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Capítulo 53: Piedad.

La familia Martins, conocida por su máximo exponente, Leonard Martins, quien llegó a ser un importante ministro, eran una familia reconocida por estar hace generaciones en el mundo de la política. Una familia que, sin lugar a dudas, era  sumamente influyente no sólo en la alta sociedad, sino en todo el país.

Sin embargo, el senador Clayton Martins, hijo de Leonard Martins, tenía unos rumores realmente desagradables en su historial, no sobre él, no sobre su esposa Eileen, sino por la familia de su esposa. El padre de su esposa, Nicolás Pearce, era un artesano cuyas monedas talladas eran conocidas por venderse por mucho dinero, sin embargo, se le relacionaba activamente con el crimen organizado...

Ya fuera porque era alguien que simplemente vendía sin importar que o a quien, era conocido por ser un tipo aterrador, rasgo que sus nietos heredaron. Elliot, Elián, Ellan y Allen eran conocidos por ser muy parecidos a su madre y, por ende, a su abuelo, entre lo que heredaron también era su capacidad para hacerte temblar de miedo si estaban molestos, el único que se libraba de esto era el segundo hijo, Eloy, quien tenía los ojos azules de su padre a diferencia de sus hermanos, que parecían copias de su madre.

Fuera verdad o no que estaban relacionados con la mafia y el crimen organizado, era una familia que no querías hacer enojar. No había posibilidades de que una empresa como la de su padre sobreviviera a la ira de los Martins.

— No te acerques a ellos, Valentino —advirtió París, soltando a su gemelo, quien a este punto estaba sudando frio ante la información— Esto no es la academia, aquí no es un lugar donde puedas hacer amigos.

Este lugar era para afianzar alianzas, un paso en falso en este lugar podía llevarte a hundirte hasta el punto de que todo lo que lograste antes se volviera un sueño inalcanzable.

Un parpadeo, un suspiro, un paso, una sonrisa, un guiño, nada de esto era un error, todo esto estaba hecho con una sospechosa perfección donde cada movimiento podía marcar la diferencia entre terminar en la calle o codearte a los más ricos y poderosos.

Esto era un mercado donde todos se vendían y exhibían, equivocarse no era una opción.

— Sólo siéntate y quédate quieto. Ahora mismo sólo somos un accesorio más de nuestro padre.

Un error o cualquier muestra de debilidad, no sería perdonada en este juego de estrategia.

Sabiendo que si no se controlaba todo se iría al diablo, Valentino se quedó sentado en la mesa con su hermano, París, ambos fingiendo que esa conversación no había ocurrido y que todo el desprecio que se tenían no existía, pero su momento de debilidad no fue ignorado.

— Que lindos hijos tiene, señor Celso —sonrió una mujer, que al igual que las nobles antiguas, tenía un abanico desplegado, ocultando su expresión.

— Si, son mi mayor orgullo —sonrió su padre, aunque se notaba algo borracho aún era capaz de mentir.

En ese punto, ambos gemelos sabían que su padre estaba cayendo lentamente en esta lucha silenciosa, pero no podían hacer nada, ese idiota no aceptaría su error.

— ¿Aunque ambos sean hijos ilegítimos? —sonrió la mujer, pero su voz destilaba veneno y burla.

Un silencio se formó en el lugar, todos escuchaban atentos a lo que sucedería a continuación.

— No sé de lo que está hablando.

— No finja, señor Celso, su historial es conocido por todos en este lugar —la mirada que la mujer estaba dando no mostraba más que malicia.

El más débil caía frente al más fuerte, esa era la ley aquí. Y Celso simplemente no pudo ponerse a altura.

Susurros y más susurros resonaron en la habitación, algunos llenos de burla, otros con malicia, otros simplemente miraban al par de gemelos, otros sólo fingían que nada sucedía, pero todos estaban conscientes de lo que sucedía.

— Es una lástima que alguien tan incompetente haya heredado una empresa con tanta historia...

— Es una pena que su hermano Celestino haya muerto tan joven...

— Ofelia y Lorenzo deben estar retorciéndose en su tumba.

Simplemente, nunca hubo piedad en este lugar, sólo personas que buscaban explotar cada debilidad visible.

Valentino y París sólo se quedaron ahí, escuchando todo y sintiendo las miradas de lástima, burla y asco que se posaban en su persona, sólo pudieron bajar la cabeza y aceptarlo todo...

Por un momento, ambos sintieron una mirada sobre ellos, tardaron un momento en localizarla, pues sabían que levantar la cabeza en esta situación sólo empeoraría todo, pero la encontraron.

A unas cuantas mesas de distancia, Rebeca y Romeo Miller los observaban en silencio. Las miradas eran diferentes entre sí, pero a su vez, eran diferentes a las miradas que los adultos les estaban dando.

Rebeca tenía una mirada llena de aburrimiento y fastidio, era obvio que para ella esta situación era muy aburrida, quizás hasta molesta, mientras que Romeo les dirigía una mirada de simpatía y compasión, como si comprendiera su situación. Esta última fue la que más los afecto.

‹No me mires así... no entiendes nada›

‹Deja de fingir que estas triste...›

El resto de la noche fue así, llena de sonrisas falsas y de hipocresía. Mientras los hermanos estaban en silencio en la mesa, su padre, incapaz de soportar la vergüenza, comenzó a beber para ignorarlo todo, como siempre lo hacía.

Al final del día, Celso Berardi había perdido, y con él Valentino y París, quienes tuvieron que cargar con la vergüenza de que su padre, que estuvo tan borracho al punto de que uno de los miembros del personal tuvo que conducir para llevarlos a casa, terminara recogiendo a una mujer en la calle.

El resto del día, ninguno de los gemelos se asomó fuera de su habitación...


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