9. Nosotros.
Me invitaste a tu casa porque tus padres no estaban y vimos Alicia en el País de las Maravillas. Después de terminar la película te acercaste a mí peligrosamente y yo no pude controlarme más y enganché tu labio inferior con mis dientes en busca de juego, entonces te levantaste y me cogiste y yo rodeé mis piernas en tu cintura, subiste conmigo encima a la habitación. Ahí me quitaste la ropa hasta que quedamos desnudos, empezaste a besar mi cuello, para luego bajar por mi estómago, luego otra vez buscaste mis labios y no miento cuando digo que toqué el cielo cuando nuestros labios se juntaron, una corriente eléctrica se apoderó de mí, hubiéramos ido a más si no hubiera sido porque la puerta de tu habitación se abrió y apareció un hombre no especialmente alto con pelo canoso y bigote, que empezó a lanzar alaridos, te cogió de los pelos y te pegó con un bofetón, yo le supliqué que parara, pero me tiró de la cama y me obligó a ponerme la ropa.
- ¡Sal de aquí y no vuelvas nunca más! Si te vuelvo a ver cerca de mi hijo, no me hago cargo de mis acciones -mis ojos se llenaron de lágrimas y sé que tú te rompiste, lo vi en tu cara, avergonzado me puse la ropa y salí de allí.Corrí a toda velocidad, cogí mis cosas y me fui a casa, mis padres estaban en el salón y se asustaron al verme tan rojo, con los ojos llorosos y un moratón en el brazo. Sin embargo, me encerré en mi habitación y no salí.Antes de dormir recibí un mensaje que me dolió más que mil dagas y cuchillos en mis pies:
Tienes que alejarte de mí, yo no te traeré nada bueno, no te quiero, solo has sido una aventura y un desorden para mi programada vida, por favor, no me escribas, solo aléjate.
Creo que nunca he llorado tanto en años como en ese momento, mis ojos se cristalizaron y las lágrimas cayeron como cascadas y bien pudieron formar charcos en mi casa. Un sentimiento de rabia e impotencia subía por mi sangre como un volcán a punto de erupcionar. Al poco mi hermano Víctor, abrió la puerta y al verme así corrió a acunarme en sus brazos y yo me acurruqué, supongo que le mojé el pijama de tantas lágrimas, pero en ese momento nada le importaba más que reconfortar a su hermano pequeño.
Me dormí con las palabras – shhh, pequeño, todo pasará.
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