"El tabaco es el peor enemigo de los dientes y particularmente de las encías, siendo sus efectos nocivos a este nivel muy llamativos".

Mientras leía cada palabra acerca de los problemas dentales que causaba fumar, veía las imágenes y leía las opiniones de las personas, sintió un grave rechazo al cigarrillo, pero a la vez toda esta información le causó una ansiedad horrible que le provocó más ganas de fumar.

Al terminar las clases y volver a su casa, apenas llegó a casa se lavó los dientes, intentando que esas feas manchas amarillas desaparecieran.

No desaparecieron.

‹Mierda ¿Cómo podía sonreír con estos dientes? › se preguntó observando esas manchas amarillas. No eran tan grandes como las de las fotos, pero, joder, que feas eran.

Buscó en internet formas de blanquearlos, pero llegó la hora de la cena.

‹Quiero fumar› pensó con ansiedad, jugueteando con su comida.

No estaba acostumbrado a estar tanto tiempo sin fumar, ya estaba sintiendo la abstinencia. Se sentía inquieto, ansioso, irritado...

— Valentino, no has tocado tu comida ¿Estas bien? —preguntó Paris, mirándolo con preocupación.

Sintió ganas de tirarle el plato en la cara.

— Estoy bien.

Para distraerse y evitarse problemas, decidió comer sus espaguetis a la carbonara, pero antes de darse cuenta, ya había terminado con toda su porción.

—...

Necesitaba fumar.

Se levantó de la mesa y sacó un cigarrillo de su cajetilla de bolsillo, el penúltimo de la cajetilla, fumándolo con desesperación.

—...Fallé.

No quería tener esas cosas raras que daba el cigarrillo. De todos ellos, la impotencia era especialmente aterradora...

Se agarró el cabello, comenzando a desesperarse, o así fue hasta que vio algo en su celular, esos comerciales que dejaban en claro que te espiaban desde tu teléfono: Terapia de reemplazo de nicotina.

"Muchos estudios han demostrado que usar la terapia de reemplazo de nicotina puede casi duplicar las probabilidades de dejar de fumar exitosamente".

‹Lo necesito›

Ni siquiera dudó en llamar al médico de la familia para pedirle ayuda después de pedir una cita con el dentista para que le hicieran una limpieza y blanqueamiento dental lo más pronto posible. El hombre, de unos cincuenta años, viejo amigo de su padre, llegó al poco tiempo y lo escuchó con detenimiento.

— O sea, ¿Quieres dejar de fumar? —inquirió, incrédulo.

— Si.

— Es por una chica, ¿Verdad? —preguntó, acostumbrado a la conducta del chico.

— No.

— Estas mintiendo.

Sintió su cuerpo tensarse, aunque no estaba mintiendo del todo. Es sólo que los dientes amarillos y la disfunción...

— Ten, debido a que eres un fumador excesivo, necesitaras una dosis alta.

El doctor hizo una receta con facilidad, conocía los hábitos de fumador empedernido de Valentino, ese muchacho llevaba unos cinco años fumando, no sería fácil.

— Te daré una terapia combinada —informó— Ya que te fumas dos cajetillas al día, o, mejor dicho, cuarenta cigarrillos al día, tendrás que seguir mis instrucciones, ¿Capichi? Si me ignoras, te puede dar una sobredosis de nicotina y eso te puede matar —tembloroso por la aterradora idea de morir, asintió ante la advertencia.

Tan pronto tuvo la receta en sus manos, corrió a comprarla. Eran tres elementos: Vareniclina, parches de nicotina y chicles de nicotina, cada uno con un horario y una cantidad.

Al leer la receta, el que atendía la farmacia a esa hora lo miró raro, no sólo porque el médico de la familia Berardi tenía una letra que hasta era bonita, sino por la cantidad absurda de nicotina que tenía esa receta.

De camino a casa, con la bolsa en mano, tomó el ultimó cigarrillo que le quedaba y lo fumó en el parque que había cerca de su casa, mientras leía los empaques.

Valentino había aprendido la lección: debía leer las instrucciones.

Una vez se sintió medianamente conforme con lo que entendió de las cajas, volvió a casa cuando había terminado el último cigarrillo.

— ¿Por qué llamaste al doctor?

Ignoró a su padre y entró a su cuarto, listo para empezar con el pie derecho mañana.