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Bonus 11

Jane era inmensamente feliz, los últimos días los había pasado con el chico de sus sueños, después de la discusión que tuvieron frente al instituto algo en el ambiente entre ellos había cambiado, no sabía lo que era, pero desde que se vieron en el bar de mala muerte habían coincidido y habían hablado de manera respetuosa, incluso había recibido una especie lamentable de disculpa, pero al fin disculpa, la había recibido gustosa. Era más de lo que esperaba, ni siquiera había pensado en eso como una opción.

Ahora mismo mientras Lizzy pasaba todo su tiempo con Uriel, al parecer después de la separación necesitaban estar cerca, Lizzy no le había comentado que explicación le había dado Uriel, pero ella estaba rara, aunque no sabía porque.

Pero de momento se encontraba muy ocupada y no era capaz de hilar muchos pensamientos mientras estaba cerca de Ken. Ahora mismo se encontraban en su casa, la mamá de Ken se encontraba en el trabajo y ellos dos estaban viendo comer a la hermanita de Ken. Jane dio gracias a Dios que fuera su hermana y no su hija como había pensado en un principio. Era una niña preciosa; tenía el cabello negro y ligeramente ondulado, igual que su hermano, los ojos oscuros y la tez color canela.

- Mi maestra dice que soy muy inteligente – estaba diciendo Katty, ambos chicos la veían embelesados, por distinto motivo; en los ojos de Ken se vislumbraba el orgullo y en los ojos de Jane la incredulidad al tener a un clon hecho niña de Ken. – dice que si sigo así seré la mas lista de toda la escuela.

A penas estaba en pre-primaria pero ya era toda una pequeña genio, sabía mucho más de lo que un niño en su clase. Y es que era muy curiosa y a Ken le gustaba enseñarle.

- Eso ya lo sabía, Katty, eres demasiado inteligente – respondió Kevin lleno de orgullo fraternal  -ahora come antes de que se enfríe.

La niña asintió y siguió comiendo, siempre obedecía a Ken en todo, nunca la veías haciendo berrinches o algo por el estilo. Era tan educada como  una pequeña damita. Era preciosa.

Terminaron de comer en silencio, aunque la pequeña Katty siempre les echaba una mirada y sonreía de forma picara, Jane trataba de  no emocionarse mucho, ni siquiera sabía que eran, amigos no. Pero con el simple hecho de pasar tiempo con él, de momento, era suficiente.

Cuando estaban lavando los platos se escucho como un carro muy ruidoso se estacionaba frente a la casa. Ken que se encontraba secando los platos, asomo la cabeza por la ventana y automáticamente se puso rígido.

- Mierda – soltó entre dientes.

Jane trata de ver que es lo que sucede fuera, pero Ken no se lo permite, la empuja de manera brusca y luego la toma del brazo para prácticamente arrastrarla a la habitación de Katty.

- ¿Ken, que pasa? – pregunto Jane agitada mientras subían a trompicones las escaleras.

- Cierra la boca – fue la respuesta grave de Ken.

- Pero…

- Que te calles, demonios – el brazo de jane sufre un tosco apretón, ya no vuelve a abrir la boca.

Después de meterla de un empujón a la habitación de la niña, pone su dedo índice sobre sus labios, quiere que hagan silencio. Jane corre hacia la niña en cuanto Ken cierra la puerta. Ambas se quedan abrazadas pendientes de todos los sonidos provenientes de la casa.

Escuchan voces amortiguadas, de un momento a otro las voces comienzan a subir de tono, se gritan.

Jane abraza a Katty más fuerte, el corazón de la niña esta latiendo muy rápido, está asustada. Las voces se quedan en silencio hasta que unas fuertes pisadas suenan en las escaleras, jane corre a ponerle seguro a la puerta y coge un pequeño sofá para tapar el paso de la puerta. Alguien intenta abrir la puerta, esta se sacude pero no se abre.

- Katty, corazón, abre es tu papi – una voz grave de hombre nos llega desde fuera, la pequeña niña esconde la cabeza en el pecho de jane. – abre la puerta, nena.

- Déjala en paz – es la advertencia de Ken.

- Tu eres quien me orilla a venir a verla – la voz del hombre suena burlona.

