47 "Mariano libera al demonio"
«Efebofilia [éphébophilie]: Descrito por el francés Félix Buffière en 1980, quien argumentó que la efebofilia debe ser especialmente utilizada para referirse a la homosexualidad cuando se describe el interés estético y erótico de los hombres adultos en adolescentes varones.»
Con los cuerpos curtidos de un sudor que nos hace resbalar, con la intermitente luz roja y azul que se va alternando cada un segundo, sus ojos encendidos, mis movimientos de cadera rápidos y firmes, entrando y saliendo de su interior con embestidas fuertes y rápidas. Viendo cada rebote que da encima mío, viendo su piel iluminada por la luz neón, escuchando como rechina mi silla de escritorio al ritmo de mis embestidas. Dejándome ver la maldad, la lujuria, el sufrimiento, el dolor, la perversión y el intenso placer, el depravado color, sabor y aroma del placer que está sintiendo. No hay delicadeza, no gime ahogadamente, no hay te amos, no tiene sus ojos encantadores ni sus quejas rutinarias, tiene un olor... a perfume de mujer. Solo soy yo, y el, cogiéndonos con depravadas ansias y con agresividad. Esbozó una sonrisa maliciosa y ejerció más fuerza con sus piernas, mientras seca mis lágrimas de pavor... Mientras me consumo totalmente, desgarrándolo...
—¡Viejo no te mueras! —sentí a lo lejos el grito desesperado de alguien, y viéndome en un escenario totalmente distinto al interior, sintiendo mi cuerpo entrar en contacto con el agua al caer en ella, hundiéndome en lo profundo...
Como si algo quisiera salir de mí, me sobresalte y desperté, sentándome de inmediato en la cama. Tome una gran bocanada de aíre y restregué mis ojos con fuerza. Sintiendo el corazón en la garganta.
—¡Alexis respira! ¡Respira viejo! —volvió a gritar Boris. Lo mire, con un vaso en las manos. Tomé una toalla que estaba tirada a los pies de la cama con las manos temblantes y me restregué el rostro en ella, secando mi sudor y el agua que me había tirado Boris.
Después de dos minutos, logre calmarme totalmente y mi respiración se estabilizó por completo. Salimos de la carpa y sacudí mi cabeza. No puedo sacar las imágenes de ese sue... No... eso no fue un sueño, un sueño húmedo, mucho menos... Fue una pesadilla... La más grotesca que he tenido, lo sé, porque mi amigo allí abajo está en su estado apagado totalmente. Y porque simplemente lo sé... Eso fue una horrible pesadilla, porque ese no era... No era Mateo... Era un mounstro horrible, uno que no es real, que no tiene ninguna semejanza con mi Mateo... Sin embargo, era el...
Pero no, no era y punto.
Tragué saliva y vi como una chica con un pijama muy pequeño pasaba por mi lado, caminando hacía la cabaña de los profesores, me miro y esbozo una amable sonrisa.
—Buenos días —me dijo la chica. Yo le respondí y al final me miro... con otro tipo de mirada. Siguió su camino y yo solo la ignore.
Fui a lavarme los dientes al lavatorio que hay a un lado de los baños públicos. Termine, volví y me senté en la mesa, contemplando el cielo, el inmenso y descubierto cielo celeste.
Sumergido en mis pensamientos algo logro desconcentrarme, fue el sonido de las llantas rechinando debido al frenado y la peligrosa curva que dio un Jaguar rojo con vidrios polarizados y que parece recién salido de la automotora, a un lado de la cabaña. Yo, que estoy sentado bebiendo café me quede embobado al ver semejante joya...
—Mariano, ¡mi amigo! —escuche decir a alguien muy emocionado, voltee a ver a la cabaña de los profesores y vi al coordinador Carlos, pudiendo ver lo moreteado que esta su rostro, bajando por la escalerita de la entrada dirigiéndose al auto, que justo en ese momento abría la puerta del conductor, saliendo un calvo y pequeño hombre, cubierto por un abrigo largo hasta las rodillas color negro y con guantes de seda blancos, con el rostro arrugado y con los ojos caídos.
La verdad me imaginaba a "Mariano" como algo mucho más... grande.
Me reí solo y tomé otro sorbo de mi café, mientras Kei y Boris se sentaban en la mesa también.
