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Capítulo XXI: Amenaza latente


Por fin traigo un nuevo capítulo, espero que haya valido la pena la espera, aviso que será un poco largo

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- Parece que iban rápido – dijo Mérida mientras observaba las huellas, se habían internado en el bosque en busca de su rastro.

Tras unos minutos caminando, llegaron a una zona densamente cubierta por árboles, las huellas que iban siguiendo desaparecieron al llegar a un tramo.

- Esto es imposible – se dijo Mérida deteniéndose repentinamente
- ¿Qué sucede, Mérida? – cuestionó Hipo, al ver que la pelirroja interrumpía su andar
- Las huellas han desaparecido – dijo con cierta frustración, volteando hacia sus amigos
¿Qué? ¿Unas huellas desapareciendo así nada más? – alzó una ceja - ¿Cómo es eso posible? – pasó una mano por su cabeza
- No me preguntes Hipo, que yo también busco una explicación a esto – exclamó con cierta derrota

Hipo quedó pensativo unos segundos, mientras Mérida se sentaba al pie de un árbol, apoyando sus brazos sobre sus rodillas, Vanessa los miró expectante.

- Supongo que no tenemos otra opción, tenemos que buscar en uno de los caminos que continúan – miró el chico hacia adelante, grandes y densos árboles se alzaban ante ellos, con cuatro caminos que se abrían entre las hileras de troncos, todos lucían profundos y oscuros y ninguno mostraba fin. Hipo quedó estático al ver esto - ¿pero cuál? –

- Nada de eso, Hipo – intervino Vanessa, sorprendiendo al castaño – estos bosques ocultan muchos peligros, un paso dentro de la zona y serás hombre muerto – advirtió

- ¿Tienes una mejor idea? – cuestionó el chico, ante lo cual, la mujer llevó una mano a su mentón. No tardó en responder

- Esperar – dijo cruzando los brazos

- ¿¡Qué!? – preguntaron al unísono ambos chicos

- Las huellas que Mérida observó terminan aquí, por lo tanto, es posible que la persona que las haya causado tenga que reaparecer por este rumbo. Hay algo extraño en todo – mencionó rascando su quijada con sus dedos

- Olvídalo – Mérida se levantó sacudiendo sus pantalones – no voy a quedarme aquí, esperando a que algo pase mientras cae la noche – pateó el suelo con enfado

- Mérida – dijo Vanessa tratando de calmarla – piénsalo un momento

- Sólo mira en donde estamos Vanessa, ¡aquí no hay nada! – pateó nuevamente el suelo, descargando su frustración

Al momento en que el pie de Mérida hizo volar la tierra, quedó al descubierto un objeto brillante que al parecer, estaba enterrado. La princesa, sorprendida, se agachó para tomarlo con las manos, se trataba de una moneda dorada con un código grabado en ella, así como el perfil de un rostro.

- ¿Qué es esto? – la miró detenidamente

- Déjame verla – solicitó Vanessa, acercándose y tomando con sus manos el objeto, entre los grabados logró distinguir las iniciales “R.A.” – esto puede ser una pista, y también una señal de que vamos por el camino correcto – miró a Mérida

- De acuerdo, me has convencido – exclamó la pelirroja, derrotada, pero con intriga – esperaremos aquí –

Vanessa sonrió triunfante.

Anna fue sorprendida por Kristoff, tras ser invitada a una cena en un lujoso restaurante que daba la vista al fiordo de Arendelle.

- Felices 3 meses mi amor – dijo Kristoff al tiempo que le entregaba a su novia una caja pequeña de color rojo – esto es algo que no podía dejar pasar

Anna tomó radiante de emoción la cajita y la abrió encontrando un dije en forma de rombo incrustado con esmeraldas y en su centro una letra “A”, sonrió cautivada mirando al rubio – mi amor, pero… ¿Por qué tanta atención? No solo me has traído a este hermoso lugar, si no también este hermoso colgante – sus ojos brillaron mientras se posaban en los de Kristoff.

- Es una fecha importante, cielo y no me pesa usar mis ahorros para hacer de esta noche inolvidable – dijo sonriendo tiernamente hacia ella

- Kristoff – se acercó abrazándolo, mientras el chico la recibía entre sus brazos – me haces la mujer más feliz –

- Todo es por ti, mi princesa – acto seguido besó sus suaves labios rosas.

El mesero llegó con la orden y los dos pronto disfrutaban de una espléndida langosta a la mantequilla, los comensales los volteaban a ver curiosos, la princesa desbordaba alegría y cariño, mientras él con su figura seria, sonreía cada que Anna lo miraba, eran una encantadora pareja.

- ¿Logró mejorar Elsa el ánimo de Jack? – preguntó el rubio con suma intriga para iniciar una conversación

- Kristoff, no me digas que no has llamado a Jack para saber cómo ha estado ¡es tu amigo! – expresó Anna, en sus ojos se veía algo de desconcierto, pues no pensó que su novio, tan preocupado con Jack, no se hubiera enterado de lo que sucedió

- He estado ocupado, Anna, ha habido demasiada tarea estos días, trabajo; me pesa ver el asiento de Jack vacío en la escuela, pero en serio, no he podido darme tiempo y hablarle – la forma, en parte desesperada como Kristoff se expresó, hizo ver a Anna que realmente estaba desesperado por saber, así que la pelinaranja lo miró un momento y respiró para hablar.

- Verás, Jack estaba muy triste porque había perdido todo lo que le aseguraba un futuro, su trabajo le ofrecía lo necesario para pagar la renta, pero no lograba tener lo suficiente como para vivir de eso – Kristoff llevaba una mano a la frente al imaginar lo que su amigo pasó – pero, mi hermana le ofreció estancia en el castillo y de esa forma ayudarlo – dijo provocando que su novio volteara a mirarla sorprendido – entonces él está viviendo ahí y quizá sea así hasta que todo el problema pueda arreglarse –

Tras escucharla, Kristoff sonrió alegre y aliviado, su amigo contaba con el apoyo de Elsa, sonrió un poco burlón – oye, que suertudo es – rió un poco – si renuncio a la escuela ¿también me dejarás vivir contigo? – provocó una ligera risa en Anna

- No intentes aprovecharte, querido – rió y volvieron a besarse ligeramente.

