Capítulo VI: Guardián
Una vez acomodada su ropa nueva, Elsa se colocó su pijama y se dispuso a dormir.
Observó la luna por la ventana, nuevamente se sintió inquieta, pero la sensación de tristeza que había experimentado la vez anterior no estaba presente, trató de tranquilizarse y cerró sus ojos.
Durante su sueño, se sintió perseguida por alguien o algo, de pronto una gran barrera de fuego que parecía salido del inframundo le bloqueó el paso.
Retrocedió y quiso huir por otro lado, pero la barrera se extendió encerrándola. Angustiada vio como una gigantesca muralla de fuego oscuro le impedía escapar, mientras sentía que aquello que la perseguía se estaba acercando cada vez más. Trataba de buscar una salida pero era inútil, un sudor frío empezó a cubrir su frente y su cuerpo quedó paralizado de miedo.
En eso, sintió como una brisa acarició su costado, volteó y pudo ver que provenía de un brazo azul como el hielo, el cual atravesó el muro extinguiendo el fuego que se interponía, creando una especie de salida. Con un gran esfuerzo, logró moverse y tomó aquel brazo, que la llevó fuera del círculo, alejándola del miedo y el peligro, poco a poco empezó a sentirse tranquila.
Despertó incorporándose sobre su cama, observó a su alrededor, estaba en su cuarto. Dobló sus rodillas y abrazó sus delicadas piernas mientras cerraba los ojos ¿sería posible que ese sueño significara algo? Se sintió un poco confundida, cuando su mente se aclaró recordó el contacto con Jack el día anterior, fue breve pero no había dejado de estar sorprendida ante tal hecho. Abrió los ojos y volteó hacia la pared para ver su reloj: las 6:00 am.
Narra Elsa
Me encontraba un poco extrañada por el sueño que tuve, no podía encontrar en ese momento relación alguna con lo que vi. Sin embargo, llegó a mi mente el pensamiento de Jack, el joven mesero del día anterior, eso me hacía sentir tranquilidad. Bajé de mi cama dispuesta a estar lista desde temprano para mis labores, tomé una toalla y me metí a bañar. Diez minutos después salí, me unté crema de cuerpo, rocié mi perfume y dejé secar mi pelo mientras me colocaba mi vestido color azul hielo, metí mis pies en mis zapatillas del mismo color, tomé mi celular y lo encendí.
Quedaba una hora para las 8:00 am, así que decidí revisar con anticipación los pendientes, parte de la servidumbre dormía.
Saludé a las criadas presentes en la sala y me dirigí al buzón para ver si había algo: sólo unos pocos documentos entre ellos cuentas y reportes de fallas eléctricas.
Me encargué de mandar a algunos de los ingenieros del reino para revisar, después subí a mi cuarto y encendí mi computadora. Pasaron dos horas hasta que alguien tocó a mi puerta.
- ¡Elsa! ¿se puede?- llamó la voz de Anna
- Sí hermanita, pasa- respondí con alegría
La puerta se abrió.
- Hola hermana, ¿Qué tal dormiste?- dijo cerrando la puerta.
- Bien Anna, muchas gracias ¿Qué tal tu?- dije sonriendo, mientras ella se echaba sobre mi cama.
- Maravilloso- de pronto se puso de pie –oye Elsa, te veo más tranquila que otros días ¿se debe a algo?- levantó una ceja y sonrió.
- Me siento bien Anna, creo que es por la ropa que compramos ayer- sonreí, omití el hablar sobre mi sueño.
- Me da mucho gusto saberlo- me dio un abrazo- ven, bajemos a desayunar.
Salió de mi cuarto en dirección a las escaleras, la seguí. En un rato nos encontrábamos en el comedor desayunando.
- Elsa- mencionó Anna de repente. Volteé a verla. La noté algo inquieta.
- Mi novio vendrá el día de hoy, lo invité a ver una película y sinceramente me gustaría presentártelo- dijo un poco nerviosa.