Narrador:
Antoine, el fiel chófer de años, abrió la puerta trasera del auto, de donde inmediatamente se revelaron los pulcros zapatos de charol, con esos tacones de cuatro centímetros, negros y hechos a la medida que pisaron el pasto con esas hojas secas. Salió por completo Mariano, observando con gran alegría a su viejo amigo Carlos.
—Carlitos —exclamo alegremente con ese tono de voz que pone de rodillas a las mujeres, mezclado con ese acento francés, y con esa apariencia deslumbrante y elegante.
Los chicos de la mesa a tan solo unos metros voltearon a verlo, y después voltearon a la mesa nuevamente. "Otro francés más", pensaron, conociendo la mala fama de la colonia francesa en la ciudad, aunque, igualmente sorprendidos por ese tipo realmente elegante y con lo (físicamente), suyo. Ya que como bien dice Alexis, las personas en la ciudad son todas muy blancas, y el señor que se ha presentado en este momento que deja ver sus treinta y tantos años, con la piel bronceada, llama mucho la atención.
Con apresurado paso, Carlos y Mariano entraron a la cabaña, y Antonie abriendo el porta maletas saco la maleta Gucci de su jefe, llevándola también a la cabaña. Luego volvió y se metió al auto nuevamente, para ir a estacionarlo correctamente. A tan solo unos metros, los parpados de un jovencito se iban despegando lenta y seguramente, con una suavidad que fue interrumpida, llevando estos a apretarse con fuerza, por el dolor que sintió Mateo en su columna vertebral, por su contractura da espalda. Se sentó rápidamente y se dispuso a tomar su bolso, sacando las bermudas color crema y poniéndoselas. Quedándose con estas y su polera de algodón blanca. Suspiro, saco su cepillo de dientes y como no encontró su pasta dental, saco la de Alexis. En la cabaña de enfrente, los dos viejos amigos, disfrutan su reencuentro, intentar hallar el modo de resolver el inmenso lío en el que están metidos y aparte, Mariano espera impaciente a que se desocupe el baño.
—Está tapado, vaya a los públicos que están afuera —dijo el dueño de la cabaña el cual habían llamado para destaparlo. Carlos, con traductor en mano le explico a su amigo y Mariano bufo, sintiéndose ofendido. Salió de la cabaña, y acomodándose la chaqueta blanca que trae puesta se dirigió al lugar. Entro a un cubículo y descargo todo lo que su vejiga había acumulado durante más de diez horas de viaje.
—Amour, amour... —canto con su carraspera voz, repetidas veces, y tarareando el resto de la canción, ya que es la única parte de la cual se acuerda con exactitud. Termino y subió su cremallera.
Mientras, Mateo afuera escupía por última vez la pasta dental en su boca y se agachaba, para tomar un sorbo de agua y enjuagarse. Sin dejar de vigilar el bidón que se está llenado con la llave donde hay un lavado para lavar los platos. Mariano tiro la cadena del retrete y este empezó la descarga, giró y lavó sus manos en un desgastado y sucio lavatorio que se encontraba allí, en ese único cubículo.
La llave que estaba llenando el bidón de Mateo se cortó y el rodó los ojos, escupió el agua en su boca y paso su mano por sus labios. Se acerco para cortar el agua y volver a abrirla. Mariano salió del cubículo, y con la vista distraída miro hacia las chicas en traje de baño que jugaban, envolvían toallas en sus cinturas y reían, no tan lejos. Sus pasos siguieron, con la intención de salir de ahí, pero sin poder dejar de ver a las bellas y jóvenes chicas, aun tarareando la canción.
Mateo giro en el momento exacto en que Mariano volvió la vista al frente, chocaron bruscamente y Mariano reaccionando tarde piso su pisada, pisando a Mateo con el pie derecho, enterrándolo en el empeine con el taco de cuatro centímetros de sus zapatos de charol hechos a medida (no lo olvidemos), del pie izquierdo a Mateo, descalzo como siempre...
El grito y el quejido de dolor que dio Mateo se escuchó hasta el otro lado del lago, se tambaleó, torciéndose el tobillo y cayó al pasto estrepitosamente llevándose la mano a su pie afectado. Se retorció de dolor y Mariano entró en pánico. Se agachó junto a Mateo rápidamente cuando justo este se sentaba, suspirando y apretándose el pie con ambas manos.
—¡¿Okey?! ¡¿Tú okey?! —dijo Mariano desesperado, rogando para que el pequeño lo entendiera. Levantó la cabeza y miró al quejumbroso chico, que tiene los ojos llenos de lágrimas.
