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Día 40 (final)

Se había enamorado de (él). Lo asustaba admitirlo; lo hizo vulnerable, pero allí estaba. Esas cadenas que había intentado ignorar estaban enredadas alrededor de su cuerpo. Él estaba enamorado. No había dudas ahora.
(Jex Lane)

* * *

[Día 40 final]

POV MAGNUS

-No te sientas mal por decirme lo que ves. Yo puedo decirte lo que siento, cierra tus ojos y siéntelo conmigo...

Lo hago. Dejo mis párpados caer y me concentro en su voz, sus palabras, las sensaciones.

-...tu mano y la mía, encajando perfecto como tú dices. No puedo verlo, Magnus, pero lo siento. Siento tu piel suave y cálida pegada a la mía, como nuestros dedos se entrelazan, se mantienen firmemente unidos, y el agua los rodea, tal vez algunas pequeñas corrientes los traspasan, pero sin que sea demasiado evidente. ¿No es así el amor, no sucede así con el corazón?

Él empieza a mecer nuestras manos dentro del agua. Juntas, muy juntas. Unidas fuertemente. Luchando contra la densidad del agua, creando ondas, chocando contra ella. Pero tiene razón, hay partículas que logran colarse entre nuestros dedos, entre nuestras palmas, a pesar de tenerlas unidas lo mejor posible.

-¿Cómo?

-El corazón, cuando intentamos cubrirlo con una coraza para que nadie lo toque, que nadie llegue hasta él para lastimarlo. Pero así como, por muy juntas que estén nuestras manos, el agua logra colarse. Algo sin forma, a lo que no puedes aferrarte, pero que se siente y, en grandes cantidades, logra empaparte, calarte hasta los huesos. Así es el amor. Así como partícula a partícula, el agua se mete de a poco, así el amor. Tal vez no sientes como poco a poco te va mojando, hasta que la húmedad ya es imposible de ignorar, hasta que estás tan mojado que no puedes negarlo. Ese amor que yo no pedí, y no esperaba, que me asusta, es ya innegable.


POV ALEC

Siento cada milímetro de nuestras manos unidas, cada espacio de nuestras pieles juntas, el palpitar de nuestras venas contra la otra. Me imagino esa sangre correr por su cuerpo, brazos, hombros, pecho, su corazón. No estamos unidos en todo el cuerpo y, sin embargo, lo siento. El calor que emana, su respiración, su olor. Siento que puedo percibir su latido si me concentro en el mío.

-¿Y eso, sobre el amor, lo sabes sólo por sentir nuestras manos? Ves tú más que yo con los ojos, Alexander. Todo lo que yo vi fue la perfección de nuestras manos unidas, pero tú has creado una perfecta metáfora del amor. Tú que dices no saber de él. ¿Cuándo te has vuelto tan sabio?

Siento mi pecho expanderse y contraerse con cada respiración, mi cara se calienta, y soy más consciente de su mano en la mía. Pero me atrevo a decirlo: -¿Desde que me enamoré? Creo que no hay enamorado que no pueda hablar del amor, a su manera. Yo siento tu mano contra la mía, y por supuesto no me hace falta ver, para saber cómo encajan, e imaginar mi piel pálida y la tuya dorada, la tuya acaramelada, en un contraste que no impide que mezclen a la perfección en un toque. Pero también siento el calor, el cosquilleo, la sensación placentera corriendo desde ahí donde estamos unidos a cada rincón de mi ser, hasta llenar mi pecho, mis latidos, mi respiración. Siento el amor por ti, de ti, y hacia ti. Sí me asusta, no me asusta menos por admitirlo, de hecho tal vez da más miedo, lo vulnerable que soy ante ti, pero no puedo negarlo. El simple hecho de sentir nuestras manos unidas me recuerda lo que siento, tu piel lo susurra, o lo grita, depende...

Magnus se inclina contra mí, recarga su peso en mi costado, sus labios contra mi mejilla. Y ahí, ese beso, ese toque, también me lo dice.

-Deberíamos perdernos más a menudo si vas a usar formas tan bonitas para decirme que me amas. Podría acostumbrarme.

Intento, y falló, no sonreír. -No te acostumbres, que ame no significa que siempre voy a encontrar la forma de decirlo.

-Me basta con que lo sientas, Alexander.

Lo siento.

-¿Qué quieres hacer? -me pregunta, un rato después, cuando sacamos nuestras manos del agua.

-Me gustaría sólo sentarme contigo, sentir el sol en nuestra piel, el calor de tu cuerpo contra el mío, a mi lado, tus brazos rodeándome, sólo sentirte... ¿Podemos?

-Podemos. Y si no, encontraría una forma.

Él me lleva a alguna banca, y sus brazos ya están ahí para mí.

-Dime qué ves, Magnus. Dime cómo es el mundo, dime lo que me pierdo, lo bello de la vida...

El aprieta su abrazo. -Lo más bello está aquí, Alexander...

Me hace sonreír, pero después comienza a describirme el lugar. Y no, no siento que me pierdo nada, no en momentos así.



CONTINUARÁ...

Oficialmente llevamos un tercio de esta historia 😂 vamos a ver si aguantan los treinta días de esta segunda parte 🙊

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