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Interfragmento: Atrapada

Buenas a todos, este relato que traigo es muy breve, debido a falta de tiempo en el día y de inspiración. Esta narración desde la perspectiva de lo ocurrido para una de los personajes se hace para dar un pequeño seguimiento a la historia.

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- ¿D-dónde estoy? –

Anna abrió los ojos lentamente, mientras una sensación de aturdimiento pesaba en su cabeza

- ¿Por qué estoy mareada? – se llevó las manos a ambos lados de su cabeza, frotando lentamente sus sienes mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad cortada solo por la luz de una lámpara sobre su cabeza - ¿pero qué? – se intentó mover y una cadena rodeando su cintura más dos sujetando sus brazos le indicaron la realidad.

- ¿¡Qué es esto!? – trató de tirar sin éxito de las cadenas, mientras su miedo aumentaba, se encontraba privada de su libertad.

De pronto, escuchó unos pasos acercarse, volteó en dirección a ellos y hasta ese momento se dio cuenta que se encontraba dentro de una pequeña celda en lo que parecía el interior de una cueva, con una lámpara encima de ella, un lecho desprovisto de comodidad para recostarse y una jarra metálica con agua cerca de ella.

- Veo que has despertado, querida – escuchó una voz y de la oscuridad apareció frente a ella Hans, Anna lo miró con rabia en sus ojos

- Imbécil, ¿¡qué quieres de mí!? – dijo dando varios jalones a las cadenas que la sujetaban - ¡te exijo que me quites esto! –

- Lo siento, Anna, no puedo – respondió con ligera risa – ¿por qué no disfrutas este momento que nos volvemos a ver? –

- No tenemos nada más que hablar tu y yo – le respondió desconcertada – sé que tu intención es otra, así que no me mientas, Hans –

Ante la mirada fija y persistente de Anna, Hans se sintió atrapado, así que le respondió con voz seria.

- ¿No te lo había dicho? – contestó – nos ayudarás a que tu hermana venga hasta aquí –

- ¿¡Qué!? Ni lo pienses – le respondió sorprendida al escuchar las palabras del pelirrojo

- Tú decides, Anna – le dijo tornándose su mirada malévola – puedes ayudarnos por las buenas, o… – metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, de donde extrajo un mango de madera con oro incrustado que al momento de accionar un botón, reveló una navaja que brilló bajo la luz de la lámpara, posteriormente acercó su hoja a la mejilla de la atemorizada princesa – o por las malas –

La chica pelinaranja tragó saliva con miedo, mientras sentía el frío acero rozar su piel

- Hans, por favor, tienes que dejarme ir – empezó a sollozar – los padres de mi novio están muy enfermos, el está al borde de su resistencia, necesito cuidarlos –

El príncipe ojiverde sólo emitió una pequeña risa mientras la miraba

- Oh, pobre, pobre Anna – chasqueó su boca – ¿no sabes que esa no es excusa? Tus suegros queridos no es lo único que perderás si te niegas a ayudarnos – se acomodó en su asiento mientras guardaba la navaja en su bolsillo.

- Si me vas a lastimar de esa forma ¿por qué quieres dañar a Elsa? – preguntó con gran angustia, observando cómo se ponía de pie el pelirrojo

- El poder, querida Anna – dijo con presunción – siempre he querido el poder y ahora lo tomaré por la fuerza –

- Te lo suplico – exclamó Anna – mi familia es todo lo que tengo, no los dañes –

Hans soltó una risa burlona

- Eres tan patética cuando estás débil – la miró brevemente acomodando su gabardina – el trono es lo único que importa, si debo deshacerme de tu novio y el novio de tu hermana antes de ella, tengo a la gente necesaria para eso –

- No… ellos no – pidió – es por Jack que Elsa al fin es feliz –

- Como si me importara – le dijo secamente – en cuanto vuelva más vale que estés lista para cooperar, de lo contrario serás la primera en sufrir en vida lo que pensamos hacer con tus amigos –

- No, por favor – sus súplicas no fueron escuchadas, pues el pelirrojo se marchó sin decir más.

Asustada e incapaz de safarse de esa situación, Anna se echó en el lecho mientras cubría como podía su rostro, dejando las lágrimas salir. Tenía miedo, miedo por su integridad y, sobre todo, por su hermana y los que ella amaba. Podía perderlos a todos si no pensaba en algo, pero, se veía sin otra elección. Seguía derramando sus lágrimas pensando en cómo pudo ser tan descuidada para caer en esa trampa.

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