Anna y Kristoff se encontraban disfrutando ese momento de la forma más auténtica y solo percibían que ellos dos estaban presentes ahí. Probablemente por esa razón, no distinguieron que a pocas mesas de ellos, en un rincón exclusivo, ocho pares de ojos los observaban disimuladamente, escuchando su plática. Se trataban de hombres con distintas edades de separación entre ellos que se mantenían ocultos de la luz pública gracias a lentes de contacto y cabello postizo de color negro, que hacían indistinguible su aspecto.

- Entonces, ¿cuándo visitarás a tu querido concuño? – preguntó Anna con algunas risas.

- El sábado me daré un tiempo, se los prometo – tomó las manos de Anna y las besó – pero eso será después de que pase un tiempo contigo –

- Muy bien, señor Bjorgmann – rió y le dio un beso

Momentos después, tras haber disfrutado de una espléndida cena, se retiraron para continuar recorriendo el reino durante el tiempo que la noche les ofrecía, con algunas miradas encima de ellos.

- Así que el muchacho vive con la reina ahora – fueron las palabras que escaparon de la boca de un hombre de melena negra.

- No era lo que se supone iba a pasar – exclamó con frustración el más joven – maldición Franz, tu plan no sirvió –

- El plan de él era bueno, pero no puedes controlar el resultado si existe el amor – mencionó otro de los hombres en la mesa

- ¿Acaso te pedí tu opinión Alfred? – se revolvió las manos en su cabello al tiempo que trataba de calmarse – de acuerdo, necesitamos hacer algo al respecto –

Regresando al bosque de Arendelle

- Mis piernas están entumidas – comentó Mérida con un leve quejido

- Tenemos que resistir solo un poco más – respondió Hipo, oculto entre los matorrales

En ese momento se empezaron a escuchar pasos a lo lejos

- Alguien se acerca, silencio – dijo Vanessa, oculta tras unos árboles cerca de donde se encontraban los jóvenes

Mérida utilizó su agilidad para trepar un árbol en silencio, estiró su cuerpo sobre una rama, desde donde observó oculta lo que sucedía.

- La princesa tampoco está desprotegida, tiene a ese chico rubio de su lado – sonó una voz masculina

A través de la oscuridad del camino, empezaron a distinguirse ocho siluetas, que se acercaron más hasta que se lograron distinguir ocho hombres, dos de ellos aparentemente pasaban los 30 años, mientras los demás eran un poco más jóvenes. Caminaban sobre el mismo trayecto que Mérida había descubierto ese día. Uno de ellos, el más joven, se llevó la mano a la cabeza y arrancó su cabello negro, Vanessa, Mérida e Hipo miraron horrorizados esta escena, pero se dieron cuenta que se trataba de una peluca, pues al retirarla dejó a la vista su cabello rojo.

- Y aun así no lo tuviera, ella tiene un gran coraje – mencionó éste último – es capaz de casi todo por los que quiere –

- Entonces ¿planeas algo más? – cuestionó otro de ellos

- Claro, destruirla por dentro – dijo con una sonrisa maliciosa – para eso no debemos perder de vista el principal objetivo, Elsa – estas palabras llamaron la atención de los tres jóvenes que se encontraban ocultos.

- Es cierto, ¿cuál será el siguiente movimiento, Hans? – preguntó otro de ellos, frotando sus manos y sonriendo con malicia

- Esperaba que dijeras eso, Rudi – comentó nuevamente el más joven – planeaba deshacernos de ella lo más pronto posible, pero mientras ese hombre de cabello blanco siga a su lado es imposible acercarse – apretó su puño con enojo

La plática entre ellos empezaba a atemorizar a los castaños y la pelirroja, estaba claro que ese muchacho era aquel que Rapunzel les había mencionado con miedo, esos hombres que lo acompañaban, similares a él, además de ser equipo seguramente eran sus hermanos y ninguno parecía tener intenciones lo más cercanas a ser buenas.

- Sigamos entonces ésta conversación en el cuartel del viejo rey – comentó el mayor de ellos, colocándose al frente del grupo, justo donde terminaron las huellas sobre la tierra

Para la sorpresa de los tres jóvenes que observaban desde su escondite, el hombre se inclinó sobre el suelo y hundió sus manos en la tierra, al levantarlas, sujetaba unas manijas que levantaban una compuerta oculta y el suelo se abrió revelando una entrada subterránea. Mérida estaba atónita a lo que veían sus ojos. Todos empezaron a entrar uno a uno.

Vanessa, con un poco más de calma, distinguió que, a pesar de llevar ropas diferentes todos ellos llevaban una rara tela roja amarrada al brazo. Antes que el último hombre entrara por la compuerta, buscó rápidamente a los lados y logró ver unas zarzas a pocos metros de ella, al otro lado con gran suerte pasaba una ardilla, la tomó cuidadosamente en sus manos y se deslizó con agilidad detrás de las zarzas, empezó a hacer sonidos de chasquidos con su boca, Hipo la miró asustado pensando que había perdido la razón, pero ella le hizo una seña de que se quedara quieto.

- ¿Quién anda ahí? – gritó el sujeto al escuchar los ruidos, al distinguir el origen, caminó adentrándose en las zarzas. Las espinas atraparon la tela roja de su brazo y el, en su enojo, tiró de ellas, desgarrando la tela.

Vanessa depositó rápidamente a la ardilla sobre el suelo y con sigilo, se escondió detrás de un árbol.

- Será mejor que te reveles – exigió el hombre mientras llegaba al final de las zarzas, solo para encontrarse con una ardilla corriendo hacia uno de los árboles – ah que susto me sacaste, criatura – exclamó para mirarla alejarse y retornó hacia esa entrada subterránea donde cerró la compuerta tras él, quedando oculta de nuevo bajo la tierra.

