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Capítulo 87: Maestro.

¡Ojalá por una sola vez pudieras ponerte en mi lugar, así sabrías lo asqueroso que es verte! ¡Envidio a la gente que no te conoce, maldito bastardo desagradecido!

Esas palabras seguían repitiéndose en su mente, una y otra vez...

‹Sólo no podía hacer eso...› se dijo a sí mismo, realmente afectado por esas palabras.

Ya tenía planes para después de clase y golpear a alguien que no conocía porque era el otro novio de la novia de Aarón...

‹No quiero que me expulsen›

Bajó la mirada y sus pies lo condujeron hacia el club de ping pong. Incluso cuando sabía que faltaba media hora para que empezara la clase, él simplemente no se sentía cómodo estando fuera de la cafetería, al menos no cuando varios habían sido testigos de lo que paso hace unos minutos...

— Vaya, Valentino, has llegado muy temprano —comentó el maestro Aiden, mirándolo de reojo con su usual sonrisa mientras arreglaba el equipo para la próxima clase.

— Yo...—de pronto, sin que él pudiera controlarlo, su voz aparentemente tranquila voz se rompió como si de un vidrio estrellándose contra en el suelo se tratase. Valentino entró en pánico al notar ese quiebre en su voz, lo cual empeoró su estado.

— Hey, tranquilo. Está bien.

Valentino no pudo terminar de entender el cómo fue que termino envuelto en los brazos del maestro Aiden, sin embargo... Se sintió tan contenido en ese abrazo que sin poder evitarlo se rompió y comenzó a llorar.

— Todo va a estar bien, Valentino.

No supo cuánto tiempo estuvo llorando y no le importó en realidad. Necesitaba desahogarse.

Cuando el maestro Aiden notó que su llanto comenzaba a disminuir, aflojó el abrazo y lo miró: se veía terrible— ¿Quieres hablar de lo que sucedió...? —preguntó, dándole un pañuelo para que se limpiara las lágrimas.

—...—Valentino no respondió, sólo se quedó en silencio, mirando al suelo— Usted no lo entendería...—murmuró, limpiándose las lágrimas con el pañuelo.

— ¡Claro que lo entendería! —exclamó Aiden con su anormal entusiasmo como de costumbre— Después de todo, eres mi preciado estudiante —sonrió, revolviéndole un poco el cabello.

Desvió la mirada— Yo... no quiero hablar de eso...—su voz sonaba un tanto ronca por el llanto, pero se recuperaría, siempre lo hacía.

— Oh, ya veo —dijo Aiden, algo pensativo— En ese caso, ve a lavarte la cara, te ves terrible —bromeó un poco.

— Lo sé...—su mente se sentía un poco más clara después de llorar, aunque se seguía sintiendo terrible...

Cuando volvió al salón sólo faltaban diez minutos para el inicio del club, por esto, el salón estaba más lleno con otros estudiantes. Se pasó la mano por el cabello, sintiéndose repentinamente agobiado por verse rodeado de personas...

— ¡Muy bien! —se sobresaltó al escuchar al maestro a su lado ¿En qué momento...? — Un poco de ejercicio siempre ayuda a despejar la mente —declaró él con mucha confianza, entregándole una raqueta— Así que, ¡Practiquemos!

Valentino hizo una mueca al escuchar esto.

Había mejorado mucho desde que había entrado al club, pero jugar contra el profesor...

— ¿Tendrá piedad...? —se atrevió a preguntar, temiendo por la integridad del poco orgullo que había logrado recolectar por sus recientes logros.

— Mmmm... déjame pensar...—el maestro Aiden miró a una pared, como de costumbre, en una pose "pensativa". Unos segundos después dio su veredicto con una gran sonrisa— No.

— A-Ah...

Incluso sabiendo que era relativamente nuevo en este deporte, el maestro Aiden no tuvo ninguna pizca de piedad ¿Le sorprendía? No, la verdad es que no...

— Necesito un descanso...

Valentino ahora estaba hecho un desastre después de hacer tantos sets seguidos, ¡Ya habían jugado lo equivalente a un partido profesional! ¡¿Cómo era posible que este maestro no se cansara?! ¡Era un maldito monstruo!

Aiden resopló ante su petición de piedad— Que aburrido eres —se quejó como si fuera un niño mientras se cruzaba de brazos.

— ¡¿Es que usted no se cansa?! —reclamó.

Mientras que Valentino estaba respirando agitado y lleno de sudor en su lado de la mesa, el maestro Aiden ni siquiera parecía estar sudando o mostrando siquiera algún pequeño signo de cansancio.

— No —sonrió, logrando frustrarlo.

El maestro Aiden era alguien bastante extraño y definitivamente no quería volver a jugar un partido con él, temía por su integridad física si esto se repetía, pero... era buen maestro.

— Profesor...—lo llamó cuando el club terminó.

— ¿Qué sucede? —preguntó el profesor, bebiendo de su agua sin ninguna preocupación en el mundo.

— Yo...—sintió un nudo en la garganta, no sabía como continuar. Respiró hondo, intentando calmarse— Quisiera ser parte del equipo de tenis de mesa.

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