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Capítulo 112: Iguales.

Había algo que había comenzado a molestarlos...

‹El cabello me creció...›

El cabello crece, es un hecho a menos que seas calvo, y a este punto el cabello de ambos había vuelto a un estado un tanto largo y desarreglado, volviendo a hacer incluso más notorio que ambos eran gemelos...

—...

Por un momento, la confusión en el rostro de Luca se hizo presente cuando ambos bajaron las escaleras a desayunar en pijama, con el pelo revuelto por culpa de la almohada, y de no muy buen humor ¿Por qué? Simplemente no tenían ganas de levantarse temprano ese día...

— Él es París, y él es Valentino —dijo la sirvienta con un aire maternal al chico, quien se removió incómodo en la silla al verse descubierto.

— Lo siento... No se distinguirlos aun...—se disculpó el chico, desviando la mirada hacia algún punto indeterminado del piso de la habitación.

Después de todo, lo que más ayudaba a distinguir cual era Valentino y cual era París eran el uniforme y el peinado, sin esas dos cosas era casi imposible distinguirlos ya que hasta sus voces eran muy parecidas, por no decir que sonaban exactamente igual...

— Algún día lo lograra distinguir, señorito Luca —sonrió la sirvienta.

A fin de cuentas, a ella misma también le costó al inicio diferenciarlos, pero ahora era como distinguir el blanco del negro.

Aunque estuvieran usando un pijama de diseño similar, cortesía del señor Celso, los gustos en vestimenta de esos dos eran muy diferentes. Incluso si era invierno a París no le gustaba dormir con ropa encima, sólo usaba un bóxer si no tenía que salir de su cuarto o no habían visitas, y si bien ahora estaba usando un pijama por respeto a Luca, este sólo era una camiseta y un short, y aunque Valentino usaba un pijama más "conservador", este no dejaba de ser un simple pijama de franela.

Sin embargo, era claro que a ambos les desagradaba parecerse más de lo que ya se parecían...

— ¿Debería hacer una reserva para ambos a la peluquería del señor Meyer?

— Por favor...

Para desgracia de ambos, la peluquería de Karl Meyer siempre estaba llena, pero aun así pudieron arreglárselas para conseguir una cita para la próxima semana...

La idea de parecerse tanto por una semana entera era desagradable para ambos, pero París fue el primero en pagar las consecuencias...

— ¡Ah! Valentino, por favor, ayúdame con estos papeles —pidió un profesor con el que ni siquiera tenía clases.

— Yo soy París...

— No me importa. Ayúdame —esta vez no fue una petición, fue una orden del profesor.

Tal parece que el que su gemelo fuera elegido como ayudante del consejo estudiantil de pronto le trajo más problemas de los que pudo haber imaginado...

— Podía traer esto yo solo...—suspiró, viendo a Chris con una pequeña torre de papeles junto a él.

— Pero así es más fácil —sonrió Chris.

— No deberías hacer esfuerzos físicos, Christopher...—le recordó por tercera vez en el día.

— ¡Esto no es nada para mí! —declaró con orgullo el rubio, mostrando sus bíceps en un exagerado gesto de "¡Soy fuerte!".

Al ver a Christopher hacer algo así no pudo evitar suspirar. Estaba acostumbrado a sus actitudes, demasiado, así que decidió dejarlo, de todas formas, si era más fácil así...

‹Al menos no hay gente que pueda verlo hacer cosas así ahora› se dijo a sí mismo, sin saber lo equivocado que estaba...

— ¡Chloe, me gustas!

Los pasos de ambos chicos se detuvieron al escuchar la voz de un chico decir esas palabras.

El lado chismoso de Christopher no pudo resistirse a mirar que estaba ocurriendo mientras que París, quien sólo quería terminar con el encargo, decidió acompañarlo porque, además de que se podía meter en problemas, él tenía la otra mitad de los papeles...

Había un chico ahí, en este lugar desolado a estas horas, delante de Chloe Ritter a la cual le estaba extendiendo una carta con un corazón pegado.