- ¿Vanessa, estás loca? – susurró Hipo, molesto – pudiste habernos descubierto o ponerte en peligro.

- Valió la pena el riesgo – sacudió el cabello de Hipo con una mano, molestándolo – vengan a ver esto – indicó dirigiéndose hacia las zarzas

Hipo volteó al árbol donde estaba Mérida y le hizo una seña para que bajara. Cuando la ojiazul lo hizo, se acercaron a donde estaba Vanessa.

- Parece muy fina – mencionó en voz baja la mujer sosteniendo entre sus manos un pedazo de tela que quedó entre las espinas.

- ¿Pero qué es eso? – preguntó susurrando Mérida, mientras observaba.

- Esta tela la llevaban todos esos hombres en el brazo – la sacó de las espinas y todos la observaron, tenía ciertos destellos dorados casi indistinguibles, con un lenguaje en runas bastante pequeño, bordado en oro sobre una orilla – esto puede dar información – susurró la mujer

- Conozco a un experto en mi reino, la enviaré por paquetería en avión y me aseguraré que la reciban lo más pronto posible allá, luego encargaré a uno de los sirvientes que la lleve y me mande los resultados – dijo Mérida muy decidida, ante lo que sus amigos asintieron.

Bajo la compuerta, en un escondite con todas las comodidades, los hombres charlaban entre sí

- ¿Por qué tardaste tanto, Albert? – preguntó Hans a su último hermano mayor en entrar - ¿qué le paso a tu brazo? –

- Nada importante, me pareció escuchar unos ruidos y fui a investigar – respondió el hombre – pero era una ardilla entre unos matorrales espinosos –

- El bosque encierra muchos ruidos, tómalo tranquilo – comentó Lars, el mayor de ellos

- Siguiendo con lo que decíamos, yo fácilmente podría clavar mi navaja o una espada en el corazón de esa bruja, pero su noviecito es un estorbo – dijo el rufián

- Tengo un plan que puede servir, Hans – dijo uno de ellos con sonrisa malvada

- Te escucho, Runo –

El sujeto de larga melena se dirigió a una mesa y trazó estratégicamente un diagrama del castillo de Arendelle.

- Hemos observado las instalaciones exteriores del castillo ¿no? – asintió Hans, al tiempo que se acercaba junto con el resto de sus hermanos a la mesa donde Runo trazaba el plan

- Si podemos infiltrarnos cerca, sin ser vistos, vigilamos en este punto a que esos dos niños salgan – señaló con su dedo en el papel – y borrarlos del mapa de forma que parezca un accidente –

- O podemos herirla a ella primero – comentó Hans, con una mueca diabólica atrayendo la atención de todos – atraer a ese hombre a una trampa, ella lo seguirá… - continuó narrando mientras todos asentían – …después eso la dejará devastada y débil. Yo entraré en escena y quitaré la vida restante de ella antes de que puedan descubrirnos. Cuando Anna la vea ya será muy tarde. Después nos encargaremos del rubio para que ella poco a poco quede muerta en vida, será incapaz de defenderse, de esa forma mi venganza será consumada – rió

- ¿No les parece un poco malvado? – comentó el mayor de ellos – recuérdame como nos convenciste de ayudarte, Hans –

- ¿De que hablas? – comentó Alfred – es el plan ideal –

- Voto a favor – comentó Runo

- Bueno, para empezar, es lo que el viejo rey quiso ¿no es verdad? – Hans miró a su hermano mayor, haciendo que el asintiera – además todos tendrán una porción del reino ¿acaso no quieres, Lars, darle más riqueza a Helga? –

- Siempre quiero más, pero no metas a mi esposa en esto – replicó Lars, recogiendo su melena con las manos – esto es para ayudarte con tu venganza –

- Me gusta esa voz – dijo Hans sonriendo – entonces, este plan servirá –

- Pensaré una forma en que podamos deshacernos del tal Kristoff – comentó Albert, riendo

- Déjalo para el fin de semana, Albert – bastante tenemos que preparar ahora – dijo Rudi

- Mañana pondremos en marcha este plan, ese hombre pagará por burlarse de mí y su reina también será historia – rió en voz alta Hans acercándose a un asiento cerca de la entrada para poder sentarse.

Desde el exterior, los dos jóvenes y la mujer trataban de escuchar lo que decían, pegando el oído al suelo. Las voces eran distantes, pero, debido a que Hans se acercó a la entrada pudieron escuchar claramente lo último, se miraron horrorizados.

Se levantaron sigilosamente y se alejaron a pasos lentos, una vez fuera de las cercanías, corrieron hasta la salida del bosque bajo la luna llena. Una vez que lograron salir del bosque, intercambiaron palabras.

- No me gustó nada lo que acabo de escuchar – mencionó Hipo, con miedo

- Cómo si a cualquiera de nosotras le gustara – replicó Mérida – hemos dado con ese tal Hans y sabemos su ubicación, pero algo trama, él quiere hacerle daño a Jack y a Elsa – los miró con miedo en sus ojos

- Me temo que es cierto, pero ¿cómo? ¿Qué planean esos hombres? Si tan solo pudiéramos saber todo lo que dijeron – contestó Vanessa, igualmente asustada, la impotencia de no poder escuchar la conversación de los hombres provocaba tensión en el ambiente.

