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Capítulo 77: Suerte.

Fingir que no existía era una habilidad que había mejorado durante años, y esta vez, junto a muchas otras, tuvo que ponerla en práctica con la pequeña ventaja de que su padre, quien se había emborrachado toda la noche, no era capaz de distinguir entre él y París. Ir a la escuela era un fastidio, pero agradecía tener un lugar donde alejarse al menos 7 horas de su casa...

‹Maldito borracho› pensó, molestó por el corte dentro de la boca que obtuvo por el golpe de su padre, se había cortado el labio con uno de sus dientes por esto y el sabor de su propia sangre era asqueroso.

Hoy decidió no ir a la academia con París, de hecho ni siquiera desayunó en casa, se fue a las 7 de la mañana a la escuela. Sabía que a esa hora había desayuno, así que si pagaba podría desayunar sin verle la cara a nadie.

Ignorando que estuvo dos horas sin hacer nada, fue bastante tranquilo.

「 ¿Vas a venir a clases? 」 le preguntó a Aylin.

「 No (。◕‿◕。) 」 fue su respuesta.

Suspiró, mirando al cielo oscuro, parecía que la nieve se negaba a desaparecer...

‹El océano se congelo... Sólo ¿Qué tanto frio habrá...? › se preguntó, acomodando sus cosas en la cafetería. Ya le habían dicho que la clase de manualidades de hoy se cancelaba y que tendrían un acto para anunciar algo que no recordaba. Bueno, al menos no tendría clases en la primera hora.

Casi arrastrando los pies fue hacia la "asamblea" donde pudo ver...

‹ ¿Una tómbola...? › no entendía porque había una tómbola en medio del escenario, pero decidió ignorarlo ‹Me pregunto que habrá de almuerzo› pensó, sacando su celular para ver el menú del día de hoy.

Cuando estaba por descubrir que habría de postre, escuchó una fuerte voz nombrándolo— ¡Valentino Berardi!

Al escuchar su nombre venir de la boca de la directora, Valentino a duras pudo sostener su celular, el cual casi se le escapa de las manos debido al susto. Sin entender que sucedía, miró a todos lados, notando que, de la nada, se había vuelto el centro de atención ‹Pero, ¿Qué...? ›

— Felicidades, eres el primer seleccionado como ayudante del consejo estudiantil de este semestre —dijo Rebeca al micrófono, sin ninguna emoción en su voz.

‹ ¿Ayudante...? › repitió en su mente, levantando su mirada a donde estaba el consejo junto la directora, notando que no, no era una broma, pero ¡Él no había puesto su maldito nombre en el cáliz de fuego! ‹Esto debe haber un error› pensó, notando las miradas llenas de celos y fastidio dirigidas a él, poniéndolo nervioso. Ese puesto era muy cotizado, lo sabía ¡Pero él ni siquiera se había postulado, maldita sea!

Pudo escuchar a los chicos que estaban cerca felicitarlo por haber ganado, pero él no los escuchó, estaba viendo la tómbola girar una vez más. Fueron cuatro veces más, él fue el primer seleccionado pero hubo otras cuatro personas seleccionadas; una de ellas fue Aarón, pudo verlo celebrar desde su lugar.

‹No quiero perder mi maldito tiempo en el consejo estudiantil› pensó, preguntándose cómo diablos podía librarse de este puesto. Mientras pensaba en eso, un correo llegó a su celular.

"¡Felicidades por ser elegido como ayudante del consejo estudiantil, Valentino Berardi Agnelli! ¡Nuestra primera reunión será en la sala del consejo estudiantil este sábado, en horario de almuerzo! No faltes".

Ni siquiera se molestó en ocultar su fastidio al ver este mensaje ‹Voy a renunciar› sentenció.

De camino a la siguiente clase, la clase de matemáticas, una cantidad extraña e incómoda de gente se le acercó: gente con la que nunca había hablado, todos intentando ser amistosos con él por su nuevo puesto. Esto sólo reforzó su idea de renunciar, y para colmo de males...

