Especial 5K: Gender bender.
Bueeeeeeeenas, este es un especial por las 5K de leídas hecho por culpa de la curiosidad de divagar con el típico "¿Qué pasaría si...?" (~'v')~
¿Qué es gender bender? Es un género utilizado, al menos en el manga, para describir cuando los personajes cambian de sexo. Ya se hacen la idea de que hablamos, ¿No...?
¿Cómo sería Valentino como mujer...? ¿Cómo sería Aylin como hombre...? ¿Cómo sería París como mujer...? Pues con este último se aguantan porque este especial es más centrado en los otros dos.
Sin nada más que agregar, disfruten porque este capítulo está bien largo, más largo de lo alguna vez les volveré a hacer (posiblemente) (/'v')/
— ¿Por qué? ¡¿Por qué estas terminando conmigo?! —cuestionó el chico, envuelto en lágrimas, viendo como su primera novia rompía con él.
‹Que aburrido› pensó la chica, desviando la mirada a otro lado, mientras escuchaba el llanto de ese feo y patético nerd ‹Terminemos con esto›
De todas formas, no es como si ese chico realmente le importara.
Valentina Berardi era una chica bastante conocida en la academia "Belial". Era una joven de diecisiete años, de piel besada por el sol, cabello castaño y ojos aceitunados con miel, con una sonrisa con hoyuelos y una voz suave capaz de derretir a cualquier chico de corazón débil.
No era raro que esta chica estuviera rodeada de toda clase de chicos guapos y populares a los cuales siempre decía dulces palabras. Los chicos caían a sus pies, y a ella le encantaba esto.
‹Es sólo un juego›
— Que hermosa estas hoy.
— Mi diosa.
— ¿Quieres ir a una cita hoy...?
Consciente de estos halagos hacia su persona, colocó ese mechón rebelde de su cabello tras de su oreja y sonrió, escuchando muchos suspiros de fondo.
‹Eso es, adórenme más›
Para desgracia de Valentina, al cambio de hora se les unió otra clase, la clase de su archienemiga: Julieta Miller, esa maldita rubia que se creía una chica mala usando su chaqueta de cuero.
La división de la atención masculina entre Julieta y Valentina fue obvia, sobre todo porque gran parte de las miradas iban de un lado a otro.
Gruñó al ver a esa tipa hacer estiramientos con un chico. Le estaba quitando la atención.
Competir con esa idiota de Miller le molestaba ¿Acaso no era obvio que ELLA era la mejor?
— Joder, esa tipa me molesta —declaró, sentándose en el patio después de clases con su grupo de amigas.
— Relájate, todos saben que esa idiota no presta atención a los chicos. Seguro que es lesbiana —río una de sus amigas mientras fumaba un cigarro.
— Dame eso —le quitó el cigarrillo, dando una profunda inhalada. Extrañaba esa sensación, con ese nerd no podía fumar libremente— Por cierto, mi dinero —exigió, extendiendo su mano a Jade, la "tesorera" del grupo— Conquiste a ese tipo 27 días.
— No entiendo como tuviste estómago para hacerlo, Valentina —sonrió Jade, sacando de un bolsillo de su chaqueta un fajo de billetes.
— ¡Su rostro era horrendo! —soltó una risotada Aurora, quitándole el cigarrillo y dándole una última inhalada.
Valentina ignoró estos comentarios, no le interesaba el dinero, aunque pensar en el hacía que sus rostros fueran un poco más... aceptables. El reto de conquistar a un chico era lo emocionante, o así era, los chicos de esta escuela eran demasiado fáciles...
—...Estos últimos chicos han sido demasiado fáciles para ti, ¿No crees, Valentina?
— En efecto —dijo mientras prendía otro cigarrillo.
— ¿Qué te parece un reto mayor...?
Esto llamó su atención, estaba aburriéndose de salir con chicos "nerd", eran muy fáciles. La idea de un reto definitivamente era más interesante que seguir conquistándolos.
— ¿A quién tienes en mente? —cuestionó, sabiendo que había ciertos chicos "inalcanzables", como el primo de esa idiota, Eithan Miller. No era imposible, pero un romance con ese modelo sería demasiado mediático.
Jade sonrió, esa sonrisa enigmática que tenía cuando tenía un plan malvado, y sacó un periódico. En la primera plana había un chico con una bandana en la frente, no le prestó mucha atención a que decía en la foto, ni siquiera necesito leer, conocía a ese chico, ¿Quién no le conocía? Era casi la mascota de la escuela.