- Hay que arriesgarnos si queremos respuestas – comentó Hipo, decidido – si corremos con suerte, mañana podremos oír un poco más de lo que hablan y seguirlos de cerca en el momento que se pongan en camino –

- Estoy de acuerdo contigo, Hipo – Mérida respondió y le colocó una mano en el hombro, provocando que el chico le sonriera – mañana puedo venir con Rapunzel por la tarde, quedamos de investigar y ahora sé dónde –

- Entonces, está hecho – respondió Hipo – búscanos en el café a Astrid y a mí, las acompañaremos – Mérida asintió

- Por mi parte, le explicaré al señor Dahl que se trata de una situación delicada, así les concederá permiso para salir más temprano y mientras puedo cubrir la cocina – añadió Vanessa, para sorpresa de ambos chicos

- Vanessa, gracias – se acercó Hipo y la abrazó – estaremos en deuda contigo –

- No era necesario, Hipo – le dijo riendo un poco – no lo tomes como deuda, estamos trabajando para proteger a nuestros amigos, a la monarquía de Arendelle – dijo con un tono que levantó la moral de sus jóvenes amigos

- ¡Es cierto! – exclamó Mérida, con su tono de mando habitual – no podemos dejar que se acerquen a ellos –

- Y hasta el final estaremos juntos – añadió Hipo, hablando con poder

- Así me gusta – dijo Vanessa, satisfecha de ver el apoyo entre ellos – ahora debemos ir a descansar, mañana tenemos un plan propio que poner en marcha –

Así, todos chocaron sus manos en señal de fuerza y cada uno tomó rumbo a su casa.

Viernes en la mañana

Elsa reía junto a sus amigos en la cafetería, claramente Mérida hacía un esfuerzo por mantener su apariencia despreocupada. Dejó de juntarse esos días con sus dos amigos habituales para mantenerse cerca de sus nuevos amigos y vigilar su seguridad, sacrificaba muchas cosas para también ayudar a juntar las piezas de lo que sucedía. Sin embargo, lo hacía con auténtica voluntad y preocupación, así como el resto de sus otros amigos involucrados.

- ¿Puedo saber, Kristoff que regalo le dista a mi hermana en su aniversario? – preguntó mientras ella y Rapunzel escuchaban atentas

- Claro, la invité a cenar al restaurante que está cerca del poniente, con una botella de vino y langosta – recordó con alegría

- Kristoff, eso es mucho dinero – respondió impresionada la joven reina

- Tenía mis ahorros, además – sonrió al recordar – por una sonrisa tan bella como solo Anna la tiene, valió la pena – sacó su celular buscando una foto – ah y además le regalé este colgante – le mostró la foto a sus amigas

- Awwwwww pero que romántico – exclamó Rapunzel con una mirada tierna

- Gracias – dijo un poco apenado.

Siguió un silencio durante varios segundos, era un silencio incómodo, de estar presente el chico peliblanco habría intervenido con un comentario divertido o haría sonrojar a Elsa con algunas palabras. Su ausencia se sentía y todos desviaron su mirada durante ese rato, ningún comentario venía a sus cabezas para continuar. Mérida, aunque no disfrutaba de los temas de amor se sintió obligada a intervenir

- Y ¿Qué te regaló Anna a ti Kristoff? – preguntó un poco dudosa

- ¿Ah? Pues una camisa, que aún tengo guardada y un reloj nuevo – comentó sorprendido por el hecho que fuera ella quien lo preguntaba

En eso sonó la campana anunciando el final de la hora libre, los chicos se pusieron de pie para dirigirse a su salón. Elsa se volteó hacia su cuñado.

- Kristoff, me gustaría saber si ¿piensas visitar a Jack? no se han visto desde que pasó aquello – le preguntó un poco preocupada

- Si Elsa, de hecho, pienso ir mañana, le debo una visita para saber como se encuentra y espero que podamos tener una pequeña reunión con Hipo y Eugene – comentó mirando brevemente al suelo, apenado

Detrás de ellos las chicas conversaban entre ellas

- Necesito decirte algo importante – le dijo Mérida a la rubia

Mientras Kristoff se apuraba a su salón, las chicas apuraron el paso llegando delante de Elsa

- Elsa, necesito ir al baño – dijo con una sonrisa la pelirroja – en un momento te alcanzo en el salón –

- Yo iré con ella, prima – intervino Punzie

- De acuerdo, nos vemos más tarde prima – respondió con una sonrisa la joven platinada, para ver a las chicas alejarse.

Suspiró y miró sus manos, echaba de menos caminar fuera de la cafetería con Jack tomándola de la mano; la escuela se sentía vacía sin él. Sin embargo, dejó a un lado ese sentimiento cuando llevó una de sus manos a su boca y sonrió recordando el beso que el chico le dio esa mañana antes de partir a la escuela. Con ese ánimo se dirigió a su salón.

- ¿Qué sucede Mérida? – la cara de la rubia de cabello dorado ensombreció cuando vio el miedo en los ojos de su amiga, mientras ambas se dirigían a un lugar apartado de la escuela

- Necesitamos que sepas esto – inició con temor en su voz – el día de ayer Hipo, Vanessa y yo decidimos adelantarnos – Rapunzel la miró apretando un poco el ceño, nerviosa – descubrimos varias cosas – tomó aire

- Descubrimos la razón por la que esos hombres no fueron descubiertos – prosiguió – seguimos un rastro de huellas en el bosque, las que desaparecieron al llegar a un tramo donde los caminos se dividían –

- ¿Acaso se esconden en uno de esos caminos? – cuestionó intrigada

- No – negó la escocesa – Vanessa decidió que nos quedáramos a esperar, ocultos y cuando anocheció llegaron, Hans y siete de sus hermanos, hablaban de deshacerse de Elsa y Jack, no los mencionaron directamente, pero los describían – relataba y la cara de Rapunzel cada vez mostraba más miedo – no pudimos escuchar mucho, pues entraron en un escondite que está en el suelo del bosque... –

- ¡Qué! – exclamó sorprendida, interrumpiendo a su amiga – entonces estuvieron todo el tiempo ahí – dijo llevando las manos a su cabeza

- Es lo más seguro – Mérida le tomó un hombro para tranquilizarla – ahora necesito que escuches bien, aunque no los escuchamos a todos cuando estuvieron dentro de ese escondite, sí distinguimos que alguien dijo que el día de hoy realizarán un plan para vengarse – apretó sus ojos

- ¡No! – exclamó Rapunzel con ya bastante miedo – no podemos dejar que lastimen a mis primas o a Jack – miró fijamente a la Mérida – tenemos que informar a la policía –

- Todo menos eso, Rapunzel – la rubia la miró desconcertada – recuerda que no debemos decir algo de esto a Anna, ¿Cómo crees que reaccione al saber que Hans aun ronda y planea hacerle daño a los que conoce? No podría soportar el miedo y actuaría sin pensar. Además, necesitamos pruebas y saber sus movimientos –

- Debemos saber que traman hoy, antes que sea tarde – comentó Rapunzel, sumamente nerviosa, temía por sus primas y amigos.

