Capítulo III: Me hacen tanta falta
En el castillo de Arendelle
-¡Elsa! Ya casi es hora, ¿estás lista?- preguntó la chica de cabello naranja tocando la puerta de su hermana. Llevaba su cabello recogido en dos trenzas, vestía leggins negros con una falda del mismo color llegando hasta la rodilla, una blusa negra con manga larga, unas botas noruegas tradicionales en tono negro-gris y un gorro afelpado de color negro.
-¡Sólo cinco minutos más Anna! – respondió Elsa peinando su cabello en una trenza recogida alrededor de su cabeza y dejando caer su fleco sobre su pálida frente, se observó en el espejo: se atavió con un sombrío vestido negro de manga larga y cuello que le llegaba a los pies, medias y botas noruegas negras, llevaba puesta una capa púrpura y lucía una tiara sobre su cabello, sus ojos de color azul hielo se nublaron con algunas lágrimas, que logró contener para salir al encuentro de su hermana.
Al bajar la escalera, fueron recibidas por varios hombres uniformados, el de mayor edad se acercó a ellas haciendo una reverencia – Sus majestades, el transporte está listo- salieron del castillo para subir a una elegante camioneta plateada, la cual abordaron, el chofer cerró la puerta y tomó el volante.
En 20 minutos habían llegado al cementerio de Arendelle, se encontraban frente a una gran cripta con epitafios grabados en oro, los que rezaban “Rey Agnarr y Reina Iduna de Arendelle” Elsa se acercó unos pasos, cabizbaja, mientras las primeras lágrimas le recorrían las mejillas, pasando por sus pálidas pecas hasta su quijada y caían al césped.
Ese día se cumplían 3 años del fallecimiento de sus padres, habían perecido en una tormenta de altamar que hundió su barco. Quedaron solas siendo muy jóvenes, sin haber tenido Elsa la oportunidad de aprender más de la mano de ellos sobre sus deberes. Se había convertido en reina hace pocos meses a sus 20 años tras haber cumplido su hermana la mayoría de edad.
Recordó con profunda tristeza como su mundo de juegos al lado de su hermana de pronto se volvió oscuro, con dolor e interminable bruma desde ese trágico día; en un abrir y cerrar de ojos se vió con el deber de tomar el control de su reino.
Elsa puso una mano lentamente sobre la cripta, sus labios temblorosos susurraron débilmente – Mamita… papi….- con una voz quebrada por la pena – cada uno de estos años he seguido deseando que no hubieran salido a ese viaje – sus lágrimas se volvieron más frecuentes y se llevó las manos al rostro rompiendo en sollozos, ¡oh, cómo sentía la falta de sus padres! siendo reina se sintió obligada a mostrarse fuerte, por su hermana, por su pueblo… a pesar de haber logrado hasta el momento un buen reinado, sentía la falta de alguien que viera por ella, sentía la obligación de cuidar a su hermana Anna y ser fuerte por ella, pero a Elsa ¿quién la cuidaba? Esos pensamientos habían pesado sobre ella en muchas ocasiones. Pese a mostrarse seria, maternal con los suyos y con una madurez impulsada por el desarrollo de su deber, era una chica dulce, tierna y anhelaba la diversión.