— ¿Ilkay Miller? ¿Es en serio? —cuestionó, con cierto escepticismo.
— Claro que es en serio —parecía ofendida— Nunca se ha sabido que tenga una novia, seguramente es virgen.
— Buen chiste, ese chico se la pasa en los clubes de la escuela —respondió, sin saber cómo se iba a ligar a alguien que nunca estaba libre.
— Oh, acaso... ¿Tienes miedo? —cuestionó Jade, siendo secundada por Aurora.
— Claro que no —negó de inmediato— Me acostare con él, en menos de seis meses.
— ¡Esa es la actitud!
Valentina tardó un rato en darse cuenta que había apostado "acostarse" con Ilkay en lugar de simplemente salir con él.
‹No importa, no es como si eso fuera importante› pensó para sí, caminando por los pasillos, o así fue hasta que chocó con alguien— ¡Ten cuidado, id-...! —el resto del insulto murió cuando vio con quien había chocado.
Pelo negro tomado descuidadamente en una coleta alta, piel blanca y unos ojos extremadamente azules, como un par de zafiros. Tenía las orejas completamente perforadas, usaba una bandana roja en su frente y vestía el uniforme masculino de la academia, pero en rojo, el color de las chicas, ni siquiera sabía que eso se podía hacer, y, sobre todo esto, llevaba una sudadera negra.
Esta persona era Ilkay Miller, su apuesta.
‹No es muy alto› pensó, viendo que entre ambos sólo había una diferencia de 5 centímetros, ese chico debía medir 1,76 más o menos. Realmente le gustaban más los chicos altos...
— Oh, ¡Lo siento! Fue mi culpa —sonrió de una manera que chocaba mucho con la imagen de delincuente juvenil que proyectaba por la forma en que vestía— Por cierto... Necesito hablar contigo un momento.
...Parecía un cachorrito.
‹No me gustan los chicos así› pensó con cierta decepción. Ahora sólo esperaba que todo fuera rápido— Claro, ¿De qué quieres hablar? —sonrió.
— ¿P-Podríamos entrar a este salón primero...? Es algo privado —pidió, algo nervioso.
— No hay problema —dijo sin borrar su sonrisa en ningún momento ‹Sólo confiésate de una vez› pensó fastidiada, entrando al salón.
Esperaba que ese chico, Ilkay fuera más difícil, pero parece que todo sería muy fácil, como siempre...
— ¿De qué quieres hablar? —preguntó, viéndolo sentarse en la silla giratoria donde debería ir el profesor y comenzar a dar vueltas en ella.
— No me gusta que hagan apuestas sobre mí, mucho menos si no me dan nada a cambio —dijo Ilkay, dejando de dar vueltas, sin borrar su sonrisa aparentemente inocente.
—...
Valentina había perdido algo de color en su rostro, tensándose al escuchar esto. Él... ¿Había escuchado?
— Eso no es cierto —dijo, dando inconscientemente un paso atrás.
— Oh... ¿En serio? —preguntó con un tono juguetón, mirándola directamente con esos ojos azules que parecían más oscuros que antes— Pero yo sé lo que escuche...
— Estas mintiendo, no tienes pruebas...
En respuesta, Ilkay sacó su celular— ¿Quieres comprobarlo...? —preguntó con una sonrisa llena de burla, comenzando a reproducir algo en este.
— Me acostare con él, en menos de seis meses.
Esta era su voz, y de fondo se escucharon risas en la grabación, risas femeninas.
— Valentina, recuerda que queremos fotos.
Guardó silencio, tratando de escuchar una excusa, algo, cualquier cosa...
‹Diablos›
No se le ocurrió nada.
— Además, este audio que reproduje también tiene video ¿Sigues sin saber de lo que hablo? —preguntó con ese tono, ese tono que mostraba que estaba disfrutando esto— Podría ir ahora mismo donde el director y-...
— ¿Qué quieres por no decir nada? —lo cortó, sin entender como todo se había torcido de un momento a otro ¡Maldita sea, hubiera preferido la confesión a este chantaje!
En respuesta a esta pregunta, Ilkay pareció meditar un rato, guardando silencio total mientras lo hacía.
— Quieres fotos mías, ¿Verdad? —cuestionó, algo ansiosa al no escucharlo decir nada.
— ¿Fotos? —repitió, ladeando la cabeza— ¿Para qué quiero fotos tuyas...? —preguntó, genuinamente confundido.
—...—no sabía si estaba fingiendo inocencia o qué, pero este chico la estaba desesperando— Si no quieres eso, ¿Qué quieres?
— Dinero —respondió como si fuera obvio, girando un poco en la silla.
— No tengo dinero.
— Tu familia es rica —le dio una mirada plana.
— Mi padre es rico, no yo —respondió entre dientes.
—... Yo quiero dinero —sentenció, mirándola fijamente.
— ¡Que no tengo dinero! —exclamó, mirando al suelo.
No podía permitirse ser expulsada, no quería escuchar los gritos de su padre, no quería... no quería...
— ¡Ya se! —dijo el chico, levantándose de la silla— Soy tu apuesta, y si logras lo que ellas decían, te darán dinero, ¿No es así?
No tenía sentido negarlo ahora, así que sólo inhaló profundamente antes de responder—...Si.
— Entonces, se mi novia —pidió tomándola de las manos, con una sonrisa.
—... ¿Ah?
Este chico era muy extraño.
— Cumples la apuesta, dividimos el dinero a la mitad y la grabación se borra —propuso Ilkay, sin soltar sus manos.
—...Tú realmente quieres dinero ¿No? —comentó, sin terminar de entender a este chico.
— Necesito dinero para la comida de mi gata, si no le doy comida la veo capaz de comerme...—habló con una sonrisa temblorosa al imaginarse ser el desayuno de su mascota.
Sí, ese chico era muy raro.
— Está bien, acepto tu trato...—accedió, sin tener realmente otra opción, pero sin poder dejar de pensar en lo raro que era toda esta situación y lo aún más raro que era este chico.
A pesar de que Valentina estaba siendo básicamente chantajeada por Ilkay, debido a su actitud le era imposible pensar que en serio estaba siendo chantajeada...
— ¡Genial! —exclamó el chico, soltando sus manos y dirigiéndose a la impresora que había en la habitación.
— ¿Qué haces...? —preguntó al verlo encender la impresora.
— ¿Qué te hace creer que confió en tu palabra? —Preguntó, mirándola desde ese rincón— Haremos un contrato, sólo para asegurarnos...
‹ ¿Por qué siento que acabo de hacer un contrato con un demonio muy sonriente? ›
Escuchó el sonido de la impresora y cuando aún no terminaba de procesar la situación, Ilkay apareció delante de ella, con unas hojas y un bolígrafo.
— Firma aquí, aquí y aquí —indicó— Al firmar esto, aceptas que seremos novios en público por cien días, y me entregaras la mitad del dinero de la apuesta, monto que son mil dólares para cada uno, cuando todo termine —explicó con un aire que recordaba a un abogado profesional.
— ¿Por qué cien días? —preguntó, elevando una ceja.
— Porque es más fácil dividir entre números cerrados —se encogió de hombros.
—...Está bien —aceptó de mala gana su excusa por los cien días, tomando el bolígrafo que le ofreció.
Valentina sólo aceptó, firmando el contrato sin antes leerlo. Grave error.
— Gracias por su colaboración, señorita Valentina —dijo Ilkay, tomando el contrato y acomodando las hojas— Con esto acabas de aceptar que firmaste esto bajo tu propia voluntad, que no vas a volver a fumar cerca de mí o treinta minutos antes de acercarte a mí, y que si dices a alguien de este contrato o coqueteas con otros chicos mientras estemos de novios, los dos mil dólares serán totalmente míos —informó con una sonrisa.
— ¿Qué...? —Preguntó, incrédula— ¡No me dijiste eso, dame eso! —intentó quitarle el contrato.
— Vaya, ¿Acaso no te enseñaron a leer en primaria? —Preguntó nuevamente con ese tono burlón, esquivándola con una agilidad digna de un gato— Cuando vas a firmar algo, debes leerlo, es algo que todos saben —comentó, metiéndose el contrato dentro de la sudadera que llevaba, impidiendo que pudiera sacarlo.
Ahora él era quien se acercó a ella, haciéndola retroceder.
— ¿Sabes? La academia es bastante estricta con el tema de acoso sexual, independiente del sexo —Valentina pudo sentir su aliento por la cercanía entre ellos, olía un poco a menta— Así que, no pienses que recuperaras este contrato, o ¿Quieres agregar "acoso sexual" a la acusación? —cuestionó, con una mirada que dejaba en claro que la situación, para él, se había vuelto sumamente divertida.
Definitivamente había hecho un pacto con el diablo...
— Eres un maldito...
— Y tú tienes los dientes amarillos, pero eso todos lo saben —dijo, apartándose de manera desinteresada, tomando su mochila y saliendo del aula como si nada hubiera pasado.
— Espera ¡¿Qué?! —se cubrió la boca y de inmediato sacó su celular, poniendo la cámara frontal sólo para corroborar, horrorizada, este hecho.
Ese día, Valentina descubrió los efectos de la nicotina en el cuerpo... un poco por las malas.
Miró con un tanto de fastidio la caja de parches de nicotina que tenía entre sus manos, la acababa de sacar de la bolsa con demás medicamentos recetados por el médico de su familia.
‹ ¡Te odio, Ilkay! › pensó llena de rencor, lista para despotricar su molestia con él mañana.
Pero... al día siguiente no se lo topó. Ni el siguiente...
— Valentina —escuchó a uno de sus admiradores mientras masticaba chicle, un simple chicle de fresa pues ya había tomado su dosis del de nicotina.
— ¿Mm? —"respondió", haciendo un globo con el chicle.
— ¿...Es cierto que estas saliendo con Ilkay? —preguntó, un tanto nervioso.
Casi se ahoga con el chicle al escuchar el nombre de ese tipo—...A-Ah, sí...
— Oh... ya veo... Entonces... nos vemos.
Al ver la actitud de este chico, Valentina conectó unos cuantos puntos. Eso explicaba porque desde ayer varios de sus admiradores habían desaparecido, habían sido ahuyentados.
‹Ese tipo...›
No sabía dónde estaba Ilkay, en lo absoluto, sabía que estaba en varios clubes pero ¡No se sabía sus horarios, maldición! Encima la bruja de la encargada la obligó a inscribirse en un par de estos sólo para aceptar entregarle una hoja con los horarios. Ahora, por culpa de ese idiota, estaba inscrita en ping pong y en un club de manualidades.
‹ ¡Me las vas a pagar, Ilkay! ›
Al siguiente día, a primera hora, ella estaba en el club de tenis de mesa, lista para enfrentarlo.
— ¡Miren chicos, tenemos una nueva estudiante! —sonrió la maestra Aine Ayers, una mujer pálida, de ojos dorados y cabello negro, presentándola frente todo el grupo. Entre ellos pudo ver a Ilkay, estaba junto a una chica de secundaria, de largo cabello y ojos castaños, de piel blanca, y de baja estatura.
— Hola, soy Valentina Berardi —sonrió, ocultando toda la molestia que sentía al ver a esos dos juntos y riendo mientras ella estaba ahí. ¿Cómo podía estar ignorándola por una chica así...?
Al sentirse observado, Ilkay volteó, viéndola con cierta confusión que sólo fue visible por unos segundos pues rápidamente fue reemplazada con una sonrisa y un gesto de "hola".
— ¡Ilkay! —lo llamó, una vez terminó la presentación.
— Hola Valentina, no esperaba que te unieras al club de-...—Ilkay no pudo seguir con su frase, ya que la chica lo tomó del brazo y lo arrastró a un rincón de la sala.
— ¡¿Por qué estabas hablando con esa chica?! —reclamó, realmente molesta.
— ¿Con Hedwig? Porque somos amigos...—dijo él, sin entender su comportamiento.
— ¡No es justo! ¡¿Por qué tú puedes hablar con otras chicas y yo no puedo hablar con otros chicos?!
—...Yo no te he prohibido nada —respondió Ilkay, mirándola raro— Tú puedes hablar con quién quieras, y yo puedo hablar con quién yo quiera ¿No? Sólo no tienes que coquetear con los demás chicos...
— ¡Así no se supone que son los noviazgos!
Ilkay suspiró y, sin un motivo real, colocó su mano sobre la cabeza de Valentina, acariciando su cabeza como si fuera una especie de cachorro.
— ¿Qué clase de enseñanza has tenido...? —preguntó, con un tono muy compasivo.
— Entonces... ¿Por qué les dijiste que-...? —trató de preguntar, sin entender este gesto tan raro de Ilkay, pero, aun así, no intento detenerlo.
— Ellos sólo preguntaron, y yo les dije que éramos novios, ¿Hice mal? —se detuvo, mirándola por un momento.
— No...
Se suponía que debían ser novios por contrato, así que responder con un "sí, es mi novia" no debería suponer ningún problema...
— Es más, tú deberías estar aquí para jugar y divertirte —añadió Ilkay, tomando una paleta y golpeando la pelota que puso en ella, sin permitir que se cayera— Así que ¿Quieres probar el tenis de mesa a pesar de todo?
Se pasó la mano por el cabello, peinándose con una mano— Si... supongo...
— En ese caso ¡Profesora, se la encargó! —dijo el sonriente Ilkay, entregándosela a la maestra, quien no pareció sorprenderse con las raras acciones de este chico.
— ¡Déjamelo a mí!
Resulto que Valentina era terrible en el ping pong, simplemente terrible, pero...
‹Es divertido› pensó, sonriendo sin darse cuenta.
Al terminar la sección, Valentina no había mejorado mucho, seguía siendo mala, pero al menos ya sabía cómo tomar la paleta y golpear correctamente la bola, eso ya era una mejora.
— ¡Ilkay! —lo llamó, notando que el chico se iba cuando sonó la campana.
— ¿Qué pasa? —preguntó, deteniendo sus pasos, sólo para verla llegar agitada a su lado.
— ¡Tú-...! —exclamó, recuperando el aire mientras lo apuntaba acusatoriamente con su teléfono.
— ¡Me rindo! —dijo el chico, levantando las manos, como si el teléfono fuera una especie de arma.
Valentina, por el bien de su salud mental, decidió que iba a ignorar eso.
— Dame tu número.
— ¿Eh?
— Escribe tu número —ordenó, entregándole el teléfono con la pantalla de nuevo contacto.
—...Ah, está bien —sonrió.
*Ba-dump* *Ba-dump*
— Aquí esta, me agendé como "Kai" y... ¿Por qué estás tan roja? —preguntó, notando que estaba sonrojada.
— ¡No es nada de tu incumbencia! —sentenció, tomando su teléfono y alejándose a toda prisa de él.
¿Por qué su corazón latía tan rápido...?
‹ ¡Es sólo un chico raro que te chantajeó! › se dijo a sí misma, atormentada por sus propios latidos, mojándose el rostro con agua en el baño de mujeres.
「 ¿En serio estás bien? ('๑ ・ ⌓ ・ `) 」fue el mensaje que hizo que su celular sonara con un nuevo contacto, "Kai".
‹ ¿Qué clase de emoji es ese? › pensó, entre confundida y con ganas de reír 「 Sí, estoy bien 」respondió.
De hecho, estaría mejor si no le hablara...
Y así empezó la extraña relación entre Valentina e Ilkay, o "Kai" para los amigos.
Kai era sorprendentemente fácil de tratar a pesar de tener unos gustos extraños, como usar muchas caritas en sus mensajes, algunas de las cuales eran muy extrañas, o el mandar fotos de su gata para presumirla. Gata que, por cierto, se llamaba Cat... "Gata" en inglés.
「 Eres malo eligiendo nombres 」
「 Lo sé (っ◞‸◟c) 」respondió, haciéndola sentir culpable.
Pronto, a Valentina le dejó de preocupar que Kai no fuera muy alto o que no fuera un chico malo. De hecho le comenzó a tomar gusto a su excentricidad, aunque no le terminaba de gustar que tuviera tantas amigas...
— Bien hecho, Paris —la felicitó Ilkay, con la mencionada en sus brazos después de "recibirla" tras una caída en las prácticas de porrismo.
...Y mucho menos que una de esas amigas fuera su gemela.
— Sylvia ¿Qué estas escribiendo? ¿Puedo leer? —preguntó Ilkay a Sylvia, muy cerca de esa taciturna chica de ojos grises.
— No —respondió fríamente la chica, logrando que Kai hiciera un puchero y se quejara un rato, pero se detuvo al ver que Sylvia no le iba a dejar ver que estaba escribiendo.
También...
— Hedwig, ¡Juguemos! —pidió a esa chica tímida, quien sólo asintió.
Asimismo...
— No jures por la luna, esa inconstante que cada mes cambia en su esfera. No sea que tu amor resulte tan variable.
— ¿Dónde leíste eso...? —le preguntó Julieta con un tejido en manos, sin entender su punto.
— No lo sé, creo que fue en una obra de teatro... —admitió, encogiéndose de hombros.