- Así es, por lo que debemos arriesgarnos y volver a ese lugar – captó una mayor atención por parte de su amiga – Hipo decidió que es lo mejor, no sabemos que planean o a donde irán o de qué modo quieren amenazar a nuestros amigos, la respuesta ellos la tienen y así podremos estar presentes en cuanto salgan de su escondite y con suerte, escuchar su plan antes que lo lleven a cabo – observó a su amiga en espera de respuesta

- Estoy contigo – dijo Rapunzel decidida

- Muy bien – sonrió Mérida con satisfacción – Hipo y Astrid nos acompañarán; por cierto, tenemos más pistas – metió la mano a su bolsa, sacando la extraña moneda y el trozo de tela – esto lo encontramos la noche anterior y lo otro lo conseguimos, los hombres portaban un pedazo de esta tela en su brazo y necesitamos saber que dice para llegar más al fondo de todo – Rapunzel miró sin palabras los objetos, tomándolos en sus manos para verlos mejor – enviaré la tela por correo aéreo a mi reino, conozco un lugar donde pueden descifrar su naturaleza, bordado y necesito que me apoyes con la moneda, algún coleccionista debe saber identificarla – Rapunzel asintió tomándola y guardándola en el bolsillo de su pantalón –

- ¿Entonces que procederá? Debemos evitar que esos desgraciados se acerquen a nuestros amigos – preguntó la rubia

- Nos veremos en el trabajo de los chicos a las 7:00 pm – le respondió, logrando una afirmación de parte de la princesa. Ambas se marcharon a su salón tras acordar esa decisión valiente, que podría ser crucial.

Pasó el día de clases y cayó la tarde.

En el castillo de Arendelle

Elsa se encontraba en su habitación, descansando tras un día bastante ajetreado, leía un libro recostada en su cama. La puerta de su habitación se abrió para dar paso a Jack, quien se acercó con una sonrisa juguetona a la joven reina, Elsa sonrió al verlo, y sin levantarse de su cama, permitió que llegara hasta ella.

- Hola, mi lady – se sentó en el borde de la cama - ¿Qué estás leyendo? –

- Es uno de los tantos libros de mi colección, Jack – lo miró de reojo – nada importante – rió de manera tierna

- ¿Jugando a las adivinanzas? – se acercó más a ella y rozó su cuello con sus labios, esto la hizo sonrojarse - ¿Qué te parece leerme una página? –

- De acuerdo, Jack – se acomodó sobre la cabecera de su cama cruzando una de sus piernas mientras Jack se recostaba sobre su pecho a un lado de ella, mirándola atento.

Tras haber terminado de narrar la página, Jack la miraba cautivado, los ojos azules de la joven reina le aceleraban el corazón cada vez que los miraba y ella con su mirada y expresiones le hacía saber que a ella le pasaba lo mismo.

- Increíble historia, suena mejor con tu voz – estas palabras hicieron que la joven sonriera halagada – pero no me explico ¿cómo es que estás leyendo un libro tan profundo y pesado cuando has estado trabajando todo el día? – se levantó acercándose a ella y tomó suavemente el libro de sus manos, colocándolo a un lado.

- No me resulta pesado, Jack ¿qué es lo que propones? – preguntó con una sonrisa y mirada cautivadoras al ver como su novio se acercaba nuevamente.

- ¿Por qué no tratas de descansar un poco? Me gustaría quedarme acostado contigo durante un rato, sólo para estar juntos – le dijo el peliblanco, provocando un leve sonrojo en ella

- Me parece bien – sonrió la joven reina y acto seguido, Jack colocó una mano en su cabeza y acercó su rostro, uniendo sus labios con los de ella.

Permanecieron un buen rato plantando besos en sus labios, en cierto momento, Elsa retiró la sudadera de Jack para poder abrazar su torso y sentir la cercanía de su cuerpo, después de un rato ambos se acostaron, les hacía sentir felices sentirse cerca uno del otro; no pasó mucho rato para que quedaran dormidos.


7:00 pm

Mérida y Rapunzel se dirigían al café del señor Dahl, donde se verían con sus amigos. Al llegar a la puerta, Astrid e Hipo ya se encontraban listos.

- Puntuales, eso me alegra amigos ¿nos vamos? – preguntó la pelirroja, a lo cual los chicos asintieron. Mérida se acomodó el arco, que llevaba en su espalda junto a su carcaj, solo por precaución.

- Hipo me informó de lo que encontraron ayer – dijo Astrid un poco nerviosa – realmente estoy preocupada –

- Lo entiendo Astrid, pero debemos mantener la cabeza fría para poder estar un paso delante de esos hombres – le respondió Hipo

Mientras se encaminaban al bosque, un sonido de mensaje se escuchó y Rapunzel sacó su teléfono

- ¡Chicos! – captó la atención de ellos – me han llegado los resultados de la roca que encontré –

Todos se acercaron a Rapunzel para mirar la pantalla de su teléfono, la rubia empezó a leer en voz baja para evitar llamar la atención del resto de la gente en la calle

- De acuerdo con los análisis efectuados, la pieza se trata de un fragmento de material para construcción, que data desde hace 80 años. Se utilizaba para construir castillos, estatuas, monumentos, incluso salones privados. Por las características, pertenece al estilo estructural de la familia Arendelle – todos quedaron asombrados en este punto, aunque con nuevas dudas – por sus bordes parece haber sido separado de su estructura original por efectos de colisión hace 50 años. Esta fue toda la información que pude obtener –

Todos quedaron pensativos, esas palabras dejaban preguntas sin responder.

