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Doce

-Me duele la cabeza -murmuré cerca de su oído.

-¿Cómo es eso posible? -No tardó en preguntar sin embargo, no me dejo responder a su interrogante-, debe ser por tu recién adquirido y débil cuerpo, por ahora eres completamente obsoleta, sundar mahila.

Y aunque sentí una leve molestia por su forma de referirse a mi cuerpo, decidí dejarlo pasar, los punzantes golpes que recibía desde dentro del cráneo era suficiente para que todo lo demás perdiera mi interés. ¿Cuánto llevábamos en el cielo? Ni siquiera lo sabía, muchas horas para mi gusto, comenzaba a sentirme cansada e incómoda, quería acomodarme... pero no es como si existieran muchas posiciones para tomar estando en los brazos de un ángel.

Abrí los ojos, y me encontré el paisaje oscuro, las estrellas brillaban por encima de nosotros, el aire que cepillaba mi cabellera rosa era gélido, sentía la necesidad de abrazar y apegarme a Deidara, pero no lo hice, sin razón alguna me quedé completamente quieta, maravillada por el nuevo espectáculo que se llevaba acabo frente a mis ojos.

Eran aproximadamente cuatro ángeles, y muchas llamas brillaban a su alrededor, rebosantes de energía, mis labios formaron una temblorosa sonrisa, llena de incredulidad. Era como si los hombres alados jugaran con el fuego, puesto lo tomaban entre sus manos, moldeaban creando cualquier cosa que pasara por sus mentes y luego lo lanzaban hacía el otro, quien lo atrapaba y repetía la acción. Era completamente impresionante, ¿cómo lograban no quemarse? No tenía idea, pero sin notarlo incliné mi cuerpo hacía delante, hacía las llamas que parecían llamarme como si fueran un imán, me encontraba en una especie de limbo, completamente sumida en la suave danza del fuego y el relajante sonido que este producía.

Sin pensarlo pequeñas lágrimas salieron de mis ojos y se perdieron en un rápido recorrido por mi rostro, pero a diferencia de las derramadas en los últimos días, no eran de dolor o sufrimiento, sino de felicidad. Porque al ver el fuego sentía una insana felicidad, necesidad de reír, estaba viendo algo sublime, me sentía llena y consumida plenamente por las llamas, perdía la noción de todo, el tiempo, su realidad, lo que sucedía alrededor de ella, ahora nada tenía importancia.

-Eh, ¡no llores por favor! Si Sasori te ve así me matara -murmuró con nerviosismo Deidara, pero se escuchó como un susurro lejano, carraspeó intentando llamar mi atención, pero era inútil, las lágrimas continuaban saliendo sin cesar, pero al parecer le tranquilizó observar esa extraña y un poco macabra desde su punto de vista, mueca de felicidad que tenía plasmada en mi rostro, porque no hizo más esfuerzo en tomar mi atención.

Por un momento, Deidara consideró llevar a la pelirosada junto al arcángel, que volaba a una altura mucho mayor que ellos, para que le sacara de su ensoñación, pero recordó las palabras que el pelirrojo le había dicho con pesar por la mañana, ¿qué tenía esa recién nacida? No entendía ni un poco el porque Sasori actuaba como lo hacía, ninguna de sus acciones parecían hechas por él, y sin embargo, ahí estaba el arcángel, era su voz la que ordenaba tales cosas, era su puño y letra quienes escribían aquellos comunicados, ¿qué sucedería si dejaba caer "accidentalmente" a la muchacha en sus brazos? Poco a poco fue aflojando el agarre que mantenía en sus brazos, quería a su jefe de vuelta, quería a aquel ser sensato que sabía qué era lo mejor para él y su gente.

Sin embargo, en el momento crítico, Sakura pareció volver en sí, observó que estaba apunto de caer, y sin pensarlo se agarró de los hombros de Deidara.

-¡Por poco! -Puse aún más fuerza en mi agarre, él debió notar que temblaba, cosa completamente evidente-, ¿qué ha sucedido? Sentí que... que... podría caer en cualquier momento.