— Mmmmm —murmuró el maestro Bach, mirándolos a todos en sus puestos— Voy a cambiarlos de asiento.

Ante esta noticia, Valentino se hundió en el asiento, maldiciendo su suerte por segunda vez en el día.

De mala gana se levantó, tomó sus cosas y salió del salón escuchando las quejas y reclamos de sus compañeros hacia el profesor, quien no se inmutó ni en lo más mínimo ante la presión de sus alumnos. Valentino sólo espero su turno en la fila, enviándose mensajes con Aylin mientras miraba muy fijamente su celular en un intento de evitar que intentaran acercarse a él, deseando que todo esto del cambio de sitio fuera rápido.

「 Me eligieron como ayudante del consejo estudiantil 」 comentó, enviándole ese mensaje a Aylin, notando que faltaba poco para que fuera su turno.

Cuando fue su turno, el maestro lo miró un momento— Mmm... Berardi, tu... ahí —sentenció, apuntando al pupitre junto a su mesa, donde ya había alguien. Contuvo un suspiro mientras se dirigía a su nuevo asiento.

Debido a su malhumor ni siquiera se molestó en mirar a su nuevo compañero de mesa, o en discutir porqué tuvo que ser él quien se sentara junto al pasillo.

「 Vaya, ¡Si que tienes suerte! ¡Son como doscientos postulantes! o((*^▽^*))o 」

‹No me siento especialmente afortunado...› pensó para sí mismo, notando que Aylin estaba más emocionado que él por haber ganado un sorteo en el que él no participó ‹ ¿Quién diablos metió mi nombre ahí...? ›

— ¡Hola, Valentino! —escuchó a su lado una voz que se le hizo levemente familiar. No volteó, sólo respondió con un seco "hola"— Vamos, mírame ¡Soy yo Abigail! Estamos juntos en el club de manualidades.

Valentino suspiró y dejó su celular un momento, posponiendo por un momento la respuesta a Aylin sólo para ver a esa chica rubia que estuvo junto a Aylin cuando le cayó el espejo encima. Un pequeño escalofrió le recorrió la espalda al recordar eso último.

Esa chica, Abigail, era una chica que sólo se podía describir con una palabra: hermosa. Tenía una larga y lisa cabellera rubia, con una piel que a simple vista se veía perfecta, con unos grandes ojos ámbar y por lo que podía ver en su uniforme tenía buenas curvas...

— ¿Me recuerdas? —sonrió la chica.

— Si, te recuerdo —sonrió también. Esta chica era hermosa, quizás si...

— Si dices a alguien de este contrato o coqueteas con una chica mientras estemos de novios, los dos mil dólares serán totalmente míos.

‹Mierda› pensó, recordando cierta parte de cierto contrato que cierta personita le hizo firmar...

Cualquier intención que pudo llegar a tener sobre tener algo más que una amistad con ella murió en ese momento.

— Ahora, es hora de clases —dijo el maestro Bach, comenzando a escribir un problema matemático en la pizarra.

‹ ¿Qué? › pensó, mirando ese problema que abarcaba media pizarra sin entenderlo, al igual que la mitad de la clase.

— Este problema es de bla bla bla bla bla bla bla bla...

En ese momento, Valentino dejo de escuchar la explicación del profesor, se "bloqueó" por así decirlo. Simplemente no entendía que se suponía que estaba viendo, eran varias fracciones, potencias, raíces y... ‹No entiendo nada›

— Bien, les doy 10 minutos para resolverlo —sonrió con tranquilidad el profesor, sentándose en su asiento— Bien, ¿Qué es lo que ustedes dos no entienden? —preguntó aun con su sonrisa.

— ¡Nada! —dijo Abigail, adelantándose a Valentino.

— En realidad, este ejercicio tiene una trampa...—rió un poco el profesor— Todo número elevado a 0 es igual a 1, así que el resultado de esto...—los miró.

