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Capítulo 45: Amigos.

No tenía fuerzas, estaba agotado...

‹Al menos no podrá volver a usar un auto...› pensó.

Dos días habían pasado desde el choque, había tenido que traer a su padre a casa y, por sobre todo, lidiar con sus lloriqueos y quejas constantes sobre el "dolor" que sentía y por la pérdida de su auto.

‹Maldito seas, Valentino› pensó, a punto de enloquecer por culpa de su padre.

Su gemelo se había desentendido de todo y no le había ayudado en nada, N A D A, él era el único que debía lidiar con este imbécil que tenía por padre, incluso había tenido que faltar a clases por esto.

Como le dijo el doctor, habían tenido que contratar un abogado porque la demanda les cayó él mismo día del accidente. Hoy vendría el abogado para ver este tema.

Por esto, tuvo que limpiar todo el desastre que su padre y su noviecita habían hecho en el primer piso ya que la sirvienta había tenido una emergencia familiar, tal parece que su hija había tenido un bebé o algo así. Había ropa tirada por todos lados, botellas rotas y un largo y desagradable etc.

Incluso tuvo que buscar una escalera para cambiar el foco que habían roto esos dos, de alguna manera...

‹Cuando tenga dinero, definitivamente viviré en una casa pequeña› pensó, realmente molesto por limpiar todo el chiquero que había dejado su padre, y no sólo eso, la mansión era demasiado grande, y mantenerla limpia era un fastidio.

Definitivamente, una casa pequeña sería mejor, de preferencia, muy lejos de su padre, quizás en otro estado, o país...

Su mente, mientras limpiaba y enceraba el suelo, comenzó a divagar en lo que deseaba para el futuro, una casa pequeña, cálida, con un gran jardín para un perro. Nunca le habían dejado tener una mascota, la idea de tener un perro le gustaba...

Una casa, una mascota y...

‹Creo que dos hijos estarían bien› pensó, permitiéndose divagar un poco más. Dos niños jugando por la casa, llenándola de alegría y una esposa...

La imagen de Aylin, recibiéndolo con una gran sonrisa cuando llegara del trabajo, le causo un sentimiento cálido en el pecho.

‹ ¿En qué estoy pensando? › comenzó a encerar con más fuerza, intentando quitar los pensamientos de su mente. Ni siquiera era capaz de hablarle, algo como el matrimonio...

El timbre sonó, interrumpiendo su tren de pensamientos y haciéndole dejar su labor de encerar el suelo, permitiéndole ver el resultado, ahora podía ver su reflejo en el piso. Se sintió satisfecho con esto, la casa estaba incluso más limpia que antes, pero nuevamente el timbre sonó.

— ¡Ya voy! —con cuidado de no ensuciar el suelo, se acercó a la puerta y abrió, dejando ver a tres hombres. Dos de ellos parecían tener "abogado" escrito en la cara, pero el tercero era un hombre de cabellos y ojos castaños, piel blanca y... un brazo enyesado ‹Mierda›

— ¿Dónde está el despacho del señor Berardi? —preguntó el primer abogado, mirando al cuadro que había en la entrada.

— E-Esta en el primer cuarto del segundo piso, él los está esperando —dijo, sintiéndose incómodo al sentirse observado en su "ropa de limpieza" ‹ ¿Así se sentía Cenicienta...? › se preguntó por un momento.

Los hombres subieron la escalera y... no supo que sucedió ahí, pero al día siguiente su padre no estaba. Por primera vez en estos días, pudo ser libre de escuchar los quejidos de su padre desde la madrugada, y eso fue tranquilizante.

A penas su despertador sonó, se vistió y tomó su mochila, tomó las llaves del auto y condujo hasta la academia, no quería arriesgar su suerte y tener que seguir escuchando a ese tipo...

— ¡París! —antes de poder notarlo, había sido acorralado por Christopher, quien le bloqueó cualquier ruta de escape— ¡¿Por qué no has venido a clases?!

—... Mi padre tuvo un accidente, y tuve que cuidarlo unos días —se limitó a explicar. Contuvo a duras penas sus deseos de rodar los ojos cuando él comenzó a bombardearlo con preguntas como "¿Él está bien?"— Si, esta bien.

— Menos mal...—Christopher pareció relajarse notablemente con esto— ¿Sabes? Pensé que habías hecho una locura, o algo así —río, soltándolo.

— Cállate —gruñó, apartándose y caminando al salón.

Christopher, lejos de molestarse por su reacción hostil, río y comenzó a caminar a su lado— Oye, París...—empezó a hablar— Puede que este mal de mi parte decir esto en esta situación, pero... me sentí muy feliz cuando lloraste con el libro.

Esto lo desconcertó por completo, tanto que detuvo su andar— ¿Eh...?

— Siempre escuchas mis problemas, pero nunca hablas de ti o muestras muchas emociones, ¿Sabes? —sonrió, confundiéndolo aun más— Siempre he confiado en ti, así que... Estaba realmente feliz de que fueras capaz de llorar delante de mí, o que me cuentes de lo que sucede en tu casa —río— Puedes confiar en mí, somos amigos, ¿No? —le dio un golpecito con el codo.

Esto, por alguna razón, le hizo sentir culpable, y feliz.

Desvió la mirada— Si...

— Oh, y de los chicos, no te preocupes, no te molestaran más —se apresuró a decir— Creo que en el fondo, todos estábamos aliviados de saber que saber que no eras un robot.

‹"Somos amigos..."› pensó, cerrando los ojos y volviendo a avanzar con dirección al salón, escuchando como Chris le contaba de las cosas que habían sucedido en estos dos días...



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