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Capítulo 51: Cuidado.

— Estúpida fiesta de navidad, no sé porque tengo que ir —refunfuñó, tratando de atarse correctamente la corbata de su traje. ¿Por qué tenía que ir? Su padre tenía suficiente con su perfecto hijo París...

Incluso si no tenía nada mejor que hacer además de leer esa revista de manualidades estaba seguro que esta fiesta no era más que una pérdida de tiempo, al igual que todas las anteriores. Lo peor de todo es que siempre lo confundían con París, lo cual ya era molesto.

De mala gana terminó de arreglarse y se puso a esperar en la entrada que su padre llegara con el auto que había comprado ayer. Sólo esperaba que esta vez no bebiera y los matara a todos.

El viaje fue tremendamente aburrido, sólo miró a la ventana hasta que llegaron a ese hotel, el cual estaba lleno de autos de lujo y gente vestida de maneras o muy elegantes o muy extrañas.

— Estaciónalo bien, vale más que tu sueldo de un año —escuchó a su padre amenazar al valet.

‹Apuesto que lo chocaras otra vez› pensó para sí, pero mientras no lo chocara con él arriba no le importaba. Era siempre igual, mismo hotel, misma sala, misma gente rica y famosa hablando de tonterías mientras bebían alcohol ‹Aburrido› pensó, tomando su celular mientras buscaba cualquier cosa que hubiera en internet y no le hiciera recordar este lugar.

Terminó viendo una guía de como jugar tenis de mesa, ni siquiera sabía cómo termino ahí, pero ahí estaba...

— ¡Ganador, Valentino!

Ni siquiera pudo entender cuando el profesor le declaró ganador después de haber perdido cientos de veces contra Ludwig.

‹Gané› pensó sintiéndose tan emocionado que a duras penas contuvo sus ganas de ponerse a saltar.

Jugar cada semana contra un miembro del equipo de tenis de mesa hizo que jugar contra un miembro del club fuera mucho más fácil.

‹Que estupidez› pensó, saliendo de la página, sólo para que instagram le jugara una mala pasada.

"¿Qué es lo que quieres para tu futuro?" decía la foto, con decenas de comentarios diciendo sobre sus sueños para el futuro...

— ¡Malo, malo, malo, eres un mal hijo y serás un mal padre!

Apretó los dientes, apagando el celular al recordar esas palabras.

‹Futuro... como si algo así me importara›

No es como si hubiera algo así como un futuro para él...

Miró a su alrededor, viendo como todos se reunían en grupos y charlaban entre ellos, ni siquiera se miraban entre ellos.

En ese momento, pudo ver a Romeo rodeado de muchas chicas, tenía una cara de completa incomodidad. Sintió ganas de reír ‹Pobre idiota›

Siguió observando la sala hasta que vio algo interesante: una mesa con pasteles que parecían sacados de una revista de repostería. Viendo que a su padre le parecía mucho más interesante beber y hablar con un grupo de personas sospechosas, así que se acercó a la mesa y dio el primer bocado.

‹Está muy bueno› pensó, decidiendo que esto si era un punto bueno de venir, la comida era de primera calidad.

Por un momento recordó las galletas que Aylin le había dado al principio, esas cosas eran deliciosas.

‹Me pregunto dónde las habrá comprado› pensó de manera ociosa, comiendo un trozo de tarta.

Mientras comía, un destello llamó su atención.

La mirada de Valentino en ese instante siguió ese destello, encontrándose con una mujer vestida con un vestido de seda roja.

Esa mujer era simplemente hermosa, a mediados de los treinta, con un cabello castaño claro hasta los hombros, con una piel blanca sin ninguna imperfección y una mirada de un color que no había visto antes en unos ojos, turquesa.

‹Es hermosa› fue todo lo que pudo pensar.

Al sentirse observada, la mujer volteó, encontrándose con la mirada de Valentino, a quien le dio una sonrisa.

En ese mismo momento, todo el cuerpo de Valentino tembló, de miedo. Los hombres que acompañaban a la mujer, los cuales la mayoría tenían características similares a ella, dirigieron su mirada al joven, una mirada que a todas luces no era amigable.

El miedo que sintió no era normal, era como si todo su cuerpo gritara que tenía que salir de ahí, pero sus piernas no respondían. Sentía como si de pronto, fuera un conejo siendo observado por una manada de lobos hambrientos, no había una mejor forma de describirlo.

Entonces, una mano lo jaló, alejándolo de la visión de ese grupo.

— ¡¿Estás loco?! —exclamó París en voz baja, tomando a su gemelo de los hombros, quien aún estaba un poco conmocionado.

— ¿Q-Que fue eso? —preguntó, aun temblando por la mirada que le dieron esos hombres.

— Valentino, sé que tú nunca tomas en serio ni me escuchas cuando te dijo algo, pero te lo advierto —dijo, presionando su dedo contra su pecho— Nunca, jamás, te involucres con la familia Martins, ¿Entendido?

— S-S-Si —asintió repetidamente, recordando la sensación de pánico de hace unos momentos.



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