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Capitulo 56

Me sentía en una nube esponjosa, sentía que flotaba, era algo delicioso de sentir, hacia mucho que no descansaba tan bien, hace mucho que no disfrutaba del simple hecho de cerrar los ojos y dormir. El despertar de eso era una exquisita desorientación, no sabía dónde estaba, ni siquiera recordaba  cuando me quede dormida, supongo que estaba tan cansada que prácticamente me quede noqueada.

Comencé a revolverme en la cama como siempre hacia antes de siquiera abrir los ojos, mi gusto por el sueño perduraba, era algo que no moriría, pero ahora tenía responsabilidades que atender y por ende solo me permitía cinco minutos de revolcarme en la cama. Me estiré siendo muy ruidosa, el hacer ruido me hacía sentir placer, y luego empezaba a abrir lentamente los ojos, estaba en mi habitación, lo raro era que no tenía mi pijama, era evidente mi terrible cansancio.

Aun adormilada me senté sobre mi cama y empecé a pasar la mirada por mi cuarto sin mirarlo en realidad,  me detuve en la figura de un hombre sentado en la única silla de mi cuarto, tenía una posición definitivamente incomoda, la boca entreabierta y una línea de saliva corriendo su barbilla, conocía esa imagen, muchas veces me había sucedido. Pobre, le dolería horrores el cuello. Estaba demasiado cansada y me deje caer de nuevo en la cama y me puse de lado para poder observar una vez más al hombre, me era vagamente conocido, mi cerebro trataba de decirme algo insistentemente, pero aun seguía medio dormida, no le hice caso y cerré mis ojos, solo para descansarlos un rato.


Me desperté con un jadeo. Uriel. ¿Dónde estaba Uriel? ¿Fue un sueño? ¿Mi mente masoquista acaso? Mire a mi alrededor y mi corazón dolió al percatarme de que estaba en mi habitación. Fue un sueño de nuevo, uno que se sintió demasiado real. Lágrimas picaron en mis ojos, pero las empuje hacia dentro, no tenía tiempo para llorar ahora mismo, tenía un trabajo al cual dirigirme, cuando regresara a casa lloraría junto a la única foto que había conseguido de Uriel, y claro el peluche que me regalo. Busque con la mirada mi peluche más preciado, encontrándolo en la silla, en el regazo de un hombre.
Salte fuera de la cama en un latido ¿Qué hacia un hombre en mi casa? ¿En mi cuarto? ¿En mi silla? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Con el corazón latiéndome en las sienes me moví lo mas sigilosa que pude y tome el arma más cercana que tenia; un zapato. Me moví frente a él, pero no podía verle el rostro ya que tenía el cuello echado hacia delante, esa posición era dolorosa ciertamente.

Con la punta del zapato trate de hacer que su cabeza fuera hacia atrás, pero un leve toque no era suficiente, su cabeza era pesada. Probé una vez más, esta mas fuerte y el cuello, con un crujido, se movió y la cabeza con un golpe se estrelló contra la pared, apreté los ojos sintiendo dolor por él, cuando los abrí y mire los rasgos de la cara masculina.

Me sentí débil, aunque diferentes, eran los rasgos de Uriel… no podía ser cierto, él no podía estar aquí, era imposible, y sin embargo… no podía cantar victoria, no me fiaba de mi propia visión, así que con ayuda de mi arma, lo golpee en el muslo para despertarlo, dormía como cuando me tocaban turnos de 24 horas. No respondía, lo intente varias veces más, pero seguía sin responder. Tendría que ponerme más ruda, me acerque un poco y con cuidado pinche con mi dedo su abdomen, nada. Lo seguí intentando hasta que comenzó a revolverse, de repente toque un lugar especialmente sensible y el prácticamente salto en su lugar, asustándome y haciéndome retroceder hasta la cama. Abrió sus ojos y deje de respirar… eran dorados.

- Uriel… - fue mi trémulo murmullo, tenía atoradas en la garganta las lágrimas suficientes para llenar el lago de Atitlán.

- Lizzy – rápidamente se puso de pie y fue hacia mí, pero yo seguía sin creer nada, se me hacia mas una ilusión dolorosa, comencé a pellizcarme los brazos violentamente para despertar del sueño o de la ilusión, era tan terriblemente doloroso que mi mente me hiciera una cosa de estas.