Incluso...
— ¡Santiago~! —exclamó Kai, abrazando de improvisto al chico que se parecía mucho a él pero que no tenían ningún parentesco.
— ¡Wah...! ¡No me asustes así! —reclamó, sin conseguir nada más que unas risas de su parte.
Incluso...
— ¡Eithan, ayúdame! ¡Tengo demasiada tarea! —suplicó.
— Tsk —chasqueó la lengua— Deja de hacer las cosas a última hora —gruñó el joven modelo de ojos verde esmeralda, pero aun así aceptó ayudarlo.
O...
— ¡Charly~! No entiendo el ejercicio...—pidió Kai en sus prácticas de atletismo al chico de esponjoso cabello castaño y ojos ámbar.
El chico suspiró— Está bien —cedió.
Y...
— ¡Sasha...!
— Shhhh, esto es una biblioteca —lo regañó ese pelirrojo de ojos verdes.
— Lo siento...—se disculpó en voz baja.
...
— ¡Alina! ¡Chie! —llamó a sus mejores amigas.
— ¿Mm? —lo volteó a ver Chie, esa chica que parecía una muñeca japonesa.
— ¡Kai...! ¡Sigues tan pequeño como siempre! —dijo Alina, la chica árabe muy alta, molestando a Kai por su estatura.
— ¡Hey! ¡Todavía estoy en crecimiento! —se quejó el chico.
—...
¡¿Por qué este chico era tan popular?!
¡Incluso con varios de sus amigos hombres actuaba de una forma demasiado cercana para ser amigos...!
‹ ¡No, espera! ¡No es como si él me gustara...! ¿O si...? ¡Ahhhhh! ›
— Valentina... ¿Estás bien? —preguntó Ilkay al verla tan...rara.
Valentina le había pedido ayuda a Ilkay para poder estudiar, pero era obvio que había dobles intenciones en esto, sobre todo en detalles como que tenía un botón extra desabrochado, mostrando más de su escote y parte de su sostén rojo, o la cercanía con él, ¡Estaba pegada a él!
‹ ¡Maldito lento, date cuenta que estoy coqueteando contigo! › pensó muy frustrada, más que en toda su vida.
¡Nada, nada funcionaba! ¡Él simplemente estaba ignorando todos y cada uno de sus intentos de coquetearle!
— Ilkay... tú ¡Eres un idiota! —le gritó, levantándose de la mesa y alejándose de él sin decir nada más.
— ¿...Ah? —soltó el chico, viendo por donde se había ido Valentina, sin entender que acababa de pasar.
Sin entender, Kai miró a Chie, quien estaba a una mesa de distancia, pero ella sólo evitó su mirada, negándose a intervenir en este tema.
— No entiendo a las mujeres...—se quejó Ilkay, apoyando su frente en el libro.
— Kai...—finalmente habló Chie— Eres el tipo más inteligente y a la vez el más idiota que he conocido en mi vida.
Ese chico era tan denso que había un sistema solar girando a su alrededor y aun así no se daba cuenta...
— ¿...Gracias?
— No era un halago.
— Ah...
Valentino despertó en ese momento, sudando frio por culpa de la frustración que sintió con ese extraño sueño.
‹ ¿Por qué esto parecía una mezcla de mis recuerdos? › pensó, sin entender porque había tenido un sueño tan raro o porqué aún se no olvidaba ese sueño como sucedía con todos los demás...
A paso lento, se dirigió al baño, con la intención de mojarse la cara.
‹Esa chica del sueño se parecía a mi...› pensó vagamente, viendo su reflejo en el espejo ‹...Como chica no me vería nada mal› aunque llorar porque un chico no notaba que le gustaba... ‹Que estupidez›
Con parsimonia, Valentino se estiró, escuchando sonar algunas de sus articulaciones en el proceso.
‹Ahora que lo pienso ¿No uno de los efectos secundarios de las pastillas era tener sueños raros? › recordó vagamente uno de los efectos secundarios de la vareniclina que le recetó el doctor.
Después de una búsqueda rápida en internet desde su cama confirmo que sí, los sueños extraños que tenía últimamente eran culpa de ese medicamento, era un efecto secundario.
Bostezó, pensando que, al menos, el insomnio ya había desaparecido casi por completo ‹Creo que... si yo fuera "Valentina", haría un ataque más directo› su mente nuevamente divagó en ese sueño antes caer dormido de nuevo.
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