‹Es la primera vez que veo una confesión entre alumnos internos...› pensó París, reconociendo vagamente al chico como uno de los favoritos del equipo de basquetbol masculino de la academia.

Entre alumnos internos había mucho que más que perder en una confesión que cuando era entre alumnos externos o externo-interno. Independiente de si la respuesta fuera positiva o negativa, tu familia se vería afectada directamente por esto si llegaba a oídos de los demás alumnos. De hecho, había muchas familias que les habían prohibido a sus hijos formar relaciones con compañeros internos de la academia para evitar problemas así.

Sumado al riesgo de meter a tu familia en un gran problema político, si eras rechazado después de tu confesión tendrías que ver a dicha persona todo lo que durara la estancia de ambos en la academia; prácticamente era como si te confesaras al vecino con el que además trabajas en la misma empresa y este te rechazara. Por esto la gran mayoría de los estudiantes internos estaban solteros, saliendo con los hijos de los socios o aliados de sus familias, o, en última instancia, saliendo con alumnos externos.

Es por estas circunstancias que las confesiones entre alumnos internos tenían un estricto protocolo: apartados de todos los demás, con una carta que podía guardar el secreto y la vergüenza. El criterio de la carta permanecía en confesiones interno-externo, pero de manera menos hermética.

Él mismo había recibido cartas, pero la simple idea de empezar algo con una de esas chicas le daba escalofríos nada agradables...

— Por favor, sal conmigo.

París pudo ver como Chris parecía bastante emocionado con la respuesta de Chloe ante esta confesión, aunque en el fondo todos sabían cómo iba a terminar esto...

— ¿Qué te gusta de mí? —preguntó Chloe, con tono bastante... severo, sin aceptar la carta aún.

— ¿Qué...?

Esta pregunta no se la esperaban ninguno de los presentes. El chico pareció ponerse más nervioso aún, pero aun así pareció decidido a seguir con esto.

— Eres... linda, y siempre sonríes. Eres tal y como un ángel.

Sin embargo, esta respuesta no pareció gustarle a Chloe...

— "Como un ángel"...—repitió ella, con una pequeña sonrisa que no mostraba más que molestia— No me hagas reír —dijo, arrebatándole la carta de las manos y, sin siquiera dudar, la rompió en dos y luego en cuatro, para luego soltarla, dejando que los restos de nieve, lluvia y viento se encargaran de ella.

Estas acciones tan despiadadas parecieron conmocionar al chico y a Chris...

— No soy una muñeca, ¿Sabes? No me confundas con un ángel o lo que sea —declaró, mirándolo directamente a los ojos. Su mirada era fría y mostraba desprecio hacia este chico.

Por un momento, París sintió que la imagen que tenía de Charlotte Ritter se rompía un poco con esto.

— Si no tienes nada más que decir me iré primero.

No sabía porque, pero sintió esas palabras que ese chico dijo, que eran claramente un halago, para ella parecieron sonar como el peor de los insultos...

— ¿Estas bien...? —le preguntó a Christopher, notándolo inusualmente desanimado.

— No...—admitió él, aun luciendo conmocionado— No sabía que Chloe era así...

París suspiró al recordar el enamoramiento que Chris tenía con Chloe. Ese día ella no había roto un corazón, había roto dos sin proponérselo...

— París.

Al escuchar alguien que no fuera Christopher llamarlo correctamente por primera vez en el día volteó, encontrándose a la entrenadora Kayla dándole esa mirada que él conocía: quería pedirle algo.

Suspiró— ¿Qué necesita, entrenadora? —preguntó.

Hoy había sido un largo día, así que mientras más rápido pudiera irse, mejor.

— Necesito que le entregues unos papeles del equipo a Aylin Mi-... Vogel, Aylin Vogel —se corrigió de inmediato al notar su error— Mientras más rápido lo hagas, mejor.

‹ ¿Encontrar a Aylin...? › se preguntó, sabiendo que eso iba a ser muy problemático, pero no se sintió capaz de rechazar la petición de la entrenadora— Esta bien.

Después de todo, era su deber como capitán del equipo de rugby...

