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Capítulo 11: Términos y condiciones.

— A...A... ¡Achú!

Ese estornudo de Aylin mató todo el ambiente que había.

— Maldita alergia —maldijo mientras alejaba a Valentino de ella con el brazo.

— ¿Por qué siempre estornudas cuando estoy cerca? —cuestionó confundido. Cuando la veía de lejos nunca estornudaba, pero cuando él estaba cerca si lo hacía.

— Es tu olor a tabaco y Chanel. Soy alérgica al humo del cigarrillo —declaró con fastidio y una voz nasal— Así que, aléjate de mí. Apestas —habló para luego sonarse la nariz.

—...

Valentino no tenía idea de que el humo del cigarro podía causar alergia, pero eso explicaba la condición de no fumar cerca de ella...

En ese momento, la campana sonó, pero Aylin no mostro ni la más mínima intención de irse, sino todo lo contrario, con todo el tiempo del mundo del mundo, siguió ordenando sus cosas a una distancia prudente de Valentino.

— ¿No deberías ir a clases...? —cuestionó, sin despegar su mirada de ella.

— No, tengo hambre debido a que cierta persona me hizo perderme el receso —declaró, mirándolo con molestia.

Estas palabras le dejaron en claro que había algo más, estaba planeando algo, lo sabía.

— ¿Qué estas planeando...? —se atrevió a preguntar.

Esta chica lo había acorralado bastante, no tenía ni la menor intención de dejar que lo chantajeara más, entonces... ¿Por qué ahora estaban en este restaurante en el campus...?

— Gracias por pagar la cuenta —dijo Aylin antes de atiborrarse con papas fritas en el otro extremo de la mesa.

—...—sólo dio un sorbo a su gaseosa, preguntándose como carajos lo convenció.

En dos meses, era la primera vez que la veía tan de cerca y sin algo cubriéndola total o parcialmente.

Esta chica era la definición de tomboy, una bastante infantil.

Usaba una gorra verde bajo la cual tenía su bandana roja, una camiseta negra manga larga bajo una camiseta que...era rara, mitad negra con puntos blancos como estrellas y un cubo tirando pintura blanca, tiñendo la mitad de la camiseta, unos pantalones de cargo negro con la peculiaridad de que tenían parches de monstruos y una sudadera negra con degradado blanco.

Ah, y estaba plana.

‹ ¿Cómo tenía todo eso en su mochila? › se cuestionó viendo la mochila que parecía un robot.

— ¿Alguna pregunta que quieras hacer? —preguntó Aylin, quien, por cierto, comía papas fritas con cubiertos.

— ¿Cómo tenías tantas cosas en tu mochila?

Claramente, dijo lo primero que había en su mente.

—...Del contrato —agregó Aylin, acercando un poco su mochila hacia ella, por las dudas.

—...—quiso decir algo, pero...no se lo ocurrió que. Había tanto que quería preguntar, pero las palabras no salían...

— Bueno, ya que tú no hablas, yo lo haré —dijo Aylin, encogiéndose de hombros, dejando el tenedor en el plato vacío.

Aylin sacó un papel doblado, muy doblado, de su manga. Eso lo confundió, mucho.

— Por este pequeño papel, estamos condenados a fingir ser novios por cien días...—empezó Aylin, desdoblando el contrato y mostrándolo desde lejos.

— ¿Por qué en cien días...? —preguntó confundido.

— Porque en ciento diez días se te acaba el tiempo para cumplir la apuesta, ¿Por qué cien? Porque no tengo ganas de salir más tiempo con un fuckboy adicto al cigarrillo.

No iba a admitirlo, pero la forma que se refirió a él, con tanto desprecio, le afectó, pero por que se llama Valentino Berardi que no iba a dejarle saberlo.

— No te enamores de mí, ¿Bien? —dio su sonrisa marca registrada, mostrando confianza.

— No pensaba hacerlo —declaró Aylin, con cara de póker.

Esta chica... ¿Cómo podía ser posible que no se viera afectada por su encanto?

Maldición, las otras chicas con sólo sonreírles caían rendidas a sus pies. Esto era frustrante, esto ya era personal.

— Mañana empezaremos a salir, así que prepárate —dijo antes de beber su bebida.

— ¿Yo te busco o tú me buscas? —preguntó, intentando ser seductor.

— Nos reuniremos afuera de la cafetería —informó, sin inmutarse ni en lo más mínimo por su intento— Por cierto, tus dientes están amarillos —habló, tomando su mochila y retirándose.

— Espera ¡¿Qué?! —se cubrió la boca y de inmediato sacó su celular, poniendo la cámara para corroborar este hecho.

Así empezó su trato, cien días de noviazgo, y el dinero la apuesta se repartiría entre ambos ¿Qué podía salir mal?

Bueno, si el Valentino del futuro pudiera decirlo, muchas cosas...

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