¿Quiénes? -preguntó Alexis.
-Isaac y Anabelle.
-¿Están juntos?
-¿No? -pregunté extrañado.
-No que yo sepa -dijo él, para luego acomodar el espejo que da a la parte de atrás.
-Mmm... Aun así, harían bonita pareja.
-Es verdad -dijo Alexis y sonrió, volteando a verme por unos cortos segundos.
Llegamos a su casa. Dejé mi mochila colgada en una de las sillas que hay en el mesón del mueble americano en la cocina.
-¿Quieres comer algo? -me preguntó
-No, gracias, estoy bien.
Nos sentamos en dos de las cinco sillas que hay. Ninguna luz esta prendida, el living tiene las cortinas cerradas y la oscuridad que hay en él, hacen que esa colección de cuadros con fotografías antiguas que hay en una de las paredes se vean tétricos. Al igual que la parte de la entrada que da a la escalera del segundo piso, está totalmente a oscuras. Pero, aunque ese sombrío velo negro cubra el techo, las paredes, los muebles, el diván y el piso; los focos blancos de la calle iluminan la cocina entrando por la ventana de la puerta de vidrio que da al patio.
Misma ventana por donde puedo ver el reflejo de un fantasma pálido llamado Alexis.
Hay silencio y paz. En grandes cantidades, eso hay. Acompañado de una melancolía amarga que me está empezando a dar.
Narra Alexis:
Me preparé un té verde, que quedó bastante tibio. Bebí el primer sorbo y cerré mis ojos, disfrutando de ese sabor que me encanta.
-¿Quieres uno? -le pregunté a Mateo.
-Ya -respondió. Yo asentí y saqué otra taza.
Se lo hice y lo dejé sobre la mesa. Empezó a beber. En un torpe sorbo una gota le escurrió por el mentón. Él se limpió rápidamente.
Me estiré para tomar el hervidor nuevamente y lo miré.
-¿Quieres más...?... Oye... ¿Estás bien? -pregunté preocupado, viendo como sus ojos están muy llorosos.
-Sí, sí -dijo con la voz cortada. Yo fruncí el ceño.
Se paró estrepitosamente, golpeándose la pierna con la silla y pasando a llevar su taza de té, quebrándose esta en la cerámica. Quedó de espaldas. Para que no viera como secaba sus lágrimas con el dorso de su mano.
-Perdón, de inmediato lo limpio -dijo con la voz temblorosa.
-Mateo... ¿qué pasa? -le pregunté apenado. Ante la duda y la curiosidad de saber la razón de esas lágrimas.
La verdad entiendo. Entiendo lo complicado que debe ser. Sé que a veces y sin previo aviso (de la nada) se derrumba. Se le viene el mundo abajo. Imagino por todo lo que ha pasado, todos los malos ratos. Lo extraño que ha sido este año y sobre todo eso de su infancia. Yo no he querido tocar ese tema tan delicado. Prefiero darle tiempo y dejar que él solo se abra conmigo.
Tomé su mano y lo hice girar. Me corrí de tal manera que Mateo quedó en el borde del fregadero y yo frente a él, acariciando su mejilla dulcemente.
-Alexis... -me nombró, mirando para abajo, mientras una lagrima escapaba desde su lagrimal izquierdo-. ¿Esto es real? ¿Tú eres real?
-Sí... ¿por qué dices eso? -dije y Mateo secó otra lagrima que caía por su mejilla.
-Parece... demasiado bueno para ser real... Últimamente... tengo mucho miedo -dijo y al final su voz se cortó. Su rostro se afligió.
-¿De qué Mateo? -susurré y acaricié su cabello.
-Es que... ya no se si puedo confiar en las personas... Recuerdo... a Marco -dijo y una tormenta estallo en sus ojos-. Él era... yo lo consideraba mi mejor amigo Alexis... extraño a Marco... Y... también lo que pasó con Isaac esa vez... te juro que intenté, pero no puedo... no puedo olvidar lo que pasó... El otro día en la tienda... ese chico era muy amable... Siempre me pasan cosas así... -sollozó y tapó su rostro con sus manos.
Yo solo atiné a abrazarlo con todas mis fuerzas, y suspiré.
-Tranquilo... tranquilo Mateo. Todo está bien -susurré en su oído y le besé la sien derecha. Me separé para limpiar sus lágrimas con mis pulgares y volví a abrazarlo, acariciando su cabello con suavidad y delicadeza.
Así nos quedamos, abrazados. Poco a poco se fue calmando... pero sus lágrimas no parecen cesar.
-A veces me pongo a pensar... de si despierto un día... y que todo esto fue solo un sueño -susurró devastado. Lo tomé de la nuca e hice que me viera, su carita triste me sumerge en un abismo de angustia y tristeza. Solo me hace pensar y desespera al pensar en cómo puedo restañar todo su sufrimiento. Toda su pena-. Que nunca me hubieras hablado... nunca hubieras ido a tutorías... o que no hubieras entendido nada conmigo -dijo y se rió al final. Yo sonreí.
-Reviviría ese día todos los días... para tratarte bien y no haber sido pesado -dije y él sin dejar de tener las cejas afligidas, se secó sus ojos con esmero, siendo esto inservible.
Ya no se quién consola a quién.
-Perdón -dije y tragué el nudo en mi garganta. No quiero llorar, no me gusta llorar.
-¿Por qué?
-Porque yo... realmente no soy nada Mateo... Soy una broma, una molestia, una basurita en el ojo. Y lo sé... Intento hacer parecer como si me amara, como si estuviera jodidamente enamorado de mí mismo... Digo que odio a todo el mundo... pero a la única persona que realmente odio es a mí mismo... Te pido perdón por todo el daño que te he hecho... De alguna manera... te hago llorar demasiado. De verdad lo siento... Te pido perdón por lo poco que soy... te mereces a alguien mucho mejor... Y te pido perdón porque si llegara a aparecer ese alguien... no lo dejaría ni soñar con tenerte -dije y bajé mi vista.