-Disculpa, es que me he distraído observando el espectáculo que ofrecen los misioneros, error mío, de igual forma sabes que nunca te dejaría caer -sonrío hipócritamente, y aunque deseé objetar algo, preferí guardar silencio y asentir.

Tenía mucho sueño, no obstante, me mantuve despierta y alerta, por si aquel hombre decidía soltarme, no es que pudiera hacer mucho. Él era un ángel, y yo una "recién nacida" como él mismo me había llamado hacía lo que parecieron ser unas horas, si el lo deseaba yo moriría en un sólo movimiento de su mano. Me sentí aterrada de estar en brazos de aquel hombre que, sospechaba, podría matarme sólo con pensarlo.

Intenté ser fuerte, intenté que mis miedos no salieran a la superficie, quizás eran sólo cosas mías, ¿podría ser que Deidara dijera la verdad sobre su distracción? Mi única esperanza que tenía era creer que si, aunque todo apuntaba a lo contrarío. Pero... Sasori nunca la mandaría con un chico que intentaría matarla, se suponía que aunque no era el más amable, debía estar ahí para ella, ¿A no ser que fuese él quién quisiera matarla? No... pero, ¿entonces por qué era tan huraño? ¿Por qué siempre la trababa mal? Sasori se había encargado de demostrarle que su presencia no era bien recibida a su alrededor, ¿podría ser que de verdad el la quisiera muerta? Sentí pánico, y apreté aún más mi cuerpo contra el de Deidara.

De pronto, el sonido de una risa me sacó de mi ensoñación y la maraña de pensamientos contradictorios que tenía, subí la cabeza, pero el rubio no era el dueño de tales carcajadas, busqué un poco con la mirada alrededor, lo más que pude sin despegarme del cuerpo ajeno, y me avergüenzo de decir que solté un pequeño grito al encontrarme cara a cara con un pequeño niño rubio, ¿quién era?

-Oye... ¿Qué haces en brazos de mi hermano? ¿eres acaso su nueva novia? Aunque te advierto que él pasa las noches con Claryce, espero que no seas celosa -Me observó entrecerrando los ojos, escaneando todo lo que pudiera, ¿qué decía aquel mocoso?-, tu pelo es raro.

Deidara rió con la intromisión del pequeño, quien parecía flotar por encima de ellos, como si estuviera acostado en una cama invisible, sólo dejando caer uno de sus brazos con relajo hacía abajo. Posiblemente mi cara de sorpresa debía de ser muy cómica, porque rió aún más.

-Ay, Roman, no... no es mi novia, es la nueva compañera de Sasori-sama -Ahí estaba nuevamente aquella extraña sonrisa, como si se alegrara y a la vez no de aquello, me confundía por completo cada vez que no le veía ponerla, y en el poco tiempo que llevaba a su lado, habían sido muchas veces.

Pude sentir como mi rostro se calentaba, de seguro me estaba sonrojando, intenté esconderme clavando la mirada en cualquiera de los ángeles que alrededor de nosotros volaban, pero las carcajadas de "Roman" volvieron a llamar mi atención, obligándome a verle y dejar al descubierto mi caliente rostro.

-¡Entonces si me agradas! Deidara tiene un gusto malo, todas sus novias son... no, no me caen bien. Si no eres su novia, posiblemente te dejaré ser mi amiga -contestó el chico esbozando una gran sonrisa, que me contagió a medias, porque su alegría era increible.

No lo conocía, pero sospechaba que el problema con las parejas de Deidara no se debía a ellas, sino al pequeño que sentía unos celos fraternales demasiado ¿grandes? Lo que sucedía últimamente era demasiada información para procesarla de golpe, estaba siendo arrastrada con la corriente, siguiendo a los demás, puesto no sabía que podría hacer más que eso en mi falso estado estóico.

Deidara masculló algo entre dientes, y apenas subí la mirada sentí aquel vuelco en el estómago, la sensación de estar en una montaña rusa, noté que iba a caer, puesto ambos lo hacíamos, no... el pequeño también, y por lo que notó, todos los demás ángeles. ¿Por qué se lanzaban de picada contra el suelo? Al sentir que chocaríamos cerré los ojos con fuerza, no queriendo ver el momento de mi muerte nuevamente, pero nunca llegó. Con duda fui abriendo los ojos, y pestañeé incrédula al observar una gran fortaleza.

-¿E... Estamos en la India?

-No, ahí llegaremos en unos días, por ahora descansaremos en una de las propiedades de Sasori en América -Con cuidado me bajó, ya en el piso di unos cuantos pasos antes de notar lo débiles que se encontraban mis piernas, se doblaron en cuanto intenté caminar con normalidad, sentí vergüenza.

-Por ahora, te llevaré a tu habitación, sígueme -Hizo un ademán con su mano, e ignoró mi estado de debilidad, tuve que poner todo mi empeño en seguirle, no quería perderme en un lugar tan grande, y en tal multitud como la que se arremolinaba fuera.

Decidí no inspeccionar el lugar por los momentos, tendría toda la eternidad para ello, sino corría el peligro de quedarme atrás y nunca encontrar la salida, luego se irían sin mi y nunca volvería a ver a Sasori, eso no era un gran problema, pero era lo único que conozco de mi nueva vida, era una especie de ancla de la que era dependiente por los momentos.

Subimos varios pisos en la escalera, y recorrimos muchos pasillos, los suficientes como para que ni siquiera pudiera recordar como llegar al salón donde el resto de los ángeles permanecían, hasta llegar a una gran puerta de madera, el rubio la abrió con galantería y apenas crucé el umbral, la cerro, escuchó sus pasos alejándose por el pasillo, y me permití soltar todo el aire que tenía retenido en los pulmones en un gran suspiro.

-¿Cómo estuvo el viaje? -Dí un pequeño salto, y subí la mirada hacía las camas, en una de ellas se encontraba aquel pelirrojo de mal humor.

¿Estaría bien contarle que tenía la impresión de que Deidara intentó matarla? No, ¿y si la orden había sido dada por él? El pánico vino a mi ante esa idea, y al parecer Sasori lo notó, porque frunció el ceño con extrañeza, me maldije internamente por no controlar mis emociones.

-¿Te sucede algo? Estoy seguro que la última vez que te vi no eras sorda, ni poseías alguna otra discapacidad, te pregunté algo, contesta.

¿Cómo escapar de ese destino? No quería volver a morir, claro que no, y sólo pude atinar a retener las lágrimas que amenazaban con salir de mis lagrimales como un diluvio, asentí, pronunciando un tembloroso bien, y con rapidez me fui a acostar en la cama contraría a la que se encontraba el arcángel.

Escuche claramente como se movía por la habitación, y segundos después el peso de aquel ser hizo que el colchón se hundiera a un lado de mi cuerpo, las lágrimas salieron, el dique se rompió por el pánico, miedo y muchos otros sentimientos de terror que me embriagaban, no quería morir. Contra todo pronóstico, Sasori acarició mi espalda, casi con ternura para mi estupefacción, susurrando palabras en un idioma completamente desconocido para mi, ¿quién era aquel ser y qué había hecho con el malhumanorado pelirrojo que era su compañero? Nuevamente sentí su toque, y temblé ante el contacto, miedo puro en mis articulaciones, me aterraba que me tocara con esa falsa amabilidad.

Al parecer él entendió el por qué de mis movimientos, porque se levantó de la cama respirando pesadamente y salió con rapidez de la habitación, dejándome confundida, aterrada, y con el deseo de encontrarme en brazos de Sasuke, sentirme protegida, en paz, lo extrañaba más que nunca.

¡Hola! Se que quieren matarme, peeeeero, tengo una razón para no haber actualizado en estas semanas, y esa es que me encontraba de viaje, sin internet ni señal para el cel -w-

Pero, estoy de vuelva, empezaré las clases este lunes, sin embargo intentaré actualizar seguido y recuperar el ritmo, ¿bien?

Tengo que decir, ¡ya somos 6k de lecturas! Sé que para algunos no será mucho, pero se siente tan bien. Es hermoso para mi que todos ustedes lean este loco invento que nació de mis raros pensamientos, y que les guste, muchas gracias por permanecer aquí<3

No se olviden de rellenar esa estrellita amarilla y comentar qué les pareció el capítulo.

#NoEstabaMuertaAndabaDeParranda

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