Capítulo 23: Carrera.
— ¿No es lo que parece? —repitió María, con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
— S-Si, yo...—intentó hablar, pero fue interrumpido.
— ¡Si, nos besamos y estamos muy enamorados! —gritó esa chica, jalándolo hacia ella en un abrazo muy apretado— ¡Vete a buscar hombres a otro lado, Miller, este es mío!
— No soy Aylin, soy María, pero no te preocupes, le pasare el mensaje a Aylin —informó, dándole una mirada que prometía dolor a Valentino.
Sudó frio viendo la espalda de esa chica y como se alejaba. Sin dudarlo corrió hacia ella.
— Por favor, no le digas a Aylin. Déjame explicarte, yo-... —intentó explicarle, pero ella simplemente lo apartó y se alejó.
Sólo se quedó ahí, en shock, preguntándose qué se supone que debía a hacer.
‹ ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¡¿Qué hago?! › se preguntó, pasándose la mano por el cabello.
— Por fin se fue —escuchó a su espalda.
La chica le sonrió con "sensualidad" mientras se acercaba a él con un meneo muy pronunciado.
‹Que vulgar› fue lo único que pensó.
— ¿Dónde nos quedamos...? —le preguntó, poniendo su mano en su pecho y comenzando a bajar con una dirección muy obvia: su pantalón.
Esto fue el colmo. La empujó con algo de fuerza, tirándola al piso.
Nunca había levantado la mano contra una mujer, pero, mierda, esta se lo merecía.
— ¡¿Sabes en el problema que me acabas de meter?! —le gritó, perdiendo toda su compostura.
Era obvio que Aylin le iba a creer a su amiga y sin lugar a dudas le haría pagarle los dos mil dólares. No tenía tanto dinero, no podía pedirle tanto dinero a su padre, no podía.
Estaba jodido, demasiado.
— ¡¿Cómo te atreves a rechazarme?! —le gritó la chica desde el piso— ¡¿Sabes quién soy yo?!
— Una mujer loca que no entiende que no es no —respondió sin siquiera prestarle atención. Estaba demasiado concentrado en cómo arreglar este desastre.
Si tan sólo pudiera le pudiera explicar a Aylin...
‹ ¡Eso es! › pensó, cayendo en cuenta de ello ‹Todavía puedo alcanzarla›
Si bien María era rápida, él no se quedaba atrás. Confiaba en su velocidad.
Sólo tenía que llegar antes que María, decirle lo que había pasado a Aylin y rezar porque le creyera.
Comenzó a caminar y sacó su celular, buscando la foto que le había sacado a la hoja de clubes.
‹Ajedrez› leyó.
De inmediato guardó el celular y comenzó a correr. Si memoria no fallaba, la sala de ajedrez estaba en tercer piso, y él estaba en el quinto.
‹No me subestimes, Bowman›
Ella le llevaba una buena distancia gracias a que se distrajo con esa chica, pero él conocía muy bien esta academia y aún tenía algunos trucos bajo la manga.
Su atajo consistía en usar las escaleras de emergencia, no eran muy transitadas así que nadie se metería en su camino.
‹ ¡A la mierda las escaleras! › sin importarle que después iban a regañarlo, se deslizó por el pasamano hasta llegar a su objetivo: el tercer piso.
Intentó abrir la puerta y...
Estaba cerrada.
‹ ¡MIERDA! › pensó alterado, había olvidado que las puertas de este edificio se abrían desde adentro, con la prisa lo había olvidado.
Para su fortuna, pudo ver a alguien del otro lado.
— ¡O-Oye! —exclamó a la chica que había ahí leyendo un libro, golpeando la puerta para llamar su atención. Ella volteó a verlo— ¿P-Podrías abrirme la puerta? —preguntó, haciéndole señas a la puerta.
Con una lentitud que le puso de los nervios, ella abrió la puerta.
— ¡Gracias! —ni siquiera se detuvo, sólo salió corriendo hasta donde sabía estaba la sala de ajedrez. ‹Sólo un poco más...›
Corrió de tal forma que cuando dobló en una esquina casi se tropezó. Pero cuando llegó...
‹Demonios› pensó, sin aliento, viendo a Aylin y a María fuera de la sala de ajedrez.
En ese momento, Aylin notó su presencia— Oh, mira quien llegó.
La primera sonrisa que vio en Aylin desde que empezaron a salir fue una sonrisa vacía sin sentimientos...
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