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Capítulo 119: Descanso forzado.

Escuchó su celular sonar con una llamada, llamada que lo hizo despertar. Estaba oscuro.

Valentino, sintiéndose casi sin fuerza suficiente para existir, extendió su mano derecha y tomó el teléfono, el cual iluminó el cuarto con su brillo, respondiendo con una voz débil voz un "¿Hola?".

— Hola, le llamamos de...—entonces, Valentino entendió porque lo estaban llamando. Fastidiado por despertar de madrugada por culpa de una llamada de la operadora, se sentó en la cama y miró con odio al celular— ¿Está satisfecho con la compañía que-? —y sin dejar a la operadora terminar, cortó.

Fue tanto su enojo que ni siquiera le importó el dolor en su estómago— Maldita sea...—murmuró, notando que se había dormido con la misma ropa que ayer.

La simple idea de levantarse y cambiarse le generó un escalofrío, ni siquiera entendía del todo como podía seguir sentado. Era invierno, pero de pronto la idea de quedarse en ropa interior le tentó, mucho.

‹ ¿A quién le importa? › pensó, sacando las cosas que tenía en el bolsillo de la chaqueta antes de tirarla por ahí. De todas formas, París siempre andaba en ropa interior así que no debería haber problema con que él también lo hiciera.

De pronto, pudo sentir algo en su bolsillo derecho, algo que no era un pañuelo o chicle.

‹ ¿Una flor...? › se preguntó, sacándola de su bolsillo y observándola. Era el clavel que Aylin le había dado ayer.

— Lo vi y pensé en ti.

— Ja...

Definitivamente esa fue la cita más extraña que había tenido en su vida, y estaba seguro que no tendría otra cita igual a esa. Estaba empezando a pensar que Aylin disfrutaba sacarlo de su zona de confort.

Hay cosas que en la vida que no se pueden controlar, y podía asegurar que Aylin era una de ellas.

Valentino dejó la flor en su mesa de noche y tomó el libro de manualidades que tenía en uno de los cajones, buscando una página en específico.

"Manualidades con flores".

De todas las posibles manualidades, una llamó su atención: un marcapáginas con flores secas.

Siguiendo las instrucciones, puso la flor dentro de un cuaderno y lo cerró. En el momento que cerró el cuaderno y lo dejó sobre su mesa de noche, los dolores de estómago volvieron, así que, sin cuidado alguno, se quitó la ropa que se había puesto para la cita y se cubrió por completo con las sábanas, buscando una posición cómoda para dormir... o así fue hasta que su celular comenzó a sonar con su horrible alarma, alarma que había olvidado quitar.

‹Maldita sea...› pensó, tomando su celular, otra vez, para apagarla. No podía ir a la escuela y el doctor le dio un certificado para que no fuera en los próximos días, pero él se había olvidado de quitar la maldita alarma despertadora.

Entonces Valentino notó que tenía unos 20 mensajes sin leer de Kendall.

「 Valentino ¿Estás bien? 😰😰😢😢 」

「 ¡Lo siento, mi hermano compró mal los ositos de goma y no lo note! 😩😩😖 」

「 ¡Lamento arruinar tu cita con tu novia! 😢 」

「 ¿Te sientes bien? Estos pueden causar... efectos secundarios 😞」

「 Lo siento mucho 😭😭😭😭」 y los siguientes quince mensajes estaban llenos de disculpas de Kendall y emojis llorando.

En ese momento, Valentino finalmente entendió porque se había enfermado de la nada y el porqué a Aylin no le había pasado nada.

「 Kendall, tú, desgraciado ¿Sabes lo mal que me siento ahora? 」 se descargó contra él, muy molesto porque se había enfermado y, por sobre todo, que todo esto pudo haberse evitado de no ser por ese descuido.

Para su sorpresa, Kendall estaba despierto a esta hora y no tardó ni dos minutos en contestarle.

「 Perdoooooooooooooooooon😭😭😭😭😭😭😭😭 」

「 Se los compensare, lo juro! 😩😩😩😩 」

「 Por favor perdonameeeee 😭」

Harto de leer las disculpas de Kendall, Valentino puso el celular en silencio y lo dejó descuidadamente en algún lugar de la cama, se dio la vuelta, estiró sus brazos hacia la almohada y cerró los ojos, decidiendo que lo mejor era dormir.

— Valentino... Valentino —escuchó a alguien llamarlo. Sin muchas ganas abrió los ojos, encontrándose a su primo, Luca, con un plato de comida.

— ¿Qué hora es...? —preguntó, levantándose de la cama lentamente. Al ver la comida su estómago rugió con hambre, después de todo, lo último que había comido fue la sopa que le dieron ayer para rehidratarlo.

— Son las 6 de la tarde, la señora Annie dijo que tenía una emergencia así que hizo el almuerzo y se fue temprano, como a las 12 del mediodía —informó Luca con un tono que se le hizo extraño para un adolescente de 14 años, confirmándole que había dormido casi todo el día— Y como no levantabas te traje tu porción.

— Ah... Gracias —aceptó, sintiéndose un poco mareado. Si de verdad eran las seis de la tarde significaba que sólo estaban ellos dos en casa, pues las prácticas de París terminaban a las siete y media.

— ¡No hay de que! —exclamó el chico, con tanta energía que no pudo evitar reír. 

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