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Capítulo 111: Tour nocturno.

‹ ¿En serio Chris tenía que lidiar con esto...? › pensó, teniendo que ordenar todo después del entrenamiento.

No es como si sus compañeros fueran muy desordenados o sucios, la verdad no lo eran, pero era un trabajo pesado y que el entrenador no lo estuviera ayudando en lo más mínimo no hacía más que frustrarlo.

‹ ¡Te maldigo, entrenador! › pensó, respirando de manera pesada una vez terminó por fin de guardar todo. Él no tenía que lidiar con esto con la entrenadora Kayla...

— Un momento, París.

París miró con sumo cansancio al entrenador, quien durante todo este tiempo sólo estuvo sentado "supervisándolo", detenerlo justo cuando estaba a punto de irse.

— ¿Qué pasa...? —cuestionó, sintiendo serias ganas de mandarlo al diablo y volver a su casa a dormir.

— Necesito que me ayudes con unos papeles en la oficina.

—...

París estuvo a punto de mandarlo al diablo, pero no podía. Estaba reemplazando a Chris, se lo debía...

— Está bien...—aceptó de muy mala gana ‹Esto es por Chris, él está recuperándose y tú lo estas reemplazando, París. Ten paciencia...› se dijo a sí mismo, intentando mantenerse sereno.

La academia a esta hora estaba muy vacía y oscura, o, mejor dicho, el área de la escuela estaba así ya que podía ver la luz en los dormitorios de los alumnos internos junto al típico ruido que podías esperar de una área llena de adolescentes sin alcohol a las ocho de la noche...

Si bien una tenue luz iluminaba los pasillos esto a París no le gustaba ni en lo más mínimo, le recordaba a la típica escena donde te salta un monstruo en los videojuegos, o un screamer, o cualquier cosa que puede pasar en un pasillo largo en un videojuego o en una película de terror.

‹Me quiero ir...› se lamentó, sintiendo como el entrenamiento de kickboxing con el maestro Aiden y todo lo que pasó en futbol americano comenzar a cobrarle la factura a esta hora.

— Puedes esperar afuera o entrar conmigo —comentó el entrenador Nolan encendiendo la luz de la oficina de deportes.

Su respuesta fue obvia: entrar a la oficina iluminada y no esperar a que un fantasma o algo apareciera en el pasillo. La oficina de los maestros de deporte era... normal. No había nada destacable en ella, era idéntica a la oficina de cualquier profesor: fotos, dibujos, cosas esparcidas en la mesa...

Mientras el entrenador buscaba algo en su escritorio, la mirada de París se dirigió a un escritorio en especial, más específicamente en la foto de dicho escritorio. En esa foto en blanco y negro había la nada despreciable cantidad de ocho jóvenes posando en una foto, todos entre dieciséis y catorce años, pero había un par que eran pequeños, mucho más pequeños que el resto de hecho.

‹Espera... esa es...› se acercó a la foto, intentando confirmar su sospecha.

París tomó el cuadro y lo observó más de cerca, pudiendo identificar a unos cuantos maestros en su adolescencia: Aiden Ayers, Adrián Bach (quien en ese entonces parecía tener el pelo oscuro), Eteria O'Shea y Alexander Raisa; también pudo ver a ese doctor pelirrojo, aunque por el color de la foto no lo parecía, se llamaba ¿Félix? O'Shea, si mal no recordaba...

Pero que sus profesores se conocieran desde hace años no le llamó la atención realmente a Paris, lo que le llamó la atención fue que al centro de la foto, rodeada por todos ellos, estaba Aylin, de unos cuatro años, quien sólo miraba a la cámara sin saber muy bien que expresión poner.

Junto a ella estaba el maestro Alexander y otro chico que supuso era el hermano de ella, muy cerca de ambos, si es que era posible que estuvieran más juntos en esa foto. ‹Así que ese es su hermano...› pensó, intentando buscarles el parecido a ambos, aunque fue difícil porque... bueno, estaba en blanco y negro y no tenía la mejor calidad.

Había otro niño en la foto, de unos ocho años quizás, pero ignorando que en la foto se veía muy blanco, no le llamó la atención en realidad.

— Tienes suerte de que Raisa no esté aquí —escuchó la voz del entrenador detrás de él, asustándolo tanto que casi suelta el cuadro— Si él descubriera que tocaste sus cosas se encargaría de que te castiguen una semana al menos.

París vio en silencio al entrenador, quien tenía unos documentos en la mano, sin entender bien su punto. El maestro Alexander Raisa no tenía precisamente fama de ser alguien cruel, todo lo contrario, pero aun así decidió no tentar a la suerte y dejar inmediatamente la foto donde estaba.

— ¿Para que me necesitaba si sólo era buscar unos documentos...? —le preguntó, mirándolo con escepticismo.

— Porque este lugar de noche da miedo —sonrió como si nada.

La expresión de indignación en el rostro de París dejó muy en claro que pensaba de que lo hubiera hecho perder el tiempo sólo porque la escuela de noche diera miedo. O sea, la escuela de noche si daba miedo y que estuviera iluminada de manera tan tenue sólo empeoraba la atmosfera, pero ¿Qué culpa tenía él de que al entrenador se le hubieran olvidado unos papeles en su oficina y que no fuera a buscarlos cuando no estaba más iluminado?

— Ya me puedo ir, ¿Verdad...? —preguntó de muy mal humor no sólo por perder su tiempo por culpa del entrenador, no, también estaba algo molesto por no poder haberle sacado una foto al cuadro con el entrenador presente. En su defensa, Aylin daba mucha ternura en esa foto.

— Cuando salgamos de aquí...—dijo el entrenador, y él aceptó porque ir por los pasillos él solo le daba miedo...

Una vez afuera de la escuela, París pudo ver al equipo de ciclismo terminar su entrenamiento.

‹ ¿Qué tan tarde es...? › se preguntó mientras tomaba su teléfono, sabiendo que ellos terminaban muy tarde su entrenamiento. La respuesta saltó de inmediato cuando lo encendió: eran casi las nueve.

Suspiró, y deseando que en casa no hubiera un desastre para poder ir a dormir temprano, pidió un Uber.

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