Sintiéndome débil... muy débil...
-Ale-Alexis... no eres basura... tú eres... tú eres el chico más genial que he conocido en mi vida, eres... eres divertido, listo... haces lo que se te apetece y luchas... por tus metas, nunca te rindes. Querías competir y lo hiciste, subiste tus notas y ganaste... ganaste -sollozó y se aferró a mi pecho, apretando mi camisa-. Eres cálido y... hermoso... Demasiado bueno para ser real -dijo tímidamente y yo sonreí.
Es lo más bonito que me han dicho en mi vida.
-Soy real. Esto real. No es un sueño. Mira -dije y le pellizqué en la mano con fuerza, él se quejó y me miro-. ¿Ves? -dije y sonreí. Nos abrazamos y el suspiró...
Entre los clamores de sus ojos, sus lágrimas que están mojando mi camisa, sus uñas enterradas en mi espalda y los temblores que produce ante esa respiración agitada, la cercanía de nuestros cuerpos y el hecho de tener sus cabellos haciéndome cosquillas en la entrada de mis fosas nasales; sentí su olor, la textura de su cabello...
Explicado fácilmente se me cortó la respiración.
Sin dudas, la peor combinación es la tristeza con el deseo sexual. Y el deseo de que ya no siga llorando.
Tengo muy claro lo que debo hacer de una vez por todas.
-Ale... Alexis yo... te quie...
No lo dejé terminar. Silencié ese tartamudeo uniendo mi boca a la suya. Mateo se separó cortando ese beso y jadeó rozando su nariz con la mía, ruborizado. Me quedé embobado viendo sus ojitos y me relamí los labios. No lo besaba desde la semana pasada. Volví a besarlo, lento, muy suavemente... Pero desesperado.
-Vamos a mi habitación. Es solo subir la escalera y unos cuantos pasos -susurré. Mirándolo fijamente.
Mateo tragó saliva nervioso. Y yo no pude evitar robarle otro beso.
-Guardaré el auto en el garaje -susurré antes de separarme de él.
Narra Mateo:
Vamos a... Enserio vamos a...
Tragué saliva.
Saqué mi cepillo de dientes del bolsillo pequeño de mi mochila. Subí la escalera y me tropecé. Entré a la pieza de Alexis y al abrir la puerta del baño choqué sin razón alguna contra esa tablita de madera en el piso, tropezándome nuevamente. Me lavé las manos y al tomar el jabón en barra este se resbaló y saltó para arriba, cayendo en el lavatorio. Quedando con una abolladura difícil de pasar desapercibida. Comencé a lavarme los dientes y al querer limpiar mi lengua con el cepillo, la saqué afuera y espuma cayó en mi corbata. Me sobresalté de inmediato y pasé mis dedos quitándola, pero aun así quedó una mancha blanca horrible en mi linda corbata roja.
Al momento de enjuagarme me puse a pensar... en todo...
¿Y si duele? ¿Y si no le gusta? ¿Y si me pongo a llorar? ¿Y si hago un escándalo? ¡¿Y si le duele a él?!
Ay Dios... ¿y si...?
Mi mente se perturbó y me trapiqué con el agua. Me lloraron los ojos y empecé a toser desaforadamente. Sin poder respirar bien.
-¿Estás bien? -escuché que preguntó Alexis y me sobresalté. Lo miré entrando al baño y en vez de decirle que sí, seguí tosiendo. Peor que antes.
Asentí con la cabeza y él soltó una risita dándome un golpecito en la espalda. Logré estabilizarme y tragué saliva. Atrapó mis ojos con los suyos. Y me quedé mirándolo como un bobo.
-¿Me dejas orinar?
-¡Sí, sí, claro! Perdón -reaccioné y salí del baño. Cerró la puerta y lo último que vi fue como bajó su cremallera.
Respira... cuenta... cuenta muchas ovejas... cuenta ovejas Mateo...
Suspiré y puse el trasero en el borde del escritorio. Sintiendo como mi corazón palpita con rapidez. Como mis mejillas arden.
La puerta se abrió y vi como secaba sus manos en la toalla. Levantó su vista y me miró. Está con su expresión de indiferencia. La nada hecha un semblante. Se apoyó en el marco de la puerta y apoyó su cabeza en ella. Sin dejar de mirarme. Yo por inercia bajé mi vista y miré a mis pies.
Qué hago...
Narra Alexis:
Fui a prender la lampara en el velador al lado de mi cama y luego me acerqué a él con paso lento y marcado, sin dejar de jugar con el chicle en la entrada de mis labios. Llegué frente a él y Mateo levantó su vista a mis ojos. Allegué mis dedos a mis labios y saqué esa dura goma de mascar desabrida y ya sin el delicioso sabor a fresa del principio. Me acerqué más, y noté como pensó que lo iba a besar. Se sonrojó al darse cuenta que solo había hecho eso para botar el chicle en la papelera.
Y suspiré.
-¿Tienes alguna idea de quien se robó mis cachos? -le pregunté tranquilamente.
Él se quedó paralizado ante mi seria pregunta.
-Fue Rodrigo, cuando Isabel lo engañó con Isaac -respondió en un hilo de voz y yo me reí-. Pero... no te hacen falta... estás con el disfraz de diablo todo el año -dijo y soltó una risita nerviosa. Siento que realmente quiere estar tranquilo... pero le es imposible.
Sonreí de lado y con suavidad puse mi lengua en el tubérculo de mi labio superior. Lo mire de pies a cabeza. Su terno es plomo, su corbata es roja y tiene una blusa amarillo pato. Se nota suave.