A las dos hermanas no les faltaba nada materialmente hablando, tenían abundancia, servidumbre para mantener limpias sus habitaciones y pertenencias, clases particulares si así lo deseaban; sin embargo, sentían la falta del cariño de sus padres. Tras dejar escapar su llanto, la pelirrubia recobró un poco de serenidad, volviendo a susurrar – los extraño mucho, nos hacen falta a Anna y a mí, he hecho lo posible por mantener prosperidad en el reino que nos dejaron, en ocasiones siento que el peso es demasiado- suspiró con pesar pero poco a poco trató de esbozar una sonrisa – seguramente lo saben, pero... tengo una noticia que me alegra mucho anunciarles, por fin fui admitida a la universidad, sé que en algún lugar me observan y compartieron mi alegría. Confío que puedo tener el control del reino y avanzar profesionalmente, estoy nerviosa pero a la vez me emociona este camino que tomaré, sólo les pido que me acompañen en el recorrido, desde donde se encuentren –
Tras decir estas palabras, se puso de pie y volvió hacia Anna, quien limpiaba sus lágrimas con la manga de su blusa, su rímel estaba corrido. Ambas hermanas compartieron un abrazo, al separarse, Anna dijo:
-Estoy segura que ellos están orgullosos de ti Elsa, así como yo estoy-
-Gracias querida hermana- volteó hacia la cripta – prometo no fallarles, esto es por ustedes-
Mencionó estas palabras como queriendo grabarlas en mármol, después de todo no había sido fácil, tras terminar su educación preparatoria, Elsa había hecho el examen de admisión a la Universidad de Arendelle sin permitir que su beneficio como reina se pusiera de por medio, ella quería probarse a sí misma que tenía la capacidad de lograrlo como cualquier otro estudiante, la primera ocasión no logró el puntaje necesario para la carrera de relaciones internacionales, su ánimo no decayó y esta segunda vez lo había logrado. Ella anhelaba esa carrera ya que le ayudaría más en su puesto como reina, además que la historia de los demás países siempre le había gustado. Tenía el deseo y ambición de trascender y lograr una carrera llevando la responsabilidad del reino.
Las hermanas subieron a su vehículo y volvieron al castillo, mientras la tarde se volvía noche.
No muy lejos de ahí
-Señor Jackson Overland Frost, tengo el gusto de decirle que está contratado- mencionó el hombre con barba y patillas enfrente del escritorio.
-Jaja ¡Esto es excelente! ¡muchas gracias señor Dahl!- Jack reía con emoción, mientras se paraba de un salto de su silla.
Había encontrado empleo en un pequeño café en el centro del reino, su currículum le fue favorable, pues su trabajo como mesero y su excelente reputación en la escuela lo convirtieron en el candidato ideal. El hombre miraba divertido la emoción del peliblanco.
-¿Cuándo inicio señor?- Preguntó Jack recobrando la compostura y acomodando las mangas de su camisa.
-Mañana mismo muchacho- le extendió una bolsa con 3 camisas – te hago entrega de tu uniforme y espero encuentres agradable el ambiente-
-Muchas gracias señor, confío que si- Jack se despidió de mano, mientras el hombre disimulaba el frío que le causó el contacto, cuando Jack salió, el hombre agitó su mano desesperadamente –las manos de ese muchacho parecen de hielo- pensó.
El joven ojiazul encontró la calle de noche, llegó con alegría a su departamento, acomodó su ropa para el trabajo en un perchero y se recostó en la cama sintiéndose satisfecho. Volteó a la ventana, observando la luna, se veía tan blanca y brillante esa noche, parecía que le trataba de decir algo. Debajo del astro divisó el castillo del reino, bañado por sus rayos plateados, en eso notó una sola luz encendida en una de las ventanas.
Lo observaba pensativo -¿Qué se sentirá vivir en un castillo? ¿Cómo será la vida de la realeza? Bueno, probablemente nunca lo sepa un muchacho como yo, que viene de una familia trabajadora y ha podido estudiar con becas, quizá nunca pueda conocer el castillo-
Narra Elsa
Después de cenar una ensalada y un té, Anna y yo subimos a los cuartos. Tras despedirme de ella, entré al mío, encendí la luz, me di un baño y me coloqué mi pijama, antes de acostarme observé por el balcón la luna, se veía muy hermosa.
Recordé las veces que mamá me mostraba la luna y decía que si se le hablaba podía escucharnos, la miré con algo de nostalgia.
-Ojalá pudiera sentir nuevamente el cuidado que me daban estando aquí- dije mirando la gran esfera celestial. Cerré mi balcón, apagué la luz y me metí a la cama, mañana espera otro día de deberes.
Termina de narrar Elsa
Una hora después, dos jóvenes peliplateados dormían profundamente ignorando el cambio que tendría su vida.
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