Capítulo 69: Clase.
A penas llegó a su asiento se derrumbó en él, no sintiendo ninguna gana de estar en clase, no cuando sabía que la siguiente clase era de... cocina.
‹Mátenme› pensó, sintiéndose peor porque la primera clase era de matemáticas. Odiaba las matemáticas.
Entonces, la puerta se abrió dejando ver a un profesor con un cabello... blanco.
— Bien, chicos —dijo el profesor Adrián Bach.
‹ ¿Qué hace aquí el profesor de ajedrez? › se cuestionó por un momento un poco... largo, pues el maestro empezó a responder preguntas y ya habían sido unas cuantas cuando reaccionó.
— Profesor, ¿Por qué su cabello es blanco? —preguntó una chica con el cabello rubio que... se le hizo conocida.
— Son canas —respondió con tranquilidad el profesor.
— Profesor, ¿Cuántos años tiene? —preguntó otra persona.
— Tengo veinticuatro años.
— ¿Eh? ¿Por qué tiene canas si es tan joven?
— Son por genética, las tengo desde que era un niño. Mi cabello inicialmente era negro.
La voz del maestro era muy tranquila, suave y...relajante, tanto que le comenzó a dar sueño...
— Joven Berardi, no se duerma en mi clase —escuchó a su lado, despertándolo de golpe. El maestro no sonaba enojado, en realidad, era todo lo contrario, estaba muy tranquilo y...
— ¿Por qué sabe quién soy? —preguntó, algo adormilado.
— Antes de esta clase he memorizado sus nombres y caras, me disculpo por adelantado si comento un error.
Valentino no era el único sorprendido del profesor, no era sólo por su apariencia, sino porque... era muy buen profesor.
— ¡Profesor, no entiendo! —levantó la mano un chico.
— ¿Qué cosa? —se detuvo el profesor, volteando a mirar al estudiante que habló.
— ¡Todo!
El profesor sonrió— Está bien, en ese caso, empecemos de nuevo.
Nunca había aprendido tanto en una sola clase de matemáticas, este maestro era tan relajado que estaba dispuesto incluso a explicar conceptos que "ya debían saber", no les reclamaba incluso si no entendían a la primera, ni a la segunda, o a la tercera, de alguna manera se las arreglaba para enseñarles, aunque fuera con dibujos. Es claro que les habían asignado un profesor así a la clase, pues aquí se reunían los peores alumnos en matemáticas.
‹Las matemáticas no son tan malas... creo› pensó, después de que el maestro les hiciera resolver una guía en la primera clase. La guía, por cierto, tenía dibujos bastante explicativos.
Al terminar la clase tomó su celular y comenzó a buscar el salón de su siguiente clase: cocina. Sólo esperaba que quien le enseñara fuera como el maestro Bach...
Cuando llegó a la sala, notó que era como una cocina gigante, y al ver esto sólo pudo pensar en que lo iba a arruinar...
— Bien, alumnos, mi nombre es Desiree Gagnier —dijo una maestra con una voz que... sonaba como si hubiera fumado por 20 años o... hubiera gritado mucho— Colóquense el delantal.
Un escalofrió le recorrió la espalda al escuchar su voz de mando y notar ese tono en su voz. Tal parece que su deseo no se cumplió...
Miró a los lados mientras trataba de abrocharse el delantal por detrás, notando que era una clase de sólo hombres, y que... Romeo y Arnulf estaban ahí.
Hizo una mueca de fastidio, acercándose al grupo reunido alrededor de la maestra.
— Hoy vamos a aprender a usar esto —mostró un huevo blanco en su mano— Y más les vale que lo logren.
Si... esta maestra da miedo.
— Lo primero es saber si el huevo está en buen estado. Para esto, dejamos el huevo en un recipiente de agua, si flota esta añejo y no se aconseja comerlo —explicó, haciendo una demostración con dos huevos, uno se hundió y el otro flotó— Ahora, una vez comprueben que están en buen estado, vamos a romperlos.
Valentino tomó tres huevos, mirándolos como si no entendiera que hacer con ellos. Sabía que tenía que golpearlos, pero... no tenía idea como ni que tan fuerte.
Miró a su alrededor, viendo a algunos estrellar al huevo en la mesa, algunos parecían dudar en hacerlo, otros que parecían estar calculando un problema matemático complejo y... otros que lo rompieron muy fácil.
— Bien hecho, joven Acosta —lo felicitó— Antes de que desperdicien los otros, deben entender la técnica...—nunca pensó que le prestaría tanta atención a alguien rompiendo un huevo en un plato...
Antes de hacer su primer intento, volvió a ver a los demás que ya iban con su segundo intento, algunos habían roto el huevo y dejado cascaras en el plato y otros... usaron demasiada fuerza. Contuvo una carcajada al ver a Romeo intentando romper el huevo, en vano.
— ¿Qué tanto observa, joven Berardi? —al escuchar esa voz a su lado casi deja caer el huevo que tenía en la mano del susto— En vez de sólo mirar, debería intentar también —asintió rápidamente.
Esta sería una larga clase...
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