– Deja de hacerte daño por favor – la voz de Uriel era más profunda de lo que recordaba, sus manos llegaron a mis manos y las apartaron de mis brazos.

- ¿Eres real? – sentía las mejillas mojadas, así que suponía que mis lágrimas salieron sin pedir permiso – ¿estás aquí o es mi mente la sádica? ¿vuelvo a tener alucinaciones o algo peor?

- Estoy aquí corazón – después de dichas palabras ser pronunciadas sus brazos me rodearon y pude sentir su olor tan distintivo, como todo en él, ese olor a sol que solo podía tratar de rememorar de mi mente, pero que no le hacía justicia a la realidad. Me aferre a él con todas mis fuerzas, probablemente lo estaba asfixiando, pero no me importaba. Tenía tanto miedo de que desapareciera si no lo sujetaba lo suficientemente fuerte, ya me había pasado una vez – te extrañe tanto Lizzy, cada momento, cada segundo. Te necesitaba junto a mí estar bien, te amo.

Yo no podía responder a sus palabras, no porque no quisiera, si no porque mi llanto me lo impedía, estaba llorando por todo el tiempo que mantuve mis sentimientos enterrados, lloraba por todo el tiempo perdido, pero sobre todo lloraba porque no podía creer que realmente estaba aquí, en mi casa, en mi cuarto y sobre todo abrazándome. Llore por mucho tiempo y en ningún momento se me cruzo la idea de soltar a Uriel, a lo lejos creo haber escuchado la voz de Jane, pero ni eso hizo que levantara la mirada, mi cara estaba enterrada en el pecho de Uriel y así era como quería estar.
Nos quedamos más tiempo así, Uriel en todo momento me acariciaba, estábamos tan desesperados por el otro, yo casi me vuelvo loca de las ansias que tenia de tocarlo, cuando sentía que era necesario ver su rostro me separe un poco y me obligue a mirar su cara. El simple hecho de darle un vistazo a esa sonrisa eterna, a esos ojos hermosos, a esos labios perfectos, todo el conjunto de él, diferente pero siendo él de todos modos, hicieron que comenzara a llorar otra vez.

- Ya no llores, por favor – Uriel acaricio mi mejilla y yo simplemente adoraba su toque – ya no quiero ver lágrimas en tus ojos. ¿Puedes darme una sonrisa, por favor? – trate de hacerlo, bueno lo hice para él, pero estaba segura que lo que se formo en mis labios fue una mueca extraña – esa no es la sonrisa que antes solías brindar ¿Qué le paso a tu sonrisa? – y allí estaba mi torpe Uriel y así de fácil incluso pude reír. – eso es, justo así de hermosa la recordaba.

- Tienes que contarme todo – suspiraba y de vez en cuando aun me estremecía algún hipido, pero estaba preparada para recibir respuestas – sigo sin creer que no esté dormida.

- Primero tengo que decirte que tu papá te ama mucho - ¿mi papá dijo? – y que el día que falleció, aun no tenía que hacerlo.

- ¿Cómo…?

- Él decidió darme su lugar, por así decirlo – comenzaba a ver borrosa su cara – ya no soportaba verte infeliz, quería darte un regalo que realmente fuera algo que lograra hacerte feliz, él  no podía ser feliz si tu no lo eras.

- Entonces… ¿yo lo mate…? – ¿yo había hecho eso? Era un monstruo, no podía creer cuánto daño había hecho. Me aleje de Uriel, ahora mismo me sentía tan repulsiva.

- ¡No! – Uriel me tomo entre sus brazos, puse solo un poco de resistencia, era débil y el era lo que más quería en este momento. – no hiciste eso de ningún modo, no vuelvas a decir algo como eso nunca mas, harías que el sacrificio que tu padre hizo por ti no tenga el mismo valor. Lo que él hizo fue con todo su amor, no vuelvas a culparte por nada, fue su decisión y él agradecería que lo tomaras como tal.

- Pero… - mi llanto me dificultaba hablar, pero tenía que hacerlo – yo lo extraño tanto, aun lo necesitaba conmigo, mi mamá también lo necesita, mi hermana… - era un desastre acuoso, ni yo misma me entendía, pero al parecer Uriel sí. Me regalo una sonrisa suave.