Quedé pasmada un momento, luego di paso a una sonrisa – Claro Anna, sería un gusto poder conocer a tu nuevo dueño- Anna rió un poco por mi comentario.
- Me alegra oírlo- dijo ella mientras terminaba su desayuno.
Terminamos de desayunar y fuimos a atender nuestros deberes, la mañana se pasó en juntas con los representantes de otros países y la tarde fue tranquila, gracias a que adelanté los pendientes en la mañana, dispuse un poco de mi tiempo. Eran las 8:00 pm, iba bajando a la cocina por una manzana cuando llamaron a la puerta del castillo, casi inmediatamente escuché los pasos apresurados de Anna quien gritaba de emoción.
Después de un momento, Anna y su acompañante aparecieron en la puerta de la cocina, salí a su encuentro. Era un hombre rubio, con cabello lacio, alto y fornido con una cálida sonrisa.
- Elsa- dijo Anna con emoción – él es mi novio, Kristoff-.
- Mucho gusto majestad- me extendió la mano – Kristoff Bjorgman-
Saludé con una sonrisa – el gusto es mío, puedes llamarme Elsa- admito que me hace muy feliz ver el brillo en los ojos de mi hermana cuando está a su lado.
Termina de narrar Elsa
Dos días para entrar a la universidad
Elsa se sentía cada vez más nerviosa, en buena parte era emoción por la nueva etapa que llegaría, pero no dejaba de estar inquieta. Ese día, logró desocuparse a las 6 pm para su sorpresa, al encontrarse libre, cierto pensamiento la inquietaba un poco, por lo que recargó su cabeza en una mano y se quedó en silencio.
Después de unos momentos sus ojos se iluminaron con una idea, se puso de pie y fue a vestirse. Salió de su cuarto usando unos pantalones rosas con una blusa de color azul y brillantes que formaban un copo de nieve, llevaba unos zapatos de piso color azul y su clásica trenza de donde prendía un broche con forma de copo de nieve.
Al salir se topó con su hermana en el pasillo, quien la miró confusa - ¿Elsa? ¿A dónde vas?-
La joven reina se limitó a decir: - sólo saldré a tomar aire fresco Anna- antes de que su hermana respondiera, siguió su camino hacia la entrada seguida por la mirada de la menor –“creo que me oculta algo”- pensó.
Los guardias la miraron extrañados cuando llegó a la puerta, pues no había noticias de alguna salida importante que debiera realizar.
- Majestad, ¿A dónde…-
- Está bien, saldré un momento para el pueblo- interrumpió a uno de los guardias.
- ¿Gusta que llamemos al chofer?- preguntó con respeto.
- No es necesario, prefiero ir sola, muchas gracias- respondió Elsa.
- Si majestad- concluyó el guardia.
Elsa salió del palacio dirigiéndose hacia el pueblo. Sus pensamientos guiaron sus pasos hacia la calle que se dirigía al café donde desayunó con su hermana la otra vez.
Se detuvo en una esquina que daba hacia la entraba principal, desde donde atisbó las ventanas del establecimiento. Observaba el andar de los meseros que llevaban ordenes de una mesa a otra, sólo había dos, pero ninguno de ellos era una figura conocida para ella. Mientras observaba, no se dio cuenta que la calle que cruzaba la esquina se encontraba sola.
De repente, una mano se posó en su boca, tapándola con brusquedad y se sintió empujada hacia la pared, dándose un golpe en la espalda, trató de protegerse, pero una mano sujetó sus muñecas y las alzó apoyándolas en el muro.
Al abrir los ojos, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Frente a ella se encontraba Hans, el ex novio de su hermana, durante el día de su coronación llenó de halagos a Anna, logrando que se encariñara a tal grado que aceptó casarse con él. Elsa no percibió buenas intenciones por lo que rechazó la petición de su hermana de recibir su bendición para casarse. Anna estuvo molesta, sin embargo, días después escuchó a escondidas sus planes usurpar el trono del reino, por lo que cortó con él y emitió una orden de arresto en su contra, siendo expulsado de Arendelle.
