Capítulo 5: Sorpresa.
Fumó un cigarrillo, intentando contener la ansiedad que calaba su interior, como ese cigarrillo ahora mismo estaba haciendo con sus pulmones.
En realidad...fueron dos, o tres, perdió la cuenta.
Pisó las colillas y entró a la escuela, viendo a los demás divertirse o dormir en su hora libre, hora que él debía gastar en algo tan estúpido como las manualidades.
‹Es sólo temporal› se recordó a sí mismo, colocándose su máscara de "chico tranquilo".
— En este club, tenemos la filosofía de hacer cosas que amamos ¿Hay alguna manualidad en que seas bueno? —cuestionó la líder del club de manualidades, no la miró realmente. Lucía como la típica nerd sin novio, como las con las que se había acostado estos años.
Sonrió.
Era obvio que no tenía ni la menor idea de cómo hacer el punto más simple.
"No tengo idea y no me importa, sólo quiero acercarme a Aylin por una apuesta".
No había forma que dijera eso.
— Ah, no... Me gusta ver a la gente hacerlas, pero hacerlas yo mismo...
Ni siquiera estaba tomando esto en serio.
— ¿Leíste el libro de ayer?
— Si, aunque no entendí mucho...—mintió. La verdad era que, no entendió nada, y que no le importaban las manualidades.
— En ese caso, ve e intenta tejer algo.
Sentía que ella tenía algo en su contra...
‹No es como si me importara›
Al entrar pudo ver que el club de manualidades estaba compuesto en su mayoría, por mujeres, las cuales tuvieron diversas reacciones al verlo entrar.
Ignoró a las mujeres y busco con la mirada al conejo que tanto estaba buscando, sólo para ver a ese tipo con ella.
Tenía el cabello rubio y corto, ondulado, piel blanca y un par de ojos de un color verde esmeralda que lo miraron con sorpresa al verlo entrar, sorpresa que rápidamente se volvió fastidio; en sus orejas se podían notar muchos piercing de diversos tipos. Usaba una chaqueta de cuero negro sobre el uniforme de la academia, y en sus manos había un par de palillos, parecía estar tejiendo un gorro.
‹Romeo› entrecerró sus ojos al verlo.
Si lo hubiera visto así hace un mes, se hubiera reído en su cara.
Miró a su lado y pudo ver al conejo que tanto estaba buscando.
Cabello negro torpemente tomado en una cola de caballo, con unos cuantos mechones ondulados enmarcando su rostro, su piel era tan blanca que era difícil pensar que hacia tantos deportes al aire libre; un par de ojos azules, de un azul muy profundo, como un zafiro, miraban un pequeño osito de peluche al cual le estaba cosiendo un par de botones por ojos, estaba sacando la lengua. Tenía una bandana roja en su frente y vestía el uniforme masculino de la academia, ni siquiera sabía que eso se podía.
Aylin ni siquiera levanto la mirada cuando lo vio llegar, como si no le importara.
Romeo entrecerró los ojos al notar que Valentino estaba mirando a Aylin con demasiada atención ¿Qué estaba planeando ese tipo ahora?
Volteó a mirarla y notó algo— Aylin, estas sacando la lengua de nuevo —le informó.
— ¿Oh? ¿En serio? —preguntó, saliendo de su concentración, mientras volteaba a mirarlo con el osito entre sus manos.
— Si —asintió.
— Oh...—guardó silencio un momento— ¡Mira Romero, termine! —exclamó con mucha emoción, mostrando al oso a Romeo.
— Si, lo noté —dijo con el oso a escasos centímetros de su rostro.
— Adivina quién es.
—...—miró al peluche entre las manos de Aylin, era café, peludo y gordo— ¿Yogi?
—...Es Baloo.
— Baloo es gris.
— Es que se acabó la lana gris... ¡Pero no se parece a Yogi! ¡Yogi tiene corbata y sombrero!
— Quizás no lo habías terminado...
— ¡Pero te dije que estaba terminado! —se quejó.
Valentino vio toda esta interacción entre esos dos, ignorando por completo la explicación de la chica que le intento a explicar cómo hacer un punto. Apretó los dientes al ver que Romeo y ella eran tan cercanos.
No iba a permitir que él le ganara.
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