Capítulo 93: Regaño.
Rara vez en la academia Belial había tantos alumnos fuera de la oficina de la directora a la vez, pero eso no era algo que pareciera importarle a los presentes ahí.
París miró esa mancha en su zapato por séptima vez y suspiró, había estado mirando esa mancha tanto tiempo que podría jurar que era capaz de copiarla a la perfección a este punto.
— ¿Cuánto van a tardar? —refunfuñó en voz baja Valentino, claramente ansioso.
Levantó la mirada de la mancha, viendo a su gemelo frente a él, mirando con impaciencia la puerta mientras movía su pierna, esperando que Aylin saliera de ahí.
Movió su mirada un poco, pudiendo ver a Arnulf apoyado en la pared, si bien lucía bastante tranquilo, pudo notar que estaba bastante inquieto.
No había pasado mucho tiempo, una media hora como mucho desde la discusión entre Abigail y Aylin, pero para todos se sentía una maldita eternidad...
‹Debí detenerla...› pensó Beatriz, mirando detenidamente sus uñas desde un rincón, manteniéndose al margen de esos chicos. Sabía que Abigail se enojaba fácilmente, ella debió-...
*Clac*
La puerta se abrió y por ella salió Aylin quien tenía una expresión de aburrimiento extremo, el rasguño en su rostro ahora era más notable. Detrás de ella, casi echando humos, Abigail salió con un papel en su mano que decía escrito con lápiz rojo una palabra: suspensión.
El ambiente cambió drásticamente al verlas salir, algo de alivio y...
— ¡Todo esto es tu culpa! —exclamó Abigail, muy enojada por haber sido suspendida.
— ¿Ah? —Aylin le dio una mirada confusa mientras tenía uno de sus audífonos en la mano— ¿Dijiste algo...? —preguntó, haciendo enojar más a Abigail quien, al ser ignorada de manera tan descarada, se alejó hecha una furia mientras daba fuertes pisotones—... Tomaré eso como un "no".
Sin esperar una palabra de los presentes, Aylin se quitó su característica bandana roja, dejando ver lo que había bajo de ella: muchos piercings, un implante coclear de color negro y un cabello negro ondulado más largo de lo que pensaron en un inicio.
Por un momento, la mirada de Aylin chocó con la de Valentino y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
"De nada".
Si bien no dijo nada, Valentino fue el único que pudo verla pronunciar esa frase muda.
— ¿Estás bien? —Arnulf fue el primero en hablar.
Ella, sin mucho interés, asintió— Gato me ha rasguñado más fuerte —le restó importancia, guardando su bandana.
Arnulf abrió la boca para hablar una vez más, pero una nueva voz lo interrumpió— ¡Aylin!
El sonido de pisadas rápidas en el corredor llamó la atención de todos los presentes, quienes giraron a ver al dueño de esas las pisadas: el maestro Alexander, quien lucía claramente agitado por correr hasta aquí.
De inmediato, el profesor tomó a Aylin de los hombros— ¿Estás bien? —preguntó muy preocupado, y sin esperar una respuesta, examinó la herida en su mejilla.
— Hermano, no es nada. En serio —dijo Aylin, notando la expresión de angustia en su rostro.
— ¡¿Cómo no me voy a preocupar si la directora me llamó para decir que te golpearon?!
—...
— ¿Me estas escuchando? —preguntó, notando que le faltaba un audífono.
— Fuerte y claro.
Alexander suspiró y la soltó— Aylin, ya no estoy en edad para sustos así...
— No es como si fuera primera vez que han me golpeado...
Ante esta respuesta, Alexander apretó los labios y tomó el audífono que había en sus manos, colocándoselo tras la oreja con mucho cuidado—... Ahora, te vas a ir a tu cuarto y vas a descansar después de que vayas a la enfermería —miró a Arnulf— Raoul, acompáñala —pidió, a lo que el chico asintió.
— Hermano, es sólo un rasguño. No es necesario que...—intentó protestar.
— Aylin...
—...—suspiró— Está bien.
Cuando Aylin y Arnulf se alejaron, los tres estudiantes que se habían mantenido al margen hasta ahora pudieron ver que la mirada del siempre afable profesor Alexander cambiaba, dándoles una mirada que les causó escalofríos. Su mirada fue especialmente dura con Valentino.
— Creo que es hora de que vuelvan a sus actividades —habló con un tono muy serio, dando un giro de 180 grados a su actitud de hace sólo unos minutos.
Ese día, París llegó media hora tarde al entrenamiento de futbol americano y, aunque tenía un justificativo por parte de la directora, por ello fue severamente regañado por el entrenador.
— ¿Sucede algo? —preguntó Christopher, preocupado porque no era normal que París llegara tarde.
Suspiró— No es nada...
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