Capitulo 11
Realmente no entiendo que es lo que Uriel esta diciendo. Veo su cuerpo sentado a mi lado, veo su apuesto rostro muy cerca de mi, tanto que podía ver lo claros y distintivos ojos dorados (no avellana, ¡vaya sorpresa!) Unos ojos jamás vistos, hermoso, irreales. Veía su boca moverse, esa boca de pecado; de un rojo cereza, como si la maquillara. Aunque había escuchado de algunos chicos que lo hacían, no podía creer que Uriel, mi chico divino, lo hiciera. Él era demasiado perfecto sin esfuerzo, era demasiado natural como antinatural para mi pobre raziocinio.
-¿Lizzy? - escucho mi nombre a lo lejos, pero era incapaz de apartar mi vista de Uriel, y es que es tan magnífico, sus hermosos ojos dorados me estaban mirando (a mi) fijamente... Y su nariz... por Dios esa nariz, sólo había visto narices hermosas en actores o modelos, pero eran escasos, pero Uriel la tenía.
Su boca estaba sonriendo ¿una sonrisa para mi?
De pronto su cara comienza a tornarse escarlata y pensé que se debía a una falla visual mía, después de parpadear varias veces me di cuenta que no, el realmente se estaba sonrojando.
- ¡Lizzy! - doy un respingo tan fuerte que incluso mi trasero deja el banco.
- ¿Que te pasa, Pamela?- le reclamó con una mano en el pecho.
- Pues que sólo te faltó saltar sobre el pobre Uriel y comértelo - Pam me ve con una sonrisa perversa - porque con la mirada.... esa mente tuya ya lo había desvestido y estabas a punto de violarlo. - mi cara se calentó rápidamente y estoy segura que me he sonrojado con mucha más fuerza que Uriel.
No se que decir, así que hago caso omiso de las miradas y sobre todo de la tensión en el aire, y me concentro en mi comida. Uriel carraspea a mi lado y de pronto comienza a ahogarse.
Trató de ayudarle dandole palmaditas en la espalda, pero no ayuda, tose de tal forma como si lo hubiéramos sacado recién del medio del mar.
Adri le tiende un vaso con agua pero es incapaz de siquiera tomarlo. Se está poniendo imposiblemente rojo y ya me esta preocupando.
Nadie sabe que hacer y todos en la mesa se ven los unos a los otros, buscando algo, cualquier cosa. Llegué al punto de desesperación máxima, así que me levanté del banco y giré a Uriel en el banco (sólo Dios sabe como; quiero decir, el tipo es un gigante) y tomé su rostro en mis manos.
- Vamos Uriel, respira - seguía tosiendo y en su rostro sólo había pánico - ¿ves? Haz lo mismo que yo. Inspira - hice la acción, demostrándole - Espira, mírame e imitame ¿si? - trataba de hacer justo lo que él hizo conmigo su primer día aquí.
Poco a poco Uriel fue recuperando la respiración, imitando mi respiración. Pasamos unos minutos de esa manera, hasta que su rostro estuvo de nuevo en su color, nos veíamos el uno al otro como sorprendidos, fascinados. No pude evitar pasar mis manos por su hermoso cabello rubio oscuro.
Su cabello era mas suave y delicado de lo que imaginé, se sentía como el de un bebé recién nacido. Era tan fascinante ver mis dedos perderse entre esas hebras doradas.
Uriel me veía con una expresión extraña en su rostro, antes que cerrará los ojos, me quedé por un momento estática al ver su hermosura tan espectacular, que mis sentidos no lo asimilaban.
Sin previo aviso Uriel envolvió sus brazos en mi cintura, atrayendome hacia su cuerpo, en medio de sus piernas abiertas. Fue tan sorpresivo que de momento mi cuerpo se quedó inmóvil. Pero después de unos segundos despertó y sintió, y por Dios que sintió hasta la última partícula de mi cuerpo. Todas las células de mi cuerpo estaban en: "ESTADO DE ALERTA MAXIMA" y tarde un poco en corresponder su abrazo, con movimientos torpes.
Lo abrace con fuerza, su cabeza quedaba escondida en mi pecho, pero nada morboso, simplemente maravilloso. Suspiramos al unísono, lo cual hizo que nos apretaramos más fuertemente. Recoste mi mejilla en su coronilla y estuvimos así por una cantidad indefinible de tiempo. Hasta que de a poco fuimos conscientes de donde estábamos.
Poco a poco y de manera renuente, nos separamos. Lo veo y él me ve. En un acto espontáneo nos sonreímos, una sonrisa sincera, del corazón.
Uriel deslizó sus brazos fuera de mi cintura muy lentamente, mientras yo rozó mis manos en su cabello por una última vez. Salgo fuera de sus piernas, el se pone de pie y roza su mano en mi mejilla.
En un caricia tan delicada, que no toca sólo mi mejilla, sino también mi alma...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro