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Capítulo 123: Tío.

— Primo, ¿Sabes hacer este ejercicio...? —le preguntó Luca a Valentino, quien estaba tomándose su té.

—...—sabía que ese momento llegaría, después de todo Luca había venido aquí para entrar a la academia el próximo semestre— ¿Qué es? —le preguntó, queriendo evitar lidiar con ejercicios complicados de ser posible.

— Matemáticas.

—...—suspiró— Déjame ver.

Luca de inmediato se alejó un poco de su libro de ejercicios de matemáticas, dejándole a Valentino ver lo que estaba haciendo.

‹Que ecuación más fea› pensó, viendo que las ecuaciones de ese libro eran realmente complejas— La respuesta es 1.

— ¿Ah? —soltó Luca, sin entender cómo llegó al resultado sin hacer ningún calculo.

— Luca, ¿Qué es eso? —dijo, señalándole el número al que toda la ecuación estaba elevado.

— Un cero...

— Cualquier número diferente de cero elevado a cero es igual a uno. La respuesta a esto es 1.

Si, eran ejercicios muy feos, pero en realidad se mataban solos...

—...—Luca parecía bastante disconforme al notar que todo lo que hizo fue en vano, ya que igualmente terminaría siendo 1 al elevarlo a cero.

— Acostúmbrate, en la academia hacen cosas peores —comentó, terminándose su taza de té.

Valentino no era el mejor alumno de su clase, mucho menos de su no-especialidad, pero había logrado entrar y mantenerse en la academia Belial, de manera un tanto accidentada, pero lo había logrado igualmente, así que podía resolver este tipo de ejercicios sin gran esfuerzo.

La exigencia de la academia Belial era muy grande, de hecho había un número considerable de universidades menos exigentes que esa escuela. En realidad, si Valentino estuviera en una escuela más... "normal", por decirlo de alguna manera, él fácilmente entraría a los mejores estudiantes de dicha escuela.

Después de todo, incluso el alumno con el peor rendimiento de la academia Belial podría ser considerado un buen alumno en cualquier escuela estándar, es sólo que cuando estabas ahí dentro perdías la perspectiva general de lo que era normal.

— Gracias por la advertencia —rió sin ganas Luca, rascándose la mejilla con la mano derecha.

‹ ¿Eh? ›

— ¿Eh? —Luca parpadeó, muy confundido cuando Valentino tomó su mano y la observó— ¿Pasa algo...?

— Tu mano... Sólo tiene un pliegue...—comentó, muy confundido. La mano derecha de Luca no tenía esas líneas que a algunas personas les gustaba "leer", sólo había una línea transversal en su mano.

— Ah, sí, eso —sonrió, un poco incómodo ante el contacto repentino— Mi madre también la tiene, aunque sólo la tengo en una mano —comentó, mostrando su mano izquierda, la cual lucía perfectamente normal.

Nunca había conocido a alguien con sólo una línea en la mano, o al menos que él hubiera notado que la tuviese así, es por eso que aquello le llamó poderosamente la atención.

Notando que había logrado poner incómodo a Luca, Valentino abrió la boca para disculparse, pero en ese momento el sonido de la puerta abriéndose lo interrumpió.

— ¿Qué diablos? —soltó Valentino, soltando la muñeca de Luca al ver a París llegar a casa usando su uniforme ¿Qué hacia ese tipo usando su ropa...?

No era sólo que estuviera usando su uniforme, era que le perturbaba ver que con la misma ropa y peinado eran iguales.

Sin embargo, París lo miró un momento y luego volvió a mirar a la escalera. Eso lo molestó.

— ¿Por qué estas usando mi ropa? —le preguntó, acercándose a la escalera.

— Annie olvidó lavar mi ropa...—le respondió él vagamente mientras subía la escalera.

‹No me voy a poner eso› pensó, repasando mentalmente si tenía su segundo uniforme limpio.

Entonces, París volvió a hablar cuando ya estaba a la mitad de la escalera— Ella nos distingue.

— ¿"Ella"? —repitió Valentino, sin entender a que se refería hasta que cayó en cuenta que la única chica con las que ambos se relacionaban era Aylin.

Frunció el ceño, ¿Por qué diablos ese tipo había intentado acercarse a ella mientras lucía como él?

— ¿Qué hiciste? —preguntó pero él no le respondió, en su lugar sólo se encerró en su cuarto ‹Este tipo...›

Ahora Valentino estaba enojado, de hecho estuvo a punto de seguirlo y tocarle la puerta hasta que se dignara a responderle, pero la interrupción de Luca lo impidió.

— ¿Primo? ¿Sucede algo...?

Más te vale que no le pase nada a mi pequeño.

Por alguna razón, al ver a su primo ese recuerdo de esa mujer siendo aterradora vino a su mente.

‹Esa mujer da miedo...› pensó, sintiéndose intimidado ante ese recuerdo. Ahora entendía un poco porque su padre era tan reservado con Luca alrededor— No, no pasa nada...—decidió posponer esa charla con su gemelo, por ahora.

Normalmente sólo hubiera esperado que Luca se fuera a hacer su tarea para encarar a París, pero hoy era la peluquería y eso significaba una cosa: una salida familiar con su padre y su gemelo, aunque esta vez se sumó Luca a esta ocasión. Ese fue uno de los pocos días del año en que Celso si llegaba temprano a casa.

Valentino miró con recelo a su gemelo, quien estaba en la otra puerta del auto de su padre, sabiendo que él había intentado hacer algo con Aylin, quien era su novia, mientras aparentaba ser él.

‹Se supone que el maduro eres tú› pensó, mirándolo mal. No eran niños para intercambiar lugares, y por sobre todo no le gustaba que intentara engañar a Aylin fingiendo ser él. Si, ella lo había descubierto ¡Pero igual lo hizo!

París por su parte no dijo nada, aunque sentía la mirada de Valentino, quien lo estaba matando con la mirada. Sabía que no debió hacer eso, pero ya lo había hecho y la verdad era que no se arrepentía de nada.

Mientras tanto, Luca estaba en medio de esos dos, sin entender el porqué del silencio incómodo y tenso...

— Ya llegamos —anunció su padre, con un estado animo inusualmente animado, lo cual los ponía algo nerviosos.

Celso no había venido por ser un "buen padre" o un "buen tío", aunque esa última era la razón por la que había traído a Luca con ellos, sabía que si dejaba al "niño dorado" de Carla Cassiel en casa solo y ella se enteraba iba a ser asesinado por ella. La verdad es que Celso los había traído a la peluquería porque quería hablar con su cuñado Karl.

— ¡Entren!, los estaba esperando —los saludó con una gran sonrisa un hombre que aunque sabían que iba a cumplir 50 años se veía más joven, tenía la piel blanca, era delgado, de ojos color almendra y tenía su cabello oscuro en muy buen estado. A pesar de que lucía como un hombre normal, muy bien cuidado, su vestimenta... digamos que parecía un pavo real, con muchos brillos y colores brillantes, sumado a que tenía un abanico en la mano.

Al ver a quien técnicamente era su tío, tanto Valentino como París se animaron un poco.

— Primo, ¿Quién es él? —preguntó Luca a quien supuso era París, mirando al hombre extravagante en la entrada.

Y efectivamente no se había equivocado, le había preguntado al gemelo correcto— Él es Karl Meyer, es nuestro tío, aunque no tiene parentesco contigo.

— ¿Meyer? ¿Cómo esa cadena de hoteles...? —cuestionó el menor, reconociendo el apellido.

París asintió— Aunque no se parezcan, él es el hermano mayor del actual dueño, Gustaf Meyer.

Karl Meyer era quien se suponía inicialmente que debía ser el heredero de la fortuna de su padre ya que era el hijo mayor de la familia, así se suponía que debía ser pero Karl amaba ser peluquero. Ah, y que su padre, Raphael Meyer, lo desheredara por ser gay había influido también.

El hermano de su padre, Celestino, y Karl habían sido amigos de infancia y para nadie fue sorpresa que ambos empezaran una relación romántica en su adolescencia, excepto, claro, para los Meyer, quienes desheredaron a Karl y lo echaron de su casa apenas se enteraron de esto.

Si mal no recordaba, Karl vivió un tiempo con su padre, su tío y su abuelo, quien de mala gana aceptó darle asilo al ver que lo habían echado de su casa por estar en una relación con su hijo mayor. Se podría decir que Lorenzo Berardi se sintió responsable de la situación del joven Meyer, así que aceptó que el chico se quedara en su casa, aunque tiempo después Karl y Celestino se mudaron juntos.

‹Eran otros tiempos› pensó París al recordar esto. Aunque eso hacia incluso más sorprendente que su abuelo paterno aceptara la relación de esos dos...

— Pero... No es hermano de tío... ¿Por qué es su tío? —preguntó Luca, confundido porque se refirieran a Karl como "tío" pero a su padre lo llamaran por su nombre.

— Mi padre tenía un hermano mayor, él y Karl estaban en una relación...

— ¿"Estaban"...?

— Celestino murió hace 19 años... Karl todavía lleva el anillo que él le dio...

Luca, al escuchar esto, miró al hombre que hablaba con su tío animadamente mientras le ponía una capa para el pelo. Tal y como dijo París, en el dedo anular de Karl había un anillo con un pequeño diamante en este el cual brillaba suavemente con cada movimiento que hacía mientras le cortaba el pelo a Celso.

Hace veinte años el matrimonio entre un par de hombres era ilegal, así que sin importar cuanto se amaran esos dos su unión nunca pudo ser formalizada, y cuando Celestino murió Karl tuvo que lidiar con muchas cosas él solo...

— Estas pensando en el pasado otra vez, ¿No es así? —le preguntó Karl a Celso, notándolo pensativo.

— Sólo estaba pensando... ¿Por qué no has vuelto a salir con nadie? —cuestionó Celso, mirándolo a través del espejo.

— Celso, querido, ¿Sabes cuantos clientes perdería si la gente descubriera que efectivamente soy gay? —comentó, emparejando su cabello con el peine.

— Pero... El estereotipo del peluquero gay...

— A la gente le encanta bromear con la sexualidad de los peluqueros, pero si este en serio es gay se asustan y ya no quieren venir. Ya lo he visto —negó con la cabeza— Además ¿Tú con que cara me dices que supere a Celestino? Si ni siquiera has superado a Rada —se quejó.

— Pues con esta cara —se rió, pero su risa se cortó de golpe cuando Karl lo golpeó en la cabeza con su abanico— ¡Auch! ¿Es así como tratas a tus clientes?

— Quédate quieto ¿O acaso quieres que te corte de más, mocoso malcriado? —lo amenazó con la tijera en la mano.

— ¿A quién le dices mocoso malcriado, loca? —puso mala cara.

— Veo que quieres que sea de la manera difícil...—entonces, Karl sacó la maquinilla para cortar pelo.

— ¡Lo lamento! ¡Por favor no me rapes!

— Ja...—sonrió, viendo como su amenaza funcionaba.

De hecho, cuando Celso tenía ocho años Karl cumplió su amenaza y lo rapó al cero, así que sabía que él no amenazaba en vano. Por cierto, Celestino dio su consentimiento para que ese hecho traumático en la vida de Celso ocurriera.

Celestino y Karl tenían quince años cuando Celso nació, ya en ese entonces Karl vivía con los Berardi como allegado, así que para Celso su hermano mayor y su cuñado fueron prácticamente unos segundos padres para él. Sin importar que Karl estuviera loco él era es y será alguien importante en su vida.

— Bien chicos, ¿Ya eligieron el corte? —le preguntó Karl a los gemelos, quienes asintieron, una vez terminó con Celso. De reojo pudo notar como el susodicho estaba coqueteando con una de sus clientas. Suspiró— Bien, mientras su desastroso padre me quita a una clienta, siéntense en una silla y muéstrenme que corte quieren.

Karl tenía una maña extraña con Valentino y París ya que le gustaba cortarle el pelo a ambos, al mismo tiempo. No era común tener clientes gemelos y menos unos dispuestos a aceptar sus locuras, así que esto se había vuelto una especie de tradición; de hecho, él hacía esto con Celestino y Celso, le gustaba cortarle el cabello a ambos al mismo tiempo para probar sus habilidades, y simplemente no pudo resistirse a la idea de hacer lo mismo con esos dos.

— Que raro, luces como un chico normal —comentó Karl, viendo el peinado de Valentino— La última vez que te vi parecías un fuckboy —declaró mientras le mojaba el pelo con el atomizador, logrando avergonzarlo.

— ¡C-Claro que no...! —intentó defenderse Valentino, pero era verdad.

— Si, si, hagamos como que te creo —dijo Karl, tomando las tijeras para iniciar con esto.

— Pff —París intentó contener su risa, y si bien lo logró contener su risa no logró disimularlo. Esto le valió una mirada fulminante de Valentino.

