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Capítulo 68: Ánimo.

¿Cuánto tiempo se quedó en la cama...? No lo recordaba. Sólo se quedó ahí, mirando a la nada, sin hacer nada más que levantarse en contadas ocasiones para ir al baño.

Recordar lo ocurrido ese día, ver que alguien se moría delante de él... fue demasiado.

‹Tengo sueño› pensó, aun hundido en su cama. Casi todo este tiempo se la pasó durmiendo, quería dormir y olvidar todo, todo... sólo... ‹Quiero llorar›

Su habitación estaba en completa oscuridad al punto en, por un momento, que si salía fuera la luz le quemaría.

‹ ¿Para qué salir...? › se preguntó, mirando a algún punto en la pared. Afuera no había nada para él, su familia era un desastre, su vida era un desastre, él era un desastre, todo era un desastre, no le veía solución alguna. Sólo... sólo quería dormir, y no volver a despertar.

Estiró su mano y tanteó su escondrijo, ese que tenía bajo la cama, pero estaba vacío, o al menos casi vacío, sólo había una botella de Coca Cola. Se quedó mirando un largo rato la botella, sin estar pensando algo realmente, aunque su mente, en medio de sus divagaciones, cayó en cuenta de que sentía más ganas de fumar de lo normal, culpa de que no había usado los parches ni las pastillas, sólo el chicle.

Mientras se debatía entre beber su gaseosa y volver a dormir con el estómago lleno de azúcar o salir a comprar cigarrillos y mandar todo al diablo, su teléfono sonó. Ni siquiera se molestó en mirar quien llamaba, sólo tomó el celular y contestó, listo para cortar si era alguna empresa ofreciéndole alguna cosa que no iba a comprar.

— ¿Hola...? —su voz sonaba muy baja, casi como un susurro lastimero, sonó incluso peor de lo que esperaba.

— ¡Valentino! —escuchó un sollozó al otro lado de la línea, un sollozó que lo descolocó por completo.

— ¿Aarón? —su confusión tal que se sentó en la cama, escuchando el llanto al otro lado del teléfono. Por un momento su mente luchó por entender que pasaba, nunca había escuchado a Aarón llorar, esto era muy... ¿Raro? ¿Desconcertante...?

No entendía ¿Por qué le estaba llorando como Magdalena por teléfono...?

Pero pronto su duda se resolvió— ¡Ella... esa perra me está engañando! —gritó Aarón.

Tal fue ese grito que Valentino, completamente descolocado, se alejó del teléfono.

— C-Cálmate...—pidió, sintiendo un poco de dolor en el oído.

— ¡No me pidas que me calme, maldito idiota! —lo insultó sin miramientos— ¡Yo la vi, la vi con mis propios ojos!

Era obvio que Aarón estaba fuera de sus cabales, pero sus gritos eran demasiado molestos ‹ ¿Debería escucharlo o cortar...? › se cuestionó un momento, tratando de entender algo de la verborrea que estaba soltando Aarón del otro lado de la línea.

— ¡Cuando sepa quién era ese tipo, lo mataré! ¡Lo mataré! ¡Los mataré a ambos!

Estaba bromeando... ¿Verdad? No iba a matar a alguien en serio, ¿O sí...?

— ¡Ya veras, cuando sepa con quien me engaña esa puta juro que...! —su amenaza fue cortada por un "Aarón, hijo, ¿Qué haces?" que venía de una voz femenina— ¡Cállate mamá! —y cortó.

—...—se quedó mirando un momento su celular ‹ ¿Qué fue eso? ›

Su estupor por esa situación tan... extraña, le hizo quedarse un momento mirando su pantalla del celular, un poco golpeada, en la que su rostro se veía reflejado.

‹Luzco terrible...› pensó al ver su reflejo.

No tenía ninguna expectativa de lucir bien pero... se veía demasiado mal.

Resignado, suspiró y se acostó bocabajo en su cama, mirando su celular, preguntándose que debía hacer ahora... ¿Debía llamar a Aarón de vuelta? ¿Debía simplemente ignorar la amenaza que él lanzó contra quien fuera ese tipo...?

En medio de su confusión, sus manos se dirigieron a su lista de reproducción y pusieron la primera canción que encontró, de Giselle Hart, era una canción que concordaba con su situación, quizás demasiado. Cerró los ojos, olvidándolo todo y sólo disfrutando la canción, el ritmo, la voz de Giselle, la letra...