Se nota muy suave...
-¿Qué? -preguntó, está temblando.
-¿Qué de qué?
-Oye... de-deberíamos ir asacar los vidrios en la coci... -dijo nervioso y antes de que acabara de decir esa excusa para escaparse pegué mis labios a los de él. Mateo puso sus manos en mi pecho y me quiso alejar, quejándose, corriendo la cara evitando que lo besara.
Se quejó un poco y apretó los ojos con fuerza. Tomé sus muñecas y saqué sus manos de mi pecho.
Enterré mi nariz en su cuello y aspiré su dulce esencia. Me volví para mirarlo y lo besé. Y cedió sin más, cedió y torpemente adentró su lengua en mi boca.
-Demasiado rápido Mateo, te emocionas demasiado -susurré negando con mi cabeza-. Tendrás que tomar muchas más tutorías.
-Cállate ridícu... -su quejido fue interrumpido por un sollozo que se escapó desde su garganta. Mordí el lóbulo de su oreja por segunda vez y él se removió con fuerza.
Oír aquel sollozo numero dos hizo compadecerme de su fragilidad y le di un húmedo y dulce beso en su cuello. Solté sus muñecas, pero aun así lo mantuve acorralado, ya que puse mis manos en el borde de la mesa a cada lado de su cuerpo. Le saqué el saco, dejándolo en la silla del escritorio a nuestro lado. Igualmente, me saqué mi saco. Al terminar lo dejé encima del suyo. Pasé saliva por mis labios y ellos capturaron los suyos nuevamente.
Lento y sonoro. Con mucha lengua... Así nos seguimos besando. Puse ambas manos en su cintura y rápidamente lo pegué más a mi cuerpo. Respingó y apretó los ojos. Lo seguí besando, esta vez mas apasionado, con ese toque salvaje que no puedo controlar de vez en cuando. Le quité la corbata. Desabroché el primer botón de su camisa y fui bajando lentamente, mirando atentamente y muy concentrado como su torso se va descubriendo. Sintiendo su respiración agitada rozarme en mi mentón. Cuando terminé, por fin pude besarle el cuello, mordérselo, chupárselo. Sintiendo sus gemidos ahogados que está acallando mordiendo mi hombro. Saqué su camisa que está metida en su pantalón y acaricié absolutamente cada pulgada de su espalda. Comprobé que el lugar más sensible en ella es la parte baja. Y ahí roce las yemas de mis dedos provocándole entumecimientos imposibles de ocultar.
Tuvo un espasmo al sentir como le apretaba su nalga derecha con fuerza. Pasé mi mano al medio de su trasero y apreté con más fuerza aún. Haciendo que por un segundo Mateo se levantara a pocos centímetros del piso.
Le di dos besos castos, uno en la mejilla y otro en sus labios. Cuando me separé lo miré, vi la tierna escena de sus ojitos cerrados y su boquita en una trompita húmeda. Sonreí y justo cuando abrió los ojos, entendiendo que no seguiría besándolo; lo hice.
Si el cachorro quiere beso. Beso tendrá.
-Siéntate aquí -susurré y con mi pie corrí mi silla de escritorio. Lo tomé por los brazos e hice sentarlo.
Me puse de rodillas y tomé uno de sus tobillos, dejándolo en mi pierna flexionada. Le saqué su zapato y el calcetín.
-¿Cómo está tu tobillo? -le pregunté mientras desabrochaba con una mano los cordones de su otro zapato y con la otra masajeaba su tobillo, sintiendo como aún tiene una venda en él.
-Súper -respondió adorablemente.
-¿Tu espalda?
-Solo tengo los moretones.
-¿Tu costilla?
-Sanada por completo.
-¿Estado de ánimo al cien? -pregunté y sonrió.
-Al cie-non -dijo y se rió con ese brillo en sus ojitos.
-¿Presión arterial? -dije y Mateo se carcajeó achicando sus ojitos.
Le saqué el zapato y me paré. Tomé sus manos e hice que igual se parara. Sin darme cuenta, Mateo se aferró a mi cuello y robó un fugaz beso. Se separó y bajó su vista con nerviosismo.
-A ver otro -susurré y sonreí.
Mateo trago saliva y me volvió a dar un beso casto con sus suaves y carnosos labios.
Narra Mateo:
Me puse de puntillas y poniendo mis manos en sus hombros lo volví a besar. Repartí besos por su mejilla, por sus comisuras y llegué a su cuello.
Jadee. Su colonia me intoxica.
Quise besarle el cuello, pero Alexis me tomó del cabello y me besó de improviso en los labios. Yo no batallé. Pero mi cuerpo, ese yo, ese alter ego sí lo hizo. Apretando su camisa con fuerza. Él se quejó. Agarré su cabello y con la misma fuerza lo apreté, acercándolo más a mí. Sintiendo como mis mejillas se abrasaron.
Definitivamente no sirvo para seducirlo.
Se quejó y separamos. Alexis rio... Yo me avergoncé.
Sentir su mano frotando y dando golpecitos en mi cabeza me tranquilizó.
-Quítate los pantalones -susurró y lo miré. La luz naranja de la lampara se refleja en sus ojos.
Como aquella vez en que el fuego de la estufa también lo hacía. Pareciendo como si dos bolas de fuego danzaran en el interior de ellos.
Bajé mi vista y pasé saliva. Me desabroché mi cinturón, desalojé el botón del ojal y bajé el cierre. Estaba a punto de simplemente soltar y dejar caer mi pantalón, pero un bochorno me hizo sentir mis orejas ardiendo, mi corazón bombeando sangre en cantidades elevadas, mi vista se nublo... no pude respirar...
Sentir su mirada en mi cuerpo... como si me inspeccionara, fue demasiado... la sangre se me subió a la cabeza y fue expulsada por mi nariz.