Como sea que haya pasado, se encontraba frente a ella apresándola, mirándola con un desmedido orgullo.
- Hola majestad - dijo riendo el canalla – parece que no es un buen día para ti hoy, te tengo así que más te vale no gritar-
Quitó la mano de la boca de la reina, buscando rápidamente en su bolsillo algo, Elsa miró como sacaba una navaja y la apuntaba a su cuello, volteó nuevamente a verlo con una mirada donde se mezclaban temor y desprecio.
Hans movió la navaja en el aire, mientras una mueca fría aparecía en su rostro.
- Es hora de que te despidas del trono, bruja. Después de esto me encargaré de tu hermana- dijo sádicamente
- No lograrás tu cometido, maldito- gruñó Elsa
- Ya lo estoy haciendo- dijo con una sonrisa macabra
Levantó la mano con el arma, mientras Elsa cerraba los ojos pensando rápidamente una manera de escapar.
- ¡Hey! ¡suéltala!- se escuchó un grito
- ¿Qué…- Hans no pudo terminar la frase, porque al voltear fue embestido hacia el suelo.
Forcejeó ciegamente hasta que sus brazos fueron inmovilizados, perdiendo la navaja en el acto.
Elsa se levantó del suelo y abrió los ojos, quedó pasmada, mientras su corazón se aceleraba y llevaba las manos a su boca al mirar a su defensor –“Dios mío”- pensó – “es él”.
Llámese el destino, pero por alguna razón Jack volvía de ir por unas cosas a su departamento y regresaba por esa misma calle, cuando observó la situación a lo lejos y se acercó sigilosamente.
En cuanto se acercó, reconoció rápidamente a Elsa y al ver que era agredida, la sangre empezó a hervir en sus venas.
Hans observaba con enojo al peliblanco encima de él.
- ¿Cómo te atreves insolente? ¿No sabes quien soy? ¡Soy Hans, príncipe de las islas del sur!- gritó en un intento de intimidación.
- No me importa quien seas- dijo Jack en un volumen bajo pero lleno de ira – ¡eso no te da derecho a ponerle una mano encima! – lo miró con ojos encendidos.
Hans sudó nerviosamente ante el imponente tono de Jack.
- Escúchame bien principito- Jack lo atrajo hacia el tomándolo de la camisa y mirándolo con ojos fríos- si vuelves a acercarte a Elsa lo lamentarás, te estaré vigilando ¿me oyes?- Hans asintió asustado – Ahora, lárgate, no quiero verte por aquí-
Hans se incorporó y empezó a correr hasta perderse en la lejanía. Tan pronto como lo hizo, el joven peliblanco se volteó y llegó al lado de la reina.
- ¡Elsa! ¿te encuentras bien?- preguntó preocupado.
La chica sólo lo miraba con ojos muy abiertos, estaba impresionada, él la había salvado, apareció oportunamente defendiéndola de Hans y haciendo que huyera, todo ocurrió tan de pronto. Jack se atrevió a tomarla de los hombros.
- ¿Elsa? Responde por favor- Jack la miraba con preocupación creciente y a la vez, asombro.
Sin salir de su impresión, Elsa se abalanzó sobre él rodeando su torso con sus brazos, recargó su rostro en el tonificado pecho del albino, mientras cerraba los ojos.
Jack quedó helado por un segundo al sentir como la hermosa joven lo abrazaba, percibió que ella temblaba, por lo que pasó sus brazos por su espalda con algo de timidez.
- Está todo bien, te encuentras a salvo, majestad- dijo tranquilizándola
- Gracias Jack- logró decir con un tono atemorizado – no sé que habría hecho si no llegabas-
Ambos jóvenes quedaron en esa posición unos segundos, Jack se separó un poco de ella mirándola tiernamente.
- Será mejor que te acompañe a casa, iba a entrar al trabajo, pero no hay problema si demoro un rato- dijo.
- D-de acuerdo- murmuró Elsa todavía asombrada por lo ocurrido.
