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Capítulo 40: Mascotas.

No se sorprendió ni en lo más mínimo por el pijama de dinosaurio, siendo Aylin hasta se lo esperaba, lo que si no se esperaba es que cuando ella se dio la vuelta fue ver a la muy grande araña en su espalda.

En ese momento, Valentino soltó el grito más agudo que un hombre podía emitir.

— ¿Qué pasa? —preguntó María, un tanto conmocionada, con la caja de pizza en manos.

— A-A-A-A-A-Araña —ni siquiera podía articular bien la palabra, estaba aterrado.

Valentino le tenía fobia a las arañas, y en momentos como estos, paralizado, temblando e incapaz de hablar bien, era cuando esto era más notable. Esa araña era enorme.

—...Me trepó, ¿Verdad? —preguntó Aylin, con cierto cansancio, aunque se le veía algo alarmada por el grito.

María asintió— Esta en tu brazo —agregó.

Aylin suspiró y con cuidado sacó a una tarántula de la parte de atrás de su brazo, la cual media unos ocho centímetros, quizás más.

— No sé por qué te gusta treparme, ni siquiera eres una tarántula trepadora —se quejó con el arácnido, que sólo movió un poco sus patas, sin oponer resistencia a ser devuelta a su terrario.

María vio a Valentino, notando que estaba igual de paralizado— ¿Estas bien...? —preguntó.

— ¿Cómo tiene una araña...? —preguntó, perdiendo la fuerza de sus piernas y finalmente cayendo de rodillas al suelo del departamento.

No entendía ¿Cómo podía tomar a una araña? ¡Esas cosas horribles eran venenosas!

—...No lo sé —admitió— Pero... sólo es fea, no ha hecho nada aun...

— ¡Es una araña! —exclamó él, como si dijera una cosa obvia.

— Te acostumbras...

‹No hay forma que me acostumbre a una araña› pensó, recuperándose un poco ver a ese insecto.

En ese momento, el sonido de unas patitas corriendo se escuchó por la habitación.

El corazón de Valentino no estaba preparado cuando vio a un pitbull blanco con manchas negras lanzarse contra él, sólo cerró los ojos, sin notar que María no hizo ningún gesto de hacer algo.

Abrió los ojos, notando que el perro no lo atacó, todo lo contrario, ahora estaba lamiéndolo mientras movía su cola, muy emocionado.

— Ben Johnson, deja de molestarlo —lo regañó, apenas levantando la voz, logrando que el perro detuviera su "ataque" contra el chico, quien para este momento estaba riendo.

‹ ¿Ben Johnson? ›

¿Así se llamaba el perro?

‹Este perro tiene mejor nombre que yo› pensó, olvidando por completo que hace un momento estaba aterrado por culpa de la tarántula— Buen chico —dijo, acariciándolo un poco en la cabeza, logrando que él moviera muy feliz la cola.

— Listo —escuchó detrás de él, sobresaltándolo.

— ¡¿De dónde saliste?! —exclamó muy asustado ¡Hace un momento no estaba ahí! Aquí no podía bajar la guardia.

— De arriba —respondió Aylin, ladeando la cabeza, como si no entendiera. Estaba usando otro pijama, este era café y tenía un oso estampado en frente y uno en cada borde del pantalón.

Miró "arriba", pero sólo vio cajones de la cocina, la cual estaba en el pasillo que daba a la sala. No, no veía de donde salió.

— Perdón por lo de antes, a Tarantela le gusta treparme... por alguna razón —se disculpó, desviando un poco la mirada.

— ¿No es venenosa? —preguntó mientras acariciaba al perro, sintiendo un escalofrió al recordar a la araña.

— Si, pero no para los humanos... a menos que seas alérgico y le metas el dedo en la boca —se encogió de hombros.

Un escalofrió recorrió su espalda. No iba a meterle el dedo en la boca a esa araña, no la quería cerca.

El departamento, donde supuso que vivían ambas, era bastante amplio considerándolo, el techo era alto, y por ello había dos altillos, uno pegado a la pared del pasillo y otro pegado a la pared del balcón, el cual estaba al lado de la sala.

Su mirada de inmediato se dirigió a una pecera en la que pudo ver unos peces de colores, los cuales se quedó viendo.

— Hola —este saludo lo sorprendió, no porque vino de la nada, sino porque... no fue la voz ni Aylin ni María.

Volteó, apartando la vista de los peces, notando que... era tres pájaros, ¿Loro?, ¿Cacatúa? Mirándolo, uno era gris, el otro... amarillo y con círculos rosa en las mejillas y... Espera ¿Ese pájaro de ahí era una paloma blanca...?

— Hola...—se sintió idiota saludando de vuelta al pájaro gris.

— No te sientas idiota —dijo Aylin, mirando todo desde la mesa, viendo como miraba a las aves ¿Acaso estaba leyéndole la mente?— Ese pájaro es más inteligente que muchas personas.

— No es un pájaro, es un loro gris africano —se quejó María, trayendo platos para comer la pizza.

— ¡Maby! —exclamó el loro, confirmándole a Valentino que Aylin no era el único espécimen extraño en ese lugar...


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