- ¿Una construcción de la familia real que existió dentro del bosque? Acaso ¿alguien del reino estuvo involucrado con lo que sea que pasara en un lugar lleno de hombres malvados que conocen el lugar como para no ser vistos por nadie más? – preguntó Hipo, tratando de descifrar todo

- No podemos sacar conclusiones apuradas – comentó Mérida – recuerden que aún estamos en una misión y no podemos permitir que eso nos confunda –

- ¿Qué esperamos para llamar a la policía? – preguntó Astrid – Espero que no sea muy tarde cuando lo hagamos –

- Astrid, prometimos que llegaríamos hasta el fondo de esto primero – respondió Rapunzel – si uno de los oficiales en el reino empieza a rondar cerca del bosque, quizá esos hombres se precipiten a actuar y nuestros amigos corran peligro antes de que sepamos que conecta todo lo que ha pasado –

- Es cierto – suspiró Astrid, reconociendo la promesa, no querían arriesgar la seguridad de sus amigos. Además, su propia intuición reconocía que ese día encontrarían más respuestas que antes.

Siguieron caminando hasta llegar a la entrada del bosque, Mérida empezó a buscar el rastro de huellas en el suelo, encontrándolo con habilidad y empezó a guiarlos, adentrándose hasta llegar al punto donde desaparecían. Con cuidado y tratando de no hacer ruido, Mérida palpó el suelo encontrando la compuerta, les hizo señas a todos para que se acercaran y pegaron el oído a ésta.

En el mayor silencio, se concentraron en escuchar cualquier sonido del interior. Esperaron varios minutos y no escuchaban nada.

- No puede ser – dijo Rapunzel con el miedo tratando de apoderarse de ella – ¿llegaríamos tarde? – su respiración se agitó un poco

- Sólo hay una forma de saberlo – dijo Mérida con una mirada decidida – hay que entrar –

- ¿Qué? – cuestionó la rubia de cabello dorado – ¿y si nos descubren? – miró a Mérida con temor en sus ojos verdes al pensar en esa probabilidad

- Lo tengo planeado – dijo y enterró sus manos en la tierra tomando las manijas para levantar la compuerta, quedando la entrada ante ellos, ninguna voz salía del interior – bajaremos a buscar, si tienen un plan debe estar ahí – observó a sus amigos – Hipo, Astrid ustedes diríjanse de regreso a la entrada y sean nuestra alarma, si los hombres aparecen dirigiéndose acá, avísennos en el momento –

- ¡Muy bien! – contestó la pareja con decisión

- Rapunzel y yo bajaremos – dirigió su vista a la princesa – ¿estás lista? –

La mirada de Rapunzel cambió el miedo por determinación, ante el tono de voz de su amiga – Lista, Mérida –

Así lo hicieron, Hipo y Astrid ocultos entre las plantas, caminaban hacia la salida, con cuidado de no ser vistos. Llegaron hasta la entrada del bosque, donde alguna que otra persona pasaba y decidieron sentarse arriba de un pozo, fingiendo escribir algunas observaciones del bosque para pasar desapercibidos. Por alguna razón, Hipo no podía dejar de mirar a su novia.

Mérida y Rapunzel habían entrado al escondite, cerrando la compuerta tras ellas. Se encontraron un amplio salón con una mesa al centro, asientos, estantes de libros, además había una cocina y habitaciones. Todo para habitar ahí durante mucho tiempo sin carencia alguna.

- Esto es increíble – murmuró Mérida ante lo que se mostraba frente a ellas – esto explica porque no podían ser vistos en el reino –

- Mérida, mira esto – llamó Rapunzel a su amiga, se encontraba frente un retrato bastante grande en la pared, de un hombre ya anciano, de bigote blanco, mirada dura, ataviado con uniforme real. Sin duda se trataba un rey. Al pie de la foto había un escrito que dejó helada a la rubia:

Rey Runeard de Arendelle, 1985

- Él fue mi abuelo – dijo llamando la atención de la pelirroja – padre de mamá, murió en circunstancias extrañas, pero, ¿que hace aquí un retrato suyo? –

- Parece que no es lo único – dijo Mérida mirando a otro lado – ven – se dirigió a uno de los estantes, el cual lucía un busto del mismo hombre, como si de rendirle culto se tratara, tenía dos velas a los lados.

Mérida entrecerró los ojos extrañada ante esto, de pronto se giró hacia la mesa y distinguió unos papeles con trazos, para su gran sorpresa eran el plan trazado estratégicamente, marcaba una de las afueras del castillo y tenía una hora escrita: 8:00 pm

Esto la hizo suspirar de alivio, pues estaban a tiempo de evitar algo – Rapunzel, lo encontré – llamó a su amiga, quien se acercó y miró el gran papel – es casi en una hora – sacó su celular y tomó una fotografía. Tras tomarla, un mensaje apareció en su bandeja, provocando que sus ojos se abrieran con miedo:

“Salgan de ahí, ellos van en camino”

Hace unos minutos

Hipo y Astrid disimularon su temor cuando vieron a la distancia al grupo de hombres que el chico había distinguido la noche anterior, pese a estar cubiertos con cabello falso y lentes de contacto negros. Le dió a entender con la mirada a Astrid que se trataba de ellos, por lo que ambos volvieron a su papel de observadores de la naturaleza.

Cuando cruzaron frente a ellos, la rubia sintió el peso de los ojos de Hans sobre ella. Los hermanos de él fingieron ser perfectos extraños, continuando su camino hacia el bosque, para evitar levantar sospechas, seguramente.

- Oye rubia, ¿qué haces? – le dijo sonriendo encantadoramente y retirando su sombrero

- Me dedico a estudiar la naturaleza, junto a mi novio – dominando su disgusto volteó a ver a Hipo.