Ambos jóvenes emprendieron el camino de regreso, Jack sentía el nerviosismo que emanaba Elsa, por lo que no se atrevió a entablar conversación alguna, sin embargo, sentía una gran satisfacción de ir a su lado.
Llegaron cerca de las puertas del castillo, donde Jack notó a los guardias de la entrada.
- Creo que es mejor despedirnos aquí- Elsa lo volteó a mirar confundida –no se que harían si me ven cerca de la reina- dijo apuntando su mirada a los guardias.
- Sí… creo que tienes razón, tampoco sé que puedan llegar a hacer- lo miró dudosa - ¿Jack?-
- ¿Sí, Elsa?- arqueó una ceja el joven.
- Gracias por acompañarme a casa- dijo poniendo una sonrisa.
- No es nada, quería que llegaras bien- le devolvió la sonrisa
- Buenas noches, Jack- dijo y empezó a caminar hacia el castillo.
- Buenas noches, Elsa- respondió el chico, el nombre de ella era como una melodía para sus oídos. La vió entrar al castillo y dando la vuelta, se dirigió al trabajo. Esa noche, se notaba más animado y activo que de costumbre, por lo que su jefe no le dio importancia a la demora.
Elsa entró al castillo dirigiéndose a su recámara, el asombro que sentía no acababa de esfumarse y se sentía inquieta, aunque a la vez, animada. Decidió ponerse ropa deportiva e ir al cuarto de ejercicios del castillo (un pequeño gimnasio privado) para despejar su mente. Al cabo de una hora y media, salió y una vez que tomó un baño para limpiar el sudor de su cuerpo, se puso su pijama y bajó a cenar.
Su hermana ya la esperaba.
- Elsa, ¿Cómo te fue en tu salida?- preguntó en cuanto la vio llegar.
- Pues, b-bien Anna- se dio cuenta que titubeó sin querer.
- ¿Pasó algo? – arqueó una ceja Anna al notar el nerviosismo de su hermana.
- No Anna, bueno… sí- Anna la miró fijamente – fui al centro y pasé enfrente del café al que fuimos la otra vez- dijo tratando de sonar tranquila
- Ya veo, acaso ¿viste al chico?- sonrió pícara.
- Pues, no Anna- mintió la reina –pasé de largo pero el no estaba ahí, luego regresé a casa, eso fue todo- sonrió nerviosa a su hermana.
- Bueno- suspiró Anna con decepción –pero sabes que ese chico tiene algo especial, lo noté en ti-
Elsa agachó la cabeza para ocultar sus nervios y empezó a cenar, Anna la siguió. Durante la cena ella omitió el tema de Hans para evitar incomodar a su hermana, tampoco mencionó a Jack para evitar que su hermana empezara a hacer de las suyas.
Al terminar de cenar, subieron hacia sus habitaciones, Elsa se acostó en su cama mientras el asombro que sentía aún daba paso a una sensación de comodidad, no lograba entender todavía claramente porque se sentía así, estuvo pensando en ello cuando el sueño la venció.
En otra parte del reino
Jack se acurrucaba en su cama tras haber terminado otro arduo día de trabajo.
- “Vaya día que tuvimos. Pero valió la pena por ver segura a Elsa”- pensaba, de pronto sus ojos se abrieron - “no logré decirle que entraré en la universidad pasado mañana”- era verdad, cuando eso pasara solo trabajaría las tardes del sábado, por lo que quizá no la volviera a ver. Aunque, el acompañarla a su casa lo hacía sentir tranquilo y sobre todo, el haberla visto “se veía tan vulnerable como una niña pequeña” recordó el abrazo que le dio y suspiró.
En poco rato había caído dormido.
Al día siguiente
El día antes de entrar a la universidad ocurrió similar para ambos peliplateados.
Se ocuparon del trabajo y sabían que al terminar debían tener una mochila lista para el día siguiente.
Durante la tarde, Elsa se encontraba firmando unos tratados en su escritorio cuando llamaron a su puerta.
- Adelante- dijo sin despegar la vista del papel.
