Capítulo 37
Para ser un chico nuevo, nada convencional y no siendo amigo de Ken, Uriel lo encontró con demasiada rapidez. Lo cual me pone a pensar por un instante, hasta que mi estomago me recuerda que debo alimentarlo. Lamentablemente el lugar donde encontramos a Ken es de lo más tétrico y sucio, papá no quería dejarnos entrar a las mujeres, pero quedarnos afuera era peor que entrar.
Estamos en una especie de bar de mala muerte que huele a miseria y a vomito. Asqueroso. Caminamos hacia la mesa del fondo donde encontramos a Ken durmiendo recostado en la pared, totalmente sucio como si se hubiera vomitado a sí mismo, y con un poco de sangre en la cara y la camisa, aunque no sabría decir si es de él o de alguien más.
Papá está intentado levantar a Ken de la silla desvencijada en la que se encuentra sentado, pero al parecer Ken es demasiado pesado para él, Uriel se ofrece a ayudarlo pero el orgullo de papá lo mantiene en sus trece. Cuando estoy a punto de suspirar de alegría por que papá al fin lo logró, la mitad del cuerpo de Ken se resbala y por poco ambos se estrellan en el suelo, afortunadamente Uriel y sus súper reflejos estuvieron cerca para alcanzarlos a tiempo.
Papá con la cara enrojecida, ya sea por la vergüenza o el esfuerzo, sigue a Uriel después que este tomara el cuerpo de Ken como si fuera un saco de ropa y lo tirara sobre su hombro. Rápidamente nos dirigimos hacia la salida, pero cuando estábamos por llegar a la puerta esta se abre y nos revela a alguien que conozco. Una chica que asiste al instituto, no la conozco de nada más, ya que está un año menos que nosotros. Al vernos, y supongo, reconocernos agacha la cabeza y se dirige hacia una puerta que al abrirse rechina como en una casa embrujada.
Sin pensar más en eso salimos a la calle, ya allí decidimos llamar a un taxi. Cuando el taxi llega tenemos que aplicar lo del carro de payasos y sentarnos unos sobre otros, yo quedándome al último, me toca ir al frente junto a Uriel. Papá gruñe, bufa y me lanza miradas matadoras, pero no hay nada que hacer si queremos salir lo más pronto de este lugar. Ya que Uriel es demasiado grande, ocupa un considerable espacio y la mitad de mi cuerpo está prácticamente sobre él, cosa que hace que papá no se calle en todo lo que dura el recorrido.
Decidimos dejar primero a Ken y su mamá, para ayudarla a bajar a su hijo. Cuando llegamos a su casa, casa que nunca había visto, sabíamos en que barrio vivía, pero nunca habíamos ido allí, al menos yo no. Me quedo sorprendida de lo vieja y fea que es su casa, pero en realidad yo no sé nada de Ken y me parece que Jane tampoco.
Uriel lleva a Ken a su habitación y nos sorprende cuando al dirigirnos a la salida una mujer de avanzada edad entre junto a una niña de 5 años, ella al ver a la señora Villegas corre a sus brazos, es una niña preciosa, una versión encantadora de Ken, ¿será posible…? Me giro hacia Jane para saber si ella piensa lo mismo que yo, ella me ve también y en su mirada veo que piensa igual que yo.
- ¿Será…? – susurro, sin terminar mi pregunta, pero su rostro pálido me dice todo. Mientras vemos la escena enternecedora de ellas, un estruendo que proviene de la habitación de Ken nos hace dar un respingo. Todos nos volteamos hacia la misma dirección, unos minutos después escuchamos pasos que se acercan hasta que vemos la cara enfurruñada de Ken aparecer en la pequeña sala.
- ¿Qué mierda hacen estas personas aquí? – pregunta en un gruñido.
- ¡Ken! No seas grosero – lo reprende su madre – son tus compañeros y sus padres.
- No pregunte quienes son, si no que hacen aquí. Quiero que se larguen. – pero que genio, aunque después del olor tan desagradable que desprendía debe de cargar una buena resaca. – ¡ahora! – nos ordena y como si se tratara de un comando todos saltamos y empezamos a movilizarnos hacia la salida.
- Ken, por favor, no seas desagradable, gracias a ellos te encontré. – le pide su mamá – por favor no se vayan, déjenme que al menos los invite a un café. – nos suplica con la niña pegada a sus piernas.
- ¡Dije, largo! – grita y mi padre lo fulmina con la mirada, mientras amablemente niega el ofrecimiento de la señora Villegas. Después Uriel se acerca a ella y con una de sus sonrisas encantadoras se despide ella, pidiéndole que si necesita algo él está a sus servicios, a lo que Ken casi le salta a la yugular.
Cuando ya todos están fuera y yo estoy a punto de cerrar la puerta, veo como la pequeña niña se lanza a los brazos de Ken sonriendo y diciéndole que estaba muy preocupada por él. Mientras él la levantaba del suelo y le daba la cosa más extraña del mundo, una sonrisa fácil y sincera, le decía que no tenía que preocuparse por él, que él siempre volvería por ella.
Sin darme cuenta, me había quedado estática contemplando la tierna y desconcertante escena, que me aterró cuando los ojos de Ken se toparón con los míos y en estos había la mirada más helada y enojada que he visto, sin querer cierro con demasiada fuerza la puerta y corro hacia papá que inmediatamente me abraza.
El día de hoy ha sido demasiado esclarecedor, jamás pensé que llegaría a conocer nada de Ken pero al parecer hoy tuvimos demasiada información, lo que me hace pensar en Jane, que va cerca de mamá, pero que en realidad sé que está a kilómetros de distancia tratando de darle sentido a todo lo que hemos presenciado. Sé que si lo que pensamos es cierto, le dolerá a Jane porque ¿cómo no dolería? Ella está realmente enamorada de Ken, pero claro, él no es nada suyo y tendrá que tragarse la amargura y seguir adelante.
Cuando recuerdo que Uriel está con nosotros y trato de ir con él, papá me retiene a su lado y al oído me susurra que ya me compartió suficiente el día de hoy con él y que necesito ser equitativa y no darle de mi tiempo y amor solo a mi novio.
- Lo que sucederá si sigues así, es que me deprimiré y tú no sabes lo que es tener depresión, pero lo más probable, es que me suicide porque habré fracasado como padre, al saber que mi hija me cambia por un mocoso.
- Papá, Uriel ya no es un mocoso. – le contesto divertida. - Además él esta aquí.
- ¿De todo lo que te dije, solo eso te importo? – me ve con enormes ojos heridos – eres la peor hija del mundo.-
Riéndonos a carcajadas de papá, el bueno de Uriel propone ir a comer y creo que muero de amor por él.
¡Al fin! ¡Comida! Después de todo no tendré que matar a alguien para conseguir ser alimentada…
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