Capítulo 50
- Este fin de semana es todo nuestro – fue la primer frase que salió de los labios de Uriel cuando abrí la puerta de mi casa. Anoche regrese tarde a la casa después de estar todo el día con Linda, en el instituto deje a mi hermana y amigas explicándoles vagamente que teníamos
que pasar tiempo, Uriel y yo, con Linda. Luego en la tarde fuimos a su casa para pasar tiempo con ella y tratar de hablar con sus padres.
Pensaba que sería más difícil dialogar con ellos, pero no fue así, de hecho ellos estaban muy preocupados por ella, pero ella no quería abrirse a sus padres. Lo que me hizo inevitablemente formular una pregunta incomoda ¿Por qué conservaban ese bar de porquería? Claro que no le dije de porquería en su cara. A lo que ellos respondieron que era por su hija, ella no quería deshacerse de un lugar donde nadie la criticaba, allí en medio de personas no precisamente con la mejor reputación, ella no era vista como una paria, allí las cosas simplemente podía ser como y quien quisiera, espero que se deshagan de ese lugar.
El día de ayer me sentí muy bien, no pensé en la cuenta regresiva que estaba instalada sobre nuestras cabezas, me hizo sentir útil, ayudar me lleno más de lo que podría imaginar. Pero regresando al día de hoy, sabía que lo pasaríamos juntos y mañana también, por eso a pesar del desvelo estaba levantada a las 7:00 am y lista para lo que se que hiciéramos.
- Nuestro – repetí de acuerdo, dejando vacía mi mente de todo pensamiento negativo. – ¿a dónde vamos?
- Quiero sorprenderte – me respondió tendiéndome su mano, la tome y empezamos a caminar, no hablamos en el camino, supongo que queríamos mantener esa paz que obteníamos al ser tan temprano un día sábado. En un momento dado soltó mi mano y paso su brazo sobre mi hombro, me encantaba la sensación de sentirme pequeña y a la vez protegida.
Sin notar el camino por el que íbamos, me sorprendo cuando llegamos a nuestro lugar, y quiero decir nuestro, porque aquí fue donde Uriel me pidió que fuéramos novios, así que este lugar es nuestro. Automáticamente me siento feliz y sonrió de verdad como no lo hacía desde hace mucho tiempo, rápidamente busco el lugar exacto y sonrió aun más al percatarme que hay una gran cesta tapada.
- ¿Y eso para qué es? – le pregunto curiosa.
- Ven a ver – me insto con tono solemne, él sabía cómo provocar mi curiosidad. Me acerque y encontré un peluche precioso, era un ángel, no se me pasaba la ironía, había una botella de vino tinto, me gire hacia él. – solo beberemos poquito, además no tiene casi nada de alcohol. Es una de las bebidas favoritas de todos los tiempos y no me quiero ir sin haberlo probado con alguien importante y mucho menos sin brindar.
Se encogió de hombros con una sonrisa vacilante, ¿quién lo diría? Un ángel puro y bueno me iba a iniciar en mi vida de las bebidas felices, seguía sin poder creerlo y lo miraba negando con la cabeza.
- Los sacerdotes beben vino, incluso Jesucristo lo hizo – me dijo casi con desesperación, me reí de él, era tan tierno.
- Tranquilo, lo preguntaba por si no tendrás problemas allá arriba – le contesto viendo hacia el cielo, que hermoso día está haciendo.
- Sería un pecado si lo usará para embriagarme o por vicio – vuelve a rodearme los hombros – yo solo quiero hacerlo para celebrar el hecho de habernos conocido.
Sus palabras solo tocan una fibra sensible dentro de mí que activa el interruptor de mis lágrimas, así que me fijo en la cesta de nuevo y saco una bolsa de papas fritas y lo veo conteniendo una risa.
- Me encantan y a ti también – se encoge de hombros. Uriel es perfecto.
Sigo revisando la cesta y hay sándwiches de ensalada de pollo, que seguramente fueron hechos por sus manos, ya que tienen una apariencia extraña, muchas fresas y muuuucho chocolate derretido.
- Tú eres el Winnie Pooh del chocolate – le digo riendo, tendré que enfrentarme al hecho de que subiré de peso y tendré más de una espinilla en mi cara.
Regreso todas las cosas a la cesta, todas menos el peluche. Le pregunto si es para mí y cuando me responde que si lo sostengo cerca de mí. Nos decidimos por sentarnos en el césped y pongo en práctica una pose que he visto en miles de películas, lo siento a él primero y luego me siento frente a él entre sus piernas. No es necesario que yo tome sus brazos para rodearme, él lo hace instintivamente mientras me recargo en su pecho.
El momento es simplemente perfecto, el ambiente, el silencio, la compañía, todo. Menos el hecho de que vivimos tiempo prestado, que tenemos menos de dos días y que no puedo conformarme con eso. Uriel siente mi tristeza y al instante esa sensación electrificante que es propia de él recorre mi cuerpo, pero eso no es suficiente para hacer sentirme mejor, eso no basta. Porque esa ayuda no es Uriel quedándose conmigo.
