Capítulo 16: Dulce adicción.
Una vez el almuerzo terminó, Valentino de inmediato se levantó de esa mesa, intentando alejarse de lo incómodo de la situación, y, por sobre todo, tratando de controlar sus ganas de fumar.
La ansiedad le estaba consumiendo al punto que estaba masticando un chicle de tabaco aunque sabía que no debía hacerlo. Pero no era suficiente.
Escupió el chicle mientras buscaba desesperadamente en su mochila, encontrando un paquete de cigarrillos.
Ilusionado lo abrió.
Vacío.
Se comenzó a desesperar y comenzó a rebuscar entre cuadernos y su estuche hasta que lo encontró: un cigarrillo algo torcido y aplastado.
Sacó su encendedor y cuando iba a encender su cigarrillo, sintió unos brazos rodearlo, unos brazos delgados pero fuertes lo rodearon, desconcentrándolo por un momento.
— Quiero ser yo tu única gran adicción.
Tembló al sentir esa voz extrañamente sensual en su oído.
Fue tal la conmoción de Valentino que soltó el cigarrillo.
— ¿Q-Que estás haciendo, Aylin? —cuestionó muy nervioso por alguna razón.
— Salvarte la vida —dijo, soltándolo.
En el intertanto en que Valentino pudo reaccionar, Aylin pisó el cigarrillo, asegurándose que no pudiera ser consumido— ¡¿Por qué hiciste e-...?!
Valentino se alteró al ver como su último cigarrillo era asesinado cruelmente delante de él, pero no pudo terminar su reclamo, pues Aylin, aprovechándose de que tenía la boca abierta, le metió una galleta.
— ¡¿Mm?! —iba a sacarse la galleta, pero la saboreó.
Deliciosa.
— Si eres buen niño y no reclamas hasta que lleguemos al club de ping-pong, te las puedes quedar —dijo ella, mostrándole una bolsita tela roja delante de su rostro.
—...—de mala gana guardó silencio mientras masticaba la galleta en su boca.
— Sabia decisión —dijo entregándole la bolsita.
Maldijo para sus adentros. Tenía demasiada hambre e incluso cuando había mascado hace poco un chicle nicotina esas malditas galletas sabían deliciosas.
— Aquí.
Miró con confusión la mano que Aylin le ofreció.
— Se supone que somos novios ¿No?
—...Si.
Valentino tomó la bolsa con la otra mano y tomó la mano que Aylin le ofrecía.
Debían ir a ping-pong, estaban atrasados, pero no podía evitar pensar en que la mano de Aylin era muy suave, y que todos en el camino les estaban dando caras de completa incredulidad al verlos juntos de la mano.
Sin saber muy bien que hacer, sólo se metió otra galleta a la boca.
— Tus amigos me odian —habló, aun con la galleta en la boca.
— Termina la galleta antes de hablar —lo regañó con una expresión plana Aylin.
Valentino sólo asintió, mientras seguía comiendo la galleta.
— Si, te odian, mucho. Así que no los molestes, no saldrás bien parado si pones a prueba su paciencia —advirtió con aburrimiento. No entendía sus cambios de actitud.
— Gracias por las galletas, estaban muy buenas —agradeció, sin saber muy bien que más hacer.
— Nada de "Gracias", mañana me debes comprar un aperitivo —sentenció con cierto tinte infantil.
— ¡Eh, no me dijiste nada de eso cuando me las diste! —se quejó.
— Te di mi postre, MI postre, ¿Sabes cuánto quería comérmelas? —reclamó ella.
— Mucho, porque estaban deliciosas.
— ¡Exacto, exijo un aperitivo mañana! ¡Es un intercambio equivalente!
— Está bien, está bien —suspiró al ver que Aylin parecía bastante triunfante con esto— Por cierto, ¿Quién hizo estas galletas? —preguntó con la bolsa vacía en su mano.
— Eso es un secreto corporativo. Si te lo dijera, tendría que matarte.
Aunque era una amenaza, no sonaba como una, a decir verdad, hasta provocaba ternura.
Durante todo el trayecto no se soltaron de las manos.
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