- Ya te dije que no haré lo que tú me pides y tampoco quiero que vuelvas a esta casa – Ken no quiere que Jane escuche nada de lo que sucede con su vida y sobre todo con este engendro que se hace llamar erróneamente su padre. Intentó darle una oportunidad a lo que sea que le pasaba cuando veía a la pequeña Jane. Grave error. Lo sabía y aun así, se había puesto en una situación complicada y la había puesto a ella en una peligrosa. Tenía que sacar al borracho de su padre y luego sacar para siempre a la pequeña señorita que nunca debió de verse envuelta en toda esa porquería que envolvía su vida.

- Quiero ver a mi hija y no me lo vas a impedir… - deja la amenaza en el aire – a menos que hagas lo que quiero. No es la gran cosa, no sé porque te haces del rogar no es como si nunca lo hubieras hecho.

- Cállate – masculla Ken, lo último que quiere es que jane se entere de los negocios turbios en los que su padre quería inmiscuirlo. – bajemos a la sala y arreglemos todo, hare lo que quieres.

Con una sonrisa lobuna el padre baja por delante de Ken, quien lanza una mirada angustiada hacia la puerta de la habitación de su hermana y luego baja para reunirse con su padre y así acabar con eso de unan vez.

Jane que esta aun abrazada a Katty no entiende que es lo que sucede en esa casa, con Ken y sobre todo con ese hombre. ¿Qué querrá de Ken? Al parecer es su padre, pero es evidente que no hay una buena relación. Después de más susurros en la planta baja se escucha el sonido de la puerta al abrirse y luego cerrarse, segundos después se escucha el escándalo de una carcacha encenderse y alejarse calle abajo.

Ninguna de las dos se mueve de su sitio, no estando seguras de sí todo se encuentra bien. Unas pisadas se escuchan en la escalera y después Ken está tocando a la puerta.

- Soy yo, Jane, abre – la voz de Ken suena apagada.

Rápidamente se pone de pie y quita el sofá y luego quita el seguro para abrir la puerta. Al momento de abrir la puerta Katty corre a los brazos de Ken, este la estrecha fuerte con los ojos cerrados. Se mantienen así mucho tiempo, cuando los ojos de Ken se abren y se topan con los de Jane estos son como lo eran hace apenas unas semanas; fríos, lejanos y desprovistos de nada.

– ¿Katty me dejas que hable con Jane un instante? Ve a mi cuarto y pon la película que quieras, ya llego a verla contigo.

La niña aun un poco asustada se va para poner la película, Jane sabe que lo que viene no le va a gustar, lo ve en la mirada y en los movimientos rígidos de Ken.

- Necesito que te vayas, te llevaría yo mismo, pero no puedo dejar a mi hermana sola –mira fijamente a Jane. Ella no sabe qué decir, esa mirada… ya no quería volver a verla.

- ¿Qué paso? ¿estás bien? ¿puedo ayudarte en algo?  - la voz de Jane es apenas un susurro.

- He dicho que te marches – se gira para seguir los pasos de su hermana – y cierra bien la puerta cuando salgas.

Jane se queda muda por un momento, pero reacciona antes de perder de vista a Ken.

- ¿Qué es eso que te pide, ese hombre, que hagas? – ahora con un poco mas de decisión la voz de jane toma un matiz diferente – ¿es algo… ilegal?

Ken regresa como una bala para ponerse frente a Jane y tratar de amedrentarla con su estatura y baja su mirada dura sobre Jane.

- Que te quede claro una cosa princesita  – su rostro está muy cerca del de Jane. – el hecho de que te dejara entrar a esta casa, no te da derecho a opinar sobre mi vida y que quede bien claro esto: fue un gravísimo error siquiera hablarte. Pero claro – vuelve a separarse de ella y la mira con aire de superioridad – la maldita curiosidad me ha hecho cometer demasiadas estupideces y tú no eres la excepción.

La cara de Jane era demasiado traslucida, el dolor se veía claramente en todo su rostro, Ken no quería hacer eso, de verdad que no, pero se había dado cuenta que Jane lo ayudaría sin importar qué, tenía una bondad demasiado grande que era peligrosa si andaba con personas tan miserables como él.

- Así que haz el favor de irte y no volver a dirigirme la palabra, ni siquiera de verme, mi experimento ya acabo y me he aburrido.

- ¿Qué experimento? – susurro con la voz entrecortada Jane.

- ¿Si sabes que eres una cosita linda pero rara a más no poder? – pregunta Ken con los brazos cruzados, sin esperar una respuesta continua – pues solo tenía curiosidad de porque eras así y por eso te deje que habláramos. Y ya me aburriste, así que adiós. – Ken volvió a alejarse, pero todo el dolor que se había estado acumulando en su interior de pronto se hizo una bola ardiente que necesitaba salir con desesperación.