Si ya sentía vergüenza... esto no sé qué es...
Narra Alexis:
Me demoré tres segundos en reaccionar.
-Tranquilo, tranquilo -dije y rápidamente tomé su cabeza, mi corazón se partió en dos. Está bastante asustado. Y está ardiendo, su piel quema. Eché su cabeza hacia atrás, pero deduje que era una mala idea.
Mateo se tapó la sangre con su camisa, manchando esta de rojo. Fui rápidamente a buscar papel higiénico y corté un pedazo. Volví a su lado y se lo pasé. Él lo puso en su nariz.
-¿Está bien así? -pregunté.
-Sí, gracias... Me vino de la nada -dijo y al final su voz se cortó.
-¿Tienes calor? -le pregunté y él asintió. Tomé el pedazo que tiene y se lo saqué de su fosa nasal derecha, ya paró el sangrado, pero aún tiene manchado. Lo arrugué y lo boté en la cesta de basura al lado de mi escritorio. Saqué otro pedazo y tomándolo de la barbilla le limpié su bonita nariz-. ¿Bien? -pregunté y él asintió.
-Sí... me pasa cuando me da mucho calor -murmuró y bajo su vista.
Le di un beso en la frente y él me miró. Debo ser delicado.
-¿Vamos muy rápido? -susurré.
-Todo bien -dijo y se acomodó los lentes bajando su vista nuevamente. Tragó saliva y me miró-. ¿Soy muy mata pasiones?
Yo solo sonreí.
Le quité los pantalones. Quedando Mateo, solo en unos boxers blancos con pretina negra. Su calcetín gris que se me olvidó quitarle, y con la camisa amarilla desabrochada...
Es un ángel. Realmente mentiría si solo digo cosas como "me gusta su forma de ser", "su actitud" o "me enamoré de sus sentimientos".
Por más que intente... se me hace imposible quitarle la mirada de su cuerpo.
Es realmente bonito. Es como moldeado por un dios griego. Y ese defecto en sus rodillas, se me hace adorable...
Ahora entiendo, observándolo con detenimiento, lo peculiar de su andar...
Tiene las rodillas chuecas, la derecha un poquito más arqueada que la izquierda.
Eso... Sus ojos lagrimosos. El lunar en su labio inferior. Sus uñas mordidas, que aun así pueden arañarme. Y esa manchita en su espalda...
Esos "defectos" son lo que ahora, en este preciso momento, hacen subir la barra de enamoramiento hasta las estrellas.
¿Mata pasiones? Claro...
-¿Qué? -preguntó tembloroso. Reaccioné y lo miré. Debió haberme corrido baba.
-Nada... Es que eres muy hermoso -dije, y sonreí al final y tomé su mano.
Mateo se puso rojo. Y carraspeó la garganta.
-Ahora... apaguemos la luz -dijo y rápidamente lo hizo, fue a mi velador y jaló la perilla que apaga la lampara.
¿Cómo es posible que tenga tan baja autoestima?
-¿No te gusta tu cuerpo? -le pregunté y lo abrazare por atrás.
-Eso es... innecesario... -balbuceó nervioso. Yo lo abracé con fuerza, y deposité un beso en su cuello.
-Solo quiero que sepas... que para mí eres perfecto -susurré y el murmuró un "gracias".
Me quité los zapatos y calcetines, me quité esa molesta corbata. Pasé los dedos por mi cabello al mismo tiempo en que dejé a Mateo sentado en mi cama. Abrí el cajón en mi velador, saqué un paquete de condones y lubricante. Me arrodillé en el piso frente a él y no pude aguantar reír con su vista de indignación, de furor, de confusión total. Ante esas dos cosas que yo acababa de dejar sobre la cama.
Nos besamos. Sintiendo mi helada nariz chocar con su ardiente mejilla. Me subí a la cama, enredando mis piernas con las de él. Sin dejar de besarle, con el bajo mi cuerpo, sintiendo como se remueve, como se desespera.
-Ale... -suspiró con absoluta desesperación. Se quejó. Apretó mis brazos y se separó de mis labios.
Me levanté y paré frente a él.
Pasé mi mano por sus muslos, hasta que llegué a sus boxers. Quise jalarlos rápidamente, pero se sobresaltó y tomó mi mano, deteniéndome.
-Voy a sacarlos -dije y tragó saliva, me miró y al notar como alejaba su mano y se volvía a recostar torpemente. Supe que podía.
Pero no lo hice.
Puse ambas manos en su cintura, las pase a su abdomen, Mateo se estremeció y un jadeo se fugó de sus labios. Acaricié sus muslos internos, acaricié sus caderas, su cintura, muy lentamente... mientras Mateo se retorcía y una ola de escalofríos le inundaban el cuerpo. Gimió, cuando le apreté la entrepierna. Puso el dorso de su mano en su frente y entre suspiros y su respiración agitada apretó los ojos con fuerza.
Esa escena me hizo deleitarme. El siempre ordenado y reservado chico que me hace tutorías, con sus ropas formales, su apariencia y actitud formidable... está con el cabello desordenado, sus rizos se desparraman en la cama. Está con los lentes ladeados y mal puestos, con la camisa a mitad de espaldas y a mitad de brazos, desordenada, a punto de que al más mínimo tirón se le salga. Está rojo, sudado, crispándose entero y con los labios húmedos...
Tomé su boxers, él por inercia levantó sus caderas para que salieran de su zona pélvica. Los fui bajando lentamente, mientras Mateo ya está en ese punto en él que no me puede ni mirar a los ojos.
Se los saque y los dejé donde hemos ido dejando nuestra otra ropa. Volví mi vista y sonreí, se está tapando la cara con mi peluche de oso panda.
