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Capítulo 78: Índigo.

Ese día, como había estado pasando desde el lunes, escuchó a Valentino irse temprano, muy temprano. Suspiró, levantándose cuando lo escuchó cerrar la puerta principal.

— No se ponga triste, señorito, usted sabe que su padre los quiere. Y el señorito Valentino siempre se mete en problemas...

‹Patrañas› pensó, viendo a su padre tirado en la sala, con una morena en cada brazo, roncando muy fuerte. Su padre no los quería, eso era obvio, jamás lo había hecho, si los quisiera no tendría el retrato de esa mujer en el recibidor...

Tomó sus cosas y pidió el uber, una rutina que llevaba haciendo desde inicio de las clases, esperando que desapareciera la nieve...

‹Agh...› ahogó un quejido de aburrimiento en clase, sabiendo que el profesor se enojaría si se quejaba de su aburrida clase. Todo indicaba que sería un aburrido día, sin nada destacable... ‹ ¿Aylin está bien...? › se preguntó por un momento, recordando que hoy habría una práctica de porristas. Maldita sea, si tan sólo tuviera su número...

Christopher le dijo que tendría una reunión con el entrenador respecto, así que la mitad del receso lo pasaría solo...

— Aquí tienes, Aylin.

Había estado vagando por el patio, sin realmente un rumbo, cuando escuchó la voz del maestro Raisa. Curioso, se asomó por la esquina del edificio, pudiendo ver al maestro con Aylin, quien, por cierto, tenía varias banditas en la cara y manos.

— Este es tu almuerzo, te lo entrego en tus manos, ¡Así que ya deja de comerte la comida de tus amigos! —la regañó mientras le entregaba una lonchera con un gato.

Aylin, con una expresión de desinterés sorprendente, recibió la lonchera, sin mirar a su "hermano" a los ojos— Si, mamá...—dijo con aburrimiento.

Esta contestación pareció no gustarle al mayor, quien parecía listo para darle un gran regaño— ¿Que te he dicho de-...?

París, por espiar la escena, no se había dado cuenta que había una lata delante de él y, en un intento de ver mejor, la pasó a llevar ‹ ¡Mierda! › instantáneamente huyó, como si hubiera sido atrapado cometiendo algún delito.

— ¿Eh? —Alexander miró a la esquina del edificio, viendo que ahí no había nadie, de hecho, no había nadie en todo el patio. Estaba solo— Agh... se escapó —se quejó en voz alta al notar que, efectivamente, Aylin había huido de la escena...

Christopher miró con curiosidad como París lucia de muy buen humor.

— ¿Pasó algo bueno? —preguntó, notándolo inusualmente sonriente.

— No.

— Sí, claro...—dijo Chris, sin creerle nada— Ya dime quien te gusta —exigió.

— No me gusta nadie.

— ¡Mentira, has estas actuando raro desde hace un tiempo ya!

— Que no —respondió, algo fastidiado al saber que Christopher le iba a molestar con esto todo el día. Y, efectivamente, le molestó todo el trayecto, insistiendo en que le dijera quien le gustaba. ‹No hay forma que lo diga en voz alta...› de seguro Christopher ni siquiera le creería que le gustaba Aylin, la novia de su gemelo...

— ¡Agh! ¡Voy a descubrir quién te gusta, te guste o no! —exclamó Chris después de su octavo intento fallido.

— Suerte con eso —dijo, ya cansado de discutir del tema. Sólo esperaba que los chicos de futbol americano no se unieran a la "búsqueda" de Christopher...

Cansado de evadir las preguntas de su amigo, apenas sonó la campana se dirigió a su siguiente clase: historia. Esta clase no la compartía con ninguno de sus compañeros, así que nadie lo trataría de interrogar ¿Lo malo? Eran 10 mesas con 20 sillas, y eran 20 alumnos, así que tendría que compartir la mesa con un desconocido...

‹Ojala falte alguien›

— ¿Puedo sentarme aquí? —escuchó una chica preguntar.

‹Mierda› suspiró, notando que era la chica con la que Christopher le intentó hablar el otro día— Sí —aceptó.

La clase fue normal, pero...

‹ ¿Puedes dejar de mirarme tanto? › se quejó para sí, sintiendo sus manos sudar al notar que esa chica estaba mirándolo muy fijamente, sin siquiera disimular que lo estaba mirando. Al sentirse demasiado observado, a penas termino la clase París quiso huir de la escena, pero su asiento estaba para la pared, impidiendo su huida.

— Tú eres París Berardi, ¿No? —preguntó la chica a lo que él asintió, esperando que se levantara para irse— Eres lindo —una vez dicho esto, la chica rubia se levantó y se retiró del salón.

—...—se quedó muy confundido un momento ‹ ¿Gracias? › pensó, sin sentirse alagado realmente.

Ignorando esa incómoda clase de historia, fue un día normal, o así fue hasta la clase de artes marciales. Todo se veía normal, pero el señor Aage no estaba...

‹ ¿Por qué no está aquí? › se preguntó por un momento, sólo uno, pues su instinto de supervivencia se activó al notar al maestro Aiden junto a él.

— Bien, mis pequeños saltamontes —dijo el maestro Ayers, con su usual sonrisa que aseguraba el sufrimiento de todos— Vamos a empezar con el calentamiento~.

¿Quién diría que este tipo tan alegre era un sádico de primera...?

