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El bosque estaba sumido en una oscuridad que apenas era rota por la luz tenue de la luna filtrándose entre las copas de los árboles. Dark, con el ceño fruncido y los sentidos alerta, sujeto con fuerza las manos y pies de la persona que había intentado atacar a Amy. El atacante, aún inmóvil pero inquieto, respiraba con dificultad detrás de una máscara grotesca que representaba al "Hombre sin rostro", una leyenda local que helaba la sangre de cualquiera. Amy, todavía temblorosa, se mantenía cerca, observando con recelo cada movimiento.

A lo lejos, el crujir de ramas y pasos firmes resonaron en el silencio del bosque. Dark levantó la vista, y su cuerpo se tensó en alerta. Amy dio un paso atrás, dándole la pistola del atacante a Dark y ella llevando la mano al bolsillo donde guardaba una pequeña navaja. Ambos estaban preparados para lo peor cuando las siluetas emergieron de entre los árboles.

—¡Tranquilos! —exclamó Alan, jefe de policía, mientras alzaba las manos para mostrar que venía en paz. A su lado, un grupo de policías que venían vigilando el área. Y entre ellos, Tony, el tío de Mc, caminaba con expresión seria, seguido por un chico de cabello negro y ojos azules brillantes que llevaba un cubrebocas. Sus miradas eran intensas, y el aire parecía cargado de tensión.

Dark intercambió una mirada rápida con Amy que miraba al chico del cubrebocas antes de volver su atención al hombre enmascarado, parecía que ella lo conocía.

Alan se acercó con paso decidido, inspeccionando la escena mientras los policías rodeaban al prisionero.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Alan con voz firme, mirando a Dark.

—Intentó atacar a Amy —respondió Dark, señalando al hombre con un movimiento de cabeza—. No sabemos quién es. Pero traía consigo esta arma y el celular de Mc.

Alan asintió, y con un gesto, indicó a uno de los policías que sujetara al prisionero mientras él mismo se inclinaba para quitarle la máscara. El silencio era tan espeso que se podía escuchar el sonido del velcro y el crujir del cuero de la máscara al desprenderse.

Cuando la máscara cayó al suelo, no podían creer que era un rostro conocido. Los ojos verdes, llenos de furia y resentimiento, se alzaron desafiantes. Amy jadeó, retrocediendo un paso. Dark apretó los puños.

Era Hannah Donfort, la hija del hombre más poderoso del pueblo. Su cabello castaño estaba enredado, y su rostro, aunque hermoso, reflejaba odio puro.

—¿Hannah? —preguntó Tony, incrédulo, mientras el silencio se hacía aún más pesado.

—Esto... se va a complicar —murmuró Alan, pasándose una mano por el cabello. Sabía tan bien como todos que Hannah había alimentado durante años un profundo desprecio por Mc. Y ahora, verla en esta situación dejaba claro hasta dónde estaba dispuesta a llegar.

El chico pelinegro observó a Hannah con una mirada que era casi imposible de leer detrás del cubrebocas, mientras Tony apretaba los dientes, claramente frustrado y preocupado. El bosque, que había sido testigo de tantas historias, ahora guardaba una más, oscura y enredada, que apenas estaba comenzando a revelarse.

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