Mariano separó los labios con asombro y sintió eso que solo su amante de aquel burdel en París lo había hecho sentir. Tomó de la barbilla a Mateo y se acercó a él, así contemplando y excitándose con la belleza del menor, que se quedó petrificado al ver su rostro tan cerca de ese hombre examinándolo entero.
—Mon amour... De beaux yeux, une belle peau —dijo Mariano embelesado, miró los muslos de Mateo y su interior se enloqueció aún más—, un attribut féminin... et ces perles... —continuó, metiendo su pulgar en la boca de Mateo y pasándolo por la hilera de sus dientes superiores, Mateo frunció el ceño—. Mon amour, tu viens avec moi* —terminó de decir, siendo lo único que entendió Mateo: "mua" del final.
*Amor mío... Hermosos ojos, una piel hermosa, un atributo femenino... y estas perlas... Mi amor, tu vienes conmigo.
—¿Qué? —dijo Mateo quejándose y zafándose del agarre de Mariano en su barbilla. Mariano paso a apoyarse en el pie de Mateo y el gimió de dolor soltando una lagrima.
—¡Pegdon, pegdon! —dijo Mariano, supongamos intentando decir "perdón". Mateo se siguió removiendo con fuerza y quejándose—. ¡Calma, calma! —dijo. Mateo apretó los ojos con fuerza y emitió un sonido desde su garganta, una queja que hizo estremecer a Mariano—. Laisse moi voir ce que je peux faire, calma! * —dijo Mariano eufórico.
*¡Déjame ver qué puedo hacer!
Tomó el pie de Mateo y lo atrajó hacia su persona, poniéndolo en sus piernas flexionadas delicadamente, y en vez de ayudarlo se quedó embobado viendo las piernas del muchacho. Su mano que se encontraba en el talón se deslizó hasta el tobillo y llegó hacia la pantorrilla. Un cosquilleo sonrojó a Mateo y lo llevó a sorprenderse rápidamente.
—Mmm... no... —se quejó el menor— mmm no~ ¡NO ME TOQUE! —gritó con desespero y ensordeció los oídos de Mariano, cuya mano ya iba metiéndose por debajo de la tela de las bermudas de Mateo, levantándola y descubriendo ese muslo que con tanta ansia quiere ver descubierto. Mateo en un acto de desesperación (y en una reacción humana) pateó a Mariano y se alejó, pero esto solo le causó un dolor mucho más fuerte en su pie, y a Mariano solo un poquito de dolor en su operada nariz.
—¡Calma! ¡Hospita, hospita! —exclamo Mariano, queriendo decir "hospital", pensando que a eso se refiere con "sanar", "enfermería" o "doctor". Se paro rápidamente y sin permiso tomó a Mateo por la espalda y por la flexión de sus rodillas, levantándolo del suelo. Y sintiéndolo tan cerca, sintiendo ese olor que vuelve loco a Alexis, lo caliente, y liviano que es su cuerpo, un tiritón recorrió nuevamente su cuerpo.
—¡SUÉLTEME!, ¡SUÉLTEME!, ¡SUÉLTEME! —siguió gritando Mateo.
Narra Alexis:
Llegué con la ropa de la lavandería y la dejé sobre la mesa, tome la mía y entré a la carpa para meterla en mi mochila. Me falta esto y con la emo desarmar la carp...
—Antoine, Antoine! —escuché que alguien gritó desde afuera con desespero, sacándome de mis pensamientos. Fruncí el ceño y salí.
—¡BASTARDO, SUÉLTEME! —grita Mateo con desespero, removiéndose e intentando zafarse de los brazos de ese tipo... de ese francés... Que entró a la cabaña seguido del calvito, los dos diciendo cosas en francés desesperados.
Mi cuerpo se tensó y la angustia se apoderó de mi cuerpo. Fruncí el ceño. ¿Alguien sería tan amable de decirme porque ese tipo tiene a Mateo en brazos, cuando él le esta claramente diciendo y pidiendo que lo suelte? ¿Alguien seria tan amable de explicarme por qué Mateo está gritando desesperado? ¿Mateo en brazos de alguien más? No lo creo.
—¡Oiga! ¡Mateo! —exclamo Kei y fuimos corriendo tras ellos. Entramos a la cabaña y alcanzamos a ver como entraban a una pieza, mientras Mateo se queja y solloza. En ese momento el coordinador Carlos iba bajando por las escaleras rápidamente, entramos los tres a la pieza.
