4. Quedada.
Abrí mis ojos al oír el molesto sonido de la alarma, dejé que mis ojos se inundaran de la luz matinal que entraba por la ventana. Rebusqué entre toda mi ropa y opté por una camisa de cuadros y unos pantalones negros. Me dirigí al baño, me quité el pijama y me metí a la ducha, me dejé empapar del agua caliente que hacía cosquillas en mi piel, después de enjabonarme y enjuagarme, me puse la camisa y me enfundé los pantalones y peiné mi pelo revoltoso. Seguidamente, cogí mi cartera, mi chaqueta y mis llaves. Una vez fuera de mi casa me coloqué los auriculares en mis oídos y le di al play de mi playlist de música para sobrevivir a momentos decisivos de la vida, música que me acompañaba siempre sin importar la situación que sea. Caminé hasta Starbucks y te busqué con la mirada, te vi sentado en una mesa vestido con una chaqueta de cuero, con la mirada perdida en la mesa. Respiré hondo y me acerqué a ti, levantaste la cabeza y una sonrisa de media luna apareció en tus labios, señalaste el asiento al lado del tuyo y me senté. El camarero se acercó y pedimos un frappuccino de caramelo y un café latte de vainilla.
-¿Cómo te llamas?-preguntaste después de darle un sorbo a tu frappuccino.
-Naveen - contesté ¿y tú?
-Dylan - tras esas palabras sentí el calor del verano apoderarse de mí.
-¿A qué te dedicas?- pregunté ignorando la rara sensación.
-Estoy estudiando medicina, estoy en segundo año ¿Y tú?
(wow, estoy hablando con un muchacho universitario, yo que apenas estoy en el último año de instituto)
-Que interesante, creo que la medicina es increíble, yo estoy en el último año de instituto y quisiera hacer literatura - expliqué, no me siento para nada interesante y para mí es raro contarle a los demás lo que quiero hacer, pues no sé como se lo tomarán.
-Suena interesante - tomaste aire y continuaste- ¿escribes?
-Sí, textos y he escrito alguna que otra novela, pero vamos que no creo que sea muy bueno -dije avergonzado.
-Pues a mí me encantaría leer alguno, muéstrame algo -dijiste y yo asentí, cogí mi café de vainilla y bebí un poco, después miré en mi móvil y elegí el último texto que escribí, te pasé el móvil y tú lo cogiste con tus delicadas manos que parecen de marfil. Te observé mientras mirabas la pantalla, analizando tus rasgos, tus pómulos estaban relajados y tus cejas también. Tus pestañas castañas parecían los tirabuzones de ricitos de oro esa mañana. Me miraste a los ojos y yo sentí que volaba.-Eres realmente bueno -dijiste y no encontré en tu mirada nada más que sinceridad.
-Gracias -dije mientras alcanzaba a coger el móvil- en realidad eres la primera persona a la que se lo muestro. Al final de la mañana me acompañaste a mi casa y me diste tu número y me dijiste que te escribiera
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