- Así que un experimento ¿no? –le temblaba el cuerpo de rabia contenida – yo lo único que quería era conocerte, desde hace tiempo quería esta oportunidad de tu parte – ya ni siquiera le importaba estarle confesando, en parte, su enamoramiento –  ¿y ahora vienes con esto? ¿Por qué ere así? ¿Por qué alejas a las personas? Yo no quiero juzgarte, solo ser parte de tu vida.

- Eres demasiado ingenua y aunque en un principio podía parecerme gracioso, ya no lo es, así que deja el drama y márchate.

- No me voy a marchar hasta que me des una explicación factible.

- Tú y tus palabritas… pero lo que tú quieres es una respuesta que a ti te parezca bonita, no la real.

- No, quiero la verdad, se que esa conexión que hay entre nosotros no es solo mi imaginación – la desesperación teñía la voz de Jane, necesitaba, de verdad, que él recapacitara.

- Pues no me interesa lo que tú pienses o los cuentos absurdos que tu mente hueca haya creado – espetó Ken enojado.

- ¡No te voy a permitir que me trates así! – grito Jane dolida.

- No te voy a permitir que me trates así – imito en tono de burla Ken a Jane – me importa un pepino lo que me permitas o no, en tu castillo de mierda haces lo que se te dé la gana. En mi casa y a mí, no.

La toma firmemente del brazo y la obliga a bajar las escaleras, ya abajo Ken no sabe qué hacer; besarla o lanzarla a la calle sin más. Es muy probable que no se vuelvan a topar en sus vidas, que esta sea la última oportunidad que tenga, porque después de lo que su padre lo obliga a hacer, pasara el resto de su vida en la cárcel. Su indecisión radica en el hecho de que si toma la oportunidad confundirá aun más a Jane. Y no quiere hacer eso, pero pensándolo mejor, prefiere arrepentirse de haberlo hecho y no de no hacerlo. 

Suelta el brazo de Jane y esta se aleja instintivamente, él la sigue despacio y sin pensárselo mas, la toma por el cuello y la acerca hacia sí, ella jadea asustada, sin más dilación reclama sus labios en un beso rudo, en donde no pide permiso, solo invade, reclama y da. La aturdida mente de Jane no logra seguir cada uno de los acontecimientos, le toma unos segundos reaccionar, esta besando a Ken, y no solo besando, está siendo conquistada con el beso más fiero que le han dado.

Sin querer perder el tiempo, rodea el cuello de Ken con las manos y este baja las suyas hasta sus caderas y comienza a acariciarlas mientras le exige la entrada de su lengua, ella lo permite y las cosas de allí en  más solo van subiendo de intensidad. Sin saber cómo acabaron en el sofá con Jane montada sobre Ken, se acariciaban frenéticamente, como si supieran que sería la única vez que eso sucedería.

Jane dejándose llevar por el ardor del momento metió las manos entre la camisa de Ken y sonrió, los músculos firmes de él, fruto del ejercicio, que se rumoreaba practicaba. Ken por su parte se aparto y se vieron fijamente y en ese instante, en el que sus vulnerabilidades estaban al desnudo, Jane se dio cuenta de lo que hacía. Se alejo de él y se puso de pie.

- ¿Por qué te alejas? – la voz de Ken le llego desde la espalda – ¿es acaso que eres demasiado para mí?

- ¿Por qué siempre dices eso? – Jane se dio la vuelta para enfrentarlo – ¿sabes lo cansino que es, que todo el tiempo te hagas de menos?

- Yo no me hago de menos – refunfuño él reajustando la camisa que Jane había subido. – todas los malditos con un poco de dinero son los que lo hacen.

- ¿Y en qué momento he hecho yo eso contigo? – Jane se sentía ultrajada de que él la catalogara de esa manera. – yo nunca te he tratado diferente a los demás, no he sido grosera de ninguna manera, ni  ninguna de esas cosas. Y me molesta que me veas así cuando no me diste la oportunidad de conocerme bien.