Valentino, al escuchar eso, dirigió su mirada al pizarrón, notando que el paréntesis que encerraba la gran ecuación escrita en la pizarra, de hecho, estaba elevada a 0.

— Es 1 —respondió.

— Correcto. Bien hecho, Valentino, ahora escribe el ejercicio y toma nota —instruyó el maestro, comenzando a revisar el ejercicio de algunos que ya habían notado ese detalle.

Sonrió con autosuficiencia, pero entonces notó una mirada sobre él, muy intensa— ¿Qué sucede...? —le preguntó a Abigail, notando que lo estaba mirando.

— ¡Eres tan inteligente! ¡¿Cómo pudiste resolverlo tan rápido?!

El chico quedó confundido al escuchar eso— El profesor nos dijo la solución...—le recordó, algo incrédulo, pero esa chica no escuchaba...

— ¡Eres asombroso! —exclamó, abrazándolo de la nada.

‹ ¿Ah? › su mente estaba intentando procesar la situación del todo, o así fue hasta que sintió cierta parte de Abigail presionar contra su brazo.

Tener la atención de las chicas era algo que le gustaba, pero esta chica era extraña, demasiado. Lo halagaba mucho e invadía su espacio personal cada vez que el maestro se levantaba para explicar algo.

‹ ¿Esta coqueteando conmigo...? › se cuestionó, sin entender si realmente le estaba coqueteando o sólo era una tonta que no entendía que era el espacio personal. De todas formas, esto era malo, si alguno de los amigos de Aylin veía esto se metería en problemas, otra vez.

— Bien, la clase de hoy ha terminado. Ya pueden irse —dijo el maestro Bach.

Valentino, ya sintiéndose agobiado por la invasión de su espacio personal por parte de la chica, rápidamente tomó sus cosas y se dirigió a la puerta cuando— ¡Espera, V-... agh!

Se giró al escuchar ese grito ahogado, notando que ella se había golpeado con su silla al intentar alcanzarlo— ¿Estás bien? —preguntó, más por cortesía que por algo más.

— Si... sólo, me golpee en una de las heridas que me hice por culpa de uno de los vidrios, ¿Podrías...?

— Lo siento, tengo que irme —la cortó, notando donde iba todo esto— Nos vemos —se despidió rápidamente.

Ignorando todo el tema de esa chica, fue un día normal, muy normal... demasiado.

‹Estoy aburrido› pensó, recordando que Aylin no le había contestado su último mensaje, el único mensaje que le había llegado hasta ahora era de Aarón, quien le estaba hablando de lo muy feliz que estaba por ser un ayudante del consejo estudiantil o una cosa así.

— ¿Lo notaste? El maestro Alexander tiene caspa —escuchó a una de sus compañeras, mientras descansaba de la clase de educación física.

— Si...mira, sus hombros están llenos de caspa...

Con aburrimiento miró al maestro Vogel, quien tenía una ligera capa de polvo blanco en los hombros, pero... nadie parecía notar las manchas en su cuero cabelludo o que parecía rascarse los codos cada tanto. ‹Eso no es caspa›

Eso era psoriasis. Nunca había visto al maestro con alguna muestra de tener psoriasis, pero...

‹El espejo...›

El maestro Vogel siempre usaba mangas largas, así que... podía ser que le diera un episodio de psoriasis por el estrés por lo del accidente con el espejo que sufrió Aylin y este episodio fuera más fuerte de lo que pudiera disimular.

Ociosamente se metió otro chicle de nicotina a la boca, se lo merecía después de un día como este ‹Ahora que lo pienso, tampoco le he visto los brazos a Aylin...› pensó, recordando eso ¿Acaso ella también tenía psoriasis?

Mientras Valentino vagaba ociosamente en sus pensamientos, el maestro Vogel se acercó a él— Berardi, te felicito, has mejorado mucho tus marcas últimamente —sonrió.

— Ah... gracias —dijo, confirmando que era psoriasis ‹Tal vez mi mejora es porque deje de fumar›


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