Comienzo a llorar y no quiero hacerlo, no quiero echar a perder nuestro momento, es lo último que tenemos pero no puedo contener todo el dolor que desata su partida dentro de mí. No sé si preferiría no haberlo conocido para no sufrir como lo hago y como se que lo hare en el futuro. Pero el pensamiento de no haberlo conocido me deja un vacío desolado en el corazón y el alma, él es demasiado importante para mí y siempre lo será.
Cuando siento que vendrá un llanto eterno que nada podrá pararlo, me giro y lo beso, lo beso con todo el amor del que soy capaz, lo beso con toda la ansiedad que provoca el pensamiento de su partida, lo beso como nunca besare a nadie en la vida, este beso solo será entre él y yo. Y aun así sigo llorando y por un momento pienso en la película “Enredados” y tengo la loca idea de que mis lágrimas hagan una especie de hechizo para que Uriel se quede a mi lado, pero después quiero reírme de lo ridículo de mi pensamiento.
Lo sigo besando y me prometo que será la última vez que llore frente a él, que no seguiré echando a perder tiempo valioso. Tomo con fuerza la parte trasera de su cabeza y presiono mis labios, fuerte, sobre los suyos y nos quedamos de esa forma por mucho tiempo. Cuando me siento más tranquila y capaz de controlarme me separo de Uriel, el me da una mirada tan tierna que no la soporto, aparto mi vista de pe él y siento sus manos soltar mi cintura e irse a mis mejillas para limpiar mis lágrimas. Quiero decirle cuanto lo extrañare, pero no lo haré, no puedo.
Siento su mirada sobre mí e intento ser fuerte y sonreír, pero no puedo, así que me levanto y empiezo a caminar par alejarme de él.
- Dame un minuto – le pido - ya vuelvo. – y sin verlo me alejo y me pongo a caminar para tratar de tranquilizarme.
Comienzo a pensar que hare en el futuro, antes no tenía idea de que haría, no tengo ningún talento así que era complicado, pero creo que ahora se lo que quiero, todavía no estoy tan segura, sin embargo ya tengo una idea y eso ya es mucho.
Me siento junto a la carretera en una piedra que se encuentra allí, y ya no pienso, solo siento el viento que se hace sentir allá donde vaya. Veo a los autos pasar y empiezo a contar los rojos, los negros, los blancos, esos son los más comunes. No me doy cuenta en qué momento llega Uriel y se sienta junto a mí, de su espalda saca un libro y me lo entrega. Es un libro de poesía.
- ¿Quisieras leérmelo? – me pidió susurrando. Le diría que si a casi cualquier cosa que él me pidiera. Toma mi mano y la besa, sonrió, tomo su mano y la beso, se sonroja y puedo reír.
- Vamos, voy a leerte – lo arrastro conmigo. Ahora me siento pegando la espalda a un muro y golpeo mis piernas, él me ve extraño pero se acerca y se sienta sobre mí, casi me factura las piernas.
- ¿Qué haces? – le pregunto con la voz estrangulada.
- Tú me pediste que me sentara – se atreve a acomodarse moliéndome las piernas – ¿segura que estarás cómoda así? – frunce el ceño y se sigue moviendo.
- Bájate… - le digo sin aliento – bájate Uriel. – se baja y siento que puedo respira de nuevo, muevo tentativamente las piernas para ver si aun están allí y sirven, gracias a Dios se mueven. Sin que le diga nada toma posición como lo había instado a que hiciera en un principio; poniendo su cabeza sobre mis piernas. Me acomodo y empiezo a leer.
Cuando llego a la mitad del libro me detengo, volteo a ver a Uriel y este tiene los ojos cerrados y la respiración pausada, está dormido. Dejo el libro a un lado y acaricio su rostro, ¿Quién no le hubiera hecho caso a un chico tan atractivo? Pero hay más que eso, mucho más que hermosura en Uriel, hay compasión, amor, bondad, paciencia, fe, esperanza y confianza, hay mucha de esa. Me gustaría poder ver su lado malo también, tal vez los ángeles no tengan su lado malo, pero Uriel es más que solo un ángel, y también he vislumbrado su coraje al defender en lo que cree. Para él es todo o nada y me encanta, aunque no esté de acuerdo con él.
Suspira en sueños y me pregunto ¿Qué soñarán los ángeles? ¿Siquiera sueñan? Pero nunca lo sabré, no quiero perder mi tiempo con esas nimiedades, le acaricio el cabello y me maravillo de nuevo con la suavidad de este, parece el cabello de un bebé. Pensando en bebés me llega la loca idea de cómo sería un bebe suyo e inmediatamente la borro de mi mente, nunca pasara y me da escalofríos solo pensarlo. No quiero un bebé en un futuro cercano, ni siquiera uno de Uriel, aunque… ¡No! Aunque tal vez no pueda. Pero no importa, dejare esos pensamientos de lado.
Estoy mirándolo fijamente y una vez más no siento el trasero, su cabeza es pesada, pero no importa cuando veo sus ojos abrirse y esos raros y hermosos dorados se fijan en mi, hay tanta intensidad en su mirada y dice una palabra, pero no la entiendo y después su mirada cambia, se estira y lo primero que sale de sus labios cuando termina de mostrarme la firmeza de su hermoso cuerpo es:
- Tengo hambre…
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