—¡¿Qué pasó?! —preguntó el coordinador Carlos acercándose a la cama donde ese tipo estaba recostando a Mateo.
—¡Mateo! —dije y los esquivé a todos, me tiré de rodillas al suelo quedando a un lado de la cama, Mateo me miró y noté su rostro afligido, expresando mucho dolor, inclinado hacia adelante tomándose el pie con fuerza. Llenándome de preocupación y sin entender nada, miré hacia su pie y vi una herida muy fea en el dorso, también vi como el hueso de su tobillo sobresale, se lo ha torcido...
—Quick, une trousse de secours! * —dijo el francés y puso una de sus rodillas en la cama, tomó el pie de Mateo y siguió hablando con el calvito que salió de la habitación corriendo.
*¡Rápido, un botiquín de primeros auxilios!
—¡¿Mateo qué pasó?! —dije desesperado y me apretó la mano con fuerza, apretó los ojos y se volvió a quejar.
—Pardonne-moi mon amour, c'était un accident —dijo afligido el francés, lo miré y fruncí el ceño, ya me está hartando. Siguió hablando desesperado y sin que nadie le entienda, eso es lo que menos ayuda a Mateo, al que solo quiero calmarlo.
—¡Cállese! ¡Nadie en esta habitación le entiende! —le dijo Kei histérica y él se sobresaltó, con un "shhh" entendió.
—¡Traeré a los muchachos! —dijo el coordinador Carlos y salió de la habitación.
—A-Alexis me duele demasiado —sollozó mi morocho.
—No te preocupes, respira conmigo, mírame —dije y lo tomé de la barbilla, una lagrima salió de su ojo, acaricié su cabello y me puse al lado del francés, tomé su muñeca y lo hice soltar a Mateo.
—¡¿Como paso?! —preguntó Kei exaltada. Mateo se quejó y se acomodó en la cama.
—El... caballero me pisó y me-me caí —dijo quejumbroso y mirando al francés. Negué con la cabeza y el calvito llego con el botiquín que tomo rápidamente el francés. Lo abrió y sacó absolutamente todo lo que tenía.
Llegó el coordinador Carlos con Isaac, y... ¿Anabelle? Sí, Anabelle, una chica de mi curso.
—¿Mateo? ¿Estás bien? —le preguntó Isaac a Mateo preocupado, él apretó los ojos y asintió. Anabelle pasó un mechón de su pelo por detrás de su oreja y e hizo una mueca igual de preocupada.
El francés saco unas tijeras y se acercó a Mateo, yo fruncí el ceño rápidamente.
—Esto no sirve —le dije y se las quite. Tomé una venda que estaba ahí y él me miro un tanto enojado, yo levanté una ceja poniéndome serio. Ni siquiera me entiende y piensa que se puede enojar.
—¡Rápido! —dijo el coordinador Carlos a Anabelle que se sobresaltó y asintió rápido. Tragó saliva y tocó el hombro del francés que volteó a verla.
—Il dit que ça ne marche pas... que ça ne marche pas* —dijo Anabelle indicándole las cosas del botiquín, al parecer ella habla francés.
*Él dice que esto no sirve... no funciona.
El francés frunció el ceño y asintió—. Necesito Réflex... —balbuceé pensante, puede a ver una leve posibilidad de que en mi bolso tenga...
—¡Yo ando trayendo! —dijo Isaac, lo miré.
—¿Enserio? ¿Podrías prestarnos por favor?
—Obvio —dijo y salió de la habitación rápidamente. Volteé a ver a Mateo y note lo afligido que sigue estando. Eso me recordó a algo, aquella vez en su casa cuando lo encontré llorando de dolor en el baño.
—¡Dile que te dé el dinero! —dijo el coordinador Carlos desesperado a Anabelle.
—¡Después hablamos de eso! —dijo ella susurrando molesta. Trago saliva y nos vio. Siguieron hablando en susurro y Kei se puso al lado de Mateo acariciándole el brazo. El francés se ubicó al otro extremo y apoyando su rodilla flexionada en la cama se acercó a Mateo.
Narrador:
Lo tomo de la barbilla e hizo mirarlo, y el arrapiezo se petrifico al instante.
—Oh mon amor! Je t'ai blessé ailleurs? * —susurró Mariano, para volver a su objetivo, examinarlo entero. Sonrió y suspiro consternado al apreciar tanta belleza en el chico frente suyo, y pensando cómo es posible que tenga el cuerpo que anhelo toda su vida, que, hace cinco minutos, era inexistente y una fantasía imposible. Uno joven, uno pequeño, uno liviano, uno con curvas peligrosas. El de ese adolescente que lo esta haciendo planear toda su vida junto a este mismo.
*¡Oh mi amor! ¿Te lastimé en otro lado?
Primero lo llevaría con él, sea como sea, luego, pensando en noches junto a ese chiquillo insolente que lo pateó en la nariz, se vio obligado a cerrar los ojos, tomar aire y suspirar, para calmarse y no cometer una locura en ese mismo instante. Luego pensó en que probablemente la finanza para salir de la cárcel no le seria problema con todos los millones que tiene. Buscando que también lo mirara, que viera y sintiera su cuerpo que tanto trabaja cerca de él, que aunque sí, sea atractivo, se nota a simple vista que es más plástico, joyas y prendas caras que persona, se acercó mas a él, y mantuvo una postura que marcara su gran espalda. Mariano lo miro como un perrito faldero y Mateo se tensó al sentir la mano de aquel hombre mayor posarse en su pecho.
No era de esperase, que el demonio en aquella habitación fuera tan observador, y que ni por un mero segundo le quitara la vista a su pequeño. Alexis apretó la mandíbula, no tardó nada en llegar donde ese hombre que le produce ganas de aniquilarlo al ver cómo se relame los labios viendo a su novio. Lo tomó de la muñeca, lo jaló con fuerza bruta alejándolo Mateo, lo agarró del cuello de su camisa y lo acerco a él, quedando casi con la frente pegada a la de Mariano.
—¡Ale...! —exclamó Mateo sin poder terminar, al intentar salir de la cama se quejó, su pie dolió muy fuerte.
—Por favor no lo toque —le dijo Alexis a Mariano con voz amenazante, mirándolo con esa mirada fría y con ese color miel que se opaca cuando algo lo hace enojar. Mariano sin necesidad de traducción asintió rápidamente y un escalofrío le recorrió la espalda. Sonrió y para demostrar su obediencia hacia Alexis, levantó sus manos en gesto de inculpabilidad.
Alexis sonrió falsamente con sus labios pegados y achico un poquito los ojos, lo soltó y Mariano suspiro. Mateo trago saliva nervioso y Alexis lo miró, este volvió a tragar saliva y bajó la vista, sabiendo lo peligroso que puede llegar a ser Alexis cuando se enoja, y también inevitablemente poniéndose rojo y más nervioso. Simplemente al ver que Alexis se pone celoso, y cuando lo protege. Intentando y deseando calmar la situación, aun en shock, al igual que las dos chicas que están en la habitación, Keila conociendo a su amigo, sabiendo lo que pasa y entendiendo su reacción, se puso roja de emoción. Y la otra sin entender también se puso roja, nerviosa, pero más temiendo a que estallara una batalla campal dentro de las cuatro paredes.
Narra Alexis:
Isaac llegó y tiró el aerosol por el aire, lo tomé y giré. Me puse a los pies de la cama y tomé el pie de Mateo con sumo cuidado, él se sentó y Kei lo abrazó del brazo.
—¿Para qué es eso? —preguntó Mateo tímidamente.
—Para el dolor, desinflamatorio —dije y agité el aerosol repetidas veces con fuerza. Lo miré y le sonreí, tiene los ojos más brillantes que nunca. Destapé el aerosol y tomé su pie, se lo eché y el olor a mentol inundó la habitación.
—Ya —dije y miré a Kei, le guiñe un ojo y ella de inmediato asintió, le acarició el cabello y sonrió.
—Mateo mírame —le dije fuerte y claro, debo hacerlo rápido o nada. Lo hizo y me miró con cierto miedo en sus ojitos—. ¿Te cuento algo? Una vez... —dije y lo hice, le acomodé el huesito y él ni cuenta se dio, solo siguió mirándome a los ojos y escuchándome atento— me torcí mucho peor —le dije, y él como si nada—. Ya está, ¿te dolió? —le dije y sonreí, los de la habitación se rieron. Mateo sin entender atinó a mirar su pie y abrió sus ojitos sorprendido.
—Ay, que alivio —dijo y suspiró, sonrió y movió su pie. Se volvió a quejar y yo rápidamente me sobresalté.
—¡No, no! —dijo Kei también sobresaltada.
