3.Chico misterioso
Me encontraba caminando en la orilla del mar, las olas rompían en mis pies y de cuando en cuando dejaban rastros de algas que se pegaban a mí cual enredaderas, miraba al horizonte y se veían montañas y pequeñas islas. En breves minutos encontré tus ojos verdes como sacados de una acuarela.
Me fijé en tus labios desenfadados algo rosados esa mañana de enero, supuse que sería por el frío, aun así te veías atractivo.
Me fijé en que llevabas una camiseta que marcaba tu cintura. Tu cabello estaba desordenado por el viento, pero a ti no parecía importante, parecías relajado como si estuvieras en un lugar en el que puedes ser tú mismo y no te juzgan. Tus ojos veloces como una estrella fugaz me encontraron y frunciste el ceño y una mueca apareció en tu cara. Resoplé pues no entiendo qué problema tienes conmigo y porqué se te transforma la mirada cada vez que me ves. Me armé de valor y contuve la respiración, caminé hasta que estuve a unos centímetros de ti. Respiré y me aclaré la garganta. Resoplaste y caminaste para irte, pero yo te cogí la mano, tú sacudiste la cabeza y me miraste con perplejidad. Carraspeé y dije lo que mi lengua llevaba aguantando desde la primera vez que te vi.
-¿Tienes algún problema conmigo?
-No me gustan los mariquitas -dijiste con indignación .
-¿No crees que es inmaduro juzgar a una persona por su orientación sexual?, además, no me conoces para hacerlo- espeté intentando dar valor a mis palabras.
-Supongo que tienes razón, mi padre es homófobo y no me deja juntarme con homosexuales, supongo que cree que es algo que se puede contagiar y me pueden pegar a mí - tus palabras denotaban nerviosismo y te pasabas la mano por el pelo desesperadamente.
- Bien, no pretendía indagar en tu vida- respondí sintiéndome un poco mal.
-Tranquilo, supongo que lo merecía- dijiste.
-Podríamos tomar algo algún día, si quieres - dije con timidez. - -Sí, por ejemplo mañana- intenté ocultar la emoción que se disparaba en mi interior como una erupción volcánica. --Vale ¿a las once en el café Starbucks?-
-Está bien, nos vemos mañana, mariposa- dijiste y me guiñaste un ojo.
Te fuiste y me quedé mirando como movías tus piernas al compás del tiempo.
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