- Soy yo majestad- dijo la sirvienta de mayor confianza de ellas –permiso-
- Hola Alis, adelante- la volteó a ver y vió que tenía una caja en su mano, la cual extendió hacia ella – esto es para usted-.
Elsa la tomó con expresión de sorpresa revisándola, logró ver la firma del café tan conocido para ella.
- Muchas gracias Alis- la mujer hizo una reverencia y se retiró.
Abrió con inquietud la caja y con ojos enternecidos vió dentro un muffin de chocolate recién horneado acompañado de una nota, la tomó entre sus manos y leyó:
Me alegró mucho encontrarte el día de ayer.
Imagino que tu día es ocupado, por lo que espero que este pequeño presente pueda endulzar tu tarde.
Jack Frost
Sus ojos se cerraron un momento mientras sonreía con emoción. Tomó el postre y le dio la primera mordida, saboreando cada pequeño pedazo de chocolate mientras seguía con sus labores.
Al terminar, tomó una bocanada de aire mientras echaba hacia atrás su cabeza, de pronto un pensamiento vino a su mente.
- “No pude tocar el tema de la universidad por mis nervios”- pensó con cierta decepción, aunque después de eso trató de animarse a sí misma –“no se acaba todo aquí, ya tendré tiempo de volver al café y contarle… si es que la escuela me lo da”- sacudió su cabeza tratando de apartar lo último. Lo que menos necesitaba eran temores, aunque sabía que eran inevitables.
En el café
- “Muy bien campeones, aquí traigo dos malteadas de vainilla, dos de fresa y una de cajeta” – dijo en tono animado Jack mientras el grupo de niños en la mesa miraban divertidos la agilidad con la que el albino repartía las malteadas y, sobre todo, les dibujaba caras con chocolate líquido.
Quería disfrutar su día antes de entrar a la carrera y esa mesa de niños fue la pieza necesaria.
Jack caminó hacia la barra desde donde cierto castaño lo miró divertido.
- ¿Has considerado trabajar como mago, Jack esqueleto?- ante el comentario Vanessa lo miró de reojo haciendo que guardara silencio.
- No dudo que podría- dijo Jack bastante tranquilo –pero mañana inicio clases y quiero disfrutar este día- volteó a ver a su amigo sonriendo.
- Y que lo digas, no logro imaginar lo ocupado que estarás- Dijo Eugene.
- No creo que eso me impida seguir viéndolos- dijo Jack sonriendo.
- Eso es verdad amigo, la escuela no nos separará- sonrió de vuelta
- ¡Jack! ¿abriste la caja de muffins? – preguntó Hipo asomándose desde la ventana de la cocina.
El muchacho peliblanco volteó a verlo –sí, tomé uno para hornearlo- Hipo abrió los ojos.
- Puedes pedirnos ayuda, pudiste quemarte- dijo serio mirando a Jack.
- No te preocupes amigo, prefería hacerlo yo- respondió Jack sonriendo para sí mismo.
El día transcurrió y el joven llegaba a su departamento.
Rápidamente revisó el programa en línea de la carrera para saber que llevar, los pasados días había comprado sus útiles necesarios, por lo que sólo organizó su mochila y estuvo listo para dormir. No tardó en caer en un profundo sueño.
En el castillo de Arendelle
Elsa estaba teniendo de nuevo el sueño inquietante de hace días.
La sensación de sentirse perseguida, el fuego infernal que cortaba su paso y la rodeaba, el sentir que no había escape. De pronto volvió a sentir la brisa, vió el mismo brazo que rompía la barrera de fuego como una escarcha perpetua, que aparecía para ayudarla a escapar de ese círculo de fuego. Sintió como el brazo la alejaba y los miedos iban despareciendo, se sentía tranquila. Pero al volverse a ver hacia el frente, notó que no era solo un brazo lo que la sostenía, era una persona, un joven.
Miró hacia arriba y logró distinguir su rostro… era Jack. Volvió sus ojos para mirarla, lo que trajo a la joven una sensación de paz total.
