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Capítulo 106: Disculpas.

—...

Valentino miró las galletas que Arnulf le ofreció.

— Sabes que yo no soy París, ¿Verdad...? —expresó aquello que lo llevaba molestando desde que inició su castigo.

El castigo se habían sido cuatro días quedándose después de clases a limpiar, nunca lo habían castigado tantos días seguidos. No tenía idea porque, pero en todos esos días lo emparejaron con Arnulf para limpiar, y todos esos días él le compartió de sus galletas.

Algo que había descubierto en esos días es que el primer día que probó las galletas no fue el hambre lo que le hizo sentir que estas sabían a gloria, no, era sólo que este tipo cocinaba demasiado bien y, aunque sólo fueran galletas, eran muy buenas, demasiado.

Otra cosa que había descubierto había sido que Arnulf casi no hablaba, y cuando lo hacía lo hacía de manera bastante... ¿Lenta?, por así decirlo. De hecho, en estos cuatro días a lo más lo escuchó decir dos oraciones que no fueran simples monosílabos, era un tipo muy callado, tranquilo y conciso, y no sólo eso...

Al segundo día, ellos y otros chicos habían tenido que ayudar mover algunas cosas por órdenes del "general", como llamaban al supervisor. Ese día averiguó que Arnulf y Aylin tenían algo en común...

— ¿Eso es un audífono para sordo...?

A pesar de que sólo fue un segundo, él pudo verlo. A diferencia de los de Aylin, estos estaban dentro del oído de Arnulf y no se notaban realmente; de hecho, de no ser porque había visto los audífonos de Aylin de seguro no le hubiera dado importancia a lo que vio o siquiera pensado que eran audífonos.

— Ah...—Arnulf lo vio un segundo, para luego volver su mirada al trapeador— Si...

—...—Arnulf miró en silencio un momento, para luego decidir abrir la boca para responderle— Eso lo sé, Valentino...

Sabía que Arnulf probablemente sólo estaba intentando llevar la fiesta en paz porque estaba saliendo con Aylin y él era amigo de ella, sin embargo, mientras más trataba con Arnulf había algo que no podía evitar preguntarse.

‹ ¿Por qué me puse a molestarlo? ›

Eso había sido hace bastante tiempo, si, pero ahora que lo pensaba... Arnulf era un tipo muy tranquilo, y a pesar de ser muy silencioso, el silencio a su alrededor no era un silencio incómodo. Entonces... ¿Por qué había hecho eso...?

— Este tipo se cree la gran cosa, es molesto.

Suspiró, recordando las palabras de Aarón.

Ahora tenía ganas de golpearse por ser tan idiota... aunque de todas formas Arnulf ya lo había golpeado antes por molestarlo.

‹Supongo que me lo merecía...›

Hoy era el último día de castigo, hoy había tenido otro "examen sorpresa" y le habían dado su calificación de su examen de física, 62 puntos de 100. Si bien eso era un "a penas pasaste" era una mejora para él, una gran mejora, de hecho. También en el entrenamiento de tenis de mesa el maestro Aiden lo había felicitado por lograr mantenerse contra Ludwig, había perdido, si, pero no de manera tan abrumadora como la última vez que habían jugado juntos.

Si lograba mantenerse de esta manera podría aprobar el año, de una manera un tanto accidentada pero podría hacerlo. Si París podía ser un estudiante de honor ¿Por qué él no podría pasar a segundo año? Eran gemelos, se supone que debían ser igual de capaces.

Sin embargo, si quería pasar el año y no ser asesinado por su padre por reprobar y "hacerle perder dinero" tenía que dejar de juntarse con ese idiota de Aarón y evitar meterse en problemas el resto del semestre. Podía hacerlo, él sabía que podía...

Suspiró, terminando de masticar algunas de las galletas que Arnulf le había dado, y, entonces, decidió hablar.

— Arnulf...—lo llamó, dejando su labor de lustrar las mesas.

—...—Arnulf volteó a verlo, preguntándole de manera muda que quería.

Una buena forma de empezar a hacer las cosas bien era pedirle disculpas por su comportamiento y agradecerle por las galletas, pero...— Yo...

Maldita sea, las palabras no salían.

No creía que Arnulf fuera alguien rencoroso que le reclamaría por esto, estaba seguro que si él fuera de esa manera no le hubiera dado esas galletas cuando estaba muriendo de hambre, sin embargo... estaba muy ansioso.

— ¿Sucede... algo...? —preguntó Arnulf al verlo temblar levemente.

—...—tragó duro— Gracias por las galletas...—fue lo único que salió de su boca en ese momento.

— No hay... problema...—dijo Arnulf, sin entender su comportamiento.

Aun así, siguió hablando— Y... Yo, quería... pedirte disculpas por mi anterior comportamiento...—se pasó la mano por el pelo, intentando seguir con esto— Lo siento, Arnulf...

Esas palabras le costaron el infierno mismo pronunciarlas, pero...— Raoul.

— ¿Ah? —dijo, sin entender a que se refería.

— Me gusta más... Raoul que... Arnulf...

Eso... significaba que él aceptaba sus disculpas, ¿Verdad?

Sonrió, sintiéndose muy aliviado por alguna razón— Entendido, Raoul.

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