Capítulo 121: Quizás sí estoy loca.
— Tengo que hablar con la maestra encargada —escuchó a Romeo a decirle a Aylin— Así que espérame, ¿Ok?
— Ok~ —respondió ella.
Pudo ver a Romeo irse un poco antes de que el club de manualidades acabara, y como Aylin guardaba las cosas de ambos para luego tomar su celular. Ambas se quedaron cuando sonó el timbre y las demás se fueron.
— ¿Por qué Valentino no vino a clases? —le preguntó. Ayer no lo había visto.
Aylin levantó su mirada del celular y ni siquiera se molestó en ocultar su disgusto al ver a Abigail delante de ella— Esta enfermo —respondió de manera seca, volviendo su mirada a su celular.
— ¿De qué está enfermo?
Aylin suspiró— No sé, pregúntale tú.
— ¿Tienes redes sociales? ¿Cómo te llamas en Instagram?
—...—Valentino desvió su mirada, algo incómodo ante estas preguntas— Lo siento, no tengo redes sociales.
— ¿Y tú número?
Entonces, él vio a Aylin caminar a lo lejos—... Lo siento, tengo que irme —y sin más se alejó de ella, sin darle ninguna forma para contactarlo fuera de la escuela.
Esta respuesta la molestó.
— ¿Sabes? Me molesta tu actitud —sonrió.
— Si no te agrado, haz como la gente normal y no te me acerques —sentenció Aylin, sin prestarle real atención.
— ¿Cómo podría hacer eso? Tú tienes algo que yo quiero.
Ante esta respuesta Aylin sólo la miró, en su mirada no había nada. Ella sólo la miraba.
— Y ¿Sabes? También he oído algunos rumores interesantes sobre ti...
— Nunca tomes a Aylin de la muñeca.
Había escuchado ese rumor, esa advertencia por simple coincidencia, pero desde que escuchó eso no pudo evitar sentir curiosidad acerca de ello, quería saber porque lo decían.
Y cuando lo hizo, en menos de cinco segundos Abigail descubrió el porqué de esa advertencia...
A duras penas pudo ahogar un quejido de dolor cuando de pronto fue presionada contra la pared, en una llave que podía jurar haber visto en la academia de artes marciales a la que Beatriz iba antes.
— No me toques.
— Ja...—no pudo evitar sentir ganas de reír al escucharla decir eso. Esta llave se sentía como la mordida de advertencia de un perro.
Sabía que no tendría una segunda oportunidad para hacer esto, después de todo, Beatriz ya se lo había dicho: Aylin era la nieta del jefe del club de artes marciales, estaba bastante segura que ella sabía hacer cosas mucho peores que esta llave.
No le gustaba ver a Beatriz tan interesada en esta chica, pero saber estas cosas era de utilidad, conocía mejor a lo que se estaba enfrentando.
— ¿Por qué reaccionas así? —le preguntó, sin poder evitar sonreír— ¿Acaso alguna vez ataron tus manos juntas? ¿Acaso fue con una cuerda? O quizás ¿Cinta?
—...
La respuesta que recibió a sus preguntas fue un poco más de presión, y ahí no ya pudo evitar soltar un grito ahogado.
Sabía que si seguía provocándola la próxima vez no tendría un brazo presionado en una posición dolorosa, a la próxima ella se lo rompería. Lo sabía, estaba caminando por territorio desconocido y potencialmente peligroso. Ella no estaba conociendo el lado amable de esta chica, estaba conociendo su lado hostil, y si no tenía cuidado ya no sería sólo una mordida de advertencia...
— No te metas conmigo, Abigail Harman —siseó, soltándola.
No era una exageración, ella realmente siseó, tal y como lo haría una serpiente.
Su mirada azulada, que hace un momento no mostraba nada, ahora la miraba como fuera a saltarle al cuello si daba un paso en falso.
— Ja...
Fue como cuando visitó el zoológico y vio las serpientes venenosas, en el momento cuando vio a ese hombre meter la mano sin cuidado, molestando a una serpiente que finalmente lo mordió. Fue la misma sensación que tuvo cuando vio en los ojos de aquella serpiente el enojo previo al ataque, era el mismo miedo.
— No lo haré.
Si juegas con fuego te puedes quemar, y si molestas a Aylin Vogel perderás. Esta vez, los rumores no mentían.
Ella no podía ganar contra ella, no mientras tuviera a esos perros guardianes y tanta gente viendo sus pasos, vigilándola a la distancia. Sólo le había dado una cachetada y había sido suspendida dos semanas completas. Incluso ahora estaba luchando con esa vocecita en su cabeza gritándole que corriera lejos de ella.
Así que mientras ella tuviera a Valentino, le sería imposible ponerle las manos encima.
Sin embargo, ella sabía que ella no amaba a Valentino, rara vez sonreía cuando estaba con él, el contacto físico entre ambos era casi nulo. No entendía el porqué estaban saliendo, pero estaba segura que Aylin no sentía nada por él, entonces ¿Por qué insistía en salir con él?
— Aylin, cuando eras pequeña y tenías un juguete que te gustaba ¿Eras del tipo de niño que jugaba con este hasta romperlo? —preguntó, sosteniéndose el brazo. Le dolía un poco— ¿O del tipo que de detenía antes de romperlo?
— ¿De qué estás hablando? —preguntó, mirándola raro mientras tomaba sus cosas— Estas loca.
‹Quizás sí estoy loca› sonrió— Hay personas que no son capaces de romper sus juguetes, y alguien más termina rompiéndolos al final —comentó— A mí me gusta jugar con ellos hasta que se rompen, pero, si alguien los rompiera en mi lugar me enojaría mucho, pero ¿Qué hay de ti, Aylin? ¿Cómo tratas tus cosas?
—...—Aylin la miró con desconfianza, entendiendo que ella no hablaba realmente de juguetes— No te metas en como trato lo que me pertenece, Harman.
‹Es como un cuervo con una caja de joyas...› pensó, sin poder evitar sonreír al verla así.
No, esa no era una buena comparación, los cuervos eran oportunistas, conseguían sus tesoros de otra manera.
‹ ¿O quizás un dragón receloso con su tesoro...? ›
— Aylin, perdón por la...
Las palabras de Romeo se detuvieron al ver a Aylin a medio camino de la puerta, y su mirada verdosa se volvió fría al ver la mirada que ella le estaba dando, comprendiendo que algo había pasado entre ambas.
Sin siquiera saber que había pasado, él ya había elegido un bando.
No importaba que Romeo fuera un perro mestizo, ni tampoco importaba que actuara como un perrito faldero alrededor de ella, seguía siendo un perro del más alto pedigrí. Su sola presencia le recordaba que no estaba lidiando con una chica cualquiera, después de todo, no cualquiera podía siquiera acercarse a un chico así.
No cualquiera podía tener al heredero de Ágata Miller comiendo de su mano.
— Ya vámonos, Romeo —ordenó Aylin, tomándolo del brazo para así irse de una vez. Él sólo asintió y la siguió.
El trato que Aylin le daba a Romeo era completamente distinto al que le daba a Valentino. Su voz era más suave, el contacto físico entre ambos era más estrecho y su mirada era mucho más cálida.
El trato entre ambos era mucho más cercano siendo amigos que el que ella tenía con quien supuestamente era su novio, ¿Cómo iba a creerse esa mentira de su noviazgo cuando la veía actuar de manera distinta con sus amigos?
‹Supongo que tendré mi respuesta más tarde› pensó, tomando sus cosas para ir a la siguiente clase.
Después de todo, sería Aylin quien le entregaría a Valentino en bandeja de plata.
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