—Aun hay que vendarte y rebisarte —le dije y él asintió rápidamente apretando los ojos, se quedó quieto e hizo una mueca.
—Désolé tout le monde, j'ai ruiné mon image* —dijo el francés, mirándonos. Levanté una ceja y miré a Anabelle.
—Él dice que lo siente, se disculpa con todos por el mal rato —dijo, hizo una mueca y solo lo pasé por alto.
Narra Mateo:
Lo vi, mala idea... ¡¿Por qué me está sonriendo?! Tiene como cuarenta años, ¡podría ser mi papá! Bajé la vista nervioso y tragué saliva.
—Psss, Mariano —escuché decir al coordinador Carlos.
Esperen... Esperen un momento...
—¡El cheque! —susurró el coordinador ansioso. Esa chica, la traductora, rodó los ojos e Isaac se puso rojo, creo que de enojo. Su semblante se puso serio y se cruzó de brazos.
—Il vous demande de sortir le chèque —dijo la chica. El coordinador sonrió e Isaac frunció los labios.
—Oh! Oui, oui —dijo el francés sobresaltándose. Carraspeó la garganta, giró sobre sus talones y miró de frente a Isaac y el coordinador Carlos se puso detrás de él nervioso.
—Isaac, moi, Mariano Lavigne... —dijo y yo sentí una impresión por todo el cuerpo.
—¿Eh? —balbuceé, ¡¿él es el tipo a quien le traspasé trescientos millones ayer?!
No... Estoy soñando... Estoy seguro de que esto es un sueño, porque definitivamente es lo más raro que me ha pasado en la vida, no tiene absolutamente ningún sentido.
El fran... Mari... Ay, Dios... Mariano Lavigne me miro rápidamente y afligió su rostro, todos notaron mi reacción y yo poniéndome más nervioso de lo que estoy sentí un bochorno al ver al coordinador Carlos abrir los ojos como platos, negando y poniendo el índice en sus labios fruncidos. Volví a ver a Mariano y tragué saliva, volví a ver al coordinador.
—¿Okey? —dijo el caballero con prendas caras y yo mire al coordinador Carlos.
—S-sí, no es... nada —dije, asentí para que me entendiera y él también asintió, me volvió a sonreír. Bajé la vista, no puedo creer esto...
En ese momento vi por la puerta a mi compañera Lulu, está bajando la escalera que lleva al segundo piso, con el cabello húmedo. Miró hacia la habitación y frunció el ceño rápidamente, sorprendida.
—¿Mateo? —dijo y yo le sonreí, mas bien hice una mueca.
—Hola Lulu —dije y ella entró a la habitación, se puso en el marco y los otros igual la saludaron.
—¿Qué te pasó? —me preguntó. Ya somos siete personas en esta habitación. Le iba a responder, pero me interrumpieron.
—¿Y usted que hace aquí? —le preguntó el coordinador.
—¡Ah! Es que la profe Abril me dijo que podía ducharme aquí —dijo ella y le sonrió. El coordinador asintió serio.
Narra Alexis:
—Necesitas que te revisen —dije y todos me miraron.
—Iré a ver si alguien en la mansión puede ayudarnos —dijo el coordinador Carlos.
—Qu'est-ce qui se passe? —por la entonación, creo que el francés le preguntó algo a Anabelle. Siguieron parloteando, hasta que el francés salió de la habitación con el coordinador.
Volví a mirar a Mateo, esta pensante, intranquilo. Saqué mi mano de su tobillo y me dieron escalofríos. Esta muy morado.
—Van a tener que ir al hospital —dijo aquella chica en la puerta, es la misma que me saludo en la mañana.
—Solo hay un pequeño consultorio a las afueras de Silver, queda muy lejos... Esperemos que haya alguna enfermera en la mansión —dijo Kei y nosotros asentimos. Suspiré.
—Necesito llamar a mi mamá —dijo Mateo, lo miré.
—Mi teléfono no tiene para llamar —le dije.
—Yo iré a buscar el tuyo —dijo Kei y se paró.
—Gracias —dijo Mateo e hizo una mueca.
—Ufff, ¿te duele mucho? —le preguntó la chica a Mateo. Él asintió. Me miró y luego miró a la chica. Giré para tomar algodón y limpiar esa herida en el dorso del pie de Mateo, cuyas cejitas afligidas siguen llenándome de angustia.
Google traslater is my waifu.
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💓💓💓
-Dolly
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