- Oh ¿es tu novio? Mil disculpas – dijo un poco sorprendido

- No hay problema – murmuró Hipo mirándolo con seriedad

- De acuerdo – dijo el hombre – ¿podría ver su libreta? No sé mucho sobre este bosque –

- Claro – dijo un poco dudosa mostrándole sus anotaciones, que el hombre miró detenidamente

- Interesante, no sabía que estos árboles daban frutos – encontró la excusa perfecta para retirarse tras su impulsivo proceder – pasaré a buscar uno de esos, si me permiten –

- Adelante – dijeron ambos jóvenes al mismo tiempo, viéndolo alejarse

En cuanto Hans se perdió de su vista, Hipo sacó su teléfono, bastante alterado.

- Mierda, mierda – exclamó nervioso mientras escribía un mensaje – ya nos tomaron ventaja, esperemos no sea muy tarde – dicho esto mandó el mensaje a Mérida

- Calma Hipo, debemos esperar – trató de calmarlo, pero ella también temía por sus amigas.

Mérida volteó alarmada a mirar a su amiga – ¡Rapunzel! Tenemos que irnos – se dirigió hacia la salida, pero la rubia se detuvo en un estante mirando un libro que llamó demasiado su atención, la portada decía:

“Legado del Rey Runeard, fundamentos de sus seguidores”

- ¡Rapunzel! Debemos salir de aquí – exclamó justo antes de escuchar unas pisadas que se acercaban – maldita sea, no – murmuró adentrándose nuevamente a la sala

Mérida corrió a esconderse detrás de un sillón, mientras Rapunzel miraba desesperadamente a su alrededor conforme los pasos se hacían más cercanos. En un movimiento imprudente, tomó el libro y corrió a esconderse bajo una de las camas en un cuarto.

La compuerta se abrió para dar paso a los hombres de las Islas del Sur, Mérida sudaba nerviosa, rogando no ser descubierta.

- Tus impulsos juveniles pueden levantar sospechas Hans – comentó Alfred – debes saber controlarlos –

- Lo sé, lo sé – replicó el pelirrojo con cierta incomodidad.

Continuaron intercambiando comentarios hasta que la voz de alguien, Lars, los hizo voltear

- ¡Oigan! ¿Dónde está el libro maestro? – miraba confundido hacia el estante

- ¿No está aquí? – preguntó con sorpresa Runo – imposible –

- ¡Alguien estuvo aquí! – exclamó con molestia el mayor – no hay mayor explicación –

- ¡Maldición! Seguro tuvieron que ver esos chicos cerca del bosque – escupió con rabia Hans – tenemos que adelantar el plan –

- Entonces prepárense, partimos en dos minutos – dijo Lars, haciendo que todos fueran a diferentes lados

Rapunzel miró con horror como los hombres tomaban armas de fuego y las metían en una maleta diseñada especialmente. En cuanto las tuvieron, se dirigieron a la salida.

- En marcha – dijo Hans, saliendo de la guarida junto a los demás, cerrando la compuerta tras de sí

Las chicas salieron de su escondite, mientras Rapunzel jalaba su cabello, desesperada – ¡maldita sea! no podemos permitir que se acerquen a mis primas ni a mis amigos –

Mérida escribió un mensaje con rapidez a Astrid, mientras trataba de controlar sus nervios:

“¡Huyan de ahí ahora! nos vemos en la entrada del castillo”

Tras esto salieron cuidadosamente de la guarida, asegurándose que los hombres se habían alejado. Una vez que no vieron a nadie, salieron corriendo de regreso a Arendelle.

En el castillo de Arendelle

Elsa paseaba por el jardín de la mano de Jack, disfrutaban de la llegada de la noche mientras contemplaban las muchas plantas que había.

- Es tan encantador el perfume que emanan las rosas – comentó Elsa – de niña solía espinarme al tomarlas – reconoció riendo tiernamente

- ¿Cuáles son tus favoritas? – preguntó con una sonrisa el peliblanco

- Hay unas que siempre me han gustado – se dirigió unos cuantos metros de donde se encontraban, deteniéndose en un rosal que exhibía unas flores color rosa con rastros azules.

- ¿Cómo fue posible esto? – preguntó asombrado el peliblanco, observando los colores de las rosas.

- Cuando éramos pequeñas, mi madre juntó dos semillas en la tierra, de diferentes plantas – le relató con una dulce sonrisa – cuando los tallos crecieron, se juntaron entre ellos y pronto este rosal surgió, dando estas rosas como resultado –

- Son tan hermosas – comentó pasando una mano por la espalda de Elsa, detrás de la capa de su vestido – son lo que más se acerca a tu belleza – dijo con suavidad, provocando que Elsa sonriera encantada

- ¿Realmente lo piensas? – preguntó y Jack asintió para acercarse y robar un beso de sus rojos labios, lo que provocó que la joven reina se sonrojara.


- Espérame un poco aquí – comentó Jack – iré al baño –

- Aquí esperaré por ti, amor mío – comentó Elsa y miró a Jack dar la vuelta en una esquina del jardín.

Lo que en realidad pretendía el chico, era juntar varias rosas en una corona para colocarlas sobre la adorada cabeza de su novia. Inició más que emocionado su labor.

Elsa escuchó un ruido cerca y al girar, miró a un hombre de pie, cerca de la barda del jardín, éste se acercó lentamente a la peliplateada, quien sintió un raro ambiente conforme se acercaba a ella.