Me arrodillé en el piso y me abalancé en la cama nuevamente, poniendo mi mano en sus omóplatos lo levanté un poco de las sabanas, como imanes nuestros cuerpos se pegaron. Apretó con fuerza mi peluche. Rocé mis labios en sus pezones, los chupé, los lamí... mordí uno y el otro lo pelliqué con fuerza. Mateo acallado un gemido y se tensó. Seguí pellizcando el otro, con más fuerza...
-¡Ahk! Alexis... duele un poco -sollozó y yo paré. Y los volví a lamer, dejándolos mojados.
Dejé descasar sus botones y bajé hasta su costilla, repartí besos hasta su ombligo, donde di una mordida y él, en un movimiento y contracción de sus músculos, logro excitarme demasiado.
Esos movimientos que hace... esos sobresaltos que pega, sus gemidos cortados... la forma en que su piel quema a mis mejillas congeladas me encanta. Me hace querer seguir... me hace querer hacerlo enloquecer y que desfallezca bajo mis caricias, a las que es tan susceptible.
Lamí su pelvis, pasando a rozar inevitablemente su miembro. Que me ha golpeado en el pómulo más de una vez, puesto que palpita.
-¿Ya fue... su-suficiente ahí no? -preguntó tímidamente, mirándome con sus ojos muy abiertos. Totalmente abochornado.
-Relájate... ¿quieres que pare?
Sé que no respondería, lo que hizo fue volver a taparse la cara con mi peluche. Yo sonreí de lado.
Tomé sus muslos traseros y poniendo su pantorrilla en mi hombro abrí sus piernas. Mateo trepida...
Humedecí mi boca y me adentré en ellos, llegué hasta su rodilla interna y la besé, con la otra lo mismo. Más arriba... un mordisco en su muslo interno, un beso dulce en el otro.
Seguí lamiendo cada centímetro de sus muslos internos. Saboreando cada bocado de el delicioso buffet ante mis narices. No logro divisar algún vello en su piel, simplemente no hay. Es totalmente lampiño en esta parte, y de la rodilla para abajo tiene unas pelusas castañas que no se distinguen por su piel morena.
Es grueso, pero a la vez ligero. Perfectamente puedo apretujar sus muslos y hundir mis dedos en su jugosa carne.
Ya no puedo aguantar... necesito sentir mi sexo dentro de su centro. El botón de mi pantalón está a punto de estallar. Pero no puedo, debo prepararlo...
Suspiré y al hacerlo aspiré un olor delicioso. Naranja y cacao. Chocolate puro y amargo. Que de amargo no tiene nada. Comencé a acariciar su miembro. A Mateo le encantó. Pero yo quería que disfrutara más...
-¡Deja...!... Ya no lo chu... -sollozó y puso una mano en mi frente, como queriendo alejarme. Yo tomé su muñeca y saqué su mano de ahí. Lo miré e hice algo que tuve que hacer hace mucho rato. Le quité los lentes.
Sin en el aumento que necesita su visión, la luz apagada y el calor que vuelve a sus ojos llorosos; puedo decir que quedó totalmente cegado.
Después de torturarlo, comiendo ese... rico caramelo; lo saque de mi boca y tomé mucho aire. Me recuperé y vi más abajo... y me dio una corriente al ver una contracción de su cavidad.
Sin pensarlo mucho, y aprovechando de que estaba recuperándose de un espasmo, jadeante y relajado. Abrí sus piernas y pasé mi húmeda lengua de un solo tirón...
-¡No, eso n...! Ale... por favor... no... Que me da verguenza... -dijo desesperado, su espalda se levantó un poco de la cama y puso sus manos en una de las mías, queriendo que soltase su muslo y la otra en mi cabello, apretándolo con fuerza. Lo miré y esa hermosa expresión afligida me cautivó.
Es sensible, demasiado.
No pude parar. Mientras Mateo se removía, las lágrimas bañaron su rostro y gemía ahogadamente.
Antes de separarme, di un húmedo beso tronado, acto que lo llevó a suspirar mi nombre. Eso me hizo cosquillas en el cerebro y me hizo sentir mi cuerpo sofocándose. Realmente necesito quitarme toda esta ropa... pero siento que si lo llego a sentir piel con piel...
Voy a enloquecer.
Tomé el lubricante y lo destapé, me paré, apoyando mi rodilla flexionada en la cama, y haciendo lo de un rato (poner su pantorrilla en mi hombro), a Mateo le fue imposible no elevar un poco la cadera.
-Échate -le dije pasándole el lubricante.
Me desabroche el pantalón, descubriendo mi ropa interior negra.
Narra Mateo:
Apreté el botecito, pero no salió nada, lo tape y di la vuelta, de un tirón lo sacudí con fuerza...
Y la tapa se rompió, derramando todo el líquido en mi abdomen.
Me sobresalté y mi corazón se paró, lo volví a dar vuelta y Alexis al voltear (puesto que estaba prendiendo la lampara) recién ahí se dio cuenta del desastre.
Estas cosas deben ser carísimas...
-P-perdón... se dio vuelta -dije muy nervioso, intentando sellar el botecito, pero es imposible, la tapa se rompió.
-No te preocupes -dijo amablemente, me quitó el botecito y sonrió. Yo no pude seguir mirándolo.
¿Que si soy mata pasiones? Claro que sí...
-Oye, está bien. Aparte así se sentirá mejor -dijo y puso su mano en mi abdomen, deslizando el lubricante hacia mí miembro, y... también puso mucho en esa parte...
Se siente frío y resbaloso.
Con su dedo índice masajeó mi entrada, yo gemí y tomé su mano.
-Relájate, meteré uno -susurró y tragando saliva lo hice. Introdujo su nudillo lentamente y yo llevé mi mano a mi boca, callando mi voz...