Ahí, recostado en su cama escuchando esa canción por tercera o cuarta vez, un pensamiento llegó a su mente ‹Tengo hambre›

No había forma en que una simple botella de medio litro de Coca Cola lo llenara, necesitaba comida, comida que no estuviera hecha en una fábrica, algo que le hiciera ignorar sus ganas de fumar, por lo menos hasta que se bañara y se colocara sus parches.

Con parsimonia, Valentino buscó sus pantuflas y se las colocó en un ritual matutino que tomó mucho más tiempo de lo normal, como si con cada paso estuviera cargando con una persona encima de él.

Bajó las escaleras y, para su buena fortuna, el hambre había llegado en el momento exacto: era hora del desayuno.

Se sentó en su silla y esperó que la sirvienta le sirviera comida, ignorando por completo la confusión de ella al verlo ahí, pero la mirada de París... esa no la pudo ignorar.

— ¿Qué miras? —gruñó, realmente molesto ‹No me mires así› pensó para sus adentros. Odiaba que lo miraran así, como si le tuvieran lastima...

En respuesta, París sólo se encogió de hombros y dirigió su mirada a otro punto: su café.

‹Así está mejor› pensó, sacando su teléfono y comenzando a ver que se había perdido en todo este tiempo.

Lo primero que vio fue un correo de la academia. Tragó duro, esperando ver un mensaje con algo así como "nuestro sentido pésame", y abrió el mensaje.

"Debido a la situación ocurrida durante la prueba física, las clases se cancelan hasta el lunes...".

Miró su celular, notando que era domingo y que mañana tendría que volver a clases ‹Maldita sea...› maldijo para sus adentros. Siguió leyendo.

"Por esta situación, solicitamos que llenen sus inscripciones para clubes antes del domingo a las 9 a.m., momento en que se cerrara el enlace. Esto sólo les tomara 10 minutos."

Si hubiera estado bebiendo algo lo hubiera escupido. Miró la hora— Mierda, mierda, ¡Mierda! —8:37 a.m.

A toda prisa abrió el enlace y vio la ficha de inscripción, comenzando a llenarla a toda prisa. Nombre, fecha de nacimiento, número de Gipa, número de matrícula, clubes en los que estaba interesado...

Sólo respiró tranquilo una vez llenó el formulario a sólo tres minutos que se cerrara la página.

‹Eso fue horrible› pensó, tomando su taza de té en un intento de tranquilizarse. Se había tardado más de lo esperado ya que tuvo que subir a buscar su tarjeta de identificación, pero lo había logrado, se había reinscrito en los clubes.

Por un momento se preguntó ¿Por qué estaba tan urgido? Era sólo el tonto club de manualidades y el club de ping pong, pero esto no duró mucho en su mente ante el pronto cierre de inscripciones.

‹Podría inscribirme en otro club...› pensó por un momento, quizás tenis sería una buena opción... ‹No, con esto es suficiente› se convenció al recordar que si se inscribía en tenis tendría que quedarse después de clase ‹Aunque, podría ser...› basquetbol también era una buena opción.

Miró de nuevo su correo electrónico, notando que había otro correo de la academia, aunque este era más reciente.

"Estimados estudiantes, estamos felices de informarles que nuestra estudiante, Abigail Harman, ya se encuentra recuperada y se reincorporara a clases la próxima semana".

Nunca pensó que un simple mensaje pudiera hacerlo sentir tan aliviado, como si ese peso sobre sus hombros hubiera desapareció por completo. ‹Está viva› pensó, sintiendo ganas de reír, pero no lo hizo, se contuvo.

Aun cuando Valentino se controló, fue claro su cambio de ánimo para los presentes. Sí, seguía viéndose terrible, pero su expresión se veía un poco más... relajada...

O así fue hasta que vio su nuevo horario.

— ¿Cocina...? —leyó en voz alta, sin creérselo.

— Sí, tendremos clase de cocina —aclaró París desde su lado, mirando el pronóstico casi apocalíptico del tiempo.

— ¡¿Tú también?! —exclamó horrorizado.

— Todos tendremos clase de cocina, nos guste o no —habló, muy tranquilo, aunque no sabía ni quebrar un huevo.

— No puede ser...—murmuró derrotado mientras se hundía en su asiento, aunque eso no le duró mucho, pues segundos después le llegó un mensaje de Aylin.


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