- Sabes que Jane lo extraña, pero no lo necesita, tu mamá es fuerte y se esta sobreponiendo a algo natural de la vida, pero eras tú la que le preocupaba enormemente y no se arrepiente, él creía que con esto te devolvería la vida, yo no soy tan presuntuoso para suponer que yo pueda darte lo que necesitas, pero te aseguro que estaré honrado de ser parte de tu vida y hacerte sonreír – de repente su seguridad se volvió timidez – solo si tu quieres.

No resistí el impulso y me lance a sus brazos y prácticamente lo tacleé, el cayo de espaldas en la cama, pero estaba muy cerca de la orilla y caímos por el borde de la misma, casi  quedo soterrada bajo el peso de Uriel, pero el rápidamente se puso en mi lugar y fui yo quien quedo sobre él. Uriel se quejo un poco, angustiada comencé a chequearlo.

-¿Estás bien? – toque su rostro y me sorprendió el pinchazo que sentí bajo mis dedos –tienes barba. – el inspecciono sus mejilla al igual que yo y se sorprendió de encontrar vello allí, al parecer él tampoco se había percatado de eso.

- Qué extraño…  - sus ojos eran como siempre que descubría algo nuevo, extrañaba esos ojos dorados brillando de emoción. Sin pensarlo dos veces me incline y lo bese, presionando mis labios apretadamente sobre los suyos, sentí como si me hubieran dado una descarga de electricidad, todos mis sentidos despiertos ahora mismo y terriblemente conscientes de él. Al parecer yo no era la única que extrañaba contacto físico porque Uriel empezó a mover sus labios, probando los míos, sus manos como siempre lo hacían fueron a mi cabello. Yo no estaba en la posición más cómoda del mundo, así que puse una pierna a cada lado de su torso y profundice el beso, estaba desesperada por más de Uriel, había pasado tanto tiempo privada de su sabor y ahora que lo volvía a probar me estaba desquiciando.

Sin saber cómo, mis manos acabaron bajo su camisa negra y creo que quería arrancársela, en realidad no creía, quería hacerlo.

- Lizzy, detente – no le hice caso, empecé a subir su camisa, quería arrancársela, de repente sentía mucho calor. – para… - su voz era un susurro entrecortado, supongo que él también quería esto.

- ¿todo esta… bien? – la pregunta de Jane termino en chillido – ¡Lizzy, levántate de allí! ¡Aquí no se hacen esas cosas!

Con un jadeo me despego de los labios de Uriel y miro a mi hermana en la puerta con las manos en las caderas y viéndome fijamente con el ceño fruncido, la viva imagen de mi mamá.

- Y yo que pensé que podía confiar en dejarlos solos… - ahora su mirada se poso en un Uriel muy sonrojado – pero ya me di cuenta que tu eres un pobre cervatillo acechado por una leona, voy a tener que enseñarte artimañas y tips para poder defenderte.

- ¿Qué haces aquí Jane? ¡esta es mi habitación! – me baje de encima de Uriel, esto era demasiado vergonzoso - ¡sal de aquí!

- A mi tu no me sacas de ningún lugar, y me voy de aquí pero con ustedes – le da la mano a Uriel para ayudarlo a ponerse de pie y él obedientemente se la da – vamos a desayunar porque muero de hambre, y espere mucho tiempo por ustedes dos, les di suficiente tiempo, incluso les dio tiempo de andar haciendo cochinadas, si vengo diez minutos después me los hubiera topado sin ropa.

- Cállate Jane – gruño.

- Me encanta que vuelvas a tu estado de ogro por la mañana – me da una sonrisa sincera y sé que lo dice enserio – pero ahora mismo te tienes que levantar de allí y comer, anoche no cenaste y hoy si debes trabajar.

- ¿Desde cuándo estoy dormida? – pregunto sorprendida.

- Desde ayer por la tarde, desde que el bueno de Uriel te noqueo – al ver mi cara alarmada levanta una mano para detener cualquier cosa que fuera a decir – pero no te preocupes, llame a la fundación y les dije que aun no te encontrabas del todo bien y que tu asistencia ahora mismo seria, mas bien, intermitente. Ellos comprendieron perfectamente.

Sin otra palabra seguí a mi hermana y a Uriel hacia nuestra pequeña sala-comedor, sin premeditarlo mi vista viajo hacia la retaguardia de Uriel, nunca me había fijado en esa parte anatómica de un hombre. Al parecer mis hormonas habían llegado muy tarde o venían con Uriel, o quizá era una mezcla de ambos…

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