Capítulo 14: Molestia.
Paris Berardi, segundo hijo del empresario Celso Berardi, era un chico de 17 años, una perfecta y respetable persona.
Su rostro siempre tenía una sonrisa, su personalidad era serena y amable. Empezó a jugar rugby y futbol americano cuando era un niño y durante toda su educación en la academia Belial participó en esos deportes.
Gracias a su esfuerzo, París había sido seleccionado como capitán del equipo de rugby y era el segundo al mando en el equipo de futbol americano. Todos tenían grandes expectativas en él y su futuro como atleta, todo lo contrario a su hermano gemelo, Valentino.
Valentino era un completo arrogante que siempre trataba mal a Paris a pesar de que él se preocupaba por él y lo trataba bien. Lo único que Paris y Valentino compartían era su padre y su apariencia, nada más.
Valentino era un desastre amado por las chicas, pero Paris era amado por todos, él era alguien hermoso, tanto dentro por fuera.
O eso era lo que los demás pensaban...
Porque Paris era hermoso, porque sólo mostraba su lado hermoso.
Era querido por todos, así que era imposible que alguien descubriera su lado oscuro, el lado oscuro de Paris, un lado mucho más malvado de lo que uno podría llegar a pensar.
Valentino era un mentiroso, pero Paris no era mejor, era un engaño, él era un completo engaño.
Se podría decir, que Valentino y Paris, ambos gemelos con un nombre relacionado con el "amor", eran dos caras de la misma moneda.
Pero aquel chico, aquel engaño, se enamoró de un imposible, porque de quien se enamoró era imposible de tocar.
Su intelecto, su fuerza y popularidad eran excelentes pero... cada día en los entrenamientos podía ver a esa persona, la persona que más deseaba estaba tan sólo a unos metros de él y aun así estaba fuera de su alcance. No importaba lo que hiciera, no sabía cómo atraer su atención, era como si hubiera un muro a su alrededor, y ese muro tenía varios ladrillos, ladrillos con nombre y apellido.
Karim fácilmente atraía su atención, ella siempre tenía contacto físico con ese tipo.
Shun podía tener largas conversaciones con ella, incluso cuando ese tipo era un cubo de hielo, podía verlo sonreír cuando hablaban.
Arnulf, ese lobo solitario, siempre obedecía lo que ella le decía, como si el lobo hubiera sido amaestrado.
Romeo, ese tipo que parecía no importarle nada, su mirada brillaba cuando sus ojos se encontraban.
Rebeca podía ordenarle lo que quisiera y obedecería, como si fuera su dueña.
Chloe podía convencerle de ir a algún lugar o de usar algo nuevo, siempre cedía con facilidad a sus caprichos.
María, esa chica siempre era tan cercana, eran tan similares, pero tan distintas, como el día y la noche...
Maldecía cada vez que veía a esos ladrillos interponerse en su camino, los odiaba, los envidiaba, porque él también quería estar con ella, él también quería poder ver la sonrisa de Aylin desde cerca.
Sentía que día tras día, había más gente rodeándola, siempre estaba rodeada de gente, siempre brillando como la luna en medio de una oscura noche...
‹Yo también quiero estar a su lado...›
Si Aylin era la luna, él quería ser una estrella, quería estar a su lado en la oscura noche.
Ella no era hermosa de la manera tradicional, ella tenía algo especial, una luz especial que te podía hacer sentir cómodo, con ella te sentías cómodo. Incluso estando tan lejos de ella, lo había sentido.
Sus ojos azules... eran tan únicos, nunca había visto ojos así, su voz era siempre tan energética, su sonrisa era tan hermosa...
‹Yo también...›
¿Cómo podía hacer para cerrar la distancia entre ellos si sus ojos nunca se encontraban? Ellos no le dejarían acercarse, lo sabía. Ellos no querían más competencia.
— Valentino, no has tocado tu comida ¿Estas bien? —preguntó a su gemelo, fingiendo preocupación. Sabía que él lo odiaba tanto como él mismo lo odiaba.
Su gemelo era una maldita molestia, pero debía seguir fingiendo.
— Estoy bien.
Ese idiota no estaba bien, pero si él moría no era su problema, así que no insistió.
Mientras su querido gemelo siguiera siendo un idiota sin futuro, mientras siguiera decepcionando a todos, él seguiría brillando. Lo que él hiciera no le importaba a menos que involucrara a su familia directamente, o estuviera involucrado con Aylin.
Paris siguió hundido en sus pensamientos mientras pensaba sobre como acercarse a Aylin sin alborotar el nido de avispas que había a su alrededor, aparentando tranquilidad mientras disfrutaba la cena con el alcohólico mujeriego que tenía por padre. Si este hombre seguía siendo como era, quizás la empresa de su familia se derrumbaría como un castillo de naipes antes de que la empresa llegara a sus manos...
A la mañana siguiente, todo fue tan normal como siempre, o al menos lo fue hasta el almuerzo...
— Ah, él es Valentino Berardi, mi novio.
Sin saberlo, Valentino había causado un desequilibrio en el delicado ecosistema que rodeaba a Aylin.
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