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Capítulo 39: Visita.

‹Muero por un cigarrillo› pensó, mascando chicle sabor fresa. Quizás se había vuelto adicto al chicle, ya había olvidado cuantos chicles llevaba hoy, sin contar los de nicotina, pero era un avance ¿No?

Los exámenes habían terminado, y le había ido fatal ¿Cómo se supone que resolviera 10 páginas de preguntas en menos de dos horas? ¡No tenía sentido...! O quizás sí, la mayoría de sus compañeros lograban hacer esas monstruosidades en el tiempo que les daban.

Lo único que le gustaba de estas épocas es que las clases... eran bastante cortas, todos los profesores estaban corrigiendo los exámenes, corriendo de un lado para el otro y no tenían tiempo de castigarlos o regañarlos apropiadamente. Aunque... últimamente había ido más a clase, considerándolo, incluso había aprendido a hacer un punto alto, ¿Así se llamaba ese punto...?

‹Espera, ¿No estoy dándole demasiada importancia? › se preguntó, un tanto confuso.

Decidiendo ignorar su repentino sentimiento de logro por aprender un punto, bostezó, conteniendo a duras penas las ganas de irse a dormir a un banco o algo, este día había sido demasiado aburrido. Decidió sacar su celular y mirar algo para distraerse, pero de inmediato entró en mensajes. Hace ya tres días Aylin lo estaba ignorando.

‹ ¿Qué hice para que no conteste? › se preguntó, con cierto fastidio. No recordaba haber hecho algo para enojarla.

Tan concentrado estaba en su celular que chocó con alguien, estaba listo para reclamar hasta que notó quien era...

— ¡Gracias a dios que te encuentro! —dijo el maestro Barry demasiado feliz de verlo. Esto era extraño— Necesito que le entregues esto a Aylin, ha faltado a clases estos días porque se enfermó.

Antes de poder reaccionar, una gran pila de papeles fue depositado en sus manos. ¿Pero qué carajos...?

— ¡Muchas gracias!

— ¡Espere...!

Valentino se quedó ahí, intentando procesar lo ocurrido, sin saber qué hacer, con una torre de papeles en sus brazos.

— Yo no sé dónde vive Aylin...

Aylin estaba enferma, le habían pedido (obligado) a darle un montón de tareas pendientes y él... no entendía...

Miró que sobre los papeles había un pequeño pase firmado por el profesor, un permiso para ir a la zona donde vivían los internos. Entonces, Aylin era una alumna interna.

Con cierta duda, Valentino decidió hacer caso al profesor. Salió del edificio donde estaba y se aventuró al área donde vivían los alumnos internos, sin saber qué hacer, pues... jamás había ido allá. A menos que tuvieras un permiso o una invitación expresa de alguno de los internos, ni los externos ni los no alumnos no podían entrar ahí.

Si, había zonas de la academia exclusivas de uso de alumnos internos. Eso era tan cierto como que... escuchó el canto de un gallo cuando caminaba para allá.

‹ ¿Qué carajos? › Los internos eran más extraños de lo que pensó.

Un guardia lo detuvo cuando lo vio acercarse al área de internos, la cual estaba después de la "casita del árbol" que usaban como parque para los niños de la academia, pero al ver el pase lo dejo pasar y le indicó donde estaba el edificio que estaba buscando, en el cual una vez entró, se sintió... intimidado, por así decirlo.

La zona de recepción no era muy destacable, era como la recepción de cualquier edificio de departamentos, pero la persona ahí lo vio mal, incluso cuando le dijo que lo mandaba un profesor y le mostró el pase.

— ¿A quién busca? —preguntó el recepcionista, con cara de pocos amigos.

— A Aylin Miller... ¡Digo, Vogel! Digo... —debido a su nerviosismo, se confundió con el apellido de Aylin. El recepcionista suspiró, pero finalmente y le dijo la habitación.

Por lo que pudo ver, el edificio de internos era... un cuadrado lleno de departamentos con balcón al patio interior, rodeando más edificios habitacionales. Además, el edificio que rodeaba los demás, donde estaba Aylin, tenía pasillos muy largos y altos, iluminados por la luz que entraba por las ventanas, y, lo más importante, tenía un ascensor.

Buscó la puerta correspondiente y tocó el timbre.

*Ding dong*

La puerta se abrió momentos después, era María— ¿Si...? —al verlo, su expresión cambio por completo, a una expresión que mezclaba confusión y molestia— ¡¿Q...Q-Que?! —claramente María no estaba feliz con su repentina visita.

— El maestro Barry me mandó a entregar esto —explicó de forma breve.

—...—ella tomó los papeles y lo miró— Gracias —e inmediatamente después de decir esto, le cerró la puerta en la cara.

Valentino frunció el ceño, sintiéndose muy molesto por esta acción.

Esto no se quedaría así...

*Ding dong*

— ¿... Qué quieres ahora? —preguntó María al verlo de nuevo en la puerta, una media hora después.

Él sonrió, sabiendo que ella le cerraría la puerta en la cara otra vez y...

— ¡Aylin, traje una pizza familiar!

La expresión de María se descompuso cuando Aylin apareció a su lado, muy alegre y con un pijama de dinosaurio.

Aylin olisqueó el aire— Es de pepperoni, ¿Verdad?

— Acertaste —sonrió.

Había vuelto a ganar.


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