—Qué hija de puta es esta vida.

Si hubiese dicho esas 7 palabras frente a alguien, solo vería mis labios moverse; mi voz salió tan fina y quebrada que ni yo mismo me escuché.

«¿Qué es la felicidad?». Sabrá Dios qué carajo es porque la mía, es una mierda.

Jamás imaginé que un sufrimiento como este lo volvería a soportar en mi vida, ya no aguanto más, he vuelto a cometer el mismo error y este es mi castigo; pero eso se acabó.

—Le pondré fin a todo.

Otro hilo de voz salió de mis labios y es que no puedo parar de llorar, me siento como un niño pequeño cuando le dan una nalgada y lo privan en llanto; ese llanto que se te atraganta y no te deja prácticamente respirar.

Quiero gritar pero siento que me ahogo, «y debería ahogarme maldita sea». Yo no pude... no pude...

Otro nudo se me formó en la garganta, fui tan imbécil, tan tonto. Nunca debí... haberme enamorado de él.

Camino en dirección al borde, allí donde puedo ver una gran parte de la ciudad, desde lo alto. El viento choca contra mi rostro y la camisa ancha y suya que traigo puesto desde ayer, ondea ferozmente, como si quisiese despegarse de mi cuerpo.

Estoy sobre la terraza del Hospital General, a punto de atentar contra mi vida, a dejarme llevar por la gravedad que me ata al suelo.

Dejar este mundo es lo mejor, quizás vaya al infierno, a donde mucha gente me ha mandado; pero, pienso que aquél será mejor infierno que este que está en la Tierra.

Doy otro paso y me detengo, uno más y adiós. Levanto un pie...

—¡¡Jimin noo!! —escucho detrás de mí la voz de Taehyung, mi mejor amigo.

No quiero voltear a verlo, no quiero encontrarme con un rostro lleno de dolor y espanto.

Él también sufre, a él también le duele; pero la diferencia no está en quién sufre más o quién menos, sino en que Tae es fuerte. Se ha mantenido fuerte para mí, para sus padres; no ha derramado una sola lágrima desde que supimos la noticia y yo, de cobarde y estúpido que soy, le dije mil improperios de los que ni ya recuerdo.

—Jimin —escucho el temblor en su voz tras mencionar cada sílaba de mi nombre—, no lo hagas, no te lo lleves contigo. —Escuché un golpe y aquello que me dijo me hizo retroceder, girarme para verlo, estaba arrodillado en el suelo—. Por favor...

—¿Qué... de qué...? —Me acerco a él, tratando de formular una pregunta lógica.

Sus azulados ojos me miran, cristalizados. «Los odio, son un martirio, un recuerdo hiriente». Baja la mirada y se seca las lágrimas que amenazaban con salir.

—Jimin, el doctor... —Traga, toma aire y suspira—. El doctor me ha dicho que... estás embarazado.

—¿Qué?

—Estás, esperando un hijo Jimin y... —su voz tiembla otra vez—, no quiero que cometas esa tremenda locura que ibas a hacer. Por favor, quédense los dos.

—¿Embarazado? Embarazado. ¡Embarazado!

Es ahí cuando a nuestro razonamiento se le cruzan los cables y nos volvemos locos. Me río como desquiciado, incrédulo por lo que me acababa de decir Taehyung.

«Yo: embarazado. Qué buen chiste».

—Los resultados del diagnóstico los tiene mi madre —se levanta, sacudiéndose el polvo—. Vamos para que los veas —me toma de la mano pero lo aparto rápidamente, con algo de brusquedad que a ambas nos sorprende.

—Jimin...

—Taehyung. —No lo dejo seguir, sé lo que iba a decir—. Lo sé, sé lo que eso significa y, es tan injusto Tae... —Mi llanto, que se había calmado, volvió a brotar como agua de manantial—. Tan injusto.

—Lo sé —se me acerca, me abraza con fuerza—, lo sé Minnie, sobre todo para ti. —Deja de abrazarme para verme a los ojos, tomando mi rostro entre sus manos—. Pero la vida te está dando otra oportunidad, no la desperdicies saltando y llevándote contigo ese regalo que llevas en tu vientre.

—La vida... —suspiro y relajo los hombros, asiento en señal de rendición.

—Vamos. —Taehyung me sonríe y me toma por una mano—. Y recuerda Jimin, que él: vive en ti.