- Porque solo necesitas tiempo para creerte que tienes derecho a juzgar mi vida – Ken se acerco a ella – ¿cuando has tenido tú que pasar hambre? ¿Cuándo has sabido lo que es correr el riesgo de quedarte sin un techo? ¿Cuándo has tenido que escuchar llorar a tu mamá porque todo es demasiado peso para ella sola? ¿Cuándo carajos, dime, has tenido que robar para poder ayudar a la mujer que da todo por ti, incluso dejar de comer para que tu lo hagas?

- Yo…

- ¡¿Cuando?! – rugió la voz de Ken.

- Nu-nunca – tartamudeo Jane.

- ¡Exacto! – exclamo – nunca, y nuca lo sabrás porque tu naciste siendo afortunada.

- ¿Y tú no, así que yo merezco tu odio porque nací en un hogar donde me aman? – Jane no lo podía creer – ¿eso te parece justo a ti? ¿La justicia solo tiene que beneficiarte a ti?

- No, pero de vez en cuando tendría que ser para  mí. No pido mucho, solo un poco de equilibrio – Ken se pasa las manos por el pelo – estoy tan harto de todo esto que haré que la gente tenga razón y que me importe un bledo lo que piensen de mi.

- ¿Qué es lo que vas a hacer? – pregunta con miedo Jane.

- A ti que te importa – espeta Ken con los puños apretados. – y ahora ya lárgate de una vez. Y pobrecita de ti y abres la boca para decir cualquier cosa sobre mí, ni siquiera a tu familia, a menos que quieras que hayan consecuencias.

- No me amenaces, ni a mí ni tampoco a mi familia – contesta turbada Jane – yo lo único que quiero es ayudarte, no sé porque siempre pago los platos rotos de alguien más.

- ¿Y quién te pidió ayuda? ¿fui yo? – los ojos de Ken echaban chispas – yo jamás le he pedido ayuda a nadie y seguro que no empezare contigo.

- ¿Por qué soy demasiado para ti? – ahora la respuesta mordaz fue la de Jane, estaba cansada de su maltrato, aunque en el fondo aun existía una pequeña esperanza – ¿o por qué soy una princesa?

- Yo no estoy jugando – Ken entrecierra los ojos – lárgate de una maldita vez antes que mi caballerosidad se acabe y te arroje yo mismo a la calle.

- No lo harías – dijo débilmente, dudando realmente de si él no llevaría a cabo la advertencia.

- No me retes, puedo ser amable, pero ahora mismo eres un estorbo – Ken señaló con la mano la puerta – así que mueve el trasero y lárgate.

- Deja de decir tantas groserías, si quieres que me vaya, me iré.

- ¡Vaya! Al fin lo entiendes, eso es lo que te he estado pidiendo que hagas – exclamó entre enfadado y burlón – y una última cosa antes de que te vayas, métete en tu linda cabecita; nunca iba a pasar nada de lo que pensabas, yo no iba a ser tu lindo caballero que iba a postrarse a tus pies para que me pisotearas, eso nunca va a suceder. Y si hubiera tiempo para que sucediera era solo un revolcón, yo no salgo con niñas aburridas, insípidas, mojigatas o para el caso, niñas. Así que no te crees la película de nosotros dos juntos y felices. Yo no soy el estúpido desgraciado con un mal pasado y tú no eres mi redentora. Sé que eso fue lo que pensaste, pero yo no seré tu obra de caridad, jamás.

Jane tenía tantas ganas de llorar que poco le importaba que mirara sus lágrimas, ellas sin tregua se derramaban por sus mejillas, era tan humillante estar delante de semejante bestia inhumana, estar llorando por estar guardando tanta bondad, tanta esperanza, cosas que solo le tiraba a la cara y de las cuales se burlaba. Sin más se dirigió hacia la puerta con paso decidido, pero sin correr, no quería ser mas espectáculo para este tipo, abrió la puerta y se giro para, aunque sea, devolverle un dardo venenoso, darle justo donde le dolía.

El orgullo.

- Tienes razón, eras mi obra de caridad, y por supuesto que no pondría mis ojos sobre un inadaptado como tu – levantó la barbilla y se preparó para seguir solo un poco mas – el día que yo me case, será con un hombre culto y respetable, no con cualquier delincuente con pocas neuronas de tan poca monta como tú. Estás loco si creías que una persona como yo querría a alguien como tú, eres poca cosa.

Con una sonrisa fría, en parte satisfacción al ver el dolor en el rostro de Ken y en parte dolor por hacer algo tan vil, igualando lo que Ken había hecho. Se giro y se fue de allí ahogándose en su propio llanto…

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