Cuando logró introducir su dedo entero mordí mi mano y apreté las sabanas.
-Meteré dos -susurró y lo hizo, lentamente, y no pude evitar apretar sus dedos. Con su otra mano comenzó a masturbarme.
Gemí, apretando su mano, pero no pude seguir hablando, giré mi cabeza con vergüenza e intenté concentrarme en controlar mi respiración y no... ahorcar sus dedos...
-Meteré... -susurró y me paralice.
-No... -me quejé y me removí con fuerza, apretando más su mano.
-Tres...
Me estremecí y apreté mi boca con mi mano, fuertemente. Pero ni con la mayor voluntad del mundo pude evitar gemir.
Duele... pero cuando como me relajo se siente muy bien...
-¿Te gusta? -preguntó. Sabiendo que yo no puedo ni hablar.
-Alexis... es que... es que duele un poco -dije dificultosamente entre jadeos.
-Lo sé, pero es solo al principio -susurró y acarició mi mejilla. Vi cómo se fue acercando a la cama. Me senté y lo tomé del cuello. Besándolo desesperadamente.
Ay, no veo nada...
-Dame mis lentes -dije y entre las no tan borrosas siluetas que logro distinguir me los puso. Pestañeé fuerte para acostumbrarme.
Llevé mis manos a su camisa y tímidamente desabroché el segundo botón, puesto que el primero ya estaba sin abrochar. Iba ensimismado a desabrochar el tercero, pero Alexis tomó mis manos y las alejó.
-Quiero quedarme así, ¿okey? -dijo amablemente y me acarició la mejilla. Yo lo miré a los ojos.
-¿Tienes frío? -le pregunté. Él asintió, y me di un tierno beso en los labios...
Al cual respondí cerrando mis ojos tres segundos después. Jadee y ese indecoroso sonido que empezamos a hacer mientras nos besábamos me martirizo los oídos. El chasquido de nuestras lenguas, el choque de nuestros labios, cuando nos separamos y Alexis jadea, por falta de aire. Debo admitir que estoy realmente aterrado, de que en cualquier momento explote él... E incluso yo... Pero a la vez estoy más que encantado, aunque se nota igual de desesperado que yo, sigue siendo amoroso. Y sabe que hacer.
Me siento seguro, y aunque me he estado muriendo de vergüenza todo el tiempo quiero que siga.
Narra Alexis:
-Daté la vuelta -susurré.
-¿Eh? ¿Có...? -no alcanzó a terminar, agarré con ambas manos sus caderas y lo giré. Mateo respingó y su rostro se estampó contra la cama. Tomé una almohada y tomándolo suavemente de su cintura la dejé debajo de su abdomen.
Aproveché de tener mi mentón en su hombro y le di un beso en su mejilla, el, jadeante volteó la cara y buscó mis labios. Me volví a mi postura normal, y en el camino pasé mis manos por su cintura. Aún tiene la camisa puesta, a mitad de espaldas y las mangas en sus antebrazos. Pensé en quitársela de una buena vez, pero analizándolo, me encanta el Mateo desordenado.
Apreté la mandíbula, mis ojos apreciaron con minuciosidad la perfecta redondez y gordura de sus posaderas...
Lo tomé firme e hice que levantara el trasero. Quedando ahora con el torso y la cara estampadas en la almohada.
-Espe... -dijo sorprendiéndose. Jadeó y volvió su vista al frente. Nervioso...
Volví a introducir un dedo. Los dos. Los tres. Pudiendo sentir como los succiona... como ya dilató.
Lo tomé de tal manera que quedo en cuatro, acaricié su cintura y lo atraje hacia mí. Rocé mi erección cubierta por mis boxers en su entrada y Mateo... Mateo se estremeció.
-¡Ahk! Ale... mmm -gimió desesperado y apretó las sabanas con fuerza.
Yo negué con la cabeza, siguiendo rozando, lo solté y separé un poquito. Solo para volver a hacerlo chocar en mi entrepierna.
Y Mateo se removió en ella, como involuntariamente. Pidiéndome a gritos que lo penetre.
Me mordí el labio con fuerza.
Me puse protección. Tomé una gran bocanada de aire y lo tomé suavemente de las caderas...
Narra Mateo:
Relájate, relájate, relájate, por favor... solo relájate..
No... puedo, ay no puedo...
Escondí mi cara en la almohada y la abracé con fuerza.
-Tranquilo, quédate quieto -dijo y tomó mi cadera.
No puedo...
Sentí la punta rozarme en mi entrada y apreté los labios. No estoy respirando. Estoy aguantando la respiración...
Aparte, de todas las poses que existen, ¡¿tenía que ser esta?!
Suspiré y decidido intenté relajarme. Pero fue un intento en vano.
-Tranquilo -susurró Alexis, al mismo tiempo en que una lágrima de desesperación corría por mi mejilla.
Empezó a entrar... su grueso y ardiente miembro en mi... sollocé...
Y quise morirme en este preciso instante.
-Voy a ir lento, solo relájate -dijo. Que ganas de explicarle que... simplemente...
-No... No creo poder hacerlo... -dije giré para mirarlo. Mi vista se nubló.
-Inténtalo -susurró amablemenete. Asentí y tragué el nudo en mi garganta.
Volví a aguantar la respiración y lo hice, me relajé... apreté los ojos al sentir como entró solo un poco.
No pude... yo sabía que no podía, me desesperé y contraje. Escuché como Alexis se quejó y mi corazón sintió una puntada. Yo... sentí como si me rajaran en dos.
Rompí en llanto y Alexis la sacó. Yo me puse de lado y tapé mi cara con ambas manos.
Unos brazos me envolvieron y yo no pude dejar de suspirar, secó mis lágrimas y me besó la mejilla.
-Pe-perdón -sollocé y quedé sentado en el borde de la cama y él arrodillado, estrechándome fuertemente en sus brazos.
-Yo te pido perdón... Tranquilo, ¿estás bien? -me preguntó y yo asentí.
-¿Tú... estas bien? -pregunté y él asintió. Me besó en los labios dulcemente y acarició mi cabello.
-Estoy bien... lo que pasa es que aún no estás bien dilatado -susurró-. Mateo -dijo y me tomó de la barbilla-. ¿Quieres seguir?
Yo asentí bajando la vista. Aunque sea un fraude en esto, él quiere intentarlo otra vez...
-Perdón -dije en un hilo de voz. Me tomó de los cachetes y rozó su nariz con la mía tiernamente.
-Ya pasó -susurró y acarició con su dedo índice mis labios.
La pena se fue.
-Tengo una idea, déjame buscar algo -susurró separándose. Tragué saliva y Alexis se paró. Fue hasta su escritorio y de un cajón al lado de un parlante sacó una caja roja rectangular.
Narra Alexis:
Había dado esto por perdido...
Me volví donde Mateo y tomé el lubricante.
-¿De dónde sacaste...? -preguntó perplejo, viendo el pequeño dildo rosado en mis manos. Lo impregné en lubricante.
-Es mío.
Mateo se sonrojó.
-¿Te metes eso? -preguntó como si hubiera visto lo más horroroso en su vida. Yo sonreí.
-No te preocupes, está esterilizado -dije. Mateo me miró y su expresión de pánico me hizo carcajearme.
Es adorable...
-¿Qué? Se siente muy bien -susurré y lo recosté en la cama.
Él trago saliva y le abrí las piernas.
-Son como del mismo tamaño -susurré, comparando el objeto con mi intimidad.
Bueno, mismo tamaño no... Pero al menos es más grueso que tres dedos...
-Me dices si te duele -susurré y él asintió.
Lo puse en su entrada. Y quise meterlo lentamente, pero esta tan mojado que entró de un tirón. Quedando a la vista solo la manilla para retirarlo.
-¡Ahk! -se quejó-. No tan fuerte, mételo... lento... -murmuró.
-Ya está -dije y él me miró, se removió y crispó. Tragó saliva y se sentó. Frunciendo el ceño confundido.
-¿Se siente muy incómodo?
-No... está bien -dijo y acomodó sus lentes. Se rascó la nuca-. Ahora podría... Uhm... ¿te la chupo? -preguntó y yo no pude evitar reírme. Mateo sonrió y me dio codazo avergonzado.
Esta noche, quedará para la historia. La noche del treinta de agosto. Bueno, ya estamos a treinta y uno, pero igual.
-De acuerdo -susurré.
-Siéntate... en esa silla -me ordenó y una adorable y juguetona sonrisa se le escapó de los labios.
-Como digas -dije y tomé la silla de escritorio, me senté en ella y Mateo, bajándose de la cama gateó hasta donde estoy.
Mateo. Mi tutor. Ah... Es un dulce de leche que me da diabetes.
No se cansa, no sé si le gustara como sabe, o simplemente quiere seguir, le gusta verme sufrir. Tiene el cuello sudado, los ojos llorosos. Se detuvo y tomó aire, fue suficiente...
Sí. Por fin. Ya me estaba desesperando.
-Respira -dije y lo tomé de la barbilla, le di un besito en sus labios-. Ya está bien -susurré en su oído y seguido le besé detrás de la oreja. Me paré y lo tomé de las manos para que igual lo hiciera
-Quítate la camisa -dijo tímidamente, sin mirarme-. Sé que tienes calor -dijo y me tocó la mejilla.
-Estoy bien así, enserio -susurré, y lo abracé con fuerza, puso su mejilla en mi hombro, mirando para afuera. Dejándome expuesto su cuello.
Mi lengua hizo de las suyas en él. Bajé mi mano desde su nuca a su espalda y llegué a su nalga derecha. Tomé el dildo de la manilla y lo moví un poco.
-Se siente raro -balbuceó, quejándose. Lo saqué de su interior y se removió un poco-. ¿Y cómo conseguiste esa cosa? -preguntó confundido, yo solo sonreí.
Fuimos a la cama. Donde puse todas mis almohadas apiladas en el respaldo. Con suavidad lo deje a él, que me está mirando con esos ojitos muy abiertos, pendientes de todo.
-¿Así estas cómodo? -pregunté a medida que me iba subiendo a la cama. Me metí entre sus piernas y dejé las suyas arrodillas.
-Sí -murmuró. Esta temblando. Toqué su mejilla y lo besé dulcemente. Debió haber quedado medio traumado.
Pasé por su entrada nuevamente lubricante y yo me puse una nueva protección.
Fui un idiota, un verdadero idiota hace un rato. La emoción me hizo olvidar que debo ser delicado.
Tomé sus manos y entrelacé mis dedos con los suyos.
-Alexis... ¿Tú de verdad quieres hacer esto conmigo? -preguntó asustado.
Solo él... solo alguien como Mateo podría preguntar algo así en este momento. Tomé su barbilla y bajé para besarle. Pensando en como explicarle que tengo sueños húmedos con él todas las malditas noches, o que me gustó desde el primer momento en que lo vi...
Pero no quise desesperarlo más.
-Sí Mateo... Por favor, si te duele y quieres que pare, solo dímelo. Pégame, lo que sea... pero no dejes que te haga daño -dije, él asintió y sus lobregueces orbes se llenaron de lágrimas.
Puse la punta. Y no pude mirarlo. Puse una mano en el respaldo de la cama y apreté con fuerza, cerrando mis ojos. Puse mi mano al lado de cadera y apreté la sabana con fuerza. Muy lentamente... comencé a entrar. Ya sintiendo como está más dilatado...
Jadeé y una ola de calor me vino de la nada.
