Me encontraba tirado en la cama escribiendo palabras inconexas pero que sorprendentemente formaron un poema mi móvil sonó y para mi sorpresa era una llamada tuya.

-Coge tus cosas y prepárate que en diez minutos estoy en la puerta de tu casa- dijiste al otro lado de la línea.

- ¿A dónde vamos a ir? Ya ha anochecido – pregunté con curiosidad pero en el fondo me moría de la emoción.

- No puedo decírtelo, es sorpresa, enseguida estoy allí, chao – y colgaste y ya me estaba picando la curiosidad.

Me di una ducha dejando que al agua me cayera por el cuerpo como una cascada y me vestí más decentemente con un jersey negro y unos pantalones vaqueros, me puse un collar de oro que me dejó mi padre, cuando se murió mi abuelo, cogí mis llaves, mi móvil y una coca cola por si hacía falta.En menos que canta un gallo te encontrabas llamando a mi puerta y con un vuelco en el corazón fui a abrir, llevabas una venda en tu mano y te empeñaste en ponérmela para que no viera nada durante el trayecto. Me guiaste hasta el asiento del copiloto y me tiré todo el trayecto matándome la curiosidad. Cuando llegamos aparcaste y fuiste a abrirme la puerta, me cogiste de la mano y me rodeaste por la cintura hasta llevarme a un sitio hasta ahora desconocido donde me quitaste la venda.Mi corazón dio un brinco cuando me di cuenta de donde estábamos parecía un lugar sacado de un cuento de hadas, estábamos en el Bayou Saint John, un pantano que tenía un entorno maravilloso, suelo arenoso, plantas a nuestro alrededor, bancos para sentarse, una hilera de casas en la otra punta y tenía unas preciosas vistas de la ciudad de Nueva Orleans iluminada.Nos sentamos en uno de los bancos mirando al pantano.

-Chico misterioso ¿qué piensas hacer cuando termines la universidad? – pregunté.

- Me gustaría empezar a trabajar en algún hospital e independizarme, no soporto más la situación con mi padre, nunca está conforme con nada de lo que hago, siempre espera más y más de mí, y mi madre nunca quiere llevarle la contraria porque le da miedo que se revele contra ella.- dijiste- bueno, mariposa no quiero aburrirte con detalles bochornosos sobre mi familia - ¿qué te gustaría hacer a ti?

- No me aburres en absoluto, me gustaría publicar algo de lo que he escrito – dije mirando al cielo y en ese momento pasó una estrella fugaz y deseé que pasara algo entre nosotros.

- Yo lo compraré cuando lo hagas y espero que te acuerdes de mí cuando seas famoso – comentaste con tono despreocupado pero para mí significó un montón de sensaciones extrañas recorriéndome todo el cuerpo.

- ¡Mira!, son luciérnagas- señalaste al frente y al instante vi como una lluvia de luces que se movían por nuestro alrededor como si fuera una danza de hadas, el sonido de los grillos de fondo y el croar de las ranas. En el terciopelo azul del cielo el que estaban dibujadas muchísimas estrellas, que normalmente no se ven por la luz, la luna parecía sonriente y una explosión de colores se adueñó del firmamento, un juego de luces violáceas, rosáceas, azules, tonos acuarela y de todos los colores de la paleta cromática llovían del cielo, era un momento mágico, me sentía parte de un cuento. Me giré hacia ti y vi que me mirabas con una expresión en la mirada que no supe o quise descifrar, tus párpados estaban relajados, tus cejas también y tus iris verdes que parecen sacados de una acuarela, y tus pupilas brillantes. Me perdí en la calidez de tu mirada y me centré en que cuando te miro me siento como en casa, mis ojos ámbar se fueron a tus labios y me resistí la sensación de tocarlos aunque ya me sentía flotando. No sé en qué momento nos fuimos acercando hasta que nuestros alientos se mezclaron, un olor a menta salía de tus labios, nuestras narices se juntaron y sentí una fricción, casi podía sentir tus labios rozando los míos, pero el momento no ocurrió, te separaste y salió de tus labios un vacío – no puedo hacerlo- toda la magia del momento desapareció, como si se hubiera acabado el polvo de magia, como cuando un niño deja de ser niño.

Volvimos al coche en silencio, el cual me mataba, me dejaste en mi casa y supe que esta vez no habría abrazo o beso en la mejilla y me fui decepcionado, en vez de flotar ahora me sentía caer por un precipicio, fui a la cocina a beber un vaso de agua y me dirigí a mi habitación a quitarme la ropa desganado. Me costó horas conciliar el sueño, mi mente no paraba de dar vueltas pensando en que habría pasado si nuestros labios se hubieran juntado, habría visto fuegos artificiales y las mariposas de mi estómago explotarían. Incluso me aventuraría a decir que de la explosión nacería una nueva estrella. Al fin, Morfeo venció.