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Capítulo 25: Latidos del corazón.

— Paris, estuviste genial en el partido del otro día —escuchó a una chica susurrarle eso mientras ponía su mano en su hombro. Sentía como si una serpiente le estuviera hablando.

— Gracias —agradeció con una sonrisa falsa, apartando su mano de su hombro con cuidado de no ofenderla.

Ser bueno en los deportes era un fastidio, las mujeres se le pegaban como las moscas a la miel ¿No entendían que él no quería nada con ellas...?

‹Desagradable› pensó, muy fastidiado por el acoso de las chicas hacia su persona. Al menos tenía la excusa "tengo clases" para poder deshacerse de ellas, era una lástima no poder usar esa excusa en el almuerzo...

— Vamos, Paris, las chicas se mueren por ti —le dijo Christopher, uno de sus compañeros de fútbol americano y un amigo, uno bastante idiota.

Sonrió— No me importa.

— Amargado, por eso tu hermano tiene más suerte que tú con las chicas —hizo un motín.

— No tengo problema con eso.

Eso era mentira, si lo tenía.

‹ ¿Cómo este imbécil logró salir con Aylin? › no estaba nada feliz con esto, ni en lo más mínimo.

Pasó de las decenas de chicas que decían ser sus "fans", intentando ser amable pero... realmente no quería serlo.

‹Tienes una reputación que mantener› se recordó a sí mismo. Ser el chico bueno tenía sus ventajas.

La primera clase del día era de química, con la profesora Eteria. Esa profesora daba miedo, no quería caer en su radar y sufrir las consecuencias de ello.

‹Llegue con tiempo› pensó, viendo su reloj. Había llegado diez minutos antes de que empezara la clase, pero...

Alguien estaba en su puesto.

No podía ser, él siempre se sentaba en el asiento de atrás, al lado de la ventana ¿Quién fue el idiota que había usurpado su lugar?

Lo observó, uniforme masculino, una chaqueta que no era de la escuela, tenía la capucha puesta y un libro en manos.

— Hey —lo llamó. Sin querer su tono sonó más amenazante de lo que quería, pero estaba fastidiado.

Este chico levantó la mirada del libro, dejando ver unos ojos azul zafiro que...

*Ba-dump* *Ba-dump* *Ba-dump* *Ba-dump*

Podría reconocer esos ojos en cualquier lado.

— D-Disculpa ¿Te importaría cambiar de lugar? —preguntó, intentando contener los latidos de su corazón.

Hace mucho que quería hablar con ella pero, ahora mismo estaba realmente nervioso, tanto que tartamudeó.

— ¿Por qué? —preguntó ella, mirándolo con sus brillantes ojos azules.

— Siempre me siento aquí... —Aylin lo seguía mirando, así que siguió hablando— Eso... me relaja.

— Ya veo...

Se sentía tan avergonzado ‹ ¿"Me relaja"? ¿No pudiste decir algo más genial? › se recriminó, deseando que la tierra se abriera y se lo tragara en ese momento.

Escuchó una ligera risa. Levantó la mirada.

— Esta bien —le sonrió— Me moveré si me compras un café. Quiero un capuchino.

— Si...

En modo autómata fue a la máquina de café, que de forma milagrosa estaba libre, metió unas monedas y antes de darse cuenta, estaba delante de Aylin, quien ya había guardado el libro.

— ¡Muchas gracias, Paris! —agradeció ella, con una gran sonrisa.

Paris se quedó ahí un momento, luego se sentó en su asiento y...

‹ ¡Agh! ¡Qué frustrante! ¡¿Cómo puede ser tan linda esta chica?! › pensó, cubriéndose el rostro con las manos. Sentía sus mejillas arder.

— Buenos días chicos —saludó la maestra, pero no le prestó atención. En realidad, no pudo prestar atención ni un poco a la clase.

‹Sabe mi nombre...se acuerda de mi›

Levantó un poco la mirada, viendo que Aylin estaba "leyendo" el libro de química, "leyendo" porque estaba fingiendo hacerlo. En sus piernas estaba el libro que estaba leyendo hace un rato.

Intentó leer el título pero... estaba en ¿Italiano? ¿Francés? ¿"Il giu..."? No, era italiano, "il" era "el" en italiano y "le" era en francés.

‹Maldición› él no sabía italiano, pero intentó recordar el nombre.

— Espero que todos hayan entendido, porque esto entrara en el examen de la próxima semana —informó la maestra.

‹Demonios› pensó. No había prestado atención a la clase.

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