Inhala... exhala... es Mateo Alexis, es Mateo.
Gimió y se aferró a mí, quedando su cabecita escondida en mi pecho, yo puse mi mano en su nuca y enterré mis dedos en sus rizos. Levantando su cabeza, para poder mirarlo...
"Creo que Mateo está solo. Le preguntaré y si no te atiendes conmigo"...
"Eres muy feo para llegar a ser algo mío"...
"Es que hace un tiempo... siento mucho dolor"...
"Yo no recuerdo nada... de mi infancia"...
"Alexis... yo... te quie..."...
-Te quiero... -susurré.
Y después de ver como sus ojos se transformaron en riachuelos a medida que fui entrando en su interior, apretó mi camisa con fuerza... su cuerpo se destensó por completo y en una gran bocanada de aire me sentí en cielo.
-Ya entró -suspiré jadeante-. ¿Duele? -pregunté y él abrió un poquito los ojos. Sequé sus lágrimas.
Esta flaqueando cada vez más...
Le besé el cuello, le acaricié la espalda baja, le tiré el lóbulo de la oreja... Cosas que lo hicieron estremecerse y regalarme unos gemidos hermosos. Cosas que cada vez lo relajaron más. Cosas que, cumpliendo mi objetivo, le hicieron olvidar un poco el dolor y que se acostumbrara a tenerme dentro de él.
-Me voy a mover lento -dije en tono bajo y suspiró.
Lo empecé a penetrar suavemente, lentamente, gemí y mordí mi brazo que está apretando el respaldo con mi mano.
-Tu interior se siente... Ma... te... ¡Oh! -gemí... y sonreí.
Lo penetré nuevamente y él gimió en mi oído. Se llevó una mano a la boca. Acto que reprimí tomando su muñeca.
-No, no... -lo reprimí, al momento en que movía mis caderas en círculos.
-¡Alexis...! Eso... Nhg... -gimió con desespero.
-Mierda... estás apretado -dije entre suspiros y mordí mi brazo.
Sus gemidos llenaron la habitación, esto es suavecito... y debo reconocer que me encanta.
Puse ambas manos a los costados de su cabeza y me abrazó por la espalda. Él gime en mi oído, yo jadeó en el suyo.
-Es... estás... sudando... quita... ah... Ale... quítate la camisa -gimió al momento en que cerraba sus ojos, se mordía el labio y elevaba las caderas. Afligiendo las cejas dejando escapar un sollozo agudo.
-Está bien así -susurré y jadeé en su oído.
Mierda... esto es delicioso...
-¿Puedes... má... má... má... más fuerte?
Se me taparon los oídos... Y me estremecí.
¿Más...? ¿Más fuerte?
Quiere que les des más fuerte. Que codicioso...
No... No ha dicho nada.
-Un poco más... fuerte... -rogó retorciéndose...
Me volví a estremecer. Y lo miré. Negué con la cabeza y suspiré.
¿Más fuerte?
Qué... qué mierda...
Me arrodillé en la cama rápidamente. Me miró tembloroso y tragó saliva. Agarré sus tobillos y de un solo jalón lo atraje hacia mí. Se sobresaltó, y tembloroso tomó mi mano, como preocupado. Tomé sus muslos y lo hice abrir las piernas, pasé mi mano por todo su torso, llegué a su abdomen y agarrando sus lindas caderas lo penetré de una.
Mateo gimió fuerte y apretó los ojos.
Tomé sus dos antebrazos con mis dos manos, para someterlo más. Y seguí penetrándolo. Saliendo de él con la mayor suavidad posible, para luego entrar con rapidez y firmesa. La cama se golpea en la pared con el ritmo e ímpetu de mis estocadas.
Sus gemidos, sus sollozos son verdadera música para mis oídos.
-¿Así... o más fuerte Mateo? -le pregunté. Sonreí y eché mi cabeza para atrás. Mordí mi labio y lo volví a mirar... Está chillando...
Sintiendo el dolor y placer, sintiendo su corazón latiendo en todas las partes de su cuerpo. Mateo explotó, se contrajo y removió con fuerza... llorando...
Mi vista se nubló, y fui consciente. Fui consciente...
-Mateo -dije desesperado y me abalancé sobre él, dejándolo otra vez recostado en las almohadas.
Entre sus lamentos y con furia, pena, placer, emoción, me abrió la camisa rompiendo mis botones...
—Quiero sentirte... déjame sentirte por favor —suplicó llorando afligido.
Apreté los dientes y arrugué la nariz.
-Mateo... -rugí. Y sentándome lo dejé montado en mi regazo.
Sollozó aferrándose a mí por completo. Y sentí su sudor contra el mío, su piel contra la mía... y después de penetrarlo por última vez, lo abracé por la cintura y gemí apretándolo con fuerza. Mateo se contrajo a más no poder y se tensó, su espalda se arqueó, sus piernas se crisparon y un gemido agudo salió desde su garganta...
Nos corrimos.
Y desfalleció en mis brazos.
Con mi cuerpo tembloroso, logré recuperarme, volver a tener aliento. Lo dejé con suavidad en mi cama y me paré. Con una toalla lo limpié, por sus piernas, su miembro que aún palpita, su torso... su sudor y el mío...
Recostándome en mi cama, me saqué la molesta camisa y los pantalones, lo acurruqué en mis brazos, dejándolo encima de mi pecho. Y me aseguré de que tuviera su cabecita a un lado para que respira bien.
Mi Mateo...
Le acaricié el cabello y respiré profundamente, se fue relajando y calmando.
Hasta que quedó dormido. Con sus lindos parpados hinchados. Y su desnudo cuerpo encima del mío, enredado en mis brazos y piernas.
Con el calcetín que se me olvido sacarle a mitad de tobillo.
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