— Jaja —rió el hombre mientras terminaba su "informe de los daños"— Me encanta que uno tenga el remolino del pelo a la izquierda y el otro a la derecha —comentó, empezando su trabajo. Él era uno de las contadas personas capaces de distinguir a esos dos cuando estaban de espalda, y esa peculiar característica era la razón.

Mientras Karl jugaba a cortarle el pelo a ambos al mismo tiempo, los tres pudieron ver por la ventana como Celso y la clienta se estaban besando. Karl suspiró al ver esto, era una lástima, ella era una buena clienta...

—...

Karl miró con cierta compasión a los gemelos, notando que lucían un poco decaídos al ver esto. Desde que esa mujer entró en la vida de Celso la vida de ese chico sólo había ido en picada, pero se suponía que él era un adulto responsable, capaz de lidiar con su propia vida, al menos en teoría. Lo malo es que estaba dándole un pésimo ejemplo a sus sobrinos.

— Su padre es un desastre, chicos, pero piensen positivo: nunca se van a quedar calvos porque este tipo les heredo un pelo increíble. Tiene 35 y ni canas tiene el muy desgraciado —se medió quejó mientras le cortaba el pelo a París.

Los gemelos no supieron que decir ante las palabras de su tío, ya que este tenía razón. Su padre se conservaba bien.

— Bien, chicos, termine —proclamó Karl después de un rato, terminando el corte de ambos— ¿De qué sabor quieres la paleta? —le preguntó a París, sacando de su bolsillo varias paletas de colores.

— Fuiste un buen niño, París, dime ¿De cual sabor quieres tu paleta? —preguntó Karl, mostrándole dos paletas al niño, una verde y la otra era roja.

— Mmm... ¡La roja! —sonrió, bajándose del asiento del peluquero con su nuevo corte.

— Se suponía que ibas a atenderme a mi primero —escuchó la queja de su madre, quien miró a su tío con los brazos cruzados en su pecho.

— Calla bruja, agradece que te atiendo —dijo Karl con un tono abiertamente hostil hacia la mujer, dándole dicha paleta a París— ¡Sólo mira cómo tiene el pelo este niño! No sé cómo te las arreglas para hacer que luzca así.

— Quiero la roja.

— Aquí tienes —se la entregó, y entonces se acercó al siguiente gemelo— ¿Y tú, Valentino?

— No tengo diez años —se quejó Valentino.

— Oh, ¿Entonces no quieres? —fingió estar decepcionado, alejando del chico las paletas restantes para guardarlas.

— ¡No, si quiero! —esta respuesta logró hacer reír a Karl. Este chico no cambiaba nada.

— Denle está a su primo cuando terminen con su corte —indicó a París, quien aceptó la misión que se le encomendó.

En ese momento, uno de los peluqueros bajo el mando del señor Meyer se acercó a ellos, algo apenado por interrumpirlos— Señor Meyer, la señora Ann-Marie Miller pidió expresamente que usted la atienda...

Karl suspiró, ocultando con su abanico parte de su expresión de fastidio al escuchar el nombre de esa mujer— Dile que pase y que me espere unos minutos —le indicó a su empleado, quien asintió.

Entonces, Celso entró a la peluquería de nuevo, con restos de lápiz labial en los labios. Karl, aprovechando que volvió, le extendió la cuenta— Aquí, el cobro por cuatro cortes de pelo.

—...—Celso miró con cierto recelo el precio total en la cuenta— ¿No estas siendo un poco avaro...?

— ¿Avaro? ¡¿Yo?! ¡¿Sabes cuantas celebridades han pasado por mis manos?! ¡¿Cómo osas insultarme de esa manera, mocoso maleducado?! —le reclamó, muy ofendido, comenzando a golpearlo con su abanico.

Luca, quien ya había terminado con el peluquero, se acercó a sus primos sólo para presenciar tan extraña escena...

— ¿Esto es normal...? —les preguntó Luca, viendo con cierta incredulidad la escena que sucedía delante de él. Ellos asintieron con la paleta en la boca, mientras que París le entregaba a Luca la paleta que le correspondía.

Esto era normal entre esos dos, lo único que ellos estaban esperando era ver si primero se rompía el abanico de su tío o si su padre le pagaba antes de que eso sucediera.

— ¡Está bien! ¡Me rindo! ¡Me rindo! ¡Toma tu maldito dinero pero ya deja ese abanico!

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