Después del tortuoso calentamiento, el maestro, sintiendo algo de compasión, les dejo tomar un descanso...

— 92...93...94...

Pudo escuchar a Shun Chevalier contar mientras hacía flexiones, con Aylin sentada en su espalda. Desde su posición, pudo notar que la chica tenía una expresión de pocos amigos.

— Lo estás haciendo bien, Shun —comentó Aylin, con un tono muy... plano.

—...Dijiste que me ayudarías —se quejó el chico, aun haciendo flexiones.

— Estoy ayudando.

— ¡No lo estas! —exclamó, derrumbándose en el piso— ¿Estas enojada o algo...? —preguntó al verla tan... arisca.

— Si.

— ¿Conmigo o los demás? —volvió a preguntar.

— No.

— ¿Quieres hablar de eso...? —cuestionó Shun, aun tumbado en el suelo.

— Más tarde —fue todo lo que dijo Aylin, levantándose de su posición, permitiéndole a Shun levantarse.

‹Está enojada› fue el pensamiento colectivo de todos en la sala.

Para París, ver como los demás se alejaban al ver a Aylin pasar era una imagen muy curiosa, por decir lo menos, lo cual hizo que se quedara viendo la situación, descuidando la clase por unos momentos...

— Saltamontes, ¿Olvidaron que seguimos en clase? —cuestionó el maestro Aiden, notando que todos estaban mirando a Aylin y no a él— Ya pasaron los cinco minutos de descanso~.

Un escalofrió recorrió la espalda de todos los alumnos de Kickboxing en ese momento...

— Agh...—soltó un quejido, sin poder moverse correctamente ‹Mañana me va a doler› pensó, levantando la mirada del suelo.

— Espera, ¿Aylin Vogel? —escuchó la voz de esa chica rubia que se sentó junto a él, tenía un cinturón negro. Ella estaba mirando a Aylin, quien estaba sentada en el suelo del equipo de taekwondo con el cinturón blanco, otra vez— Nunca he escuchado hablar de ti —rió.

Aylin sólo la miró desde el suelo, con una mirada completamente plana, sólo... mirándola.

— Tú eres realmente pequeña ¿Cuántos años tienes...? ¿Eres una estudiante de escuela primaria...? —comenzó a molestarla, mirándola con superioridad, posiblemente pensando que estaba lidiando con un simple cinturón blanco...

— Tengo 15 años —fue toda la respuesta que le dio a la chica.

— Ya veo, ah, pobrecita...—ella parecía no notar el ambiente que se había formado de un momento a otro— Lo siento si por mi culpa te has entristecido.

—...—Aylin ni siquiera le contestó, sólo siguió mirándola.

— ¡¿Cómo te atreves a tratarla así?! —escuchó a Chloe intervenir, muy molesta— ¡Te reto a un duelo!

— Lo siento, pero no estoy pensando en divertirme contigo, cinturón marrón —rió.

‹Que desagradable› pensó París, muy fastidiado viendo esta escena ‹ ¿Por qué los maestros no hacen nada? › se preguntó, viendo que todos estaban mirando, sin hacer nada. Incluso el maestro Aiden estaba sólo mirando.

Chloe no estaba nada feliz con la actitud de esta chica— ¡Eres una-...!

Beatriz se estaba divirtiendo bastante por esta situación. Esa niña, Aylin, estaba jugando en la práctica de Taekwondo, sólo jugando y haciendo unos cuantos movimientos simples, ignorando al profesor. No había forma en que pudiera quedarse de brazos cruzados viendo como despreciaba las artes marciales, tenía que recordarle su lugar a esa niña.

‹Veo que todos están de acuerdo› malinterpretó el silencio de sus demás compañeros y profesores. Sólo esa chica de cinturón marrón estaba haciendo algo, quizás debía ponerla en su lugar también...

— Beatriz Harman —la aludida miró con curiosidad como de pronto Aylin se había levantado del suelo, ¿Acaso quería enfrentarla?

— ¿Qué-...? —sus palabras se cortaron de golpe.

Índigo.

Un par de ojos color índigo, totalmente penetrantes y espeluznantes, la estaban mirando directamente, como si de una bestia sedienta de sangre viendo a su presa se tratara.

Sintió sus piernas temblar de manera incontrolable, sintiéndose extremadamente pequeña frente a esos ojos, era como si de pronto el aire fuera tan denso que no pudiera respirar, como si fuera brea que no le dejaba moverse. No podía respirar ni moverse por más que lo intentó, su cuerpo se negaba a obedecer, paralizado por el miedo más instintivo y arcaico que existía...

Discúlpate.

Una voz que parecía haber venido desde el fondo del infierno dictó esa orden, sin dejar espacio a la desobediencia.

Tenía tanto miedo que sintió ganas de llorar— ¡...Lo siento! ¡Perdóname! ¡Perdóname! ¡Te lo suplico! —rogó, tan aterrada que una simple brisa pudo haberla hecho caer de rodillas— ¡Por favor, perdóname! —sentía que iba a morir.

— Perdonada —sonrió Aylin, y como si nunca hubiera ocurrido en primer lugar, la presión, el miedo y el índigo, todos desaparecieron....

‹Es un monstruo› pensó, temblando incontrolablemente mientras veía su espalda alejarse.

— ¿Estás bien...? —preguntó uno de sus compañeros al verla temblar en el suelo, ignorando todo lo que Beatriz sintió.


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