- Buenas noches, majestad – le saludó con aire amable

- Alto ¿Quién es usted? – lo miró con desconfianza, en sus ojos notaba algo conocido

- Soy uno de los nuevos reclutas para su guardia – hizo una reverencia – me encuentro a sus órdenes –

- Entiendo – contestó Elsa, algo desconcertada – pero ¿qué hace tan tarde en el castillo? Los reclutas se retiran a la hora de su comida –

- Digamos que soy un caso especial – comentó tranquilo, sin quitar su posición firme – me aseguro de vigilar esta zona –

- ¿Vigilar? – cuestionó Elsa

- Sí – dio unos pasos hacia ella y en un movimiento rápido la tomó de la cintura

- ¡Oiga suélteme! ¡se lo ordeno! – mientras la mirada del hombre se acercaba, Elsa logró distinguir unos rasgos conocidos, lo que provocó que empezara a sentir miedo

- ¿Quién es usted? – preguntó asustada

- Soy Albert, de las Islas del Sur y vengo a firmar tu condena, bruja – estas palabras la dejaron inmóvil de terror mientras los ojos del hombre brillaron con sadismo – despídete del mundo con este beso de la muerte –

Jack observaba inmóvil desde que el hombre la tomó con violencia, había terminado de recoger las rosas, pero al ver esto quedó sin habla.

El hombre se inclinó sobre el rostro de la joven reina, pero ella reaccionó y colocó una mano cubriendo su boca, evitando que la boca del hombre, que le pareció repugnante, tocara sus labios. Sin embargo, los celos y la furia que invadieron al chico, le impidieron ver con claridad eso.

- ¡Aléjate! – se escuchó un grito y el hombre miró con una sonrisa malévola a Jack, que se acercaba corriendo hacia él, con verdadera cólera.

- Los veo en el otro mundo – dijo soltando a Elsa y echó a correr hacia la barda donde antes había aparecido.

El hombre saltó la barda y Jack estaba a punto de hacer lo mismo, cuando fue detenido del brazo por la mano de Elsa

- ¡Suéltame! – dijo con desesperado enojo, tratando de tirar de su brazo para zafarse e ir tras el hombre

- ¡JACK NO! – le suplicó Elsa, asustada por lo que había pasado

En cuestión de segundos, apenas el hombre saltó la barda, el camino que dejaba detrás de él fue impactado con varios disparos de balas provenientes de los árboles, miró detrás de él y clamó con cierta frustración al ver que el chico no lo siguió.

Jack y Elsa quedaron petrificados ante lo que sucedió frente a ellos.

En cuanto sonaron los disparos, varios guardias del castillo se precipitaron hacia el jardín disparando hacia los árboles con sus rifles.

- Carajo – exclamó Lars mientras bajaba del árbol, sus hermanos hicieron lo mismo; se vieron obligados a retirarse, mientras tanto, los guardias les hacían persecución a través del camino de árboles

Elsa quedó paralizada de terror ante esto, tras unos segundos sin ser capaz de moverse, volteó hacia Jack y se lanzó a su pecho dando dos golpes en él, mientras se soltaba llorando.

- ¡Tonto! – lloró a gritos, mientras hundía la cabeza en el pecho del chico

Jack la abrazó asustado, provocando que ella lo rodeara con sus brazos firmemente, mientras su llanto lo empapaba.

- ¿¡Ves lo que pasó!? ¡Casi te pierdo para siempre! – siguió gritando, dejando salir todo su miedo en las lágrimas.

- ¡Elsa! ¡Jack! ¿están bien? – aparecieron en ese momento detrás de la esquina del jardín Mérida, Rapunzel, Eugene, Astrid e Hipo quienes al verlos se quedaron en silencio.

Jack les dedicó una mirada, dando a entender que necesitaba estar a solas, ellos accedieron y se alejaron un poco.

Elsa seguía llorando afianzada al pecho de Jack, el chico estaba asustado, dolido, también sentía celos y enojo por lo que vio, era demasiado para lidiar con ello.

- Elsa – dejó escapar unas lágrimas de coraje - ¿Por qué permitiste que ese imbécil te besara? – su voz tembló

La pelirrubia dirigió su mirada, inundada y roja por las lágrimas, hacia él con un nuevo miedo.

- ¡J-Jack!... él no me besó… ¿Cómo piensas eso? – sollozó suplicante – coloqué mi mano en mi boca pa-para que no m-me tocara… ¡te lo juro! ¡nunca dejaría que alguien aparte de ti se me acerque! – lo miró preocupada, pues podía ver los celos en la mirada de él – te estoy diciendo la verdad – volvió a sollozar

Jack respiró mientras el miedo lo abandonaba, la mirada de Elsa era sincera y sintió como esa inseguridad se iba esfumando poco a poco, volvió a la realidad para encontrarse con dolor al ver a Elsa llorar.

Llevó una mano a la cabellera de su novia y la acarició, mientras una de sus lágrimas caía sobre la cabeza de la joven.

- Tranquila Elsa, aquí estoy – depositó un beso sobre su cabeza

Duró un rato abrazándola, mientras el temor de ambos se esfumaba, Elsa separó lentamente su frente del pecho de Jack limpiando con sus dedos las lágrimas, sintió la mano de su novio posarse en su mentón y levantar su cabeza para toparse con sus ojos. Jack la miró aún triste y con el pulgar de su mano libre, limpió las lágrimas de los ojos de la reina.

- Estoy aquí mi amor, nadie podrá separarme de ti – le susurró provocando que ella empezara a sonreír, tomando cariñosamente la mano que limpiaba sus lágrimas.

El peliblanco le sonrió y se agachó para tomar la corona de flores que había preparado para ella

- Mira, preparé esto para ti – la colocó sobre la cabeza de Elsa, provocando que ella riera un poco, dejando salir el miedo restante. Ambos se miraron y al volver la calma hacia ellos, salieron del jardín rumbo al castillo.

Después de un rato, se encontraban en la sala con sus amigos quienes miraban con alivio que ambos estaban a salvo.

- Bueno, debemos hablar algo con ustedes – inició Mérida

Lejos de ahí

- ¡Maldición! – se jalaba el cabello con coraje Hans – después de esto, no podremos ya acercarnos al castillo –

- No pudimos hacer nada más – comentó el mayor – el plan se salió de nuestras manos –

Hans golpeó la mesa – supongo que es hora de un plan B – comentó

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