Despertó debido al ruido de su alarma, se levantó y se metió a bañar. El sueño la tenía aún más inquieta, pero, a su vez le daba una sensación de felicidad que no había tenido antes. Tomó su ropa, una blusa azul con pantalones ajustados y un saco del mismo color y botas azul celeste.
Su hermana la esperaba afuera de su habitación, no quería que Elsa se fuera a su primer día de clases en la universidad sin despedirse.
Al verla, la abrazó y bajaron juntas al comedor. Elsa tomó un breve desayuno para luego despedirse de su hermana con otro abrazo.
- Cuídate mucho hermana, me avisas cuando llegues- dijo Anna despidiéndose
- Muchas gracias querida hermana, espero también tengas muy buen día- salió del castillo Elsa.
El chofer ya se encontraba listo para llevarla, le abrió la puerta de la camioneta y marcharon.
Por su parte, Jack se había levantado también, tomó una ducha y se vistió con jeans y una sudadera azul que tenía dibujos de escarcha, era su favorita. Se colocó unos converse azules y salió a la calle. Admiraba el amanecer en Arendelle, aunque conocía los alrededores de su departamento, cada pedazo del reino le parecía bastante interesante.
En 10 minutos se encontró frente a las puertas de la universidad, donde una masiva cantidad de estudiantes nuevos ingresaban. Tomó aire y se adentró entre la multitud, recorrió los jardines hasta dar con su edificio, con una mirada nerviosa y entusiasmo, entró al salón.
El ambiente estaba muy alegre, los estudiantes nuevos platicaban entre sí, algunos con cierta timidez y otros de manera extrovertida. Tomó asiento en segunda fila, acomodó su mochila y comenzó a charlar con su compañero sentado detrás suyo.
- Vaya alboroto que tenemos- dijo de forma animada.
- Sí- contestó su compañero rubio – hay gente que parece controlar sus nervios ante algo nuevo-
- Para mí es difícil, me quedo mudo ante lo inexplorado- dijo entre ligeras risas Jack.
- Y que lo digas, incluso yo me quedo inmóvil- respondió de igual manera el chico nuevo.
- Por cierto, me llamo Jack- extendió la mano
- Kristoff, es un gusto- al momento de estrecharla, el chico rubio hizo una mueca de asombro al tiempo que retiraba su mano para frotarla discretamente.
- ¿Qué pasa? Ah ya es por mi mano, ¿cierto?- cuestionó Jack con una mueca de obviedad. -Ya todos me han dicho lo mismo-
- Em…sí, pero no te preocupes, estoy acostumbrado, mi familia tiene una fábrica de hielos- mencionó algo dubitativo Kristoff, sin embargo, por dentro estaba asombrado “cuando saludé a Elsa sentí el mismo frío, pensé que era la única persona así” pensaba.
En ese momento entró el maestro y dieron inicio las clases.
Llegó la hora libre y los estudiantes se levantaron ansiosos de salir a tomar su desayuno.
- Iré al comedor, ¿gustas acompañarme Kristoff?- preguntó Jack a su nuevo amigo.
- Gracias, creo que iré al puesto de hamburguesas que ví a la entrada de la escuela-
- De acuerdo, en otra ocasión será- dijo Jack despidiéndose.
El peliblanco llegó al comedor universitario, era bastante grande.
Pasó a la barra y pidió unos huevos fritos para desayunar, miró en derredor buscando una mesa para sentarse.
Su mirada topó con una mesa ocupada por solo una persona, de inmediato abrió los ojos como platos.
No lo asombró el que hubiera lugar disponible, si no, la persona que ocupaba la mesa. De inmediato la reconoció, se trataba de una chica.
Jack quedó petrificado, sus ojos no podían moverse de sitio ¿acaso podría ser? ¿era su mente jugando con el? Su sorpresa aumentó todavía más cuando notó que la chica lo miraba de vuelta.
No era posible, se acercó lentamente mientras veía esos ojos azules igual de asombrados que los suyos.
- “Elsa…”
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