Giró, y vio a alguien vestido con una especie de overol mezclado con un mameluco blanco, o que una vez fue blanco, pues estaba lleno de manchas de muchos colores. Este extraño atuendo tenía una capucha con un par de orejas caídas de conejo, y cierre completo, con una tela de rejillas color rojo como ojos.

‹Esta persona... es Aylin ¿Verdad? › pensó con cierto escepticismo.

Sabía que Aylin estaba usando un overol blanco, pero... ¿Realmente era así?

— Oye, ¿Por qué estás haciendo esa cara? —cuestionó el conejo, apoyado ociosamente en la escoba entre sus manos mientras le miraba.

— No es nada...

— Si es así mejor vete ¿Puedes? Es mi turno de cerrar y estoy perdiéndome el receso —dijo el conejo, bajando el cierre y quitándose la capucha, permitiendo ver su rostro.

Valentino había vigilado a Aylin todo este tiempo, pero ella jamás se había quitado la bandana, siempre la tenía puesta, cubriendo parte de su rostro.

Pero... ahora Aylin no tenía la bandana puesta, dejando ver que sus orejas estaban llenas de perforaciones y...

— ¿Eso es...un audífono...para sordo...? —cuestionó, incrédulo.

— No.

— Estoy bastante seguro que eso parece uno...

— Pues no estés tan seguro, Valentino. Es un implante coclear —lo corrigió, con cara de póker.

— ¡¿Estas sorda?!

— Vaya, no sabías que soy sorda, ¿Qué clase de acosador eres? —lo miró con decepción.

— ¿Acosador? —repitió, sintiéndose ofendido por la palabra— No soy un acosador.

— Me llevas observando dos meses y desde hace unos días me estas siguiendo, además de que te has metido en la sala sabiendo que estaba sola aquí. Estoy bastante segura que eso te vuelve un acosador.

¡¿Ella lo sabía?!

— Por cierto, eres un asco escondiéndote —agregó, con una expresión que dejaba en claro que esta conversación era aburrida para ella.

‹ ¡Piensa Valentino, piensa! ¡No puedes dejar que piense que eres un acosador! ›

Valentino había entrado en pánico, un pánico que no le dejaba pensar de manera clara.

— ¿Por qué no te has ido aun? Estas comenzando a ser una molestia.

¡No podía irse mientras ella pensara así!

La acorraló contra la pared, situándose muy cerca de ella, con las dos manos apoyada en la pared, impidiéndole huir. Aylin lo estaba mirando fijamente, sin inmutarse por su cercanía.

La diferencia de alturas era obvia.

— ¡Aylin, desde hace un tiempo, t-tu...!

Intentó seguir su confesión, pero de pronto su lengua dejo de decir lo que quería decir, sus manos comenzaron a sudar e incluso tartamudeo un poco.

‹ ¡Mierda, las palabras no salen! ›

Se comenzó a desesperar.

Era fácil, sólo debía decir "Me gustas, sal conmigo", ¡Dios, lo había dicho decenas de veces! ¡Era sólo una vez más, ¿Por qué su cuerpo no respondía?!

Esta era la primera vez que se sentía así...

La miró, sus pestañas eran muy largas y sus ojos...

‹Sus ojos son muy azules...› pensó, perdiendo completamente el hilo de sus acciones.

— ¿Por qué estas temblando? —esas palabras le sacaron de sus cavilaciones.

Sintió sus mejillas arder.

— Eh... Ah...

Ni siquiera era capaz de articular una palabra entendible, mucho menos una frase coherente...

Aylin suspiró, notando que Valentino se había paralizado, por así decirlo.

Sin mucho interés, se agachó un poco y salió del kabedon improvisado, yendo a su asiento y tomando una caja de jugo de su mochila, empezando a beberla mientras veía a Valentino, quien, por su parte, se había quedado ahí, mirándola, sin terminar de entender que acababa de suceder.

— Hey, si hay algo que quieras decirme, sólo dilo —declaró con aburrimiento.

Tragó duro, intentando decir algo— Yo...

Pero lo que ella le dejo sin palabras, otra vez— Es acerca la apuesta que hiciste con tus amigos, ¿Verdad?