Capítulo 43: Auto.
Suspiró, intentando ignorar a Christopher y a algunos de sus compañeros de equipo riéndose porque lloró con un libro, llevaban molestándolo con eso unos cuantos de días.
Escucharlos se estaba volviendo sumamente irritante, ¿Acaso no tenían nada mejor que hacer? Lo peor es que compartía clase con varios de ellos, y le era costumbre almorzar con ellos.
— ¡Ya cállense, esto entrara en el examen! —exclamó el profesor, logrando acallar a todos. Ni siquiera gritó, sólo levantó un poco la voz, pero la palabra "examen" logró callar a todos.
‹Por fin algo de paz› pensó, comenzando a tomar nota de lo que decía el profesor.
El entrenamiento de ayer había sido un poco más corto de lo normal ya que muchos de sus compañeros se habían enfermado, por lo que no lo habían molestado tanto, hasta hoy. Tal parece que entre los alumnos internos había un brote especialmente fuerte de influenza.
La visión de personas con mascarilla era común en la academia, sobre todo por la aparente misofobia de los directivos de esta. Era muy mal visto entre los internos no usar mascarilla si te enfermabas, porque podías enfermar a todos los compañeros con los que vivías, o algo así. También había muchos que las usaban por la alergia.
Realmente, los internos eran otro mundo.
Al finalizar la última clase, tomó sus cosas y comenzó a avanzar hacia la salida, ignorando los llamados de cierto rubio idiota.
— ¡París! ¡Oye! ¡París!
Aceleró el paso, esquivando de manera ejemplar los intentos de Christopher por interceptarlo. No tenía ganas de hablarle, no después de que por culpa todo el equipo estuviera molestándolo y avergonzándolo en público.
‹Que se joda› pensó, esperando que su auto saliera del estacionamiento, sabiendo que ya no lo iba a alcanzar.
La llegada a su casa fue sumamente rápida, no había casi autos en las calles, lo cual le provocaba un sentimiento agridulce, tanto por lo que causaba esa falta de gente y por saber que lo esperaba en casa...
Antes de entrar, inhaló profundo y cerró los ojos, girando la llave.
— Ya llegué —dijo en voz baja, cerrando la puerta tras de sí.
Era costumbre anunciar su llegada cuando entraba a casa, pero esta vez, no fue el silencio que lo recibió.
— ¡Me haces cosquillas, Celso! —escuchó una ruidosa voz femenina en la sala acompañada de risas, seguida por el ruido de una botella rompiéndose en el suelo de baldosa.
Las risitas y suspiros llenaban la sala, dejándole en claro a París que había una mujer en la casa.
‹Lo que faltaba› al menos no había botellas rotas o ropa tirada en el suelo, aun...
Intentó ser silencioso, pero casi se tropieza cuando escuchó detrás de él el sonido de como su padre ponía contra la pared a esa chica rubia que parecía de su edad.
Lo peor fue que pudo verlos, pero su padre parecía muy distraído en quitarle la chaqueta a esa chica, pero ella si lo vio, y le lanzó una mirada llena de superioridad acompañada de una sonrisa burlona, como si dijera "Voy a ser tu madrastra, niño".
‹Que asco› pensó, volviendo a ver a las escaleras. Esa chica era otra caza fortunas, su padre siempre traía ese tipo de mujeres a la casa.
Cuando llegó a la cima de las escaleras, el sonido del foco rompiéndose inundo la entrada con ese característico sonido eléctrico, dejando todo a oscuras.
— ¡Ah!
Ese gemido fue la gota que derramó el vaso.
‹A la mierda› pensó, entrando a su cuarto a toda prisa y cerrando la puerta.
Eso fue repugnante.
Dejó su mochila en el suelo y se sacó la ropa a toda prisa, sintiéndose sucio por alguna razón, quedando en ropa interior. Se sentó en la cama, cubriendo su rostro con sus manos.
‹Esto es horrible› pensó, intentando tranquilizarse.
Se levantó, mirando por la ventana, no le importaba que le vieran en ropa interior los vecinos, ya habían visto muchas "escenas de su padre" como para que importara, sólo quería distraer su mente. En un punto escuchó su celular sonar, pero lo ignoró, notando que era Christopher; no quería hablarle, no quería hablar con nadie, ya tenía suficiente.
Miró por la ventana mucho tiempo, incluso pudo ver a Valentino llegar en su moto. Por el poco ruido que escuchó, de seguro se había topado con esos dos cogiendo.
Llegó un punto que vio a su padre salir de la casa, abriéndole la puerta de su auto deportivo del año a su novia, para luego subirse él y partir.
‹Espera...›
Sintió un escalofrió recorrer su espalda ante esta imagen.
Su padre había bebido, en estas ocasiones siempre estaba borracho, y él...
— Mierda.
Lo único que inundó su mente en ese momento fue: Por favor, que no mate a nadie.
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