Miró la hora en su celular, notando que pronto sería hora del receso después del club de tenis de mesa. Sabía que Aylin se había lesionado, así que descartó que estuviera en entrenamiento, pero esto a su vez significaba que sólo tenía veinte minutos para encontrarla antes de la siguiente y última clase del día.

‹Demonios...›

Si no se los entregaba antes de que empezara la clase, estaría en problemas...

Por un momento París pensó en simplemente pedirle a alguno de los amigos de Aylin que le entregaran los papeles, pero la verdad es que si no sabía dónde estaba Aylin, con ellos no tenía ni la más remota idea...

‹Además, es una buena oportunidad para hablarle...› pensó vagamente, antes de caer en cuenta de algo ‹Espera, los profesores...› pensó, recordando la foto en el escritorio del maestro Alexander. Si seguían siendo tan amigos como lo parecían en esa foto ellos deberían saber en qué salón tendría su última clase hoy, e incluso si no sabían siempre podía pedirles que se los entregaran por él.

Aprovechando que estaba a punto de terminar la clase del equipo de tenis de mesa, París se apresuró a interceptar al maestro Aiden, ya que sabía que este era el maestro que dirigía a ese equipo.

— Oh, hola París —lo saludó el maestro con Valentino a su lado, quien estaba siendo usado como ayudante para cargar algunas cosas.

— Hola maestro —respondió el saludo, un tanto agitado debido a que se apresuró para llegar— ¿Sabe dónde es la siguiente clase de Aylin...?

La mirada que Valentino le dio a París reflejó muy bien lo que pensó al escucharle preguntar eso al profesor Aiden, mientras este sólo miró con cierta curiosidad a París.

— ¿Para qué quieres saber eso? —preguntó con curiosidad el mayor de los tres.

— Tengo que darle unas cosas...

— Esta bien, te diré dónde está su clase —sonrió un poco, ganándose una mirada de indignación por parte de Valentino.

La clase estaba un poco lejos, pero se las arregló para llegar antes que la mayoría de los estudiantes a la clase. Ahí pudo ver por la puerta entreabierta a Aylin, quien estaba jugando con una Nintendo Switch, y a Chloe, que tal parece compartía esta clase con ella, pero cuando abrió la boca para llamarla...

— Aylin —la voz de Chloe rompió el silencio.

— ¿Sí? —preguntó la aludida, dejando de lado su juego para mirarla.

— ¿Qué te gusta de mí?

¿Qué te gusta de mí?

‹Es la misma pregunta que hace un rato...›

Aylin pareció confundida por un momento, como si no entendiera esa pregunta tan repentina, tal y como sucedió con ese chico más temprano. Aun así...

— Eres la persona más fuerte que conozco, Chloe —sonrió— Es increíble todo lo que has logrado avanzar a pesar de todo.

Después de todo, Aylin era el tipo de persona que decía cosas así sin vergüenza alguna...

— Aylin, yo...

Tal parece que ser un asco espiando era algo de familia, pues en ese momento París se inclinó de más en la puerta, lo cual terminó en un aparatoso accidente con él medio en el piso, medio agarrado del pomo de la puerta y los documentos esparcidos a su alrededor de él.

Al ver la mirada que Chloe le dio, París supo que si no se inventaba una excusa pronto iba a morir.

— Lo siento, yo sólo venía a entregar estos papeles...—el temblor en su voz fue sorprendentemente creíble, después de todo la mirada de Chloe si era intimidante.

Tal parece que Rebeca no era la única de las amigas de Aylin que podía dar miedo...

— ¿Interrumpo algo...? —preguntó, actuando como si no hubiera visto nada mientras se levantaba con ayuda del pomo de la puerta.

— No —respondió de manera seca Chloe, aun mirándolo como si quisiera matarlo.

Intimidado por culpa de esta mirada, rápidamente París tomó los papeles, que afortunadamente no se habían alejado mucho de él, y se los entregó a Aylin— Aquí tienes...—no fue hasta ese momento que notó que sus manos temblaban.

— Muchas gracias —sonrió de manera amable, causando que París volviera a temblar, pero por razones diferentes.

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